N/A: Es mi primer fanfic sobre Harry Potter, así que puede que no me exprese tan bien como debiera o quisiera. Me gusta mucho esta pareja como para no hacerles una historia.
Este fic tiene la intención de ser de humor, ojala y saque alguna sonrisa por ahí. De antemano, perdonen las faltas de ortografía o cualquier detalle erróneo, que me gustaría me comentaran para corregir:) En fin, creo que es todo lo que tengo que decir, oh solo disfruten el capitulo:)
Cinco citas y el mundo se vuelve loco
Capítulo 1: La apuesta
Estaba comenzando a sentirse realmente abrumado, le exasperaba su situación. Hacía no más de un mes había terminado su amorosa relación con Ginny, por una o más razones, aunque la verdaderamente importante era el hecho que…bateaba para el otro bando.
Justamente lo descubrió cuando se sorprendió viendo más los traseros de sus compañeros que el de las bellísimas mujeres que rondaban por ahí. Era la otra cosa más horrorosa que le podía ocurrir, o eso pensó. La única que le ganaba el gran galardón era el hecho de que, no solo con que fuera gay, también sentía una atracción gigantesca por, digámoslo así, su peor enemigo: Draco Malfoy. ¿Que cómo se dio cuenta? Pues, solo fueron necesarias varias clases de pociones, cinco castigos y el tropezarse más veces que las que deseara. Luego se dio cuenta que su pelirroja novia, atractiva desde el punto de vista de medio Hogwarts, ya no lo satisfacía.
Así que ahí se encontraba, con un dilema en su cabeza entre que pantalón se le veía mejor al rubio, digo, con cómo resolver su "problema", pues ya no le molestaba ser gay, al contrario se aceptaba perfectamente, lo único que no le agradaba del todo era su incansable necesidad de observar detenidamente al Slytherin, pensar en él y formarse una muy morbosa fantasía de ambos en algún extraño lugar, con algún afrodisiaco perfecto. Cabe mencionar que por la anterior actividad su desempeño había sufrido junto con sus calificaciones, lo que lo llevaba a más tareas y castigos, castigos donde casualmente se topaba a Malfoy. Era un perfecto ciclo sin fin.
— ¡Potter, pon atención!—había gritado Snape, aventándole un libro nada pequeño. Había olvidado que estaba a mitad de pociones con su profesor favorito que lo amaba sin medida. Pero lo que no había olvidado era ver, de nuevo, a Draco meneando con una elegancia perfecta el contenido que yacía en su caldero, cosa que le costó otro zape por parte de su amado maestro, que de amado no tenía nada, estaba seguro que hace años nadie lo..
— ¡Potter!—gritó lo suficientemente cerca como para obligarlo a dejar su pasatiempo de ver el hermoso trasero del otro—. Ya que no me pones atención aquí, lo harás en los castigos, a los que añadiremos dos más.
— ¿Dos?—preguntó el moreno algo confuso
—No me gusta repetir las cosas, señor Potter—dijo el hombre escupiéndole las palabras, con un muy mal fingido enojo contenido. Bueno, no era como si fuera algo muy nuevo, a decir verdad, ya se había acostumbrado.
Así que ahí iba, otro castigo, más bien, dos más, y todo por su estúpida culpa, y la del pantalón del rubio, es que le quedaba endemoniadamente pegado y…¡Ya!, el solo se causaba esas cosas, no podía quejarse.
Y pensando en esto y aquello llegó el fin del día, a lo que solo pudo sumarle sus plegarias por que el rubio no estuviera en el castigo -pero siendo sinceros, era todo lo que menos deseaba, verlo de nuevo era lo único que acaparaba su mente-, sin embargo el destino era su amigo/enemigo, pues el rubio ahí no estaba, a decir verdad, era el único presente, hasta que apareció Snape, con su gran pose de "Cállate, soy el mejor, ¿no ves acaso mi capa?" y le ordenó de una manera muy "amable", que limpiara todo el salón junto con los calderos, para después restregar con su cepillo de dientes -no tenía ni idea de cómo lo consiguió- cada ventana de los próximos tres salones. Todo, obviamente sin magia y cantando una canción que el mismísimo profesor compuso.
— ¿Cómo dice que se llama?—volvió a preguntar escéptico el moreno, con los ojos bien abiertos y la boca en casi igual estado.
—Bastardo-holgazán-niño de mami-Potter—repitió con una sonrisa de suficiencia el maestro—. Pero como me adelanto siempre a sus conjeturas, señor Potter, he grabado la canción un sin fin de veces, por si se cansa de cantarla o simplemente no lo hace—dijo poniendo un fonógrafo a todo volumen, que al instante comenzó a tocar la dichosa canción—. Ahora, a trabajar.
No pasaron ni cinco minutos cuando ya tenía las ganas y deseos de romper en mil pedazos el maldito fonógrafo, y lo peor es que eso era lo que quería Snape, ¡enloquecerlo!, pero ¿cómo no iba a enloquecer con esa estúpida y ridícula canción?
—Me llaman el estúpido de Potter—se escuchaba de fondo la canción mientras el limpiaba—, porque lo único que hago es comer popotes, si entiendes el mensaje patéame el trasero, que es lo único que deseo…
Lo iba a matar, en verdad, ¿comer popotes?, por favor, el no era tan evidente, ¿o sí?, mas bien, ¡por supuesto que no! Maldito Snape…
— ¡Soy un estúpido! ¡Si!, yo mismo me escupo ¡Si!, y si no estás de acuerdo con migo ¡te aviento mi bolsito!
— ¡¿Qué carajos es eso?—gritó el ofuscado muchacho intentando calmarse golpeando el fonógrafo, cosa que no resulto, pues el aparato infernal no se callaba, es más, podía jurar que se oía más fuerte.
—Harry es casi perfecto, lo ves y ya lo quieres, pero tiene un gran defecto, no le gustan las mujeres… —era suficiente, si no se destruía con un Avada Kedavra, el mismo se aventaba uno, no tenía ni idea de cómo pero…
— ¡Cállate!—gritó al tiempo que pateaba el aparato, cosa que solo le hizo aumentarle el volumen.
Así pasaron aproximadamente tres minutos más, en los cuales se podía observar un muy poco calmado Harry, golpeando, pateando y hasta mordiendo el fonógrafo, para que dejara de emitir el sonido. Y todo aquello se lo permitió por dos razones: la primera es que no llevaba consigo su varita, la había olvidado o algo por el estilo, una cosa muy estúpida de su parte, ¡era un mago, ¿y no cargaba con su varita?, eso era algo tan patético como irónico; segunda es porque se encontraba en completa soledad, por lo cual nadie podía ver sus movimientos ridículos e infantiles, al igual que sus berrinches y enojos, claro, solo hasta que un muy presumido y orgulloso rubio de nombre Draco Malfoy atravesó el umbral del aula de pociones y se topó con esa extraña y autentica escena de un Harry Potter luchando hasta morir con un fonógrafo que emitía una singular canción, sobre el mismo niño-que-vivió.
Solo fueron necesarios dos segundos para que el cerebro de Harry procesara la información y se levantara como alma que lleva el diablo, para colocarse en una pose seria y con un gran sonrojo en su cara.
Ambos se miraban, bueno, Draco miraba con una ceja levantada y con un gran gesto de "¿Qué?" a Harry y éste mismo miraba los zapatos del otro, al no querer levantar la vista.
—Vaya Potter, es increíble cómo puedes aumentar tu nivel de estupidez, ya rompiste tu marca personal—dijo altanero y con burla el rubio, que miraba demasiado divertido la escena.
— ¿Qué quieres aquí Malfoy?—-preguntó indiferente el otro, como si el comentario anterior nunca se hubiera hecho, junto con su escena de pataditas hacía el reproductor.
—Eso a ti no te importa Potter, por otro lado, ¿qué es eso que se escu…
— ¡Nada!—interrumpió rápido mientras se ponía delante del aparato—, nada, una tontería de Snape, sin importancia.
—Si es de Snape, es importante idiota, es mi jefe de casa—dijo mientras se acercaba y miraba con suma atención el rostro de Potter, pero con mucha más atención detectando cada una de las palabras que salían del tocadiscos.
-Vamos a bailar el baile del Popotter, vamos a bailar el baile del Popotter, Popotter por aquí, Popotter por acá, me llega por delante, me llega por detrás…
Por todo lo que pudo hacer, decir o inclusive gritar, Draco solo se limito a hacer lo que todo mundo haría: reír. Y era una muy extraña escena: Malfoy partiéndose de la risa, en el suelo, con lágrimas y Harry sin tener idea de que hacer o decir, con un muy grande sonrojo en sus mejillas y alejándose de a poco del rubio. Nunca había visto reír así a Draco, pero por alguna razón no le daba confianza…
— ¡Ja, ja, ja!, ¡Potter, tu…—dijo entrecortadamente a causa de la risa, que no cesaba—, eres un imbécil!—y la carcajada siguió y siguió, como la canción, y las estúpidas letras de Snape que no rimaban para nada.
—De acuerdo, ya, estás exagerando—intentó calmar Harry, pero lo único que consiguió de respuesta fue un "¡Idiota! Jajaja" y luego golpes al piso y algo parecido a una convulsión. Ahora lo notaba, cuando Draco reía efusivamente se retorcía como en un ataque epiléptico y eso le causaba más risa, y hasta su propia risa le causaba gracia. Nunca se lo imagino, pero no se le hacía estúpido, en nada, inclusive era algo sexy…
Bastaron unos diez minutos para que el rubio se compusiera y pudiera pararse sin dificultad. Otros tres minutos para que adquiriera una pose seria y unos cinco segundos más para que se volviera a carcajear, ¡¿Qué le pasaba a ese tipo?
— ¡Ya!, ¡Deja de reír!—gritó colérico el moreno que veía como de apoco volvía el semblante presumido del Slytherin.
—Disculpa, pero eres demasiado patético e idiota como para no reír—dijo tocándose el estómago, en un ademán de dolor, pero aún con una sonrisa en su rostro—, que lindo humor el de Snape, ¿eh?—a respuesta Potter le dio la mejor mirada de enojo que encontraba en ese momento a causa de la vergüenza.
— ¿Qué es lo que necesitabas?—dijo con suficiente firmeza como para traer de nuevo a Draco al mundo.
—Snape me mando cuidarte, además de que necesita algo que se encuentra en su escritorio—dijo al tiempo que se acercaba al mencionado, abría un cajón y extraía un libro oscuro y grueso. Pronunció un "Enseguida vuelvo" y desapareció tras la puerta. Al instante Harry fue hacía una mesa y comenzó a limpiarla, no quería pensar en Malfoy, o en el tocadiscos o Snape, solo quería desconectarse del mundo y sentir como la humillación bajaba, hasta sus pies y de ahí al subsuelo, hasta desaparecer. Lamentablemente, como todo en ese día, sus súplicas no fueron escuchadas por su cerebro y siguió pensando en el rubio, en qué pensaría cuando lo veía, y en todas esas cosas cursis, que hasta hace un mes, solo pensaba con Ginny. El cambio de sexualidad afectaba, y ahora lo estaba notando.
— ¿Cuánto te falta?— escuchó la voz de Draco del otro lado del salón, en la entrada. No quería voltear porque estaba seguro que pondría una cara de ensimismamiento por el aspecto que tendría el Slytherin y sería aún más vergonzoso. Por lo cual se digno a contestarle con la voz queda tratando que le saliera normal.
—Aquellos calderos de allá—apuntó hacía una esquina del salón— y la mitad de las mesas—explicó lo más tranquilo que se pudo permitir, para después poner total atención a la mesa que estaba limpiando, pero siendo sinceros, no lograba su cometido.
—Hazlo rápido, Potter, que no me quiero quedar contigo mucho tiempo—aclaró desdeñoso el mayor, que con su siempre pose altiva, se sentó en el escritorio, al tiempo que agarraba un libro del mismo, solo para matar el tiempo.
Harry no le contestó por el hecho de no querer escuchar su voz o su risa, o cualquier cosa de ése presumido, por lo que siguió con su tarea de limpiar como sirvienta mal pagada por un político corrupto en decadencia. Bueno, esa analogía estaba muy extraña, tal vez las telenovelas muggles si le afectaban, o quizá es que realmente su cambio de preferencias le hizo ver el mundo "rosa" diferente, o tal vez que su tía siempre lo obligaba a…
— ¡Potter!—escuchó que lo llamaban y volteo extrañado su cabeza, para toparse con la cara de Draco con el cejo fruncido.
— ¿Qué?—espetó de mal gusto, ¿qué le sucedía a ese tipo para que se pusiera a gritar?, es decir, estaban en la misma habitación, ni la necesidad.
—Te he estado hablando y no volteabas, idiota—dijo de mal humor el rubio que con un movimiento de cabeza acomodo su brilloso –y gay- cabello—. Tiraste un caldero y ni cuenta te diste, ¿Qué te pasa Potter?, ¿Andas fantaseando con la comadreja?
—"No. Contigo y novelas muggles"—pensó el moreno que volvía su mirada ida, para molestia de Malfoy—. ¿Qué te importa?—le soltó cortante, solo para voltearse y recoger el objeto del piso. Prosiguió su tarea en la mesa donde estaba, para luego pasarse a la del fondo, que encima tenía una considerable cantidad de calderos.
El moreno bajó su vista hacía su pobre cepillo de dientes ahora ensuciado por todos lados, aunque lo limpiara con un potente hechizo no lo volvería a utilizar, maldito Snape y maldita su canción, que por cierto aún seguía sonando.
— ¿Podrías apagar esa cosa?—preguntó amable el de anteojos, que regresó su cabeza para ver al otro que se mantenía sentado en el escritorio hojeando cuanto libro tenía al alcance.
Por su parte, Draco subió su mirada para toparse con la verdusca del mago, que expectante esperaba su respuesta. Sonrió para sus adentros y pronunció un simple "No" regresando su atención a la lectura nada entretenida que mantenía hacía unos segundos. Logró escuchar la queja del niño-que-vivió y luego el "¿Por qué?" malhumorado del castigado.
—Porque está muy entretenida la letra—explicó sencillo el Slytherin, ignorando olímpicamente las quejas y refunfuños que elaboraba el otro, y por supuesto riendo para sus adentros. Le gustaba molestar al moreno, eso lo había descubierto hacía unos años; precisamente no tenía la fecha en su mente, pero supuso que en algún momento lo notó y lo hizo su pasatiempo. Pero ahora, que ya estaban más grandes –mucho más a comparación de los mocosos que eran cuando se conocieron- las cosas que sentía eran…diferentes.
No solo le agradaba percibir el enfado de Potter, sino que hubo un momento en que lo llego a "necesitar". Lamentablemente, como él no era un idiota y podía acabar sus deberes con tiempo suficiente como para premiarse con un descanso, a la larga había terminado sacando hipótesis de lo que en realidad ocurría. Terminó con algunas cuantas, la primera y que recordaba con más facilidad era que al ser Potter su enemigo declarado, el causarle malos ratos lo satisfacía; la otra que tenía –que no le gustaba en nada- era que sus muestras de desprecio hacía el-niño-que-vivió solo eran la excusa perfecta para poder manifestar la necesidad de tener "cerca" al moreno; en otras palabras, que se sentía atraído por el héroe del mundo mágico.
Obviamente que cuando llegó a esa conclusión quiso ir a golpear su cabeza contra la pared –cosa que no hizo porque Blaise lo interrumpió sin descaro alguno, y por supuesto no dejaría que un compañero lo viera en tan deplorable situación-, luego vino hacía el una ira poco normal para luego caer en un estado como de shock. Sus pensamientos siempre eran: "¿Por qué?", "¿Qué dirían Snape y mi padre si se enteraran?", "¿Desde cuándo tengo tan malos gustos?", "¿Acaso estoy enfermo?", "¿Por qué con él y no con un Slytherin?", "¿Quién sería el dominante y el…" aunque siempre éste último lo dejaba a medias, no quería terminar su pensamiento por miedo a que nacieran otros más…extraños.
Así que sin darse cuenta, desde hacía un tiempo se había ofrecido para cuidar los castigos de Snape –en donde siempre estaba Potter- sacándole un poco de provecho.
Pero el era muy bueno actuando, por lo que no se sonrojaba o hacía gestos cuando notaba como el moreno se arremangaba las mangas y dejaba ver sus brazos, o cuando se debía de agachar por algo que estaba tirado, o cuando -tal vez inconscientemente- se desabrochaba algunos botones de la camisa. No, el no hacía gesto alguno, hasta lo trataba mal y lo avergonzaba, haciendo más común su actuación. Pero como siempre, había veces en las que no podía aguantar mucho. Y por "aguantar mucho" se refería a mirar con discreción al de gafas, cuando estaba distraído o de espaldas. Para su mala suerte, ese día se sentía muy débil.
Y eso era lo que exactamente le estaba ocurriendo ahora. Por alguna razón el de cabello oscuro anda muy idiota, haciendo estupidez y media, por lo que el agacharse era algo recurrente. También estaba esa cancioncita que estremecía ligeramente el aula. Bueno, debía de reconocer que le causaba gracia y eso no lo lograba cualquiera. Por lo que ver de mal humor, con el uniforme manchado y pegado débilmente al cuerpo y la mirada distraída al salvador del mundo era una escena fantástica y única.
—Te faltó ese de ahí—le informó el rubio cuando notó cómo el Gryffindor se pasaba a otra mesa sin percatarse de que le faltaba un caldero de la anterior—, no te quieras hacer el listo.
— ¡Si ya se, cállate!—le dijo de mala gana el menor, que comenzaba a limpiar el maldito perón que se había hecho invisible cuando aseaba los demás.
—Te sugiero que no me hables mal, o podría convencer a Snape de que te baje más puntos a ti y a tu casa—decía tranquilo terminando de ojear el libro que llevaba en manos, escuchando de fondo los gemidos frustrados que daba el otro. ¡Pero qué divertido era! Después de todo, ser el ahijado del maestro que odiaba a Potter no tenía tan malas ventajas.
— ¿Qué hora es?—preguntó ya más tranquilo el de mirada esmeralda, sin voltear a ver al Slytherin.
— ¿Qué te interesa si te vas a largar hasta que acabes?—le respondió mordaz el otro, que leía aburrido otro libro que estaba por ahí.
—Quiero saber si debo apurarme o no—le contestó, aunque ni sabía porque, al tiempo que se iba hacía la otra mesa; la penúltima que le faltaba.
—Si eso quieres te lo digo: apúrate.
Otra serie de gruñidos bajos no se hizo esperar, cosa que ensanchó la sonrisa del rubio. Le calculaba como otra media hora para que el mediocre mago que era Potter acabara con esa aula. Unas dos horas más para que limpiara las ventanas de los otros salones. Aunque ahora que lo reflexionaba bien, Potter no podría acabar en dos horas con todo lo demás, era demasiado inútil como para poder.
—Ya acabe—la voz lo sacó de sus pensamientos, ¿acaso ya habían pasado treinta minutos y él ni cuenta se había dado?
— ¿Ya?— la sorpresa en la voz de Malfoy solo logró hacer virar en exasperación los ojos de Harry. ¿De qué mierda se sorprendía?
—Pues si—dijo, mientras tomaba su cepillo, una cubeta y un trapo. Se quedó parado en el umbral de la sala y volteo extrañado hacía el rubio—. ¿No vienes? Se supone que me debes de vigilar.
—Estaba pensando en las diversas formas en que te haces quedar en ridículo. Lindo delantal—piropeó sarcásticamente mientras llegaba a su lado y tironeaba débilmente de la prenda mencionada. Otro suspiro de enojo salió de los labios de Harry y otra sonrisa de superioridad se posicionó en los de Malfoy.
Su castigo había sido más deprimente de lo que pensó. Por casi dos horas había estado instalado entre ellos un silencio incómodo que era llenado con la estúpida canción de Snape. Sin embargo, jamás pensó haber estado tan feliz al ver al profesos acercarse y decirle con mucho cariño y amor –nótese el sarcasmo- que su castigo había terminado.
Fue así como al terminar un reconfortante baño, corrió hacía su cuarto, se tumbó en su cama y durmió hasta el siguiente día, a veinte minutos de comenzar las clases. ¿Es que la vida la traía contra él?
—Harry, al fin te despiertas. Date prisa o no llegaremos a Encantamientos—le decía calmada Hermione, mientras lo jalaba de la manga de su desacomodada túnica.
—Sí bueno, me quede dormido—decía algo modorro el de cabello oscuro, que ya había chocado contra varios objetos y alumnos en su trayecto hacía el salón. Agradeció haberse topado a Hermione para que le sirviera de grúa hasta el aula, aunque aquello le había costado varios golpes en su cara, brazos y estómago.
Ya estando en el lugar, buscó asiento en la más divina oscuridad que el salón podía brindar. Desde hacía días que no dormía bien, y ya poco le importaba si lo atrapaban o no. Justamente estaba comenzando a acomodar su cabeza cuando McGonagall entró en el cuarto, haciendo que todos se pararan y que algún idiota lo golpeara. Al instante en que todos se sentaron, Harry decidió dar por comenzada su siesta y a milímetros de posar su cabeza sobre sus brazos cruzados…la maestra le mandó llamar.
—Señor Potter, le pido que venga y tome asiento aquí—dijo señalando el maldito primer banco, en medio del salón.
A regañadientes obedeció –no tenía la intención de irse a la dirección o algo así-, tomando asiento en donde le había indicado la educadora. Cuando la mujer lo vio con ojo crítico se asustó un poco, pero todo indicio de temor desapareció cuando la docente dio media vuelta y comenzó a escribir algo en el pizarrón.
Quizá si se hubiera parado con los demás en el preciso momento en que la señora entró al aula no lo hubiera mandado hacia delante; por lo que no estaría vulnerable y no se vería obligado a anotar lo que con tanto empeño estaba diciendo y explicando la mujer. Todo eso llevó a la trágica acción de que al momento de sacar sus materiales tiró accidentalmente su pergamino, para que adornara el frío suelo de Hogwarts. Lo que lleva al mismo tiempo a los segundos en donde con tranquilidad se agacho por él. Despacio, con flojera y disponiendo de todo el tiempo del mundo. Al tocar el objeto y cogerlo con sus dedos, levantó la vista hacía donde tenía la cara: su izquierda.
¿Cómo no había recordado que ese día tomaba clases con los de Slytherin? ¿Por qué no lo había recordado?, así quizá se hubiera levantado como alma que azota el diablo cuando McGonagall entró, o siquiera se hubiera arreglado para las clases.
Ahora, con su cabello hecho un lío –cosa que por lo general pasaba-, su uniforme por sin ningún lado, las ojeras más horribles que alguna vez pudo tener, lagañas en los ojos y baba seca en su barbilla, estaba viendo algo embobado al rubio que estaba a su izquierda, regresándole la mirada pero algo asqueada.
—Sé que soy alguien increíblemente atractivo Potter, pero cierra la boca que se te meten las moscas—dijo socarrón el rubio, que volteaba a ver de nuevo la extenuante explicación que daba la maestra.
Harry por su lado no se digno a contestarle; estaba más ocupado limpiando su barbilla y acomodando disimuladamente su uniforme como para ofenderse. ¿Es qué justamente la profesora debía de sentarlo a lado de Malfoy? ¿Acaso la mujer no vio como andaba vestido? ¡Si parecía un vagabundo de Londres! , en realidad le haría un favor a todos los presentes si se quedaba atrás, en la esquina rezagado, para que nadie se traumara con su nuevo estilo: vagabundo sacado de un bar de tres centavos por andar haciendo desnudos públicos en la cara del gerente, después de haber acosado a su esposa.
—Entonces, es así como se debe de llevar acabo ¿alguna duda?— hablaba la dama, mientras miraba con atención cada movimiento que hacían los muchachos—. Excelente, ahora les explicaré la tarea que me traerán para la siguiente clase. Será una investigación sobre determinado encantamiento que yo les proporcionare. Deberán decir la historia, como surgió, gracias a quién y todo lo relevante que englobe la información que encuentren. Por lo tanto, es un trabajo largo y cansado, así que me decidí y seré benévola con ustedes. Esta tarea será en parejas. Por lo que aunado a la investigación escrita harán frente al grupo, una demostración. Si la demostración falla se calificará como reprobado.
A lo dicho por McGonagall la mayoría suspiro cansados. Era como la quinta maldita investigación que encargaba, ¿no se cansaba de leer y leer tanto pergamino? Ya comenzaban a extrañar a Flitwick. Hacía unas dos semanas que el hombre había caído enfermo y se encontraba indispuesto para dar cátedra, por lo cual McGonagall había tomado su clase.
—Además el compañero que les toque es, de éstas filas—señaló a tres filas, una en donde Harry se encontraba—, el de su mano izquierda.
Sin lugar a dudas la suerte se había escapado de su bolsillo. Miró lentamente en dirección a Draco, que se mantenía despreocupado en su lugar, viendo hacia el frente. Luego de unos momentos la mirada plata del Slytherin se topó con la suya, para que se creara un pequeño ambiente de tensión.
— ¿Si, señor Longbottom?
— ¿Se puede cambiar de pareja?
—No. Ahora, respecto a los encantamientos que buscarán, uno de los integrantes del equipo fórmese para que pueda venir y sacar un papel de ésta caja. Algunos hechizos se van a repetir, por lo que no se sorprendan si a otro de sus compañeros les toca el mismo que al suyo.
Cuando la mujer sacó una caja de madera y la colocó sobre el escritorio, los alumnos se fueron parando, haciendo una ordenada fila frente al mismo. Potter no tuvo la opción de levantarse, ya que el rubio se le había adelantado.
— ¡Confringo!—decía animada una de las chicas, mientras regresaba sonriente a su lugar.
— ¿Cistem Aperio?—decía extrañado un Slytherin, mientras mostraba su papel a otro muchacho.
Harry miraba la escena, cada que alguien abría y leía el papel, decía su hechizo. Ya se habían escuchado "Bombarda", "Depulso", "Engorgio", "Expelliarmus", "Flipendo", "Jaulio", "Obliviate", "Glacius" en fin, muchos más. Sin embargo no se dio cuenta cuando el rubio ya se encontraba a lado suyo, leyendo el papel.
— ¿Cuál nos ha tocado?—cuestionó el de cabello oscuro. Luego de unos segundos la mirada de Draco se posó en la del de anteojos y le sonrió de forma un poco maliciosa.
—"Expulso"—contestó. ¿Siempre debía de salir lastimado de una u otra forma? Aunque pelearía hasta el cansancio para que en la práctica o aventaran un objeto, o él aventara a Draco.
Caminaba despacio por los inmensos pasillos de Hogwarts, intentando olvidar todo lo que le había pasado en esos últimos días. No deseaba pensar en tareas, trabajos, exámenes, nada de eso. Solo quería despejarse y relajarse. Sin embargo, aún no encontraba el lugar ni la actividad para llevar a cabo su cometido.
—Te digo, eso sería imposible—escuchó el eco de la voz, resonando por el pasillo. Doblo en el siguiente corredor y a unos metros notó a Dean y Seamus, éste último hablando de quién sabe qué.
—Pero, si llegara a pasar, sería algo épico—le contestaba Dean, sonriente y con una mano en el hombre de Seamus—. Lástima que solo será un sueño.
Harry, camino como si nada, y al resonar sus pisadas en el desolado lugar ambos muchachos voltearon en dirección hacia él.
— ¡Potter! ¿Pero, qué haces aquí?, ¿No deberías de estar merodeando para ligarte a una damita?—decía bromista Dean, al tiempo que ambos muchachos se acercaban un poco hacía el recién llegado.
—Hoy me siento piadoso y no les haré competencia—contestó sonriente. Además, aún no se decidía a decirles a sus amigos sobre su nueva orientación sexual—, ya saben, si estuviera en plan de, les ganaría a todas—terminó jugando, mientras los tres chicos sonreían.
—Todas y todos—dijo Seamus, para luego recargarse en la pared más cercana.
— ¿Cómo?—cuestionó extrañado Harry. ¿Qué había sido eso de todas y todos?
—No te hagas el desatendido—dijo luego Dean.
—En verdad, no entiendo.
— ¿Cómo no podrías entender que el "Gran héroe" y "atractivo" Harry Potter, arrastra consigo, no solo los sueños de las chicas del colegio, sino también de algunos hombres?—decía Seamus, viendo con los ojos algo entrecerrados al de cabello oscuro.
—Pues, no me había fijado. Además no es como si fuera tan obvio.
—Si bueno, no importa. Hablando de homosexuales, ¿qué pasa con Malfoy, tu compañero en Encantamientos?—cambió el tema Dean, dándole un pequeño codazo en las costillas.
—Nada, solo que me hubiera gustado tener otro compañero— era una verdad a medias, porque ni él bien sabía si estaría feliz habiendo tocado con otro—. Aparte no es como si me molestara tanto. La verdad, ha bajado un poco su marca.
— ¿Y decías que no te dabas cuenta de que traes a hombres entre tus pies?—reía Dean, sosteniéndose un poco del otro.
— ¿Malfoy?—¿Draco?—, por favor. Si él me odia.
— ¿Tú crees?—respondió Seamus, acercándose un poco al más bajito—. Estoy seguro que si te lo propones lo tienes entre tus manos.
— ¿Pero qué mierda dices Seamus?—Dean lo apartó de un manotazo del frente de Harry—. Malfoy jamás caería ante Potter, es un Slytherin, el principito de la casa.
— ¡Oh vamos!, Estoy seguro que hasta Harry tendría una oportunidad. Si no es tan imbécil—refutaba el otro, encarando a Thomas.
—Pero si él—dijo señalando al de anteojos—, no sabe nada de cortejar o seducir, ¿cómo piensas que se las arreglaría?
— ¡Es Potter!, ya se le ocurrirá—terminó mirando hacía el de ojos verdes, que no sabía que decir—, ¿o es que no puedes?
—Es un hombre—respondió sencillo el niño-que-vivió, cruzándose de brazos.
— ¿Y?—comentó Dean haciendo lo mismo que el anterior—. El que puede, puede.
—El me odia.
—Si fueras capaz ése no sería un obstáculo—Dean sonreía algo discreto. Ya sabía por qué rumbos terminaría la conversación.
—Harry es capaz, ¿verdad?—dijo Seamus, poniéndose a lado del mencionado y dándole un leve codazo, mientras asentía con la cabeza.
—Pues, sí.
—No lo creo—refutaba Thomas, poniendo en su cara una mirada como de superioridad. A Harry eso le extraño. ¿Acaso lo creían un inútil en el arte de seducir?, bien que nunca había tratado muy profundo, pero no estaba tan idiota cómo para no saber nada—. Malfoy es algo inalcanzable para cualquier Gryffindor, incluso para Harry; sobre todo por el hecho de que Potter no sabe seducir a alguien.
—Claro que se.
— ¿Crees que podrías seducir a Malfoy?—decía Dean con falsa incredulidad.
—Por supuesto—contestó algo molesto el de anteojos. ¡Él no era ningún inútil!
—Yo hasta creo que podría hacer que salieran—decía sonriente Seamus, a lo que los otros dos callaron por segundos. Sólo duro un momento, porque la risa de Dean rompió con la tranquilidad del corredor.
— ¿Harry haciendo que Malfoy le aceptara una cita?—Dean no paraba de sonreír.
— ¿Por qué no?—contestaba altanero el de cabello azabache.
—Eres Harry Potter, tu fama atrae a tus parejas; no tú seductora—sarcasmo— forma de ser.
— ¿Estás seguro? Confió en que podría—le decía el héroe del mundo mágico, al tiempo que se acercaba un poco más a Dean. Éste último lo miraba con la ceja levantada y una sonrisa de incredulidad en su rostro.
—Es tu enemigo.
— ¿Y?—había una pequeña y creciente llama de confianza que se asomaba por los ojos de Harry. Es que el chico no podía dejar que lo llamaran un inútil y soso como para no poder engatusar a alguien. Aparte, la duda en sus compañeros había creado una pequeña ira. Le callaría la boca a Dean, si eso implicaba tener que seducir a Malfoy. ¡Hasta tomaría clases de coqueteo solo para ver vencido a Thomas!
—Bien, ¿qué te parece una apuesta?—propuso el joven, acrecentando su sonrisa—. Si eres tan capaz, entonces seduce a Malfoy y haz que salgan en…—se quedó pensando—, cinco citas.
— ¿Por qué cinco?—decía con el ceño fruncido el de mirada esmeralda.
— ¿Se te hacen muchas?—decía burlón Dean, haciendo enrabietar un poco más a Harry.
–Claro que no.
— ¿Entonces aceptas?—interrumpió de nuevo Seamus, que se había quedado mudo ante la discusión de ambos magos.
—Acepto—confirmó con la mirada decidida, mientras estrechaba una de sus manos con las de Dean.
— ¿Tengo que especificarte que no le puedes decir a nade que es una apuesta?
— ¿Me crees tan imbécil?—alzó una ceja el de pelo azabache.
—Hay sus casos—decía burlón el otro. Seamus, por su cuenta también sonreía— ¿Hay un tiempo determinado?—cuestiono a los otros dos, pues tal dato no se había fijado.
—Seré bueno con Harry, el tiempo que sea necesario, pero claro que no te vayas a los extremos.
—Está bien—aceptó Potter, mientras se movía un poco, como para darse la vuelta pero se detenía, poniendo la mirada en blanco, pensando—. Espera, ¿qué hay si hago que Malfoy salga conmigo?
—No entiendo—comentó Dean.
— ¿Qué tienes que hacer si yo gano?—explicó sonriente Harry, que ahora se cruzaba de brazos y miraba con algo de gracia la cara de Thomas, que había adquirido un pequeño gesto de terror.
—No lo sé.
— ¿Qué te parece esto? si yo logro hacer que Malfoy salga conmigo tú te declaras en el Gran comedor…
—Me parece bien
—…a un Slytherin —terminó Harry sonriendo con malicia, viendo como la cara de Dean Thomas adquiría un tono pálido, y a su vez la sonrisa inmensa que poseía Seamus en su rostro. Después de todo, si iba a pasar vergüenzas seduciendo a Draco ¿por qué no Dean también?
—Yo creo que está perfecto—comentaba risueño Finnigan.
N/A: ¿Qué tal?, ¿horrible?, ¿no tan malo? ahh bueno fue el intentoxD Dejen rewiews con sus comentarios, criticas o cualquier cosa:)
¡Gracias por leer!:D
