Veamos cuanto tiempo este fic permanence en canon porque el prólogo de la novela con Mikaela ya hizo que "Despedida" no lo sea (no la quiero modificar) y al mismo tiempo realmente no hubo mucha profundización del tema, por lo que si lo retoman... podré un letrero de semi-UA, me rendiré y me dedicaré a escribir UA hasta que la serie termine.

Cada capítulo está desde un punto de vista diferente: Primero la madre, luego el padre y finalmente Mikaela. No hay nombres ni mucha profundización en las personalidades por lo que fue un poco complicado decidir que narrador usar. No hay realmente spoiler porque esto es solo la versión detallada de lo que dijo Mikaela en el primer capitulo del manga (así como con Yuichiro tuvimos el sueño inducido por Asuramaru)


Amor de madre

Fue el cartel lo que le llamó la atención. Lo había visto mientras estaba de compras en el supermercado llamándole la atención la elección de colores que no resaltaba y su ubicación. Era como si no quisieran que lo vieran o lo ignoraran como estaba a punto de hacer hasta que reconoció el edificio usado en el cartel, uno ubicado a pocas calles de su casa.

La mujer se acercó viendo que se trataba de una nueva iglesia de la cual nunca escuchó hablar pero las palabras llenas de esperanza y un mundo nuevo le cautivaron. Pensando que nada pasaría si daba un vistazo vio la hora de las reuniones diarias. Era un horario que le resultaba conveniente por lo que sonrió ante la idea de tener un nuevo pasatiempo, incluso tal vez era cosa del destino que fuera capaz de ver ese cartel.

Mientras regresaba a su casa se preguntó si debía llevar a su esposo e hijo a lo cual negó con la cabeza. Su esposo carecía de interés en esas cosas por lo que llevarlo solo le causaría aburrimiento, primero debía asegurarse de que la iglesia fuera de su interés. Por su parte, Mikaela solo tenía cuatro años, todavía demasiado pequeño para entender algo tan complejo como la religión y esa risa burbujeante que siempre le alegraba el día podría terminar molestando a las otras personas que asistan. Quizás, si todo salía tan bien como presentía, cuando su hijo creciera un poco podrían ir juntos.

La primera reunión, como esperaba, no estaba muy concurrida y mientras se dirigía a uno de los asientos delanteros se puso a detallar el lugar. La casa de un piso constaba de la amplia habitación donde habían dos filas de bancos de madera y enfrente de todo un altar. No reconocía las figuras de ángeles que adornaban las paredes lo cual sumado al estilo extranjero le hacía cuestionarse que tipo de religión era. Algo en los adornos le resultaba levemente familiar, de las fotos que su esposo le mostró una vez de su tierra natal aunque el parecido era mínimo que podría estar equivocada.

No fue sino hasta que un hombre apareció en el altar que se dio iniciada todo dio inicio. La forma con que hablaba, sus gestos y el mensaje que trasmitían le provocaban un sentimiento difícil de descifrar. Uno que le gustaba por lo que antes de darse cuenta estuvo hiendo a las reuniones diariamente sintiéndose cada vez más atraída por el mundo que se le estaba abriendo.

Las otras personas que asistían a la iglesia también le agradaban y siempre recordaría la expresión de sus rostros cuando les dijo el nombre de su hijo. El nombre lo había elegido su esposo por lo que no sabía que significaba a lo cual fue conducida hasta una de las esculturas. Se trataba de un ángel colocado justo encima del altar siendo el que estaba mejor detallado y cuya figura imponente siempre le llamó la atención.

Se trataba del ángel Michaela, el mismo del cual llevaba escuchando durante tanto tiempo que cambiaría el mundo para convertirlo en un mundo mejor.

"Quizás sea tu hijo"

En un inicio se rió de la idea, casi derramando el té que estaba bebiendo, pero desde entonces ya no pudo escuchar las profecías de la misma forma. El nombre que anteriormente no era pronunciado se volvió una constante, en las conversaciones comiendo lo repartido por la iglesia y así fue como un día cuando Mikaela lo recibió con su sonrisa y un abrazo empezó a creerlo.

Casi como si sus pensamientos fueran escuchado se sorprendió al ser invitada a reuniones especiales, a las cuales solo podían asistir quienes desde el corazón sabían que Michaela estaba por volver a la Tierra. Ella, la madre de quien creían su salvador, tenía un asiento especial y era instruida sobre ello. Poco a poco su vida comenzó a girar entorno a la iglesia.

El tiempo que pasaba en casa disminuía tan rápido como la eficiencia con la cual la cuidaba. Ya no escuchaba a su esposo por estar demasiado ocupada rezando llegando a enojarse con él cuando se atrevía a interrumpirla. Su falta de compresión le irritaba. Cuando lo vio comenzar a beber simplemente lo ignoró advirtiendole la primera vez que se atrevió a golpear a Mikaela que se arrepentiría cuando el día destinado llegara.

Mikaela era el único motivo por el cual se molestaba en regresar. Su pequeño de ahora cinco años traería la salvación, algo que le gustaba recordarle así como mencionar a todo aquel que cuestionara su juicio. Estaba tan segura de sus palabras que le gritaba cuando la hacía quedar mal enfrente de sus vecinos al negarse a mostrar lo especial que era.

Fue así como se le ocurrió una idea: Los ángeles pueden volar.

A Mikaela le gustaba hacerla feliz, era el mejor niño del mundo en ese aspecto, por lo que solo debía estar asustado para no intentarlo. Con esa idea en mente le pidió al borracho de su esposo que los llevara a un lugar donde pudiera volar.

Ignorando la mirada que le dio ante la propuesta así como la forma que estaba bebiendo más de lo habitual mientras conducía por la carretera se sentó junto a su hijo en la parte trasera del vehiculo. La velocidad debía rondar los cien kilómetros por hora a lo cual se le ocurrió que no era necesario que fueran a un acantilado, a esa velocidad sin duda tendría todo el impulso que necesitaba.

Sonriéndole le quitó el cinturón mientras le pedía que saltara a lo cual Mikaela comenzó a decir cosas extrañas acerca de no querer hacerlo y prometerle que sería un buen chico. Él ya era un buen chico a pesar de las humillaciones que le ocasionaba a ojos de los no creyentes por lo que se aseguró de que supiera que no creyera que fuera malo. Le recordó que era el elegido, que estaba protegido por su nombre y si era verdad que quería hacerlos felices entonces debía apresurarse y saltar fuera del carro.

Lo vio aferrarse a ella pidiéndole que no le abandonará a lo cual abrió la puerta de su lado y lo empujó.

— Te amo, Mikaela.

Le gritó en un último intento de alentarlo pero a diferencia de lo que creyó su hijo no voló, solo rodó por la carretera hasta quedar inmóvil. Suspirando consideró que lo mejor seria volver a recogerlo para intentarlo otro día sin embargo en el momento en que volvió la vista al frente su carro chocó contra el que estaba al lado.

..


En cuanto descifre al padre publico el otro.