NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PESONAJES SON AUTORIA DE NICK Y YO SOLO ME DIVIERTO ESCRIBIENDO HISTORIAS.
Bien, esto se me ocurrió un día que vi, de nuevo, el capítulo "Los Invasores del Sur" enfocándome más que nada en el momento en que se muestran los flashback´s de Katara y Sokka cuando muere su madre, Kya, y el sacrificio que ella hizo para salvar a su hija.
Mi maquiavélica mente ideó una historia completamente diferente, partiendo de un final alterno en esa invasión que lógicamente hará cambiar toda la serie de Avatar como la conocemos. Es una historia compleja y trata más sobre Sokka, me encanta este personaje porque lo considero cómico pero inteligente, un ser muy complejo e increíblemente escéptico. Dejenme comentarios, por favor, para ver si me animo a seguir escribiendo, dependiendo la aceptación que tenga esta historia la continuaré.
Capítulo 1.
El agua se movía en compás con las tranquilas olas que causaba el frágil movimiento del hielo, los peces seguían la ruta que el agua imponía sin vacilar. Sokka miraba hipnotizado las formas y ondulaciones que el agua iba tomando, conforme más se movían. La canoa seguía su ruta.
La red de Sokka con la que tentativamente debía capturar peces, solamente se movía al mismo ritmo del agua, siguiendo las ondulaciones y trayectorias que ese poderoso elemento dador de vida, le imponía. Los peces, a sabiendas de la red, nadaban alrededor de la misma. Sokka bien podía con un movimiento de sus manos mover su redecilla para atrapar peces, pero no lo hacía.
El eco se una risa proveniente de un lejano recuerdo le hizo cerrar los ojos de manera abrupta, con dolor y nostalgia, recordaba que ese día, se cumplían ya ocho años.
-Sokka, no has intentado pescar nada aún—dijo Hakoda, su padre, que estaba sentado frente a él en la canoa-¿Piensas en algo, hijo?
-No—contestó.
-Yo creo que sí.
-Bueno…-titubeó Sokka, mirando de nueva cuenta el agua del inmenso mar semi-congelado—Pensaba que hoy se cumplen ya ocho años.
Hakoda lo miró, primero con ojos impresionados, luego, con ojos llenos de tristeza. Desvió su mirada y vio a un pez nadar justo al lado de su red, pero no la movió para atraparlo. Su hijo tenía razón, ese día se cumplían ya ocho años.
-Lo lamento—dijo Sokka—No quería traerte recuerdos dolorosos, solamente que… lo recordé.
-No te apures hijo, nadie tuvo la culpa.
-Yo pude ayudarla.
-He hiciste tu mejor esfuerzo. Ellos, en dado caso, son quienes tienen la culpa, no tu.
Sokka asintió, aún cuando no estaba realmente de acuerdo con su padre. Hakoda trató de reponerse y pescó tres peces, antes de guiar la canoa hacia el campamento donde vivían.
Contó la cantidad de peces que pescó ese día: eran doce, los suficientes para su familia y dos vecinos, esperaba que los demás hombres hubieran pescado o cazado más animales. Al entrar al campamento, padre e hijo fueron a su tienda, donde estaba Kya, la madre de Sokka y esposa de Hakoda.
Kya en ese momento estaba guardando un poco de ropa, al escuchar a su familia alzó la mirada para verlos y saludarlos con una sonrisa. La mitad de su cara estaba completamente quemada, desde su frente hasta su barbilla, quitándole visibilidad en un ojo y haciendo que se viera extraña. Aún así, todos en el pueblo la querían, porque era dulce, maternal y protectora.
-¿Cómo les fue en la pesca?—preguntó.
-Bien, voy a ir con Gran-Gran—dijo Sokka.
Tras decir eso, el chico de ya dieciséis años salió de la tienda sin decir o hacer nada más. Consternada, Kya miró a su marido antes de preguntar.
-¿Qué le pasa a Sokka? Se nota muy triste.
-Hoy se cumplen ocho años—contestó él.
Kya calló abruptamente, sintiéndose sumamente mal por no recordar el día.
-es verdad, ocho años.
-¿No es increíble la velocidad con la que pasa el tiempo?
-mucho.
Ninguno de los dos quería tocar ese tema, la razón era muy comprensible.
Ese día, se cumplían ocho años desde que la hija de ambos, la hermana menor de Sokka, una encantadora y risueña niña llamada Katara, fuera capturada y asesinada por los maestros fuego que atacaron la tribu. Los invadieron por sorpresa, buscando al último maestro agua de la tribu, Katara era la última maestra agua entre los suyos, y quien pagara las consecuencias de nacer con dones impresionantes y especiales.
Fue muy doloroso perder a su querida hija, que en ese entonces tenía solo seis años. Pero eso no fue todo. Los maestros fuego les robaron buena parte de su comida, destruyeron muchas casas, quemaron a varias personas-entre ellas a Kya-y se llevaron a Katara.
Fue uno de los peores días en la historia de la Tribu Agua del Sur.
Sokka estaba sentado al lado de Gran-Gran abuela, quien alimentaba con pequeños pececitos a unos pingüinos. Gran-gran abuela era la abuela de Sokka y con quien pasaba buena parte de las tardes. Ella se parecía mucho a Katara y le recordaba a su hermana.
-ocho años ¿Eh?—dijo la abuela.
-si, ¿Cómo puedes decirlo con tanta naturalidad?
-No es bueno guardar odio y rencor, Sokka.
-¡Tal vez eso pienses tú! Pero yo no pienso así.
-Sokka, sé lo que sufres, yo también sufro, pero debes superar el dolor.
-Gran-gran, no puedo hacerlo.
-¿porqué no?
-¡Porque fue mi culpa!
Gritó, se paró y corrió.
Gran-gran solo miró hacia donde se dirigía su nieto, sintiendo gran tristeza en su interior. Alzó la mirada hacia el cielo y rogó en su mente a los espíritus.
Que encuentre la paz y se otorgue el perdón imploró, antes de dar la vuelta y caminar a paso lento hacia donde Sokka había corrido.
Sokka estaba sentado en un pedazo de hielo. Seguía sintiéndose enormemente culpable por haber dejado que se llevaran para siempre a su hermana. Pude hacer algo, pensó, antes de volver a suspirar.
La rabia de ese recuerdo acrecentó tanto, que en un impulso, agarró su boomerang, ese que siempre llevaba cargando en su espalda y lo lanzó con furia, descargando todo su coraje en la fuerza del impulso. El boomerang voló, a una distancia y fuerza tal, que golpeó un ice berg, incrustándose en él. El hielo se rompió, fraccionándose cada vez más, siguiendo un patrón ondeante que fraccionó cada vez el enorme trozo de hielo.
Sokka no lo vio hasta que era ya demasiado tarde. El hielo, roto casi en su totalidad, cayó al mar, creando una enorme ola que empapo por completo al chico. Sokka miró ceñudo hacia el hielo, pero entonces pude ver que emergió del mar un ice berg circular y brillante, en cuyo interior estaba congelado un niño.
-¿Qué será eso?—se preguntó Sokka.
Curioso, se acerco al enorme ice berg, en cuyo lado había caído el boomerang. Cogió su arma y toco con suavidad el hielo. Esto era extraño, la esfera parecía tener solamente una ligera capa exterior de agua congelada, como si su interior no fuera hielo. Agarró nuevamente su boomerang y, empuñándolo, golpeó el hielo con fuerza. La esfera se fraccionó y la fisura creció rompiendo toda la capa exterior, liberando de su prisión a una inmensa cantidad de aire y una energía tan inmensa, que su haz de luz alumbró el cielo.
Sokka miró como el cielo se alumbraba y despejaba por esa luz, para después mirar al interior de la esfera ya rota. Un niño de extrañas ropas anaranjadas estaba desmayado. Agarró la lanza que también llevaba siempre a la mano, y le apunto, listo para atacar. Ya nadie más le tomaría por sorpresa, fuera lo que fuera.
El niño despertó, era calvo y con raros tatuajes en forma de flecha y color celestes, que marcaban su cabeza, frente, manos y quien sabe que más. Sokka se inclinó ligeramente ante el niño.
-¿Quién eres?—preguntó exigente.
-¿Um?—contestó el niño.
Él le miró con clara expresión de confusión, antes de flotar hasta levantarse, dejando a Sokka muy impresionado. Volvió a apuntarle con su lanza, ahora más fiero.
-¿¡Quien eres!—gritó.
El niño le miró, antes de hablar.
-¿Dónde estoy?—preguntó, con una voz inocente.
-Primero contesta mi pregunta—exigió Sokka-¿Quién eres?
-Me llamo Aang—contestó el niño—Ahora dime ¿En donde estoy?
Sokka lo miró, no estaba seguro si confiar en él o no.
-En la Tribu Agua del Polo Sur—contestó secamente.
-¡Sokka!—gritó Gran-gran.
El guerrero volteó y miró a su abuela, caminando hacia él.
-¿Quién es ella?—inquirió Aang.
-Mi abuela—contestó.
-Sokka ¿Quién es el?—preguntó Gran-gran.
-Se llama Aang, estaba congelado en ese trozo de hielo y yo lo saqué.
Gran-gran miró a Aang con los ojos entrecerrados, analizando su ropa y sus tatuajes, antes de mirarlo con asombro.
-¿Acaso eres un maestro aire?
-Si, si lo soy—dijo Aang.
-¿Pero no estaban extintos los maestros aire?—le preguntó Sokka a su abuela. Gran-gran lo miró.
-Eso era lo que yo creía.
-¿Extintos los maestros aire?—pronunció Aang las palabras con incredulidad.
-Hablemos de eso en un lugar más cómodo—le dijo Gran-Gran—Ven Aang, vayamos a la Tribu, ahí podrás comer un buen pescado y calentarte al lado del fuego. Hakoda tendrá varias preguntas que hacerte.
-gracias, pero no como carne ¿Y quién es Hakoda?
-Mi padre—contestó Sokka fríamente—Y ya veremos que comerás. Ahora, camina.
Aang lo miró, pero volteó y entro al cubo de hielo que antes fue la esfera.
-¡Esperen un momento!—les dijo.
Entonces, emergió del hielo una enorme criatura, peluda y con una flecha café en su frente. Aang caminaba delante, guiándolo.
-¿¡Que es eso!—exclamó Sokka.
-Appa, mi bisonte volador. Ahora sí, vámonos.
Aang se subió a la espalda de Appa y los dos caminaron siguiendo a Sokka y Gran-Gran hacia la Tribu.
¿Y bien? ¿Que les pareció el giro que le di a la historia? Como se habrán dado cuenta toda esta cambiada ¡Menudo trabajo el mío para escribir todos los capítulos! Espero les haya gustado mucho.
chao!
