Tabla de retos: Abecedario
Tema: 4. Antes
Notas: Posibles spoilers del EP7.
El ala del águila.
Eva examina su reflejo en el espejo, que le devuelve la vista de una mujer entrada en años, cansada y ojerosa. Desde que la familia Ushiromiya desapareció, dejándola sola con Ange, su vida siempre ha sido así. Un torbellino de preocupaciones, de cuchicheos y miradas desconfiadas, cosas que ella finge no notar, finge no sentir, pero que por las noches terminan por arruinarla, le roban el sueño y le destrozan los nervios, para terminar aferrada a las sábanas, entre amargas lágrimas llamando por su esposo e hijo.
Siempre quiso ser la cabeza de familia —pero no a ese precio, se dice, mientras se arregla el vestido que usará en una reunión importante—, desde que era muy pequeña, desde que su padre les habló sobre la dignidad del nombre que ostentaban y lo que esperaba de ellos, estándares muy altos que Krauss nunca pudo cumplir, pero de los que ella poseía sobremanera. Siempre quiso ser la cabeza de familia, pero Natsuhi le arrebató ese puesto...
Eva sonríe al recordar el odio indiscriminado que mostraba hacia Natsuhi siempre que la veía, las palabras hirientes que le dirigía para humillarla, para hacerla de menos... Meros actos de celos infantiles. Sí, porque Eva sabía, porque Eva se daba cuenta. Natsuhi era la cabeza de familia, aunque Krauss hablara por ella, Natsuhi llevaba el peso del águila de un ala en la espalda y volaba con esa única ala, a pesar de cualquier insulto, con toda la dignidad que el nombre merecía. Natsuhi, a pesar de ser mujer —cosa que a ella le costó la dignidad, la entereza y el puesto—, a pesar de todo. Y eso era lo que la enfadaba en tiempos remotos, en tiempos en los que elegía cuidadosamente su vestuario para mostrar su dignidad —el águila dorada por todo su vestido, la sangre de Kinzo corriendo por sus venas—, para impresionar, para mostrar que no le daban celos, aunque por dentro no pudiera soportarlos.
Eva siempre ha sido una fachada ante todos, ante todos menos su familia. Eva siempre ha mostrado un rostro digno, acorde a su nombre frente al mundo, la sociedad y sus enemigos. Es como ese vestido que usaba para impresionar a Natsuhi, un disfraz de sus propios miedos y errores, de sus celos, su ira y su dolor.
Un disfraz que, desgraciadamente y hasta el fin de sus días, nunca se podrá quitar.
