Título: Fairy Tail: Operación Atlantis.
Autora: Natsuki Akagami, Natsuki, Natsu, Natsu-chan.
Pareja (s): NaLu/GaLe **principales**
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El timbre que anunciaba el final de clases sonó con un ruido estridente y ensordecedor. Los alumnos suspiraron, agradecidos a la campana, y recogieron sus cosas metiéndolas en las mochilas mientras el profesor de historia antigua explicaba el final de la lección rápidamente. En menos de cinco segundos todos los alumnos se habían levantado e iban a donde sus amigos para ir juntos a casa o a matar el rato por ahí... menos uno de ellos; una, mejor dicho. Nadie reparó en ella al pasar a su lado para dirigirse a la salida, aunque eso no le pareció extraño a la chica. Cuando el salón se quedó vacío, ella comenzó a recoger sus cosas, guardándolas despacio en su cartera; levantó la mirada al ver que el profesor -Makarov, se llamaba- se acercaba a ella.
-Ya he leído su redacción sobre las antiguas escrituras, señorita McGarden- le puso un folder en el pupitre- Es realmente fascinante.
La chica sonrió, halagada.
-Muchas gracias, maestro- se sintió orgullosa de sí misma al ver un diez en la esquina superior derecha de la primera hoja. El tiempo dedicado a aquel trabajo -que no había sido poco- había merecido la pena.
-Pero sobre todo me ha llamado la atención una cosa- continuó Makarov. Levy alzó una ceja mientras guardaba el folder en la cartera, entre dos libros para que no se arrugara.- El apartado sobre la civilización Atlante.
Levy se sonrojó. La cuidad perdida de la Atlántida había sido siempre uno de sus temas favoritos por diversas razones: había sido una civilización con una tecnología muy avanzada para su época, rebosaba cultura y estaba llena de misterio. Sí, a Levy le encantaba la historia; todo lo relacionado con antiguas culturas, civilizaciones, idiomas y cosas como esas la fascinaba. Durante seis años había vivido en Perú -desde los siete hasta los trece- y fue ahí cuando la cultura azteca y maya la fascinó; sabía hablar quechua y también leer quipus*, después volvió a Londres con su cuidadora -Levy no recordaba a sus padres, ambos habían muerto en una expedición a una montaña cuando ella tenía dos años, hubo un desprendimiento y... ninguno de los dos salió vivo de allí-, de la que se separó para vivir en un piso independiente durante tres meses, después viajó al Cairo cuando tenía catorce años para estudiar egipcio en un instituto de allí, en seis meses ya controlaba la lengua y en seis meses más ya sabía cómo leer jeroglíficos. Ahora estudiaba en Saint Lennox High School; iba a una academia de japonés y hablaba un francés, quechua, egipcio y castellano fluido. Era una de las estudiantes más brillantes del instituto.
Se mordió el interior de la mejilla con fuerza. No debería de haber puesto nada sobre la Atlántida. Todo el mundo sabía que eso era una leyenda.
-Eeh...- comenzó, intentando inventarse una escusa tipo: "oh, ¡eso! jaja, es que mi hermano tiene una tendencia a tocas mis cosas y escribir chorradas en ellas... ¿pero no sabía usted que tenía un hermano? Bueno, es que nadie lo sabe, es como un hermano secreto"- ¿Eso? Lo siento maestro, se me debió de colar al escribir... Tengo tantos apuntes que todo se me junta con todo...
Makarov arqueó una ceja, al parecer no muy convencido, pero dijo:
-Oh, oh, no pasa nada. Solo me había llamado la atención lo que había escrito sobre el tema.
Levy, más tranquila, recogió su cartera del suelo y se levantó de su pupitre dispuesta a marcharse.
-Señorita McGarden- esta se giró en el umbral de la puerta- ¿podría dejarme su redacción?
-¿Perdón?- parpadeó confundida.
El maestro sonrió, como si fuera una broma que le hiciera gracia.
-Creo que podría sacar datos de su trabajo para otras clases... Ya sabe, toda información es válida y apreciada- le guiñó un ojo con aire confidencial.
-Claro- rebuscó en su cartera hasta dar con el montón de papeles- Aquí tiene.
-Gracias. Gracias. Y que tenga un buen día, señorita McGarden- se dio la vuelta, caminando hacia su escritorio.
Levy parpadeó extrañada de nuevo, pero sacudió la cabeza para restarle importancia y salió del aula.
Nada más abrir la puerta para salir al pasillo, fue como si se hubieran abierto las puertas del infierno: adolescentes gritando, riendo y charlando en el corredor; algunos corriendo, otros guardando las cosas en sus taquillas y la mayoría en grupitos contándose a saber qué cosas. Levy odiaba los sitios muy ruidosos, le daban dolor de cabeza y la estresaban. Y sobre todo en su escuela.
Caminó entre el gentío, con la mirada gacha intentando hacer la vista gorda a todas las miradas que la gente le dirigía, después, los cotilleos sobre ella comenzaron. Era la rara McGarden, la marginada que se pasaba el día estudiando porque no tenía más que hacer; la sabelotodo. La única estudiante de diecisiete años del instituto con cuerpo de una de trece; menudita, con cara de niña y casi sin desarrollar. Por eso decidió teñirse el pelo de azul oscuro, aunque la gente se metiera con ella diciendo a sus espaldas que se lo teñía para intentar llamar la atención, lo que ella quería era sentirse diferente. No que otros lo pensaran; si no ella misma.
Abrió su taquilla y guardó los libros de las asignaturas de las que no tenía deberes ni necesidad de estudiar. Se quedó con los libros de Historia y Literatura Universal. La puerta de su taquilla se cerró de golpe y ella ahogó un grito.
-¿Qué pasa McGarden, te he asustado?- Levy frunció el ceño; reconocería aquella voz sin necesidad de mirar a la persona a quien pertenecía.
-Angel...- masculló entre dientes. La miró irritada.
Angel, con su despampanante pelo albino largo, sus ojos color chocolate y su buena figura era la capitana del equipo de animadoras y una de las chicas más populares del instituto. Tenía a más de la mitad del instituto a sus pies y caminaba por los pasillos como si fuera la reina del universo.
-¿Y esa mirada?- su voz no reflejaba otra cosa que burla- Solo he venido para preguntarte una cosa, no seas tan ruda.
Levy apretó los dientes con fuerza. Angel la tenía tomada con ella desde que volvió de Egipto, y desde que Levy decidió teñirse el pelo, la otra buscaba cualquier momento para meterse con ella.
-Espero que la pregunta tenga al menos algo de interesante y que no me vayas a preguntar por qué todos los tíos con los que te acuestas te acaban dejando. ¡Oh, espera! También tengo una respuesta a eso- la miró desafiante a los ojos- ¿porque se dan cuenta de lo zorra que eres, verdad?
Angel apretó los labios, pero sin dejar de sonreír, soberbia.
-Será porque tú sabes mucho de chicos, ¿no McGarden?- soltó una carcajada desdeñosa- El día en el que alguien se fije en ti...- la miró de arriba a abajo con desdén-... y tu cuerpo de niña de ocho años- Levy se puso roja de vergüenza y rabia; se cruzó los brazos en el pecho- podrás hablarme de la manera en que lo has hecho.
Se dio la vuelta, con aire de superioridad y su pelo golpeó a la otra chica en la cara. Levy retrocedió, con una mueca de asco y parpadeando para contener las lágrimas de rabia que le quemaban los ojos. Fue a cerrar su taquilla de golpe, pero se dio cuenta de que ya estaba cerrada.
La habitación se encontraba a oscuras, a excepción de una pequeña fogata en la chimenea al final del cuarto que alumbraba los sillones y la pequeña mesa de cristal que estaban al lado de la lumbre. Los cuadros de la habitación añadían cierto morbo al ambiente cuando las llamas crecían más altas y lograban dar luz a las paredes.
-Acércate.
Un hombre sentado en el sillón más antiguo de todos le hizo un ademán a la otra persona, que se encontraba oculta por la oscuridad, en el marco de la gran puerta de madera que llevaba a aquella lujosa sala.
El primer hombre sacó unos papeles y los dejó sobre la mesa de cristal mientras el otro individuo se acercaba. Se agachó a recoger los documentos y los inspeccionó un poco por arriba. Después miró al hombre sentado con una ceja alzada.
-¿Va en serio?- preguntó el visitante volviendo a leer los papeles por si se trataba de alguna especie de broma.
Él asintió y entrelazó sus manos.
-Muy en serio.
-Es una cría.
-Sólo tiene dos años menos que tú, Gajeel.
El tal Gajeel se frotó la frente, con aire de exasperación.
-Y sabe cosas que ni siquiera un experto lingüista, arqueólogo o historiador sabe.-Añadió.
-No deja de ser una niña. ¡Sólo mírela! ¡Todavía va al instituto! Si la llevamos con nosotros echará todo a perder.
El hombre que estaba sentado suspiró profundamente.
-Y si no la llevamos con nosotros será imposible dar con lo que estamos buscando. Es cierto que es muy joven, pero es la alumna más brillante que he tenido en todos mis años como maestro- lanzó otros papeles a la mesa- Lee esto. A partir de la página número diez.
Gajeel recogió los papeles y fue a la página dicha. Se sentó en uno de los mullidos y exuberantes sillones y leyó rápidamente.
Cuando hubo acabado no fue capaz de ocultar su sorpresa. El hombre frente a él sonrió de oreja a oreja.
-¿Impresionante, eh? Y eso que ni siquiera pedía que escribiera de esa cultura. No sabes lo eufórico que me sentí al leer la redacción, ¡había tenido en mis narices lo que había estado buscando por años!- incapaz de seguir sentado, se levantó y comenzó a andar por la habitación.
Gajeel volvió a coger los primeros papeles. En la primera hoja ponía:
Name: Levy
Surname: McGarden
Age: 17
Lives in: London, Britain.
Ocupation: Student
Qualified in: History, Linguistycs, Spanish, Quechua, French and Egyptian.
More: has a part-time job in "W&M REPAIR AND BUILD", London.
Y una foto de una muchacha de rostro aniñado, con unos grandes ojos de color oro y una sonrisa dulce y tímida. Su pelo -lo más característico- recogido con una cinta amarilla y dos mechones cayendo a ambos lados de su cara en tirabuzones.
-¿Por qué me ha llamado?- preguntó Gajeel al fin- Porque no creo que haya sido solo para leer esto y decirme lo inteligente que es su estudiante.
El otro hombre se paró y se giró para mirar a Gajeel.
-Quiero que vayas a verla- respondió. Él abrió los ojos, escéptico- A su trabajo. Yo te daré la dirección.
-¿Para qué? ¿Qué quiere, que me presente ahí como si nada? A lo: Ah sí, quería conocer a una tal Levy McJagger que trabaja aquí.
-McGarden- corrigió.
-Como sea. Seguro que me echan del local a escopetazos- rió sarcástico.
-¿Necesitas recambios para tu sala de máquinas, no? ¿Qué mejor lugar que una buena ferretería?
Gajeel gruñó.
-Viejo chantajista.
Él sonrió.
-Solo intenta no asustarla.
Gajeel rodó los ojos, fastidiado. Sí que empezaba bien su primer día en Inglaterra.
¿En serio tenía que empezar a llover ahora? Vale que vivía en Londres, y vale también que sabía que habían dado lluvia para aquel día, ¿pero justo en ese momento? ¿cuando no llevaba paraguas? Tuvo que quitarse su chubasquero de flores y ponérselo en la cabeza. Dobló una esquina y caminó todo recto, casi corriendo y volvió a girar esta vez a la derecha. Tenía las botas empapadas y sentía los calcetines húmedos.
Por fin llegó a la calle que quería y se paró frente a una tienda con un letrero en el que ponía:
"W&M REPAIR AND BUILD"
Las letra hacían referencia a los dos propietarios de la tienda, Wakaba y Macao, que también eran sus jefes. Abrió la puerta y una campanilla sonó. Se quitó el chubasquero y se limpió los zapatos en la alfombrilla.
-Ah, Levy-chan- Wakaba se asomó desde una de las muchas estanterías que tenía la tienda, detrás de las cajas para pagar.- ¡Buenos días!
La McGarden se ahuecó el pelo mojado.
-No debería fumar aquí dentro- le reprochó con una sonrisa al ver el puro que llevaba -otra vez- en la boca.
Él hizo un gesto para restarle importancia.- ¡Ya soy viejo! Tengo derecho a hacer lo que quiera, ¡moriré sin arrepentimientos por fumar tabaco!
Levy carcajeó. Aquel era el único lugar en el que no se sentía como un pez fuera del agua. Llevaba trabajando en esa ferretería desde que llegó a Londres y gracias al sueldo que ganaba se pagaba su piso de 17 metros cuadrados; sabía que no era muy grande, pero para el tiempo que pasada en él y como vivía sola, le sobraba espacio. Tenía una cocina pequeña en un rincón, la cama en el centro de la estancia y un sofá al lado. En frente del sofá y la cama una televisión. A la izquierda de la cama había una mesa con su portátil y en la que hacía la tarea y detrás del sofá una puerta de daba al baño.
Pasó por detrás de las largas estanterías llenas de materiales para arreglar, construir y hacer cosas de las que ella no tenía ni idea y entró por una puerta que tenía escrito: STAFF ONLY**. Saludó a su otro jefe al encontrárselo ahí dentro con tres cajas de tuercas, tornillos y clavos. Se dirigió a su taquilla y la abrió con una patada; llevaba diciendo mucho tiempo que había que cambiar las taquillas pero ni Wakaba ni Macao le hacían caso, diciendo que resistían bien. Las bisagras chirriaron y Levy suspiró profundamente. Sacó su peto azul marino manchado de grasa -consecuencia de trabajar ahí- y se quitó toda la ropa mojada excepto la camisa del instituto y la ropa interior. El mono le quedaba grande, pero ya se había acostumbrado a ello. Sacó unos calcetines gordos de la taquilla y unas botas de trabajo. Se recogió el pelo en una coleta con la cinta que siempre llevaba a modo de diadema.
-¡LEVY-CHAAAAN~!- oyó al salir del cuarto de empleados. Dos chicos se acercaron a ella, sonriendo bobamente.
Jet y Droy eran, probablemente, los únicos amigos que tenía. Los había conocido al conseguir el empleo y en seguida se habían encariñado -aunque ellos dos de una manera diferente con ella...-. Esa era otra de las razones por las que le gustaba su tiempo de trabajo. Nunca estaba triste y lo que no sonreía durante el horario escolar, lo hacía allí, con ellos. Jamás se aburría y el trabajo lo la atosigaba; sólo tenía que darles a los clientes lo que necesitaban comprar. Jet se encargaba de colocar el material en las baldas de las estanterías y Droy de cobrar. Macao y Wakaba hacían lo que ellos tres, según les pillara.
-¡Hola, chicos!- les saludó con entusiasmo.- ¿Muchos clientes hoy?
Jet iluminó su rostro con la mejor sonrisa de autosuficiencia que pudo- Nada con lo que no haya podido lidiar, Levy-chan- le guiñó un ojo con aire coqueto.
-¡Hayamos! Hayamos podido lidiar, idiota- se quejó el otro chico mientras mordía un cacho de su bocadillo.
Levy siempre se sorprendía con aquellos dos personajes. A pesar de lo diferentes que eran sicológica y físicamente, ambos eran mejores amigos. Jet, cuyo nombre real era Sarusuke, era el campeón de su instituto en los 50, 100 y 500 metros largos; a sus dieciocho años corría más rápido que la mitad de las personas de su edad. De ahí habían sacado su apodo, Jet. Pelo rojo-anaranjado siempre recogido en una coleta alta y ojos parecidos a los de un felino por lo rasgados que los tenía (su madre era japonesa y su padre inglés). Era un chico hiperactivo y alegre, que siempre hacía bromas.
Droy, al contrario, era alguien hum... grande a lo ancho, por decirlo de algún modo. Siempre andaba comiendo algo y evadía los consejos de Levy y Jet de empezar una dieta. Tenía el pelo negro y una parte él estaba levantado en forma de espiral y poseía unas marcas de rayo a los costados de su cabeza. Era más alto que Jet y su afición era la jardinería; ¡se sabía nombres de plantas de las que Levy jamás había oído hablar! Era menos hablador que Jet y algo más pesimista, pero aquello no quitaba que no fuera alguien con quien se pudiera pasar un buen rato.
Pero había una cosa que tenían en común y que les había llevado a ser algo como "amigos-rivales": ambos se habían enamorado de la misma chica; de Levy. Claro que ella no tenía ni idea.
-Anda, vamos- suspiró la peliazul resignada. Les agarró del brazo a ambos- Antes de que Wakaba y Macao se den cuenta de que no hay nadie haciendo su trabajo.
-¡SI~!- exclamaron ambos a la vez, con voz de idiotas enamorados.
* x * * x * Varios minutos más tarde * x * * x *
Levy miró en dirección al escaparate de la tienda con el ceño fruncido. Perfecto. Ahora, después de que se hubiera calado entera, había salido el sol y brillaba como pocas veces en aquella época del año. Se preguntó si el tiempo le estaba tomando el pelo. Se abanicó la cara con la mano; tenían aire el aire acondicionado puesto, pero aun así, los rayos de sol que entraban por la ventana de la puerta y el escaparate daban bastante calor. Se sacó las mangas del buzo azul y se bajó la cremallera hasta el ombligo, quedando solo con los pantalones del mono puestos y la parte de arriba colgando.
Jet le había pedido que le ayudara con unas cajas llenas de cables. Cogió la escalera que siempre dejaban a mano y, no sin esfuerzo, cargó una de las cajas que le había dejado su compañero al lado y subió con cuidado por la escalera metálica. La dejó en su respectiva balda y de uno de los bolsillos del buzo sacó un permanente negro. COPPER WIRE*** escribió con letra pulcra y elegante.
-Disculpe- la llamó una voz bajo ella. Se trataba de una anciana mujer con un rostro simpático y lleno de arrugas- ¿Podría darme dos de esos?- señaló con un dedo extremadamente delgado la caja que Levy acababa de marcar.
-Aquí tiene- se los tendió cuando bajó de la escalera. Sacudió sus manos en los pantalones azules para quitarse el polvo de las manos.
-Muchas gracias, cielo- le sonrió tiernamente y Levy le devolvió la sonrisa. Pensó en cuánto le habría gustado tener una abuela que le sonriera de la misma manera que aquella ancianita.
-¿Necesita algo más?- plegó la escalera con esfuerzo. Al igual que las taquillas, las bisagras de la escalera también estaban algo oxidadas.
-No, no. Con esto creo que ya basta.- Rió entre dientes- ¿Es para mi hijo sabe? Se tira el día construyendo extraños objetos...- le guiñó un ojo.
-¡Levy!- Wakaba asomó la cabeza en el pasillo en el que ella y la anciana estaban.- Hay un cliente que necesita ir a coger las cosas que necesita, ¿puede ayudarle tú? Yo tengo que ayudar a Jet con el camión que ha llegado con nuevas piezas.
Levy le hizo una seña con los pulgares hacia arriba.
-Discúlpeme- dijo a la mujer con una suave sonrisa antes de darse la vuelta.
Se acomodó los pantalones del buzo correctamente y se pasó una mano por la frente, perlada de sudor. ¿También tenían problemas con el aire acondicionado? Bufó, sofocada y se abanicó con la mano. Rodeó una de las estanterías, en dirección a la caja para pagar donde el cliente estaría esperando.
Y lo vio.
Su primera reacción fue quedarse mirando al sujeto con ojos sorprendidos y tal vez con la boca un poco abierta. Se trataba de un chico, seguramente mayor a ella, vestido con ropas estilo rock: calzaba botas new rock con hebillas plateadas y cordones. Unos pantalones también negros desgastados y atados con un cinturón de color gris a juego con los complementos de los zapatos, una camiseta de Los Ramones y por encima de esta una chaqueta de cuero negra. También llevaba un guante de cuero sin dedos en la mano derecha. Pero lo que más llamó la atención a la McGarden fue su rostro; adornado con piercings y unos ojos de color rojizo. El pelo, largo, lo llevaba suelto, pero en la frente portaba un pañuelo azul oscuro con dibujos blancos que se ataba en un nudo en la parte posterior de la cabeza. Miraba a su alrededor con aire aburrido y desinteresado. Como si no hubiera tenido más remedio que ir ahí por obligación.
Tras unos segundos de confusión, Levy parpadeó como si hubiera despertado de un trance y se acercó al muchacho. Volvió a acomodarse los pantalones sin darse cuenta.
-Disculpe- su voz sonó más natural de lo que habría creído- ¿necesita algo?
El chico posó su mirada en ella, penetrante y oscura, y sonrió con sorna. A Levy le recordó a la sonrisa de un depredador; sensual y malévola. Se sintió repentinamente incómoda e intimidada.
-Piezas para motores.
"No es de aquí" Levy frunció el ceño al oír la pronunciación de la 't' y la 'r', más marcadas que los que hablaban inglés británico "es estadounidense" dedujo al final.
-Sígame- echó a andar antes de que él pudiera decir nada.
Podía notar la presencia del chico tras ella, siguiéndola como le había pedido. Levy por su parte estaba un tanto perdida, nunca, jamás en el tiempo que llevaba trabajando ahí, un cliente la había hecho ponerse nerviosa de aquella manera; no todos los días venían adolescentes -¿o él sería ya adulto? Aparentaba dieciocho o diecinueve- vestidos como si pertenecieran a una banda rockera y le sacaran una cabeza y media de altura.
Se paró de golpe, dándose cuenta de que no tenía ni idea de qué piezas eran las que necesitaba. Él chocó contra ella.
-Lo siento- se disculpó él. "Sí claro, como todos" pensó la McGarden. Si algo había aprendido en estos años, era que la gente jamás se disculpaba con ella sintiéndolo de verdad.
-¿Qué es lo que necesita?
-Venía a buscar arandelas de goma y arandelas de compresión para el tornillo de drenaje.
Levy asintió, aunque no había entendido lo último que había dicho. Menos mal que las cajas tenían escrito lo que llevaba cada una dentro. Continuó su recorrido hasta llegar a la última estantería de la parte derecha de la tienda. Examinó las cajas hasta dar con las que quería.
-¿Las arandelas de goma grandes o pequeñas?- preguntó al cliente. Cogió una banqueta para poder llegar a la caja de cartón.
-Grandes, y deme veinte.- Guardó las manos en los bolsillos del pantalón.
Levy comenzó a rebuscar entre todas las dichosas gomitas hasta encontrar las que necesitaba, ¿importaba el color de la goma? Miró de reojo al chico y se sorprendió al descubrir que la estaba mirando. Sus ojos rojos paseaban toda su figura de perfil con una ceja alzada y una sonrisa divertida. Levy se sonrojó hasta la punta de las orejas. Pero esta vez no fue por la misma razón de siempre: en la mirada del chico no había burla mientras la inspeccionaba. No. Era otra cosa distinta que hizo que el rostro de Levy se tiñera de rojo fuerte.
Carraspeó incómoda y él levantó la mirada hasta sus ojos.
-Aquí tiene- le dio las gomas- ¿Qué era lo otro que quería? Arandelas de... ¿subducción?
El chico sonrió de lado.
-Compresión.- Hizo un gesto con la cabeza hacia arriba a la izquierda para señalar una caja de color blanco con las palabras COMPRESSION WASHER grabadas con la letra de Jet.- Necesito tres.
Ella murmuró lago así como: Ah. Sí... eso. Movió la pequeña banqueta unos centímetros, pero la caja estaba demasiado alta y ni siquiera subida y de puntillas podía llegar. Se maldijo por su pequeña estatura.
-¿Te ayudo?- su voz profunda mostraba un toque de diversión. Levy le fulminó con la mirada.
-Puedo sola, gracias.- Respondió con más irritación de la que había querido, olvidándose de que siempre había que ser amable con los clientes. Odiaba que le recordaran que era bajita y pequeña.
El chico se encogió de hombros, rodando los ojos. Se acercó a la chica y la agarró de la cintura. Ella chilló.
-¡¿Q-que hace?!
Él la alzó hasta la altura de la caja.
-¿Quieres cogerlo tú, no? ¿O también necesitas que lo haga yo?
Levy apretó los labios, irritada. Oh... empezaba a odiar a ese sujeto. Agarró el cuadrado de cartón, intentando pasar por alto que las manos del chico calentaban la piel que estaba bajo su camiseta del uniforme. Él la depositó en el suelo al ver que ya cargaba con la caja. Levy, con el rostro cual semáforo, sacó tres arandelas de lo que fuera que le había dicho bruscamente y se las entregó sin mirarlo a los ojos.
¡¿Qué era lo que acababa de pasar?! No le veía la cara, pero podría haber jurado que aquel punk-gótico-rockero o lo que fuera estaba sonriendo.
-Gracias- el hombre se dio la vuelta-... Levy.
Ella levantó la cabeza como pinchada con una aguja al oír su nombre. Pero él ya no estaba.
¡¿Qué demonios acaba de ocurrir?! ¡¿...Cómo se sabe mi nombre?!
Llegó a su apartamento, mental y físicamente agotada. Pero más mentalmente. Desde que aquella persona se había marchado no se la había sacado de la cabeza.
Cerró la puerta de un golpe seco y ni siquiera se molestó en encender la lamparita del recibidor. Se dejó caer sobre su sofá como una marioneta a la que le habían cortado los hilos y se tapó los ojos con el brazo derecho.
No podía dejar de preguntarse cosas acerca de aquel misterioso/siniestro/irritante muchacho de aquella tarde. Suspiro lánguidamente.
-Hoy llegas más tarde de lo normal.
Levy abrió los ojos como platos y se incorporó tan de golpe que cayó al suelo. Se levantó, asustada.
-¿Q-q-qué?
El corazón le empezó a latir a un ritmo frenético cuando una figura se hizo visible entre la penumbra de su apartamentucho. Era una mujer. Y muy guapa había que decir. Cabello rojo como la sangre que caía grácilmente sobre sus hombros y se perdía en su espalda, el flequillo, de lado, le tapaba un ojo. Estos eran marrones y cálidos, como los de una madre. Llevaba un par de pendientes con forma de espada boca abajo. Vestía una blusa blanca con encaje en el medio y una falda de color azul marino por la mitad de los muslos, calzaba unas botas altas marrones sin tacón.
-¿Q-quién es usted?
La intrusa paseó su mirada por la casa de la McGarden hasta posarla en ella.
-Mi nombre es Erza, Erza Scarlet- respondió en castellano la pelirroja. Tenía una voz suave pero autoritaria.
Levy notó que hablaba con acento, ¿otro extranjero? ¿Aquello era un complot creado por guiris* contra ella? Pero lo cierto era que no se notaba mucho, por lo que no podía decir de dónde procedía.
-¿Qué ha-hace en mi casa? ¡Eso es allanamiento de morada!- respondió ella en el mismo idioma- ¡Ll-llamaré a la policía!
-Me temo que no sería conveniente que hiciera eso- respondió Erza tranquila. Rodeó el sofá y se sentó en el borde de la cama.- Vengo aquí de parte de un conocido suyo.
-¿P-perdón?- ahora sí que estaba confundida. ¿Es que el mundo se había vuelto majareta?
-Makarov Dreyar. ¿Le conoces, verdad?
Levy frunció el ceño al oír el nombre completo de su profesor de historia.
-¿El maestro Makarov?- la muchacha asintió- ¿Qué quiere de mi?- aunque lo que quería preguntar era CÓMO había entrado a su casa.
-Se trata de un asunto de máxima importancia. Y por fortuna o desgracia estás muy involucrada en él, Levy McGarden.
-¿De qué me está hablando?- tenía ganas de ponerse a llorar de impotencia. Odiaba no saber qué era lo que ocurría. ¿Qué querían su maestro y aquella chica de ella?
-Siéntate, es algo complicado de explicar.
Se dejó caer de nuevo en el sofá y se abrazó a sí misma. Aquello era un sueño. Un muy mal sueño. Cuando despertara no habría nadie sentado en su cama. Ni hablaría de cosas extrañas. Ni un tipo raro conocería su nombre.
-Se trata sobre una expedición en la que tú te has metido sin darte cuenta.
Levy la miró sin comprender. Ella no había hecho nada. Ella solo iba de la escuela al trabajo y a casa. No hacía nada más. ¿A qué venía eso de una expedición?
-Una operación secreta Levy. Una operación que el gobierno lleva años financiando sin que nadie lo sepa. Y te necesitamos en ella.
-Se trata sobre una expedición denominada "Operación Atlantis"
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Disclaimer: todos los personajes pertenecen a Hiro Mashima
¡Hola! Bueeno... aquí estoy yo con una de mis alocadas ideas 8D Como ya he dicho, este fic está inspirado en Atlantis, una película de Walt Disney que marcó mi infancia y me encanta xD Como dice arriba, las parejas principales serán NALU y GALE pero habrá más que se irán descubriendo~ x)
¿Qué os a parecido el primer cap? A pesar de que Levy aparece mucho aquí, ella no va a ser la protagonista-protagonista x3
¿me merezco un review?
*quipus: los quipus son unas cuerdas multicolores que usaban los incas para hacer cálculos y para escribir.
**STAFF ONLY: Sólo personal.
***COPPER WIRE: alambre de cobre.
