Reacciones de terceros
Sus insinuaciones eran tamaño evidentes a cualquiera que los observara juntos, pero quien viera también el semblante arisco de Suzaku cada vez que iniciaba Gino un nuevo ardid de ellas, habría pensado instantáneamente que eran esfuerzos unilaterales. Dependiendo del espectador, variaría la reacción emocional: pena por Lord Kururugi, que debía soportar que se lo tratara con la misma conducta indecente que tenían los jugadores británicos ebrios para con las Once empleadas en los casinos y ni siquiera se atrevía a levantar la demanda por acoso sexual que merecían semejantes acercamientos. Lástima por Weinberg, que se esforzaba con gestos románticos por los que más de una dama mataría (desde flores en la cama hasta caricias inusitadas entre los entrenamientos: ni hablar de las veces en las que el Tristán había alzado en brazos innecesariamente al Lancelot para tirarlo juguetonamente al otro lado del campo de batalla). Celos o broncas contra uno u otro. Pero rara vez una relación como esa causaba indiferencia.
