Primer año: La selección del sombrero.
Harry se removió nervioso en su lugar pese a las miradas divertidas de su nuevo amigo Ronald Weasley, estaba nervioso, no tenía sentido negarlo, pero es que tampoco era que tuviera un estado de ánimo diferente desde que se había enterado, por boca de Hagrid, que era un mago.
Todo en aquel mundo le parecía maravilloso y nuevo, todo lo que conocía desde su nacimiento —que no era mucho en realidad— había cambiado drásticamente. Allí donde iba no habían teléfonos, ni luz eléctrica al parecer, los jeans no los usaba nadie y nadie parecía saber lo que era una consola de videojuegos, una televisión o un tocadiscos, pero no importaba, porque la magia era mucho más sensacional que la electricidad, eso nadie podía negarlo, ni si quiera su odioso tío Vernon a quién se encargaría de demostrar, en cuanto volviera del colegio, que era un fenómeno, pero uno que había aprendido a defenderse.
Desde que se había enterado de que era poseedor de maravillosos poderes mágicos lo primero que se le había venido a la cabeza era la cantidad de cosas que podría hacer una vez le enseñaran a usarla; primero que nada, iba a convertir a Dudley, su primo, en un pequeño cerdito en venganza por las golpizas en el colegio, después, haría que el pelo de su tío creciera tan largo como el de esos "punks" a los que tanto detestaba por haberlo encerrado una semana debajo de la alacena, alimentándolo únicamente una vez al día por haber olvidado preparar el desayuno, y finalmente, cambiaría el color de todos los vestidos de su tía Petunia por aquel rosa chicle que siempre se la pasaba criticando en las cortinas de su amable vecina.
Si, Harry tenía muchos planes ahora que su vida había cambiado tan radicalmente, no que él se considerara una persona rencorosa o vengativa, pero lo que los Dursley le habían hecho pasar por esos largos diez años de su vida no lo olvidaba cualquiera y, aunque muy en el fondo les tenía cierto aprecio —por ser su familia más que otra cosa—, la verdad es que estaba cansado de ellos y el haber sido aceptado en Hogwarts significaba un gran alivio para él, pues el colegio de las brujas y magos ofrecía un panorama libre de personas que no lo comprendían, lejos de las burlas de su primo, lejos de los regaños de sus tíos, lejos de aquella horrible y oscura alacena donde había estado durmiendo hasta la noche anterior. Unas pequeñas bromas serían suficientes para hacerles entender que no era más un niño indefenso, —aunque físicamente pareciera lo contrario— les haría entender que ya no les temía y que ahora sería mucho más difícil hacerlo sentir miserable.
El primer paso para su nueva vida había sido, por supuesto, averiguar todo lo que había podido sobre el nuevo mundo al que se estaba internando, entre libros y anécdotas que el guardabosque había tenido la amabilidad de contarle; sobre sus padres, aquellos que su tía siempre insistía habían sido una lacra para la sociedad cuando en realidad habían sido héroes de guerra, valerosos, inteligentes y poderosos, que habían caído hasta su tercer enfrentamiento con Voldemort, sus padres, aquellos de los que en algún punto se había sentido decepcionado y que ahora respetaba más que a nada. Le había hablado del Callejón Diagon y le había acompañado hasta allí, le había hablado de Dumbledore, el mago más poderoso de Inglaterra, le había hablado del colegio, de Hogsmeade y, aunque Hagrid no parecía ser muy astuto, sí que era un gran conocedor de criaturas mágicas y eso le había fascinado.
El segundo paso en su nueva vida, después de investigar y conocer el entorno en el que se adentraría era, por supuesto, hacer alianzas. Había aprendido de mala manera que las alianzas eran importantes, su primo en cambio, pese a su diminuto cerebro, parecía entenderlo muy bien, haciendo amistad con chicos igual de gigantes que él con la única misión de molestar a muchachitos enclenques como lo era él. Y Harry, por supuesto, no quería que aquello volviera a ocurrirle ahora que tenía la oportunidad de comenzar de nuevo. Sabía que en Hogwarts encontraría alumnos que querrían meterse con él solo por ser el "salvador" y sabía que podían ser tanto chicos de su edad como chicos mayores, por lo que necesitaba hacer amigos, amigos de todo tipo, amigos con los que pudiera compartir un almuerzo, amigos que lo defendieran de aquellos que claramente eran más fuertes que él y finalmente amigos con un intelecto digno de admirar y que le apoyaran en su desarrollo académico. Esto no quería decir necesariamente que una sola persona debía tener todas estas cualidades, mientras tuviera una sola sería suficiente. Por ejemplo; ahí estaba Ronald Weasley, once años, sangre pura, había dicho, cabello rojo, pecas y ojos azules, no era fuerte y tampoco parecía muy inteligente pero era divertido y noble, a simple vista parecía que, si Harry lograba ganarse su amistad, obtendría en él un amigo fiel que jamás le traicionaría y aquella era una buena cualidad.
Ron, por supuesto, había quedado fascinado con el hecho de que él era Harry Potter, lo que el moreno sabía era una ventaja y una desventaja, pensaba que debía irse con cuidado si no quería terminar rodeado de hipócritas que solo buscaran su nombre esperando de aquello algún beneficio, él necesitaba amigos de verdad, aliados a los que pudiera confiarles su vida en caso de que Voldemort decidiera levantarse una vez más, pues Hagrid decía que era probable y Harry no quería que le traicionaran como lo habían hecho con sus padres, aquello les había costado la vida y Harry definitivamente no quería morir, por algo era el niño que vivió ¿no?
Abrió su quinta rana de chocolate mientras Ron un poco menos avergonzado se animaba tomar un pastelillo, Harry le había dicho que podía hacerlo, con total confianza.
El moreno se había hecho con todo el carrito solo para ellos dos, era agradable hacer algo por alguien como Ron quién, según le había contado, era el sexto de sus siete hermanos y que por consecuencia en casa tenían algunos problemas económicos. Harry, por supuesto, observador como era, lo había notado por sus ropas viejas y por la mancha que descansaba en su nariz, aunque no se había animado a decirle nada sobre ella.
Estaba leyendo el cromo que le había tocado en la caja —uno de Dumbledore— cuando la puerta del compartimento se abrió, dejando ver a un regordete niño con gesto afligido quién bastante apenado preguntó:
—¿Perdón no han visto un sapo?
Harry lo reconoció del andén, lo había visto con su abuela, al parecer había encontrado al animal y lo había extraviado de nuevo. El chico parecía de su edad, tal vez, pensó Harry, le convendría observarlo y encontrar en él alguna cualidad interesante para sus alianzas, aunque a simple vista lo único que había aprendido de él es que era sumamente distraído, aunque bonachón.
Cuando él y Ron negaron haber visto al sapo el niño simplemente se marchó pidiéndoles que, si lo veían, le avisaran y ellos aceptaron aquello, no sin que antes Harry tuviera la amabilidad de regalarle una caja con grajeas de todos los sabores para no se olvidara de él y lo tuviera en cuenta en el futuro.
Entonces, cuando ambos chicos se quedaron solos de nuevo y habían comenzado una nueva charla sobre las mascotas, el sapo del niño gordinflón, la rata de Ron y finalmente un encantamiento para volverla amarilla, la puerta se abrió una vez más, dejando ver a una niña de su edad de castaños cabellos alborotados y ojos avellana, pero sin duda lo más notorio sobre su cara eran sus dientes y Harry tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no mirarlos de más, pues aquello hubiera sido descortés y seguramente habría ofendido a la niña.
Ella preguntó:
—¿Alguien ha visto un sapo? Neville perdió uno —dijo. Tenía voz de mandona y a Harry aquello le llamó la atención.
—Ya le hemos dicho que no —dijo Ron, pero la niña no lo escuchaba. Estaba mirando la varita que tenía en la mano.
—Oh, ¿estás haciendo magia? Entonces vamos a verlo. —Se sentó. Ron pareció desconcertado.
—Eh... de acuerdo. —Se aclaró la garganta—. Rayo de sol, margaritas, vuelve amarilla a esta tonta ratita.
Agitó la varita, pero no sucedió nada. Scabbers (la rata) siguió durmiendo, tan gris como siempre.
—¿Estás seguro de que es el hechizo apropiado? —Preguntó la niña—. Bueno, no es muy efectivo, ¿no? Yo probé unos pocos sencillos, sólo para practicar, y funcionaron. Nadie en mi familia es mago, fue toda una sorpresa cuando recibí mi carta, pero también estaba muy contenta, por supuesto, ya que ésta es la mejor escuela de magia, por lo que sé. Ya me he aprendido todos los libros de memoria, desde luego, espero que eso sea suficiente... Yo soy Hermione Granger. ¿Y ustedes quiénes son?
Dijo todo aquello muy rápidamente. Harry miró a Ron, parecía agobiado por el hecho de que la chica hubiera memorizado todos los libros, pero Harry, quién también lo había hecho simplemente sonrió, definitivamente ella sería una buena amiga, parecía inteligente, un tanto irritable, pero nada que no pudiera manejar. Sí, definitivamente Hermione Granger debía ser parte de su círculo, alguien con quién intercambiar ideas y conversar de cosas interesantes.
—Yo soy Ron Weasley —murmuró Ron.
—Harry Potter —dijo Harry, extendiéndole una rana de chocolate que ella tomó de inmediato agradeciéndole con una sonrisa.
—¿Eres tú realmente? —dijo Hermione—. Lo sé todo sobre ti, por supuesto, conseguí unos pocos libros extra para prepararme más y tú figuras en Historia de la magia moderna, Defensa contra las Artes Oscuras y Grandes eventos mágicos del siglo XX. —Harry sonrió apenado.
—Sí, leí un poco sobre eso, aunque creo que no deberían hacer tanto alboroto, yo era solo un bebé y ni si quiera puedo recordar que fue lo que hice para derrotar a Voldemort—dijo Harry, sintiéndose halagado, importante y no completamente invisible como antes de Hogwarts.
—Tienes razón, pero no por eso dejas de ser importante —dijo Hermione—. ¿Saben a qué casa van a ir? —Cambió el tema. —Estuve preguntando por ahí y espero estar en Gryffindor, parece la mejor de todas. Oí que Dumbledore estuvo allí, pero supongo que Ravenclaw no será tan mala... De todos modos, es mejor que siga buscando el sapo de Neville. Y ustedes deberían cambiarse ya, vamos a llegar pronto. —Y se marchó.
—Cualquiera que sea la casa que me toque, espero que ella no esté —dijo Ron. Arrojó su varita al baúl,—. Qué hechizo más estúpido, me lo dijo George. Seguro que era falso.
—¿En qué casa están tus hermanos? —preguntó Harry.
—Gryffindor —dijo Ron. Otra vez parecía deprimido—. Mamá y papá también estuvieron allí. No sé qué van a decir si yo no estoy. No creo que Ravenclaw sea tan mala, pero imagina si me ponen en Slytherin.
—Merlín estuvo en esa casa —dijo con simpleza.
—Y quien-tu-sabes también.
Harry meditó un poco sobre aquello, por supuesto que sabía que Voldemort había estado en Slytherin y que muchos magos tenebrosos lo habían hecho. Pensaba que Gryffindor podría estar bien para él, aunque Ravenclaw parecía encajar con él también, al contrario de Hufflepuff, la única casa con la que no compartía ningún rasgo. Pensaba en sus padres, por lo que había logrado averiguar, los dos habían estado en Gryffindor, igual que su traidor amigo, Sirius Black, así que no podía decir que todos los Gryffindor fuera leales y valientes pero... ¿Estar en Slytherin? No estaba seguro de querer residir en la misma casa del hombre que había matado a sus padres a sangre fría.
Suspiró, tal vez Gryffindor si era su mejor opción después de todo.
Ron había comenzado una charla sobre quidditch que Harry podía seguir a duras penas pues se había familiarizado con el deporte de los magos apenas un par de días atrás. Entonces la puerta se abrió una vez más y Harry se preguntó que tenía de maravilloso su compartimento que parecía que todos querían estar dentro. Era como si hubieran colocado un letrero en la entrada que decía "Hemos comprado todos los dulces del carrito, por favor entre y sírvase, es gratis".
Harry miró hacia la puerta esperando ver a Hermione o Neville, el niño del sapo, pero lo que encontró le sorprendió bastante; un rostro conocido.
Unas semanas atrás, durante su excursión al callejón Diagon, Harry había conocido a un muchacho de tez blanca, ojos grises y cabello platinado en la tienda de túnicas. Él había sido el primero niño mago que conoció y el cual le hizo la plática muy amablemente, aunque Harry debía admitir que era bastante presumido y pedante. Sin embargo reconoció en él alguien inteligente, bastante prejuicioso y Potter sospechaba que bastante mimado también, pero algo en él le había llamado la atención y, aunque al final no se habían dicho ni sus nombres, Harry jamás olvidaría su rostro, pese a su andrajosa apariencia y sin saber que él era el niño que vivió, aquel jovencito había intentado entablar una conversación. Extraño para alguien que parecía juzgar cada cosa que se le paraba enfrente, como lo había hecho con Hagrid.
—Así que eres tú— dijo el rubio esbozando una sonrisa. Entonces se percató de que el ojigris iba acompañado por un par de chicos que más que parecer muchachos parecían gorilas. El chico parecía entender aquello de las alianzas bastante bien—. Estos son Crabbe y Goyle —señaló a sus amigos—. Y yo soy Malfoy, Draco Malfoy, no nos presentamos adecuadamente cuando nos conocimos —le extendió la mano y Harry la aceptó pese a la mirada irritada de Ron.
—Si, es verdad, creo recordar que fue por que estabas demasiado ocupado criticando a mi amigo Hagrid —Malfoy soltó una carcajada.
—Me disculpo por eso, generalmente no soy tan descortés— miró a Ron con cierto desagrado—. O tal vez sí —sonrió—. Como sea, ha sido un placer Potter —miró al pelirrojo nuevamente— Weasel — y salió de allí.
—Su familia y la mía no se llevan muy bien —dijo Ron nada más se quedaron solos.
—Eso lo he notado —dijo sonriendo amablemente.
—Los Malfoy son prepotentes, avariciosos y prejuiciosos, ellos estuvieron con Voldemort y luego fingieron demencia cuando se les interrogó. Por supuesto quedaron libres, son ricos y son influyentes, era obvio que no pisarían Azkaban aunque se lo merecieran —bufó enojado—. No deberías relacionarte con Malfoy, Harry, no es un buen chico.
—Lo tomaré en cuenta —le respondió.
Continuaron charlando sobre nimiedades y se pusieron el uniforme cuando estuvieron por arribar a la estación de Hogsmeade, el mal humor de Ron había pasado después de unos dulces más y el tema de Malfoy quedó rápido en el olvido.
Al llegar, Hagrid los guió hasta el lago, en donde transportó a los alumnos de primero en un pequeño barco hasta el castillo que se levantaba majestuoso en lo alto de una montaña, era ya de noche y las estrellas y la luna solo lo hacían lucir mucho más mágico. Hermione parloteó algo sobre el libro de la historia de Hogwarts, Ron mascullaba que aquello era aburrido, Neville escuchaba maravillado a su amiga y Harry sonreía, su nueva vida le esperaba.
El castillo era impresionante, con sus escaleras movedizas y sus cuadros parlantes, Harry jamás se había sentido tan especial, tan parte de algo y aquello le hizo feliz, pues él nunca había sido especial, al menos en palabras de sus tíos. Habían llegado y una profesora, que se presentó con el nombre de Minerva McGonagall les hizo esperar afuera del gran comedor. Harry por supuesto, al igual que Hermione había leído sobre el colegio y había visto algunas fotos, pero nada se comparaba con estar ahí de verdad, era como el regalo de cumpleaños que jamás recibió de nadie y que no recibiría porque sus tíos eran unos tacaños cuando se trataba de él.
Entonces las enormes puertas de madera se abrieron y todos los de primer año entraron en ordenada fila. Hermione comenzó a hablarle sobre el encantamiento que usaban en el techo para que simulara el cielo del exterior y él le escuchó atento, pues necesitaba algo en que entretenerse, demasiado nervioso por la selección para su gusto.
Dumbledore apareció y después de cantar el himno del colegio y de la que Harry supuso era la bienvenida usual, procedieron a la selección.
Uno a uno los chicos eran llamados a sentarse en el taburete donde la profesora McGonagall les colocaba el sombrero seleccionador, un viejo y parchado sombrero de tela café que evaluaba sus aptitudes y basado en ello te colocaba en una u otra casa. Al inicio de todo aquello el sombrero se había encargado de cantar una canción —bastante fea según Harry— y aclarar los rasgos de cada casa; a Gryffindor iban los valientes, los osados, los caballeros y los templados, a Hufflepuff iban los justos y los leales. Los inteligentes, los eruditos y los sabios iban a Ravenclaw y a Slytherin los astutos, los determinados, los ingeniosos y los ambiciosos y Harry creyó que él era una extraña mezcla de todas las casas, resultaba que tal vez también tenía un poquito de Hufflepuff.
Ron, por supuesto, fue a Gryffindor junto a todos sus hermanos, Hermione fue a Ravenclaw tal cual Harry había imaginado, incluso Malfoy fue a Slytherin como había supuesto pero, aunque podía adivinar a donde pararían todos sus compañeros, la verdad era que observándose a si mismo estaba perdido. Quería ir a Gryffindor, porque ahí habían ido sus padres, pero Ravenclaw le llamaba también. Sin embargo, aunque la idea de Slytherin también se le cruzó por la cabeza, pronto se encontró deseando no ir a esa casa; ahí había ido Voldemort, sí, pero aquella no era la razón por la que no quería asistir y es que las serpientes tenían fama de hipócritas y sabía que no podría confiar en ellos, al menos no como podría hacerlo con los leones o los tejones.
Finalmente fue su turno, todos estaban expectantes, todos querían saber a donde sería enviado el salvador del mundo mágico. Escuchaba a todos susurrar su nombre, hablando de él, haciendo sus apuestas y aquello le puso mucho más nervioso de lo que ya estaba. Valientemente tomó aire y caminó lo más erguido que pudo hasta el taburete y esperó a que el sombrero fuese colocado sobre su cabeza, pero cuando esto sucedió, al contrario de muchos chicos el sombrero se tomó su tiempo para hablar y cundo lo hizo le dijo:
—Mm. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Una mente brillante. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?
"Gryffindor, por favor, creo que es la mejor opción para mí" Pensó.
—Es posible, sí, pero yo veo algo más... Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza.
"No es que tenga algo en contra de ellos pero no son de fiar".
—Tu instinto de auto conservación es fuerte— susurró— una de las cualidades de los Slytherin.
"El hombre que mató a mis padres estudió allí"
—¿Y estas asustado por ello?
"Por supuesto que no" Pero la verdad era que sí, un poco. "Solo creo que sería más conveniente..." Pero el sombrero no lo dejó terminar y gritó:
—¡SLYTHERIN!
Todos se quedaron en silencio sepulcral, Harry Potter, vencedor de señores obscuros había ido a parar a la casa que los formaba y nadie podía creérselo, nadie excepto tal vez Draco Malfoy quién rompiendo el silencio comenzó a aplaudir con fuerza para recibirlo en su mesa.
