Sorpresa de año nuevo

Summary: La Sociedad de Mujeres Shinigami organiza una fiesta para celebrar el año nuevo en la que todos deben ir disfrazados y con máscaras. ¿Quién será el misterioso chico que baila con la más pequeña de los Kuchiki? One-shot. Rukia's POV.

Me miré al espejo una última vez antes de decidirme por salir de mi habitación. Definitivamente podía decir que no me reconocía, la chica que me devolvía la mirada era una extraña para mí. ¡Perfecto! Cumplía con la extraña condición de Ishida.

Tomé la máscara de una mesa cercana y me la coloqué para completar mi disfraz. Se trataba de un amplio vestido al mejor estilo antiguo, de color blanco con apliques azules. Mi peinado, de acuerdo con el vestuario, se alzaba varios centímetros sobre mi cabeza adornado con broches de plata con forma de pétalos de sakura y dejaba caer unos mechones enrulados sobre mi rostro. Me había llevado varias horas hacer que se viera perfecto, pero valía el esfuerzo. Y los zapatos habían sido mi bendición desde un principio: eran cómodos y hermosos, pero más importante, hacían que pareciera varios centímetros más alta. Todo el disfraz en su conjunto me daba un aspecto completamente diferente a mi normal cuerpo delgado y mi pequeña altura, asemejándome, con ciertas reticencias, a la apariencia de cualquier otra chica.

Feliz del resultado de horas dentro de mi habitación, atravesé el umbral de la puerta. Allí estaba nii-sama esperándome con su producido traje de agente secreto. Contaba con un inmaculado smoking al estilo James Bond y una máscara negra cubría su rostro hasta la altura de la nariz. Sonreí para mis adentros sorprendida con lo que podía lograr la Sociedad de Mujeres Shinigamis con esa fiesta.

Según la invitación, se trataba de una pequeña celebración de año nuevo que, muy convenientemente, Yachiru y Matsumoto habían convertido en una fiesta de disfraces cuya condición primordial era el uso de máscaras. Lo incorrecto era decir que se trataba de una pequeña celebración: las invitaciones se extendieron a toda la Sociedad de Almas y conocidos en Karakura. Tanto Ichigo como Renji se resistieron a ir, pero junto con Inoue, logramos convencerlos. Por su parte Ishida, más entusiasmado que mi amiga y yo, se ofreció a hacer los disfraces. Accedimos sin pensar en las condiciones. Fue cuando nos entregó los trajes (los cuales eligió él sin consultarnos) que nos las dijo: debíamos ir completamente disfrazados y nadie debía conocer cómo iría el otro. En un principio me resultó algo infantil (y debo admitir que pensé en unirme al sabotaje que proponía Ichigo) pero Inoue logró convencerme que sería divertido.

Así que allí me hallaba, partiendo de la mansión Kuchiki en dirección al edificio del décimo escuadrón y sin saber si podría identificar a alguien en la concurrencia. No era que me preocupara mucho, pero la idea de estar completamente sola durante toda la fiesta no me resultaba muy divertida.

El trayecto fue silencioso, sólo interrumpido por el sonido de nuestros pasos. Conocía demasiado bien a nii-sama como para esperar entablar una conversación, por lo que me distraje mirando a mi alrededor. Podía ver como otros shinigamis avanzaban en nuestra misma dirección llevando llamativos disfraces, incluso creí haber visto alguno vestido de hollow.

Llegamos al cabo de 20 largos minutos. El edificio poseía un espectacular decorado de globos, cintas y luces, haciendo que pareciera más un salón de fiestas que las oficinas del décimo escuadrón. En la entrada pude distinguir dos figuras que recibían a los invitados. Una vez estuvimos más cerca de ellos no me costó descubrir que se trataban de Matsumoto y un enojado Hitsugaya, muy reconocibles a pesar de los disfraces y los antifaces. Matsumoto llevaba un traje de policía que provocaba que muchos hombres se quedaran mirando con cara de idiotas (incluso alguno que otro sangraba por la nariz), mientras que, a su lado, Hitsugaya iba vestido con un disfraz de ángel, muy contrastante con su expresión de odio, que pude imaginar su teniente le había obligado a usar.

Nos adentramos entre la multitud, luego de saludarlos formalmente, y llegamos al gran salón que servía como pista de baile. Debía felicitar a las mujeres de la Sociedad de Mujeres Shinigamis. Habían convertido el lugar en la exacta réplica de una discoteca del mundo real, incluyendo desde un DJ hasta la bola de espejos que había visto en las películas. Debo admitir que nunca había pisado una discoteca antes, no era una salida que había practicado con regularidad en el mundo real ya que al vago de Ichigo no le gustaba bailar.

- Debo ir a cumplir con las formalidades que me corresponden – anunció nii-sama en su común tono monótono y se adentro en la multitud. Aunque resultaba aburrido a veces, lo quería, por lo que me sentí algo sola cuando se fue.

Me deslicé como pude hacia un sector menos concurrido y comencé a buscar a algún conocido. Era una tarea por demás imposible. Sin saber como iban a venir vestidos resultaba complicado identificar a alguien entre la multitud, sin contar que todos parecían tener las mismas máscaras y las mismas facciones.

Luego de lo que me parecieron horas, aunque supongo habrán sido unos minutos, distinguí un cabello rojo que destacaba entre los demás. ¡Había llegado Renji! Feliz de encontrar a alguien con quien poder hablar, le hice señas para que se acercara. En cuanto me vio pude notar como su expresión pasaba por el desconcierto y luego por la felicidad al comprender de quien se trataba. Sonreí para mis adentros, el traje era absolutamente perfecto.

- ¡Rukia! Si no fuera porque conozco tu manera de saludar, nunca hubiera pensado que eras tú – dijo Renji, mirándome de arriba abajo, cuando llegó a donde yo me encontraba.

- Esa era la idea, ¿verdad? – dije con una sonrisa de suficiencia.

Renji llevaba un traje de pirata y un antifaz negro le cubría la mirada. Debía admitir que le sentaba muy bien, resaltando su formada musculatura.

- ¿Le apetecería bailar, señorita? – dijo Renji imitando un tono anticuado y a la vez adecuado a mi vestimenta.

- De acuerdo – contesté tomando la mano que me tendía y nos adentramos en la multitud.

Una vez estuvimos en un sitio adecuado para la amplitud de mi vestido, tomó mis manos y comenzamos a bailar. Renji me hacía girar una y otra vez, para luego acercarme a él y alejarme de nuevo. En varias ocasiones noté que nuestros cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su respiración en mi rostro, pero en todos ellos me escabullí con algún paso rápido. No sabía si aquello lo estaba haciendo a propósito o era sólo parte del baile, pero sea como fuera no quería arriesgarme. Él era uno de mis mejores amigos, no quería que malinterpretara las cosas.

De repente la música rápida a la que me había acostumbrado dio paso a una balada lenta y suave. Pude sentir que las manos de Renji se deslizaban a mis caderas y me obligaban a acercarme a él, pero concentré toda mi atención en un punto interesantísimo sobre su hombro, temerosa de alzar la vista. Sin embargo, no pude evitar rodear su cuello con mis brazos ¿Por qué lo había echo? No podía saberlo con exactitud, tal vez para no herir sus sentimientos, tal vez por algo más…

Comenzamos a bailar lentamente. Veía como la pista se vaciaba y me sentí abochornada. Sólo las parejas quedaban en ella y yo estaba allí con Renji. En un segundo de idiotez alcé la mirada. Su rostro estaba a pocos centímetros del mío y avanzaba con lentitud, pero yo no podía apartar la vista de sus ojos.

- ¡ABARAI! – lo llamó alguien y, para mi alivio, Renji volteó a verlo.

Aproveché la interrupción y miré hacia otro lado, agradecida a quien nos hubiera interrumpido.

- Nos vemos más tarde – me susurró al oído y muy lentamente se separó de mí.

Sin dudar un segundo y sin voltear a ver a dónde él se dirigía, me deslicé a una mesa cercana para beber algo. Mi corazón latía con una rapidez alarmante y podía sentir como ardían mis mejillas. Pensaba que no sentía nada por Renji, sin embargo no había podido voltearme cuando él había intentado besarme. Todo era tan confuso. Di un largo trago a mi bebida para calmarme y relajar mi mente que trabajaba a toda velocidad. Debía hablar con él y decirle que lo quería como un amigo, como un hermano, y que no confundiera las cosas. ¿Pero realmente quería eso? No podía dejar de lado el hecho de que no me había apartado de él hasta que fuimos interrumpidos.

Suspiré confundida y me volteé a observar a la multitud para relajar mis pensamientos. Habían vuelto a ocupar la pista de baile con asombrosa rapidez cuando la música volvió a ser más animada. Me alegré de no distinguir a Renji entre el gentío, no quería hablar hasta comprender qué sentía realmente por él.

Pude distinguir el cabello anaranjado de Inoue en un sector no muy alejado de donde me encontraba. Mi amiga llevaba un largo vestido que me recordaba a las princesas occidentales de cuentos de hadas y un antifaz rosado, a tono con el traje, le cubría los ojos. Me disponía a acercarme a ella cuando noté que estaba bailando muy animadamente con un larguirucho Robin Hood. Un reflejo de la luz sobre sus anteojos hizo que descubriera que se trataba de Ishida y sonreí por ellos. Era muy precipitado, pero adoraba esa pareja sin razón aparente. Aunque en realidad si tenía una razón: deseaba con todo el alma que Inoue se olvidara de Ichigo, porque lo sabía, ella estaba completamente enamorada de él y no podía evitar cierto pinchazo en el corazón cada vez los veía juntos, aunque fuera dentro de un grupo grande de gente. Eso era porque quería a Ichigo como un hermano, y las hermanas son celosas de sus hermanos, ¿no? No había otra explicación posible dentro de mi mente, pero al compararlo con nii-sama o Renji no pude dejar de notar que nunca había sentido eso con ellos…

Sacudí la cabeza para eliminar ese pensamiento estúpido y seguí mirando a mi alrededor. La mayor parte de la concurrencia se hallaba en la pista de baile y pude ver los efectos del sake que debía haber comenzado a circular. No muy lejos Matsumoto bailaba con quien supuse era Kira y cada dos o tres pasos uno caía al suelo o golpeaba a alguien, sin dejar de reír a estridentes carcajadas. Me entretuve varios minutos observando como intentaban mantenerse parados y bailar al mismo tiempo hasta que una figura me interrumpió la visión. Para mi sorpresa avanzaba hacia donde yo me hallaba, pero intenté ignorar su presencia pensando que seguramente se dirigía a comer algo.

Lo que no preví fue que se parara delante de mí. Se trataba de un joven, seguramente de la edad que yo aparentaba, y llevaba un traje que evocaba la misma época que el mío, compuesto por una camisa, con su respectivo chaleco, pantalones a juego, botas y capa. Un amplio sombrero con una pluma cubría su cabellera, por lo que no pude notar su color, y un antifaz impedía que estudiara claramente sus facciones.

Se acercó un poco más a mí y dijo algo que no pude escuchar. Le hice señas de que no podía oírle y él me tendió la mano y señaló a la multitud a su espalda. No tardé en comprender que me estaba invitando a bailar. Sin realmente pensarlo asentí y coloqué mi mano sobre la suya. En ese momento sentí un chispazo que recorrió todo mi cuerpo haciendo que mi corazón se desbocara y comenzara a latir con fuerza. Aceleré el paso mientras nos internábamos entre el gentío para verle el rostro, pero me fue imposible.

Jamás había sentido eso antes, a excepción de una persona. En las últimas semanas había comenzado a sentir corrientes eléctricas cada vez que mi piel rozaba la de Ichigo. Pero ese chispazo era distinto, tan distinto que eliminé rápidamente la posibilidad de que esa sensación o incluso esa persona tuvieran algo que ver con el baka de Ichigo.

Llegamos a la mitad de la pista de baile e, igual que había echo Renji antes, el shinigami desconocido entrelazó sus manos con las mías. Podía decir con claridad que se trataba de un shinigami, su físico y su manera de andar eran las propias de alguien que había empuñado alguna vez una zampakutou. Comenzó a guiarme al compás de la música y yo me dejé llevar. Luego de unos momentos no pude evitar olvidarme de todo lo que nos rodeaba y no se refiriera a aquel desconocido y nuestro baile. Me sentía bien a su lado, como si ya lo conociera de antes, lo que permitía que nos moviéramos en perfecta armonía. Un giro, dos giros, y nos volvíamos a encontrar a la distancia exacta para no chocarnos. Cada vez que con un paso me alejaba de él, algo en mi interior pedía a gritos volver a sus brazos. ¿Qué me estaba ocurriendo?

En ese estado de ensueño pasaron varias canciones, pero ninguno de los dos dimos indicios de querer separarnos. Observé a mi alrededor en uno de los giros y descubrí, no sin cierta sorpresa, que algunas personas nos estaban mirando con asombro. Solté una risita, en parte por caer en la cuenta de que éramos el centro de atención, en parte para demostrar aunque fuera un poco del bienestar que sentía al lado de mi acompañante.

Alcé la vista para observar su rostro: una gran sonrisa lo surcaba y aquello logró ensanchar más la mía y hacer que mi corazón volviera a palpitar con rapidez. Con un giro lento, pero a tono con la música, me obligó a acercarme a él más de lo que lo había echo hasta entonces. Quedé paralizada envuelta en sus brazos y pude notar como el rubor invadía mis mejillas. Pero, para mi asombro, no me encontraba incómoda, algo en mi interior estaba feliz por encontrarse en esa situación y por más que mi mente trataba de alejar ese sentimiento, mi corazón se lo impedía. Levanté unos centímetros mi rostro y fijé mi mirada en sus ojos a través del antifaz. Me eran tan familiares, de un color almendra, pero tenerlo tan cerca me nublaba la mente y me impedía pensar con claridad.

Y en un instante todo terminó. Con delicadeza se separó de mí, aún teniendo una de mis manos en la suya y, tal como haría quien hubiera terminado un baile, hizo una reverencia a quienes nos veían. Entonces me di cuenta que la canción había terminado y los espectadores a nuestro alrededor aplaudían con entusiasmo. Me apresuré a imitarlo y sonreír de manera nerviosa. Luego me volteé a mirarlo: tenía la vista fija en la multitud y la luz que había notado en sus ojos mientras bailábamos había desaparecido. Cuando el gentío comenzó a dispersarse, mi acompañante me lanzó una mirada apenada y se escabulló entre los demás bailarines. Alcé una mano en un intento de detenerlo, pero fui demasiado lenta. Abatida, me deslicé hacia un rincón de la pista y me apoyé en la pared. ¿Qué había ocurrido?

- ¡Rukia!

La voz de Renji interrumpió mis cavilaciones y por un momento deseé que me tragara la tierra. No quería hablar con él.

- Rukia – repitió cuando estuvo frente a mí – estaba buscándote…

No dije nada, aún pensando en el misterioso shinigami, pero alcé la vista para observar su expresión. Para mi sorpresa se hallaba claramente apenado.

- Con respecto a lo de antes… - comenzó mi pelirrojo amigo – ya sabes, mientras bailábamos…

Su nerviosismo era tan perceptible que me compadecí de él. Deseaba con todo el alma poder decirle que sentía lo mismo que él, pero la aparición de aquel desconocido me acababa de confirmar lo contrario.

- Renji… - dije en un susurro.

- Déjame terminar – me cortó sin mirarme – Rukia… L-Lo siento.

Sus palabras me sorprendieron, pero intenté disimularlo lo mejor que pude.

- Renji… - susurré nuevamente y él me miro - ¡Será mejor que cambies esa cara de idiota si no quieres que te dé una buena tunda!

Y con gran agilidad para una persona con un vestido como el mío, le di un buen golpe en la cabeza. Pude notar como su expresión pasaba de ira contenida a una sonrisa divertida.

- Arigato, Rukia – dijo emotivamente y le di otro golpe - ¡Ya deja de golpearme!

Reí al ver su ceño fruncido y éste se relajó un poco.

- ¿Aún quieres bailar? – preguntó tendiéndome una mano – Prometo comportarme…

Asentí, aún con una sonrisa en el rostro y nos adentramos entre la multitud. Bailamos varias canciones sin que nada ocurriera y yo no podía más de contenta de haber recuperado su amistad. Nuestro baile anterior me había colocado en una situación incómoda, pero gracias al cielo volvíamos a ser los mismos buenos amigos de antes. Nos detuvimos algo cansados luego de la séptima u octava canción. Renji me sonrió y estaba por propinarle otro golpe amistoso cuando algo me detuvo: acababa de ver al misterioso shinigami de antes no muy lejos nuestro. Pude notar que Renji me observaba confundido, pero lo ignoré absorta como estaba en descubrir dónde había ido. Mi amigo me tomó del brazo para llamar mi atención y me volví hacia él. Gesticulé un "Lo siento" pero eso no disipó la curiosidad que envolvía su semblante.

En ese momento alguien puso una mano sobre su hombro obligándolo a que me diera la espalda para ver de quién se trataba. Rápidamente desvié la mirada al notar que se trataba del shinigami con el que había bailado antes. Pude observar que intercambiaban unas palabras y Renji no parecía muy contento. Sin previo aviso y con un ademán algo torpe, el shinigami desconocido tomó mi mano y me alejó de mi pelirrojo amigo. Cuando quise darme cuenta ya nos habíamos alejado demasiado y ya no podía distinguir a Renji entre la gente que nos rodeaba. En un arrebato de ira dejé de caminar. El joven tiró de mi mano pero me negué a dar un paso más. Entonces él se acercó un poco a mí y pude notar como la ira se disipaba, pero mantuve mi expresión obstinada, aún quería que se disculpara por "raptarme" de esa manera. Lamentablemente él parecía ser más terco que yo por lo que mantuvimos nuestras miradas cruzadas durante unos minutos sin que ninguno se dignara a ceder.

Finalmente, harta de esa situación (y tratando de luchar fervientemente contra la atracción que ejercía aquel desconocido sobre mí) me volteé dispuesta a alejarme. Pero él fue más rápido y con un ligero pero firme movimiento logró rodear mi cintura con sus manos, girarme, y acercar su cuerpo al mío. Fue entonces que noté que una balada suave y dulce sonaba en la pista. Inconscientemente rodeé su cuello con mis brazos y descansé mi cabeza sobre su pecho. Todo pensamiento desapareció de repente y me estremecí al notar que apoyaba su barbilla sobre mi elaborado peinado. Comenzamos a mecernos lentamente, ausentes de todo lo que teníamos a nuestro alrededor. No supe cuanto tiempo estuvimos así, sólo interrumpidos por el rápido palpitar de nuestros corazones y la música que acompañaba perfectamente el momento.

- ¡HYAAAAAAAAA! ¡El día se termina! – gritó la voz de Yachiru desde los altoparlantes sacándonos de nuestro ensimismamiento - ¡Es hora de la cuenta regresiva, Ken-chan!

Intenté voltearme para descubrir donde se encontraba la pequeña teniente de pelo rosado, pero mi compañero me detuvo.

- Déjame hacer algo antes de que el día acabe – susurró a mi oído.

Lo miré a los ojos y asentí sin pensar. Su voz me era tan familiar…

- ¡DIEZ!

- Cierra los ojos – dijo con tono dulce.

- ¡NUEVE!

Le hice caso y esperé. Mi corazón latía con fuerza, más conciente que yo de lo que estaba por suceder.

- ¡OCHO!

Sentí sus manos sobre mi rostro y me estremecí. Finalmente había comprendido cual era su intención.

- ¡SIETE!

Podía sentir mi corazón desbocado. No comprendía como el resto no podía escucharlo. ¿Realmente quería aquello?

- ¡SEIS!

Sentí su respiración sobre mis labios y la mía me falló.

- ¡CINCO!

Estaba temblando de pies a cabeza y para mi alivio pude notar que él se encontraba tan nervioso como yo.

- ¡CUATRO!

Mis articulaciones no me respondían. Una parte de mí quería salir corriendo a la mínima oportunidad, pero otra, la más fuerte, me mantenía clavada donde estaba.

- ¡TRES!

Sentí que titubeaba a medio camino hacia mis labios.

- ¡DOS!

Se alejaba. Ya no sentía su dulce respiración. Quería gritarle que se quedara, que volviera, pero no podía gesticular palabra.

- ¡UNO!

De repente toda la tensión que sentía se desvaneció. Nuestros labios se juntaron y nuevamente rodeé su cuello con mis brazos. Podía oír los festejos a mi alrededor como si se trataran de una radio mal sintonizada, pero rápidamente los ignoré por completo. Me olvidé de todo, de que estábamos rodeados de gente que nos miraba incrédula, de que no sabía quién él y del hecho de que nii-sama podía vernos en cualquier momento. Lo único de lo que estaba conciente era de que si el desaparecía tras la fiesta, mi corazón se iría con él.

Nos separamos tras un tiempo que me resultó demasiado corto. Pude ver que él sonreía y quise creer que yo también lo hacía, ya que era incapaz de controlar mis músculos.

- ¡HYAAAAAAAAAA! Llegó el momento de quitarse las máscaras, ¿verdad Ken-chan? – oí que gritaba Yachiru y con su voz volvieron todos los sonidos que nos rodeaban.

- Primero las damas – susurró él a mi oído.

Lo miré con fingida furia pero asentí. Lentamente elevé las manos hacia mi rostro pero él las apartó y con sumo cuidado me quitó el antifaz. Alcé la vista para distinguir su expresión y me sentí desconcertada al notar la gran sonrisa que surcaba su rostro, tan ajena a la sorpresa que esperaba.

- Mi turno, enana – susurró sacándose el sombrero y la máscara.

Mi corazón se detuvo al escuchar la última palabra que había dicho, pero volvió a latir con renovadas fuerzas cuando lo vi frente a mí. No, definitivamente no podía ser Ichigo, no podía no haberlo reconocido, no podía haberme enamorado del baka de Ichigo, ¿o sí?

Mis mejillas ardían con fuerza mientras una vocecita en mi cabeza me decía que lo sabía desde el principio. Traté de ignorarla pero me fue imposible.

Lo fulminé con la mirada dispuesta a lanzarle toda clase de insultos. Estaba claro que él sabía quien era yo desde el comienzo. Sin embargo no pude dejar de notar que me miraba divertido y unos deseos irrefrenables de golpear su torpe cabezota me inundaron. Pero antes de que pudiera moverme él tomó mi rostro entre sus manos, haciendo que se relajaran mis facciones. Simplemente toda la ira que sentía había desaparecido al notar el dulce brillo en sus ojos al mirarme. Finalmente era conciente de lo que sentía por él y, aunque no lo quisiera, debía admitir que era algo que había comenzado a sentir desde antes de la fiesta: el baka de Ichigo lo era todo para mí.

Satisfecho con mi expresión y aún sonriendo acercó sus labios nuevamente a los míos hasta juntarlos por segunda vez. Mi reacción fue instantánea y no exactamente la que hubiera previsto: en lugar de separarme y golpearlo, correspondí al beso con mayor intensidad que la vez anterior y estreché nuestro abrazo.

Nos separamos ante la falta de aire y él me abrazó contra su pecho. Cerré los ojos disfrutando del momento, ya habría tiempo para reprocharle el que no me hubiera dicho antes quién era. Un chistido delante mío y a espaldas de Ichigo me obligó a abrirlos de nuevo. Alcé la vista sobre su hombro y me encontré con la furibunda mirada de nii-sama.

- Creo que nii-sama quiere matarte – le susurré al oído de forma divertida y vengativa.

- No es el único – me contestó riendo.

Estaba por preguntarle a qué se refería pero el me volteó, aún sosteniendo sus manos en mi cintura, impidiéndome pronunciar palabra. Frente a mí pude distinguir a Renji que miraba a Ichigo con ira y sobre su hombro al pequeño Kon. El peluche llevaba una capa y un antifaz al estilo superhéroe.

- ¡Nee-san! – oí que sollozaba al tiempo que saltaba en mi dirección.

- ¿Trajiste a Kon? – le pregunté a Ichigo levantando un puño para frenar el avance del peluche, pero él fue más rápido.

- Algo así – dijo con pesar y tomando al muñeco en el aire, lo lanzó hacia atrás.

Sentí un resoplido de parte de Renji que me recordó la situación en la que nos encontrábamos.

- ¡Felicitaciones! Te has convertido en el nuevo objetivo del sexto escuadrón… - bromeé sonriendo y mirando a Ichigo a los ojos.

- Vale la pena el sacrificio – respondió acercándose y colocando su frente contra la mía.

- Te quiero – susurré con los ojos cerrados, sin pensarlo dos veces.

- Y yo a ti – murmuró dulcemente y me dio un beso corto.

- Feliz año nuevo, baka – dije con una sonrisa.

Me miró extrañado y luego sonrió también.

- Feliz año nuevo, enana.


Aqui estoy subiendo un nuevo fanfiction!

realmente me quedó más largo de lo que suponía jajaja

espero les guste! y opinen si tengo que hacer una segunda parte desde el punto de vista de Ichigo (aunque tardaría un poco)

besoo! dejen reviews

Lulaa-chan