El presente fanfic es para xJapan, a causa de que mañana es su cumpleaños. (Feliz cumpleaños!) Espero les agrade.
-Pero señor, yo no estaba de acuerdo con…-.
-No me importa, vete de aquí, no vuelvas a pisar mi establecimiento, ¡Maldito nazi!- dijo y le aventó su maleta justo en el pecho, cerró la puerta-.
Nadie quería que algún ex-soldado nazi trabajara en su negocio, ningún alemán o prusiano era bien recibido, incluso las mujeres. Eso para Ludwig le era bastante molesto, irritante y desconsolador. Aquel acento que tenía a pesar que que tratase de ocultarlo, era muy delator.
Iba de un lugar a otro, pedía trabajo o refugio de la lluvia y no se lo daban, a veces se refugiaba debajo de algún techo de los restaurantes, a veces quería que ese distintivo se fuera.
Con el estómago vacío, no podía esperar sentirse mal, no se bañaba, sus días estaban contados y él pensaba que de una u otra forma debía seguir allí.
Entró a un restaurante donde necesitaban quien cargara cosas pesadas. Tomó el letrero dirigiéndose al encargado.
-¡Maldición! ¿y ahora qué?-le recibió un muchacho de cabellos marrón fuerte y ojos verde olivo con un rulo que desafiaba la gravedad- ¿Qué quieres apestoso? -Ludwig no habló sólo señaló el letrero- ah… y ¿eres mudo o no quieres hablar?
Ludwig tomó un papel, como identificó que aquél muchacho hablaba italiano lo escribió en aquel idioma.
Si hablo no me dará el empleo.
El muchacho vio el letrero y luego lo vio a él, su sentencia ya se le veía, pero fue interrumpido.
-Fratello, ayudame con… vaya… hola! ¿vienes por el empleo?- era una chica italiana, de cabellos sujetados por una coleta, eran de color café claros al igual que sus ojos, de hermosa figura y con un rulo igual que su hermano-.
Ludwig al verla asintió, esperaba que aquella muchacha se compadeciera de él.
-Vale, al fondo a la izquierda hay una caja enorme, tus cosas las puedes dejar a la derecha… y…-se distrajo con las señales de su hermano- ve yo te alcanzo-.
El alemán, hizo lo que le pidió, dejó su mochila y sudadera en un rincón de la derecha, con su camisa percudida pero que marcaba sus puños, tomó la caja, caminaba a tientas hasta que aquella castaña comenzó a dirigirle.
-Parece que te va muy mal, si quieres dejas la caja y te llevo a que te des un regaderazo- él asintió- ¿eres mudo? -él negó- ¿tienes miedo a que no te contratemos? Pues no tienes porqué preocuparte, ya estás contratado-el alemán al dejar la caja quería abrazarla, evitó eso y le extendió su mano- vee~ eres muy agradable, vayamos antes de que impregnes tu aroma por todo el lugar-.
Ludwig se puso de nuevo su chaqueta y su mochila, la casa de la italiana era bella, estaba pintada de blanco.
-Vee~ ¿Te gusta? Yo la hice, quiero pintar algo, no se me ocurre nada, pero entremos- abrió la puerta- el baño está subiendo las escaleras a la derecha dos puertas, deja tus cosas aquí, te traeré una muda de ropa- asintió y con las indicaciones llegó al baño.
Se sentía feliz, no volvería a pronunciar palabra alguna, había dejado la puerta entre abierta, mientras él se deshacía de sus botas y camisa. La chica buscaba una muda, mientras pensaba en lo que le dijo su hermano.
-A mí no me da una buena espina ese sujeto-.
-¿Te hizo algo o te dijo algo?-.
-No, todo lo contrario, tomó el letrero y no a dicho ni una sola palabra, esa más, me dio esto- le dio la nota- demasiado sospechoso-.
-Te preocupas demasiado, se ve que él es bueno, necesitamos una mano y él ya se ofreció- el muchacho bufó-.
-Está bien, solo que cualquier cosa sospechosa y lo corro ¿me entendiste?-.
-Entendido-.
Ella estaba dispuesta a apoyar al "mugroso" porque algo le llamaba la atención de él y no sabía que era. Se dirigió al baño, cuando vio la puerta entre abierta, ahogó un grito entre las ropas.
La espalda del muchacho estaban marcadas con látigos, los mismos que su abuelito tenía. Tragó saliva, fingiendo no haber visto nada, tocó.
-V-Voy… a pasar- al decir esas palabras el alemán se fue a la ducha-, te dejaré unas ropas limpias… te prepararé algo, debes tener hambre-.
Comenzó a escuchar el agua como respuesta y salió del cuarto. Ludwig se sintió mal al no haberle agradecido de buena forma, aunque muy en el fondo pensaba que le correría y por eso no respondió.
Al terminar de lavar y secar su cuerpo se colocó las ropas que le dieron, eran de su talla, sonrió, nadie le había tratado así y no quería perder aquello.
Al salir el aroma de la pasta, llegó a su nariz, con algo de velocidad bajó hasta el comedor donde servía la italiana ese manjar.
-Siéntate… -al levantar la mirada la joven no pudo evitar abrir los ojos bastante grandes-, ¿eres el chico que dejé bañandose?-él asintió-. No te reconocí, lo siento.
Era cierto, solo se notaban sus ojos azules, pero esa piel clara, con cabellos rubios eran cubiertos de sudor y mugre. Pidió permiso para sentarse, claro, con señas.
Una vez sentado devoró lo que tenía en el plato, en donde la castaña solo pronunció "bon apetit" y él ya había acabado.
-¿Ya tenías bastante rato sin comer?- asintió-, Me llamo Felicia, Felicia Vargas… es un placer conocerte y que te haya quedado las ropas de mi abuelo… dime una cosa, las cicatrices de tu espalda… ¿quién te las hizo?
Ludwig tomó un papel, escribiendo lo más rápido y lo que más había aprendido del idioma.
"Una persona cruel, malvada y… no te puedo decir mucho, siento que si digo una palabra me correrás como todos lo han hecho".
-Vee~... -pronunció decepcionada- ¿puedo saber tu nombre al menos?
"Dime Lud, solo eso te puedo escribir"
-Lud… de acuerdo, te diré Luddy de cariño, ¿tienes donde quedarte?- negó- tenemos un cuarto de servicio desocupado y nos pagarías ayudándonos con la limpieza ¿aceptas?- el rubio sin pensarlo asintió- vee~ genial… entonces te enseñaré tu cuarto-.
El alemán no diría una palabra, no hoy, no ahora, por lo menos hasta que se calmaran las aguas. Felicia al ver esa espalda marcada se acordó de su abuelo, por eso fingió no ver. Quería descubrir la verdad del rubio pero no lo iba a presionar.
Y solo el tiempo lo decidirá...
