Mar Adentro
Capitulo 1: La Recompensa.
Escocia, año 1709.
Una vez finalizada la cena, la Princesa se escabulló por los pasillos del Palacio de Holyrood, directo hacia los corredores donde dormían los sirvientes. No era que le gustara mezclarse con esa gente, pero de pequeña había aprendido a querer a tres muchachitas, de su misma edad, que le habían servido desde que entraron en el castillo.
Tocó tres puertas distintas y continuó su caminata, esta vez, en dirección a su alcoba. Subió las interminables escaleras con la elegancia propia de una dama bien, hasta una de las torres más altas del lugar.
Cuando por fin estuvo dentro, se tiró en su cama y esperó a que llamaran a la puerta. Las tres muchachas aparecieron en su habitación y aguardaron de pie junto a la cama a que su princesa se dignara a mirarlas. Y así lo hizo.
—¿Qué sucede princesa?—preguntó una muchacha de cabello ondulado.
—Ayumi puedes decirme como siempre—Dijo la princesa, sentándose frente a su espejo, pero no fue Ayumi quien continuó.
—Vamos Kagome. Has estado muy rara durante la cena—observó Yuka, la chica mas atrevida que Kagome haya conocido jamás.
—Se debe a la visita del joven Houyo ¿Verdad?—Eri fue quién tomó el cepillo y comenzó a peinarla lentamente.
—Si…no puedo creer cuanto ha crecido ¡Y pensar que cuando nuestros padres arreglaron nuestro matrimonio él tenía solo quince años! Se ha convertido en un joven muy apuesto ¿Verdad que si?—preguntó.
Desde hacía años que estaba arreglada la boda que se concretaría en dos semanas. Ella 19 y él 25. No podía negar que el joven Houyo de Dinamarca se había convertido en un chico muy lindo y, además, conservaba su amabilidad y caballerosidad pero…
—Pero eso no es lo que te preocupa ¿O me equivoco?—volvió a señalar Yuka.
Kagome aguardó en silencio, y miró a su amiga a través del reflejo del espejo— Tú no lo quieres.
¿Tanto se notaba?
—Por supuesto que no—Confesó Kagome—pero no se trata de eso. Mi madre hizo lo mismo: se casó con un hombre que no amaba para convertirse en Reina, solo que ella es feliz.
—Cierto, la reina Ana aparenta estar feliz…—reflexionó Ayumi pero ninguna de las muchachas le prestó atención.
—Bueno Kagome, es lo que te toca por ser princesa—comenzó Yuka— Por lo menos no te casan con un viejo de cincuenta. Houyo es un buen chico y muy apuesto—agregó guiñándole un ojo— aunque…
Kagome observó como Yuka buscaba algo de entre sus ropas. Tomó con curiosidad el papel arrugado que le tendió la muchacha. Lo conocía muy bien ya que aquel dibujo estaba empapelando el reino. En letras grandes, y sobre un retrato, decía "Se busca" y junto a ello una cifra de recompensa.
—No se puede comparar ¿A que no?—terminó divertida Yuka.
La princesa volvió a fijar la vista en el papel pero esta vez se centró el dibujo. La cara de un apuesto muchacho parecía mirarla con astucia. Con finos rasgos y cabello largo, nadie podía negar la belleza que poseía, y ya notaba como sus sirvientas morían por él.
—Ese muchacho es un criminal—Dijo Kagome aparentando desinterés.
—¡Oh, vamos!—exclamó Eri— Solo es un pirata…
—Y se rumorea que anda por el reino…—acotó Yuka en su oído—¡Por eso están todos intentando capturarlo!
—¡Es tan apuesto! Dicen que su mirada es única, porque sus ojos son dorados como el oro—Ayumi suspiró. A Kagome le agradaba cuando su amiga hablaba con aquel tono soñador, aunque a veces era tan molesta— ¿Y a ti que te parece Kagome?
—¿A mi? Pues…—Miró detenidamente la imagen de nuevo y susurró—es lindo.
—Ah…como me gustaría que me llevara con él…—Comentó Yuka tirándose en la cama de su ama—¿Sabían que a las mujeres les da un trato especial? ¡Y que es todo un caballero! O eso se rumorea…
—Que cosas dicen…—terció Kagome.
Y no pudo evitar volver a posar sus ojos en aquellos que la miraban desde el papel. Entonces se preguntó si su mirada sería tan especial como describía Ayumi.
Continuaron con su charla a escondidas y cuando ya estuvo entrada la madrugada, las tres sirvientas volvieron a sus respectivos dormitorios, en los corredores mas desgastados del castillo. El palacio de Holyrood era un buen lugar para vivir aunque Kagome jamás se acostumbraría a encontrar, a cada rato, pasadizos secretos y corredores desiertos.
Y estaba segura que tampoco se acostumbraría a su matrimonio. Ser princesa era un privilegio a comparación del tipo de vida que llevaba la gente del reino, todos ellos oprimidos y engañados. Pero a veces se hacia todo muy agotador. Las apariencias, la descendencia, la infelicidad, la represión. A veces creía que hubiera sido mejor correr la misma suerte de sus fallecidos hermanos: ninguno había llegado a cumplir el año y ella, Kagome, había sido la única hija de Ana y Jorge en llegar a la adultez ¡Por eso toda la esperanza recaía en ella! La de que su familia siga naciendo para gobernar, a pesar de que ella solo quería que la dejaran en paz.
No pudo contener las lagrimas ante aquellos pensamientos ¡Simplemente NO era justo! ¿Pero que sabía ella de justicia? Cuando se convirtiera en reina haría lo mismo que hacen sus padres como primeros soberanos de Gran Bretaña: engañaría a su reino, lo sometería e intentaría tener mil hijos para seguir gobernando. ¡Ah si! Perseguiría a cualquier ser que se atreviera a pensar.
Kagome no estaba segura que querer hacer eso ni de llevar aquel tipo de vida, pero era lo que le tocaba.
Bajó de nuevo las escaleras y caminó por los pasillos iluminados por velas hasta llegar al gran salón. Había dos guardias en la puerta principal que la miraban descaradamente, como si fuera una intrusa. Idiotas.
Se secó las lágrimas rápidamente ante las miradas insistentes de aquellas dos personas cubiertas de metal y viró su vista hacia la misma dirección que ellos. Houyo, el príncipe rubio, se acercó a ella con una peculiar gracia. Le tomó una de sus manos y la besó dulcemente.
—Kagome ¿Qué haces fuera de la cama?
—Lo mismo me pregunto—sonrió falsamente. Él no se merecía aquello.
—Vine a tomar algo—levantó su copa y le devolvió la sonrisa.
Houyo jamás dejaba el formalismo cada vez que conversaban y eso lo hacía aburrido.
—Ya veo…—contestó ella— No podía dormir, eso es todo.
—¿Te gustaría…compañía?—sugirió.
—Se lo agradezco, joven Houyo, pero preferiría dar un paseo…a solas—agregó al ver que Houyo iba a preguntarle una vez mas acerca de la compañía.
—No es adecuado que salgas sola…puede ser peligroso.
—Solo andaré por los terrenos del castillo, y, si lo deja mas tranquilo, le pediré a uno de los guardias que me vigile. Adiós…
Levantó su vestido cuando pisó el césped de los terrenos. No tenía pensado acudir a ningún guardia, ni quedarse dentro de los dominios del Palacio. Sabía que podría caminar por la playa, ya que a estas horas la gente duerme y ella debía aprovechar la deslumbradora luz proveniente de la luna que iluminaban sus pasos.
Cuando estuvo caminando por las estrechas callecitas de Edimburgo, entendió a que se refería Houyo con que podía ser peligroso. Sus ropas delataban su identidad y ella no quería meterse en problemas. Demasiado tarde, pensó. Vislumbró el mar a lo lejos y escuchó a las olas arremeter en la costa. Cuanta paz podía darle el mar…
Entonces, antes que pudiera alejarse de las casas, escuchó un ruido detrás de ella. Se giró de inmediato con el corazón en la boca pero decidida a enfrentarse a cualquier ladronzuelo que quisiera pasarse de listo. Y no vio nada.
Insegura observó el lugar. No iba a regresar ahora, le daba miedo pasar por el mismo lugar ya que no deseaba tener un encuentro con quienquiera que haya provocado el desplome de una pila de acero a sus espaldas.
Emprendió su caminata esta vez con paso acelerado y entonces sus ojos no alcanzaron a ver lo que ocurría con ella misma.
Una mano se situó sobre su boca para impedirle gritar y otra empuñó un filo contra su garganta. El miedo de la muchacha se incrementó como nunca antes y hasta creyó que sus propios latidos le impedían oír con claridad.
—Quédate muy quieta…—le susurró una voz áspera de hombre— ¡Hey, ya la tengo!—gritó a la nada.
Otro hombre se apareció en frente y le sonrió con descaro a Kagome. Sus ropas eran extrañas, sucias y mojadas, como las de un pirata.
Ella sintió como le ataban las manos en su espalda y la obligaban a caminar. Guardó silenció tal y como le dijeron esos dos piratas y caminó junto a ellos hacia la playa. De repente escuchó un gran estruendo y entonces se vio obligada a caminar mas rápido. ¡Esos hombres no tenían consideración! Cuanta razón llevaba Houyo… ¡Maldición!
Entonces vio el por qué de tanto escándalo y entendió las explosiones cuando puso el primer pié sobre la arena. Y lo que vio fue, simplemente, alarmante y maravilloso.
Un barco gigantesco flotaba cerca de la costa. Kagome se maravilló con la altura a la que se ubicaban las velas y el tamaño que poseían. Jamás había visto nada igual y es que nunca antes había tenido un encuentro con piratas.
Ella siguió arrastrando sus pies hacia donde aquellos dos hombres la guiaban: el barco, y pudo observar también como otros se les unían y se salvaguardaban de las balas dentro del navío.
Miembros del ejército habían llegado al lugar y atacaban el galeón. ¿Tan rápido podía saberse que la princesa estaba siendo secuestrada? Sencillamente: No. Entonces a Kagome solo se le ocurrió una sola respuesta para tremendos ataques.
Aquel pirata de ojos astutos estaba siendo buscado y, si no mal recordaba lo que le habían dicho sus amigas, él se encontraba en el reino.
—¡Suéltenme!—gritó mientras uno de los piratas la cargaba en brazos para iniciar la corrida sobre la escalera que conducía al barco.
Ambos cayeron sobre la cubierta y enseguida el barco retomó su marcha. Kagome vio, confundida, a una muchacha de largos cabellos lanzar flechas desde estribor y al resto de la tripulación reír con júbilo, festejando alguna gracia de la cual ella desconocía.
Y mientras tanto el barco se alejaba de la costa…
—¡La hemos capturado!—gritó uno abrazándose con un compañero.
—¡Así es y no fue para nada difícil!—le contestó otro.
—El Capitán va a ponerse muy contento.
Aún desde el suelo, Kagome se colocó boca arriba y luego se sentó, mirando a todos temerosamente y completamente extrañada ¿Por qué la habían capturado? ¿Cómo sabían que ella rondaba por las calles de Edimburgo?
El barco solo era iluminado por velas, por lo que su visión no era muy buena.
Entonces se armó de valor y gritó con la voz mas fuerte y firme que pudo, para captar la atención de aquellos piratas.
—¡¿Por qué me raptaron?!
Se hizo el silencio y entonces todas las miradas se posaron en su figura sentada en el piso. Jamás en su vida había tenido tanto miedo.
Gran parte de la tripulación era masculina y tan solo había divisado a dos mujeres en sus fugaces miradas. Esto no le gustaba nada.
—Oye preciosa ¿no crees que sería mejor empezar a dejar de lado tus brotes histéricos de princesita?—se burló un muchacho y se le acercó a ella con descaro para dejarle un beso en la mejilla.
—¡No me toques…!—las risas no se hicieron esperar y Kagome sintió una rabia que no pudo explicar.
—¡Oye tú!—gritó una voz penetrante y áspera.
—¡Capitán!—dijo el muchacho separándose de ella al instante.
Kagome no levantó la mirada, siguió observando el cuidado suelo de la cubierta ya que el miedo la había paralizado. Entonces vio unas botas negras situarse frente a ella y la intriga venció todo temor. Sus ojos recorrieron los pantalones del hombre que había posibilitado que el muchacho se separara, y continuaron hasta culminar en su rostro.
El rostro del Capitán, pensó.
Y sus sospechas fueron confirmadas de inmediato. El pirata mas buscado por todo el reino estaba parado frente a ella, como si nada.
Bien…debía reconocer que las imágenes que se difundían por el reino en su búsqueda dejaban bastante que desear. No quería pensar en ello, pero el rostro del muchacho que tenía en frente era realmente encantador. Tenía rasgos finos pero masculinos, llevaba el cabello largo y negro y, sobre él, se ataba un peculiar pañuelo violeta. Su mirada era de una mezcla entre astucia, arrogancia y lujuria, y el color dorado en sus ojos que le había mencionado Ayumi se hallaba presente. Era impresionante.
Kagome se abofeteó mentalmente y miró desafiante al Capitán.
—Me llamo Inuyasha…
—¿Por qué me secuestran?—inquirió interrumpiendo la presentación del capitán.
—Porque gracias a usted cobraremos una recompensa, majestad—rió y le tendió una mano.
—¿Cómo que una recompensa?—Se levantó del suelo gracias a la ayuda de Inuyasha y entonces pudo notar la diferencia de tamaños entre los dos.
No le gustó como la miraba ese pirata ¡Como si fuera a comérsela en cualquier momento!
—Daremos una cifra al rey si es que la quieren de regreso, mientras tanto, vendrá de viaje con nosotros.
—¡No quiero!—gritó y de nuevo se oyeron las risas de los tripulantes, incluida la del capitán.
—No se trata de lo que quieres, ya no podrás regresar hasta que yo lo decida. No importa lo que hagas—sacó de sus ropas una navaja y cortó las sogas que le ataban las muñecas.
Kagome flexionó sus brazos para recuperar la comodidad y cuando estuvo lista, levantó su mano derecha y le plantó una bofetada al capitán. El silencio se hizo de inmediato y entonces ella se arrepintió enseguida de lo que había hecho.
—¿Cómo te atreves?—gritó una chica.
Kagome la miró y la reconoció como la muchacha que lanzaba las flechas hacía instantes hacia los pocos miembros del ejército que habían arribado.
Era una chica muy linda, de cabellos largos y negros, mirada fría y piel pálida, a pesar de estar expuesta al sol durante todo el día. Dio unos pocos pasos hacia Kagome y la miró con odio. Acto seguido le dio una bofetada con el dorso de su mano e Inuaysha la capturó por ambos brazos para que no continuara.
—Eso para que no vuelvas a golpearlo—escupió la chica.
—¡Kikyo!—gritó Inuyasha— No vuelvas a hacer eso.
—Pero Inuyasha, ella…
—Ya lo se—le interrumpió— Escúchenme todos…—gritó con su ronca voz— ¡No quiero que nadie le ponga un solo dedo a la princesa! ¿Está?—preguntó a los tripulantes que se hallaban a su derecha— ¿Está?—volvió a preguntar pero esta vez en su izquierda.
—Si, capitán…—contestaron unos pocos.
—Miroku, llévatela—ordenó y de entre las decenas de hombres apareció otro muchachito apuesto de cabello castaño y ojos azules— Ojo…—dijo con precaución. Miroku le sonrió y levantó un hombro.
Este chico le pasó un brazo por sus hombros y la condujo hacia una habitación, bajando las escaleras, bastante pobre. A penas tenía una cama y un espejo.
—Disculpa a todos, no saben comportarse—dijo de repente Miroku— con el tiempo verás que son buenas personas, sobre todo Inuyasha.
—¿Y por que me dices esto?
—Porque yo no pretendo meterle miedo a una dama—sonrió—solo actúan así porque eres de la realeza, es normal que detesten a tu familia.
—Yo no tengo la culpa…
—Lo se, solo te aconsejo que no te pongas difícil. Nuestra intención no es hacerte daño, ya ves como te defendió Inuyasha.
Kagome se sentó en la dura cama y soltó un suspiro.
—Solo quiero irme a casa…—se dejó caer sobra la dura cama.
—Lo lamento, princesa. Pero dígame: ¿Cómo se llama?
Kagome sonrió a penas. De verdad valoraba la delicadeza de Miroku, parecía ser un buen muchacho a pesar de ser un bandido.
—Me llamo Kagome.
—Mucho gusto señorita Kagome y dígame otra cosa…
—¿El qué?
—¿No le gustaría tener un hermoso hijo conmigo?
—¿Quéee? ¿Cómo te atreves?—volvió a erguirse y se puso parada al frente de Miroku para encararlo.
—¡Lo lamento! No se enoje…¡Y no grite! Rayos, va a venir Inuyasha y me va a…¡Inuyasha!
Kagome miró hacia el mismo lugar que Miroku y vio a Inuyasha parado en el umbral de la puerta.
—¿Miroku que hiciste?—preguntó arrastrando las palabras.
—¡No hice nada, Inuyasha!—Miroku soltó una risotada que mostraba claramente su nerviosismo— Solo estábamos charlando con la señorita Kagome ¿Verdad, princesa?
—Me preguntó si quería tener un hijo con él—explicó la chica, infantilmente.
—Ah…Miroku tu nunca vas a cambiar…¿Obligarás a…Kagome a tener un hijo bastardo?—Preguntó como si nada el capitán.
—¿Qué?—chilló Kagome—¡Yo…no voy a tener ningún hijo con él!
Inuyasha soltó un bufido y se acercó a la chica con su andar arrogante.
—¿Y conmigo?
—¡Jamás!
En ese momento se acordó de sus amigas, que morían por él. ¡Ja! ¡Si estuvieran en su lugar sabrían lo desagradable que es!
—Nunca digas nunca—replicó él guiñándole un ojo.
—Primero muerta—Y pues…su orgullo no iba a permitírselo.
—Vaya, señorita Kagome, ¡Usted es valiente!—admiró Miroku— Mire que abofetear a este tonto y luego provocarlo de esa manera…¡Vaya! Solo espero que Kikyo no le agarre odio.
—¿Qué? ¿Y eso por que?
—Cállate Miroku—dijo con irritación Inuyasha.
—Pues…porque—miró a Inuyasha con una gran sonrisa. Parecía que hacer rabiar a su capitán, le hacía pasárselo en grande— a nuestro capitán le gustan los desafíos y no dude, princesa, que usted promete ser uno.
Pues bien…lo único que Kagome sabía, era que las cosas en el barco iban a hacérsele bastante complicaditas.
Nueva historia...
Así que como ven, la mano viene asi:....(?) Espero que me digan que les pareció, aunque nunca tengo suerte con los primeros capitulos xD. Tengo que advertir que la historia avanza RAPIDO. Los sentimientos, el nudo (¿), el desenlace (¿), todo… no como en mi anterior ff xD.
Asi que quedan todos advertidos..
En fin, será hasta la próxima! dentro de 2 SEMANAS! Adieu.
