PRÓLOGO
–¿Me quieres?
–¿Lo dudas?
En su sonrisa encuentra la respuesta. Por supuesto que no lo duda. Está segura de que él la quiere. Y ella también está muy enamorada. Lo sabe desde la primera vez que lo besó, hace ya siete meses. Fue después de un concierto de Nada que decir al que habían ido juntos. Su primera cita, la primera vez que salían los dos solos. Fue como una película: de noche, a la luz de una farola, unas gotas de lluvia… y ocurrió. El primer beso, su primer beso. ¿Cómo describir aquel instante? Todavía no se han inventado palabras para hacerlo.
–Las personas cambian. También te puede ocurrir a ti y de repente dejar de quererme. No serías al primero que le pasa.
–¿Crees de verdad que alguna vez podré dejar de quererte? ¿Lo dices enserio?
Sus ojos la traspasan, o eso es lo que siente. Como si su mirada hubiese rebasado su piel y fuera capaz de adentrarse en ella para averiguar lo que piensa. El corazón le late muy deprisa. Tan rápido y tan fuerte que tiene la impresión de que en cualquier momento saldrá volando de su pecho.
–No, no lo digo enserio – responde ella temblorosa.
–No quiero que tengas dudas sobre eso.
Ella asiente con la cabeza. Se moría si dejara de quererla. Él se ha convertido en su todo. En la verdadera razón por la que cada mañana se levanta rebosante de vida e ilusión.
–Perdona. No entiendo por qué te lo he dicho. Sé que me quieres mucho.
–Muchísimo. No sabes cuánto – susurra el joven apartándole el pelo para despejar su frente – Y siempre será así.
–Siempre es una palabra muy fuerte.
–Fuerte es lo que siento por ti. El tiempo no me asusta. Y tampoco los cambios. Quererte es lo mejor que me ha pasado y nada ni nadie va a impedir que eso continúe siendo así.
Aquellas palabras emocionaron a la chica, que se lanza sobre su novio y lo abraza con fuerza. Ella también le amará para siempre, aunque la palabra y el paso del tiempo sí la asusten. Son tantas cosas las que le han dicho sobre las relaciones a su edad que es normal que, de vez en cuando, surjan las dudas. Nadie cree en los amores adolescentes ni en su longevidad. Ella tampoco lo hacía hasta que apareció él y, desde entonces, incluso el infinito le parece un intervalo de tiempo demasiado corto. Sus sentimientos van más allá de quererle o de necesitarle. Aquel joven, sencillamente, es su vida.
Hunde el rostro en su pecho y nota cómo le acaricia la mejilla con suavidad. La chica cierra los ojosa suspira. Pagaría lo que fuese para que esos segundos se alargaran eternamente. Sin embargo, el sonido de su móvil los interrumpe. El que suena es el teléfono de él.
–Es mi madre – dice el chico. apartándose, tras comprobar quién le llama.– ¿te importa que conteste? Es que si no, luego en casa se pone muy pesada.
—Claro. Respóndele. Yo te espero allí.
La joven señala un banco de madera al otro lado de la calle. El chico asiente y, tras darle un dulce beso en los labios, pulsa el botón verde de su smartphone para saludar a su madre. Ella cruza por el paso de cebra cuando el semáforo está en verde y se sienta en el banquillo. Desde allí lo observa. No puede quitarse la sonrisa de la boca. Cualquier chica querría tenerle como novio. Es muy guapo, atento, divertido y la trata de una manera que enamora. ¡Qué suerte que se fijara en ella y la eligiera!
Antes de empezar a salir, no las tenía todas consigo. Otras de su clase también le habían echado el ojo. De hecho, sospechaba que alguna de ellas también estaba enamorada de él. Ninguna lo había reconocido, pero, ese tipo de cosas, una chica las detecta. Y el tiempo se lo confirmó, dándole la razón: dos de sus mejores amigas poco a poco se fueron apartando de ella. Al principio, de forma disimulada. Pero en las últimas semanas ni siquiera le hablaban. Es el precio que ha tenido que pagar por amor. Sin embargo, no cambiaría lo que tiene con su novio por nada del mundo. Y menos por la amistad de esas dos que no han sabido aceptar su relación.
Transcurren dos o tres minutos antes de que el chico cuelgue el teléfono a su madre. En cuanto termina la conversación, camina rápidamente hasta el banquillo donde ella lo aguarda sentada y vuelve a besarla.
–Perdona, ya sabes que mi madre me llama cada media hora si no sabe nada de mí. Se cree que tengo diez años.
–No te preocupes. La mía es igual.
–Algún día tenemos que presentarlas para que se llamen entre ellas y nos dejen en paz a nosotros.
La joven ríe y le coge de la mano. Si su madre o su padre se enteraran de que tiene novio desde hace unos meses y de que está tan enamorada de él, seguramente no le darían permiso ni para pisar la calle.
–Creo que es mejor que nuestros padres sigan sin saber nada – indica ella sin dejar de sonreír.
–Sí, yo también lo creo. Aunque llegará el día en que tendremos que confesarles lo que pasa. No vamos a estar escondiéndonos de ellos toda la vida.
–¿Te imaginas que nos casamos y avisamos a nuestros padres el día antes?
–¿Casarnos? Hablas de… ¿casarnos tú y yo?
La joven se pone nerviosa. La frase le ha salido sin más y, aunque lo ama con todas sus fuerzas, sabe que es muy pronto para hablar de algo tan serio como una borda. Ni siquiera se ha planteado lo de casarse con él. ¿Como va a hacerlo si solo tienen quince años? ¿Lo habrá asustado?
–A ver… No he querido decir que…–tartamudea– Si dentro de unos años tú y yo… Pues no sé…
–Me encantaría casarme contigo –la interrumpe el chico. Su sonrisa la tranquiliza e inquieta a la vez.
–¿Cómo?
El joven se pone de pie, pero solo para arrodillarse a continuación. Saca del bolsillo de su pantalón vaquero un anillo y, resuelto, toma la mano izquierda de la chica.
–Es increíble que hayas hablado de casarnos justo hoy.
–¿Qué estás haciendo? ¿Esto es una broma? –pregunta con los ojos vidriosos y temblando como si el banco en el que está sentada se hubiera transformado en un gélido glaciar.
–Iba a hacer esto un poco más tarde, pero… este momento es perfecto.
–Esto es una broma, ¿verdad? ¿Es una broma? – repite ella derramando las primeras lágrimas de las muchas que resbalarán por su cara esa noche.
–Cariño, no es ninguna broma – responde el joven con tranquilidad – sé lo que siento. Y sé que esto no lo volveré a sentir por otra persona. Es imposible. Te quiero muchísimo. Me da igual que tengamos quince años. Me da igual lo que digan los demás. Me da igual tener que esperar para poder hacer esto verdad…Lo único que me importa es lo que siento por ti. Y aunque te mereces un anillo más bonito, más caro y que brille mucho más…este anillo es la prueba de que quiero pasar toda la vida contigo. Pequeña, ¿te quieres casar conmigo?
Con cada palabra que pronuncia su chico, ella llora más. Siente una gran presión en el medio del pecho y le cuesta respirar. No se trata de ninguna broma.
–¿De verdad? ¿Quieres que nos casemos? ¿Quieres que me case contigo?– logra murmurar mientras seca las lágrimas con la manga de su jersey.
–Sí. Es lo que más deseo en el mundo. No ahora, claro. Pero, en cuanto cumplamos los dieciocho, me encantaría.
–Estás loco– susurra ella dibujando ahora una bonita sonrisa entre sus mejillas sonrosadas.
–Estaría más loco si no te lo pidiera.
La chica resopla con fuerza e intenta calmarse. No logra asumir lo que está sucediendo, pero jamás había sido tan feliz.
–¿Puedes volver a pedírmelo?– le ruega unos segundos más tarde, algo más tranquila. – Quiero saborearlo mejor. Antes me has pillado por sorpresa y casi me da algo.
–Será un honor– indica su novio. Aclara la garganta y va de nuevo: – Cariño, ¿quieres casarte conmigo?
–Sí. claro que quiero.
Y con el anillo puesto en el dedo anular de su mano izquierda, ella se siente la chica mñas afortunada del planeta. Se incorpora y se arrodilla frente él. Y se besan. Diez, veinte, treinta, cuarenta segundos… con los ojos cerrados. Sin frío, sin calor. Sin luna, sin estrellas. Sin aliento, sin aire. Sin nada. Sólo se sienten y están el uno para el otro. Tras el beso, los dos regresan al banco, donde permanecen abrazados más de media hora. Apenas hablan. Tienen miedo de romper con palabras la magia que han creado. Pero el reloj avanza, pasa el tiempo, que no se deja conmover ni por las alegrías ni por las penas. y se hace tarde.
–Tengo que irme– comenta ella apenada.– Aunque me quedaría aquí para siempre.
–¿Siempre no era una palabra muy fuerte?
Ella sonríe y le vuelve a besar. Se levanta y colabora para que él también se ponga de pie tirando de su brazo. De la mano, esperan a que el semáforo cambie a verde para cruzas al otro lado de la calle. Parados en la acera, piensan en lo que acaban de vivir: la noche más bonita de sus vidas. Aquel momento ha superado al de su primer beso, al de la primera vez que hicieron el amor, al del primer te quiero…
El semáforo cambia de color y la pareja cruza por el paso de cebra. Sonrientes, felices, agradecidos al destino por haberles permitido conocerse. Un destino dichoso y… caprichoso. Un destino cupido y verdugo. Un destino que guió a quien conducía alocadamente una moto hasta allí. Un grito, un frenazo, una imprudencia… Una tragedia.
Dos cuerpos tirados en el suelo. Dos sueños rotos para siempre en la que se convirtió en una de las noches más crueles que una persona puede vivir.
Para siempre.
¡Hola! Es mi primer fic, debo aclarar que esta historia es una adaptación del mismo libro de Blue Jeans .Los personajes obviamente tampoco me pertenecen.
¡Espero vuestros reviews!
