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N/A 1: Ahora imaginen a los personajes con los rostros y anatomías del "K.O.F. All Star"
N/A 2: K.O.F. y sus personajes son propiedad de SNK.
N/A 3: La canción en la cual está inspirado este Fanfic le pertenece al grupo musical: PXNDX. - Estrofa I y II.
Habían pasado ya algunos meses desde la tragedia. El día en que le habían quitado su único motivo de seguir adelante en su asquerosa y patética vida. Muy de vez en cuando recordaba que tenía que alimentarse para no morir, que tenía que dormir para tener energías o bañarse para no apestar.
¿Qué demonios importaba? El yugo con el que cargaba ahora se había duplicado. Suicidarse era una manera muy cobarde de acabar con el sufrimiento que sentía; al menos el honor y orgullo por su apellido prevalecían en él.
Solía visitar a menudo a la menor de las hermanas Kagura, para saber cómo estaba. No es que le importara en sí, pero solo con ella podía desahogarse a su manera. Podía saber más acerca de su preciada Maki Yata.
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—Iori, es solo una ilusión. No puedes aferrarte a lo artificial para siempre. Maki ya no está aquí; quizás ahora esté en un lugar mejor. Por tu salud, debes aprender a vivir en la realidad, a olvidar el pasado. —comentó Chizuru con tranquilidad.
—¡Nunca! —gritó con molestia golpeado la mesa con su mano. —Actúas como si no te importara ni un carajo su muerte. —recriminó. —Ella era tu hermana. —pronunció con enojo.
—¡¿Cómo sabes que no me importa?! ¡¿Tienes idea de cuántas noches he llorado en mi alcoba por su ausencia?! —gritó, colocándose de pie furiosa por las palabras del Yagami. —He tenido pesadillas todas las noches desde aquella vez. —decía mientras una lágrima resbalaba de su mejilla. —No sabes cuánto maldigo el día en que ese bastardo malnacido me quitó a mi hermana. Lo odio. Lo odio. Él me quitó lo más preciado en mi mundo. No sabes todo el sufrimiento por el que he pasado. —dijo con impotencia, apretando fuertemente sus dientes entre sí.
El Yagami quedó en silencio por la reacción de Chizuru; quizás no había elegido sus palabras con cuidado. Cuando la fémina se calmó un poco, Iori miró cómo retiró de la mesa los tés que había preparado junto con las galletas.
—Maki. —gimió la sacerdotisa tapándose la boca con los ojos cerrados, volviendo a llorar en silencio.
—Tienes que ayudarme, Kagura. Debe existir un medio para poder hablar con ella sin usar las réplicas de sombra del espejo Yata. No quiero vivir de una ilusión. Tengo tanto que decirle, tengo tantas dudas existenciales. Necesito hablar con ella. —decía con seriedad en su habla.
—Iori… —suspiró un poco decepcionada. —Sé la relación que tenían ustedes dos. Pero… los muertos no pueden hablar con los vivos. No quieras ir en contra de la naturaleza. No puedo ayudarte. Perdóname. —dijo con desanimo, bajando la cabeza.
—¡Fakku!
El Yagami negó con molestia. No era culpa de ella; pero por un momento, quería olvidar su miserable vida. Sentirse diferente; a cuando ella aún respiraba.
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Se mantenía a oscuras en su elegante departamento, en el cual, había invitado en algunas ocasiones a la mayor de las hermanas para poder conversar, ver alguna película, cenar y conocerse en la intimidad. Meditaba frenéticamente sentado sobre el piso, siendo alumbrado por la luz de la lámpara de lava que tenía a un costado suyo sobre un mueble. Escuchaba claramente a través de su ventanal el sonido de los carros que transitaban por la ciudad, algunos estelares provenientes de las enormes pantallas que estaban sujetas a edificios. Percibía las luces externas de Tokio.
Recordaba con rabia. Una semana después de su muerte todo lo que hacía le salía totalmente mal. No podía pensar en otra cosa. No podía poner atención en lo que hacía en el momento. Su voluntad estaba muerta, al igual que ella.
Iori se encontraba tendido en el suelo boca abajo. Era vergonzoso; él y Kyo reconocían que la batalla había sido un fiasco, sabían que había terminado muy rápido. El castaño jamás pensó que el combate hubiera sido tan sencillo.
—Es la primera vez que me decepcionas, Yagami. —habló Kusagani dándole la espalda. Su estado físico no se veía del todo bueno, pero a comparación de su rival, las cosas habían sido claras.
—Te voy a matar, imbécil. —decía Iori levantando su vista con cansancio.
—Procura que tus palabras sean mejores que el silencio. —concluyó alejándose del callejón donde habían combatido.
—¡Maldito seas! —gritó, mas no refiriéndose a él. —¿Por qué? ¡¿Por qué?! —golpeó el suelo con furia un par de veces tras cerrar sus ojos.
—No solo en los combates contra el estúpido de Kyo. Tu ausencia me afectó en mi carrera musical también. —masculló con frialdad apretando sus puños.
El evento estelar en aquel hotel cinco estrellas estaba en curso. La noche era hermosa, las luces contrastaban con el lugar. Las decoraciones eran increíbles; y ellos, los invitados de honor.
De pronto, sus compañeros de grupo dejaron de tocar en esos momentos ¿Acaso se había equivocado nuevamente? Con esa habían sido cuatro veces en tan solo una canción. Los murmullos no se hicieron esperar en el evento de etiqueta; silencio invadió el lugar; el responsable del momento hostil apretaba sus mandíbulas reconociendo el motivo de sus errores.
—Yagami-san ¿Qué ocurre? —preguntó su compañera rubia mirándolo. Sin decir una sola palabra, el Yagami azotó su instrumento en el suelo y se retiró de ahí sin decir una sola palabra.
—Algunas personas como yo, solo vinimos a este mundo de mierda a sufrir. Nunca pedí nacer, nunca elegí esta puta vida. Así como tú nunca pediste morir por la culpa de ese infeliz. —se decía así mismo. —Fuiste valiente hasta el último momento. A pesar de que sabías que no tendrías ninguna jodida oportunidad de derrotarlo, te mostraste firme y determinada en cumplir tu ridícula encomienda. Yo… Iori Yagami, te reconozco; Maki Kagura.
Una sensación extraña recorrió su cuerpo. La sensación la reconocía. El pelirrojo se colocó de pie exhalando por la boca, viendo claramente cómo el vapor desaparecía a medida que se propagaba. Caminó lentamente a su peculiar habitación; la cual tenía sus respectivos lujos. No le quedaba mucho tiempo antes de entrar en su estado salvaje.
—Sé que ya no estás en este mundo; quiero creerle a tu hermana, quiero creer que estás en algún lugar mejor. Si es así entonces espero que en donde quiera que estés sea un lugar donde no exista el abuso, la crueldad, el sufrimiento o egoísmo. —decía mientras se esposaba ambas muñecas que conectaban a un par de gruesas cadenas clavadas profundamente a la pared.
El Yagami sintió su sangre hervir en esos momentos, sabía perfectamente lo que vendría a continuación. Poco a poco fue perdiendo la conciencia de quién era; la sensación era horrible.
Su aliento fue cada vez más frío; se fue encorvando; sus ojos se fueron tornando en un color rojizo. Casi estaba en la fase terminal.
—¡Arghhhhh! —gimió tratando de articular sus últimas palabras antes de actuar sin control. —Encontraré el medio para poder hablar contigo. Lo prometo. ¡Ha! —volvió a gritar sacudiendo bruscamente la cabeza. —Pero por ahora… seguiré sufriendo. —finalizó agachando su cabeza. —¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! —las cadenas fueron jaladas con gran ímpetu, impidiendo el libramiento de Iori.
