Cambios

Summary: Three-shot. Se sentía extraña. Su cuerpo estaba cambiando, pero, ¿por qué? Post-manga [Este fic participa en el reto "Mi final perfecto: ¿Kagome o Kikyô?" del foro "Hazme el amor"] Adv: Lime.

Disclaimer: Todos los personajes de InuYasha pertenecen única y exclusivamente a Rumiko Takahashi.

Advertencia: Lime.

Pairing: InuYasha/Kagome.

Capítulo uno

Se revolvió incómoda entre las suaves mantas de su futón. Tanteó con las manos a su alrededor y frunció el ceño al no sentir a su esposo a su lado. Eran raras las veces que despertaba sin él a su lado.

Perezosa se sentó tallándose un ojo y miró los alrededores. Nop. Ni rastro de él. Se sorprendió de la cantidad de luz que entraba en la cabaña. Los rayos del sol alumbraban todo el lugar.

Con lentitud retiró su yukata para dormir y se vistió como comúnmente lo hacía, con su traje de sacerdotisa.

Salió de la cabaña admirando los alrededores de la aldea. Miró hacia el cielo. ¿Era posible? El sol resplandecía desde lo más alto. ¿Tan tarde se había levantado?

Miró los alrededores en busca de InuYasha y sus amigos.

—Keh, vaya horas de levantarte, Kagome.

Dio un respingo y volteó rápidamente para encontrarse con un InuYasha con su típica actitud indiferente y de brazos cruzados.

—Me asustaste.—dijo suspirando de alivio.— ¿Por qué no me despertaste?—preguntó curiosa.

—Lo intenté.

-Flash Back-

—Kagome.

La movió un poco, pero la miko no se inmutó en lo más mínimo.

—Kagome.—gruñó impaciente zarandeándola.

La miko solo se volteó dándole la espalda.

— ¡Kagome!—le gritó exasperado.

—Osuwari.

-End Flash Back-

—Oh, lo siento, no lo recuerdo.—dijo apenada.

—Keh, sí claro, no lo recuerdas.

La miko frunció el ceño.

—Baka.—murmuró dándole la espalda y comenzando a caminar en dirección a la casa de Sango.

—Oe, Kagome.—la llamó InuYasha atrás de ella.

— ¿Nande?—preguntó volteándose para verlo.

— ¿No crees que has estado durmiendo mucho últimamente?

—Eh…—se quedó un momento en silencio, pensativa. En realidad su esposo tenía razón, había estado durmiendo mucho.

—InuYasha.—galantemente apareció Miroku detrás del hanyô.—Buenos días, Kagome-sama.

La miko le sonrió al monje.

—Ohayô.—saludó.

—Tenemos trabajo, InuYasha.

— ¿Eh? ¿Tenemos que volver a salir a estafar gente?—exclamó irritado.

Miroku negó con la cabeza.

—Claro que no, amigo mío, nosotros solo ayudamos a la gente necesitada.

—Sí, seguro.—dijeron InuYasha y Kagome al mismo tiempo.

—Bueno, el punto es que debemos irnos. La aldea queda a una semana de aquí, así que entre más rápido partamos más pronto volveremos.

— ¿Toda una semana solo contigo? —preguntó el hanyô asqueado.

—Anímate, InuYasha. —dijo Kagome dándole un codazo.

—Bien, de todos modos no tengo opción. —soltó un bufido.

Miroku sonrió complacido y se dirigió hacia su cabaña para despedirse de su familia.

— ¿Vas a estar bien? —preguntó el hanyô mirando a su esposa.

Ella asintió con una sonrisa.

—Claro que sí, InuYasha.

Se acercó a él y depositó un beso en su mejilla. Él la tomó de la cintura y junto sus labios en un beso corto.

La miko le sonrió cuando se separaron.

— ¡InuYasha! —escuchó que lo llamó Miroku haciéndole gestos con la mano.

Le dirigió una mirada resentida antes de dirigirse hasta donde él estaba.

—Estaremos de regreso en dos semanas. —anuncio Miroku a los presentes, que eran Sango, Kagome y el pequeño Komori.

—Eso si no te entretienes a hacer ninguna estupidez.

Al monje se le resbaló una gotita por la sien y soltó una risita nerviosa.

Luego de eso ambos hombres se despidieron y emprendieron marcha.

La miko suspiró cansada. Tenía sueño, otra vez, ¡y acababa de levantarse! Bueno, decidió tomar una siesta, así que se despidió de Sango y se dirigió a su cabaña para luego acurrucarse una vez más en su futón.

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—Mmjh…

Se levantó por segunda vez en el día y abrió los ojos enormemente al ver que estaba oscuro. ¡Había dormido literalmente todo el día! Bien, estaba segura que eso no era normal, ¿cierto?

Bueno, suponía, por el hecho de que no había nadie merodeando por la aldea, que ya debía ser muy tarde, así que se dispuso a cambiarse. Al quitarse la parte de arriba de su traje de sacerdotisa se sorprendió al ver "algo" diferente en sus pezones. Era como si tuvieran pequeñas espinillas. Los tocó para examinar. Nada. No se sentía nada fuera de lo normal.

Frustrada se puso su yukata para dormir y decidió que iría a ver a Sango en la mañana, ya que Kaede estaba de visita en otra aldea.

Trató de dormirse, pero le fue inútil.

Bufó dándose la vuelta en el futón y aferrándose al pequeño almohadón que había a su lado. Respiró profundo. Olía a tierra, madera y bosque. Olía a InuYasha. Sonrió. Iba a extrañarlo en ese tiempo que él no estaría.

Cerró los ojos, sabiéndose incapaz de dormir, así que se decidió a imaginar cosas un rato, hasta que unas horas después el sol comenzaba a asomarse.

Momento. ¿Solo un par de horas? ¡Kami-sama! ¡Había dormido toda la noche!

Rápidamente se levantó, se cambio y fue directo a la cabaña de Sango, quien ya estaba despierta por costumbre.

—Kagome-chan, ¿qué haces aquí tan temprano? —preguntó con curiosidad mientras preparaba la ropa sucia.

—Sango-chan, creo que estoy enferma. —dijo sentándose al lado de la taijiya.

— ¿Enferma? ¿Qué tienes, Kagome-chan? —preguntó dejando sus quehaceres de lado y mirando a su amiga preocupada.

—Pues… He estado durmiendo mucho, ¡ayer lo hice todo el día! —La taijiya soltó una risita—y además, he estado un poco mareada y mis…—carraspeó un poco. —ehh… mis pezones—dijo avergonzada. —es como si tuvieran pequeñas espinillas. —dijo con un ligero sonrojo.

Sango se quedó pensativa unos segundos sospechando lo que le ocurría a su amiga.

—Tranquila, Kagome-chan, no es nada serio, no te preocupes.

— ¿De verdad? ¿Qué tengo? —preguntó con ansiedad.

—Lo averiguaras por tu cuenta. —le dijo con una sonrisa.

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Habían pasado dos días y Kagome no podía estar más cansada, frustrada y adolorida.

No salía de la cabaña en casi ningún momento. No quería que nadie la viera, y es que ¡sus pechos habían crecido por lo menos una talla! Y además, sentía como si se le fueran a reventar en cualquier momento y le ardían los pezones, que se encontraban mucho más oscuros.

No podía salir así a la aldea. ¡Se moriría de vergüenza! Además, allí no había sostenes, antes con unas vendas podía solucionarlo, pero ahora, con los que ella consideraba prácticamente "melones", las vendas no le servían. No aguantarían el peso extra.

Se abrazó a sí misma en el interior de su hogar. Se preguntaba que estaría haciendo InuYasha…

¡Por Kami! ¡InuYasha! ¿Qué diría cuando la viera? ¿Y si no le gustaban? Eran muy grandes. Aunque… Los hombres los preferían grandes, ¿no? Pero el hanyô siempre le dijo que le gustaban así, ¿no? ¿Y si no quería tocarla por eso?

Oh, Kami-sama, apiádate de mí, ¡por Buda!

Tanteó uno de sus pechos, sintiéndolo hinchado y suspiró. ¿Qué iba a hacer?

Estaba cerca del anochecer, y en cuanto lo hizo, salió de la cabaña asegurándose de que nadie la viera y se dirigió al río.

Tomó un poco de agua con sus manos y se lavó la cara.

Miró su reflejo. No sabía qué era exactamente, pero había algo diferente en ella.

Se puso en pie mirando su reflejo. Su silueta parecía estar más definida.

De pronto sintió como si el mundo a su alrededor desapareciera y en medio del bosque, todo se volvió negro.

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N/A: Bueno, jejeje, tenía ganas de escribir esto . ¡Esperen el próximo capítulo!

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¡Chaito! Tsuki ;)