Parejas: MidoAka y Kikuro.
Rating: T
Mundos: AU: Cyberpunk y sobrenatural.
ACLARACIONES DEL FINC: Este finc es en honor al cumpleaños de MIDORIMA SHINTARO.
La fecha exacta es el 07/07 (día de la publicación ^u^) pero estaré celebrando todo el mes. Será un finc de pocos capítulos entre 4 o 6. Y lo actualizaré cada semana, siempre los días martes.
OTRAS ACLARACIONES: Los 2 universos alternos que utilizo son:
1) Sobrenatural: el cual lo utilizo para mostrar un mundo lleno de seres extraños. Es el que más intervendrá en la trama.
2) Cyberpunk: es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por su enfoque en un futuro distopico con "alta tecnología y bajo nivel de vida".
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Notas: Aquí los personajes tienen la apariencia del Arco de Teiko.
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-LA CUMBRE-
Capítulo 1
Los dos universos.
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Akashi despertó pocos minutos antes del amanecer, apenas unos poquísimos rayos de sol se colaban perezosos a través de los puertas de papel, todavía se sentía un poco de frío y todos los demás seguían apegados a los últimos minutos de sueño. Él siempre fue de esa manera, lograba conciliar bien el sueño pero siempre despertaba más temprano que todos los demás.
En silencio sale del futón multicolor y estampados raros que le fue dado cuando logró conseguir trabajo en ese enorme "palacio", aunque para él era totalmente impreciso nombrarlo de esa manera, realmente era como una ciudad entera bajo un mismo techo. Sus seis meses habitando ahí eran una nimiedad de tiempo para desear conocer todo el lugar. Una vez Kuroko le había dicho que ni los visitantes que se quedaban por más de setenta años todavía no podrían abarcar el conocer en su totalidad ése lugar. Y le creía. Muy aparte era el tema de los lugares restringidos en dónde sirvientes, como él, jamás entrarían.
Esa madrugada en especial se sentía un poco más soñoliento y mientras se ajustaba su uniforme blanco decidió salir un momento al balcón, dejando la docena de futones del otro lado de la puerta de papel. Un único cuarto de esos podía hospedar a doce individuos, él sólo era un colocado que tuvo el mejor golpe de suerte que jamás se imaginó tener e instalarse apenas en un espacio para dormir, igual que los demás, pero seguía siendo un agregado porque todos los demás tuvieron que moverse unos centímetros a su llegada y dejarle espacio.
Sin duda era algo que el heredero de un magnate no podría soportar. Pero eso ya no importaba, en ése lugar sólo era Akashi, el ayudante del escriba de uno de los diez mil dioses que se reunían en La Cumbre cada milenio para discutir la suerte de los humanos.
Empezando a aclarar, Akashi va desde el balcón al cuarto de escritura pasando en el trayecto por cinco pasillos y bajando tres escaleras, siempre toma ése atajo, el menos concurrido además. Y aún así se topa con algunos otros sirvientes de diferentes uniformes, así se señalaba el área en que trabajaban. El "palacio" nunca estaba en tranquilidad, siempre activo día y noche, tan sólo con horas que eran peores que otras.
Al llegar el pelirrojo desliza la puerta de madera y entra, normalmente se quitaría los zapatos pero jamás ha salido del "palacio", no hay necesidad, todo está bajo techo con piso de madera en cada rincón. Tan sólo utilizar los Tabi (1)o estar descalzo es suficiente.
Entra y cierra, todavía no es hora que otros ingresen. Pero adentro no es mucho más amplio y ordenado, es como estar en un panal de cuartos blancos con poquísimos tonos de color, justo igual que su uniforme. Va a una de las secciones más grandes subiéndose las mangas de la camisa y comenzando a limpiar, sacudir y ordenar toda esa sección, tiene que subirse a unos estantes para alcanzar algunas cosas y otras veces arrodillarse para alcanzar otras más que se han ido debajo de los muebles. Por último llena los tinteros para iniciar a trabajar en una ahora.
Jamás se imaginó haciendo ése trabajo, siempre tuvo a alguien que hiciera las cosas por él. Pero extrañamente descubrió que hacer esas pequeñas cosas también podía producir una pequeña sensación de satisfacción. Hasta en la pequeñeces se podía ser útil.
Luego como cada mañana vuelve a salir y va directo a unos de los cientos de comedores, tan sólo camina derecho por el corredor para toparse al final con un ascensor y mientras va subiendo no puede evitar soltar un suspiro. Mientras más se acerca el piso en dónde va, más escándalo se escucha.
Y al abrirse las puertas del ascensor le llega como una bofetada el brutal cambio de ambiente. El comedor es un hervidero de individuos extraños, literalmente. Ese lugar nunca duerme, jamás está vacío y todo el tiempo se está cocinando algo. La cantidad de mesas es asombrosa pero todavía una cantidad considerable aún come en el suelo y el corredor. No quiere ser caprichoso, pero ya una vez no pudo evitar pensar la suerte que tuvo el no trabajar en las cocinas.
Suspira y se adentra en el mar de individuos, ese escenario que explotaba de colores y rarezas le era ahora normal, el cruzarse con seres que tenían características de animales, incluso propiamente animales hablando como humanos, otros luciendo transparentes apenas adivinando la silueta y las rarezas ahí eran los que lucían "normales" para Akashi, el propio pelirrojo era uno de esas "rarezas sin nada" sencillamente porque no tenía ninguna característica exótica. Todos hablaban en un único idioma cuando estaban reunidos en grandes cantidades, uno muy antiguo. Nadie en su verdadero mundo si quiera recordaba ése idioma, pero Akashi Masaomi, su padre, lo había obligado a aprender para lucir siempre más culto que nadie. Y ahora, irónicamente, eso lo salvaba.
Los platos y cubiertos siempre estaban en un mismo lugar y las mesas que parecían kilométricas y siempre atestadas de comida eran fáciles de ubicar. Con el medio año de esa misma rutina ya había aprendido a esquivar muy bien a esa multitud para llegar a la mesa buffet.
-¡Cuidado, mocoso!
Pero todavía no perfeccionaba esa arte. Esquivar a los tipos de tres o cuatro metros era fácil, pero algunos medían lo mismo que la palma de su mano. Normalmente tomaba pescado y arroz, pero otras veces variaba un poco. Y el regreso para poder comer no era mucho mejor, ahora tenía que tener cuidado de no tirar la comida y encontrar dónde poder sentarse.
Pero después de esquivar todo eso, se iba directo a un pequeño jardín artificial, nunca bajaba a verlo de cerca, simplemente se quedaba al borde, tomaba asiento y comía solo la mayor parte del tiempo. Aunque algunas veces se encontraba con Kuroko y podía tener una pequeña plática, interesante o trivial, daba igual.
-Hola –saluda tan parsimonioso como siempre. O quizás sólo tuviera sueño todavía.
-Buenos días, Tetsuya. Luces agotado.
-Kise ha estado más quisquilloso de lo normal, llama todo el tiempo a mi jefe y demanda que sea yo quién le lleve todo lo que necesita. Si se encuentra hasta el cuello de trabajo no sé como tiene tiempo para sus niñerías.
-Sólo quiere verte pero no encuentra el tiempo para hacerlo.
-No lo consideres tanto, no sabes lo niño que puede ser. A veces me cuesta creer el rango tan alto que tiene.
-Eeeh…para estar tan molesto con él, lo conoces bastante bien ¿no?
-…mejor cambiemos de tema.
Después de media hora se despedían, Akashi iba al Departamento de Escribas y Kuroko al suyo propio. Ambos se conocían un poco mejor entre ellos porque fue Kuroko Tetsuya el asignado para guiar al pelirrojo cuando apenas había llegado a trabajar. Le dijo sobre las reglas del "palacio" y de su mundo en general. Todavía lo guía en algunas ocasiones de hecho.
De vuelta en su propio departamento el pelirrojo ya se encontraba con otros aprendices al igual que él. Algunos limpiando en sus secciones y otros esforzándose por espantarse el sueño. Faltaban quince minutos para que llegaran todos los jefes y era el tiempo en que se detenía a pensar y recordar su otro mundo. Debía de hacerlo, porque si lo olvidaba sería imposible que pudiera volver y ése mundo lo absorbería como si hubiera sido siempre parte de él.
Sólo que realmente no deseaba volver, si éste mundo era exótico y no era más que un aprendiz, en el otro era hijo de un magnate pero completamente miserable. Si los diez mil dioses estaban tirando los dados por la suerte del Mundo Humano no los culpaba en nada. Aquí por lo menos el cielo era blanco y azul, y la noche tenía luces de estrellas.
El otro mundo era literalmente gris, atiborrado de luces de neón, la tecnología lo dominaba todo, y casi incluyendo los sentimientos mismos. Si en ése momento estuviera en el otro lugar estaría estudiando a través de un aula de realidad virtual. Con lentes y audífonos dejando su cuerpo inmóvil como un vegetal y llevándolo al espacio virtual que era otro mundo completo. Y al desconectarse sólo sentiría que cayó a otro mundo artificial más. Tenían hologramas para todo, incluso las pantallas táctiles eran obsoletas, con sólo ordenar con la voz podías hacer que la propia cocina, completamente computarizada, te hiciera el almuerzo sin ni una persona alrededor.
Ahí no visitabas zoológicos o piscinas, sólo te conectas y puedes ir a ver a los animales desaparecidos como el león o los pájaros e incluso cargarlos y sentir su pelaje. Si deseas ir a las piscinas puedes sentir la sensación de mojarte. En ése mundo conocías a las otras personas del mismo modo. Akashi así conoció a sus "amigos", amigos que jamás había visto frente a frente. Sólo en la realidad virtual donde tu mente es mandada y que hace una imagen del cuerpo para sentirse corpóreo y así "vivir" en ése mundo artificial.
Esa realidad era tan creíble que siempre, todos los años, todos los meses, cada día, se escuchaba de personas que enloquecían al creer que ése era en verdad su mundo y al desconectarse era una pesadilla. Aunque no estaban lejos del todo, era una verdadera aberración el mundo verdadero. El aire en muchos lugares del mundo ya no era viable, así que maquinas dentro de los hogares se encargaban de limpiarlo y para salir a las calles era necesario usar mascaras.
Y ni qué hablar del agua, vegetación y las clases sociales, por supuesto. Akashi había nacido en lo más alto, y desde niño le enseñaron las tres grandes clasificaciones de humanos: los de clase alta, la media y baja. Y que literalmente había niveles entre cada una. Los de nivel alto vivían en los rascacielos o ciudades tecnológicas flotantes. Ciudades enteras suspendidas en el aire por al tecnología y que sólo con vehículos que la misma clase se puede llegar. Luego los de nivel medio, que era un hervidero denso de personas aglomeradas con menos tecnología que los anteriores, pero todavía tenían un cierto nivel de pulcritud y salud. Y la clase baja que eran los subterráneos, kilómetros y kilómetros de ciudades bajo tierra. Ciudades de acero oxidado y enfermedades.
Pero claro, mientras Akashi crecía fue notando que esas no eran las únicas tres grandes divisiones económicas, físicas y psicológicas de los humanos. Existían tantos sub-divisiones que se necesitaba toda una vida para estudiarlas todas.
-Y de pronto caí de cabeza en éste mundo que es totalmente lo contrario –piensa en voz alta.
Sus recuerdos deben quedar para después, todos los jefes están llegando. Pero aún con la sensación ácida del contraste brutal de esos "dos universos", Akashi recupera la sensación que tuvo cuando al fin se dio cuenta que ése "palacio" no era virtual, que era su cuerpo real y no su cerebro echado a perder en una realidad digital. Su cuerpo, mente y alma estaban justo ahí, los tres unidos al mismo tiempo.
Justamente ése golpe fue, el que en su momento, lo hizo sentir con más vida que nunca. Aunque viniera acompañado por el terror.
****MidoAka & KiKuro ****
El jefe de Akashi era un ser de pocas palabras, y jamás le había visto el rostro. Ese ser media aproximadamente tres metros enfundado en una uniforme como todos ahí, sólo que con una línea de tela color azul en el borde del cuello de la camisa, señalando su cargo. Su rostro siempre cubierto por una máscara blanca con ocho ojos dibujados y cuatro brazos corpulentos que trabajaban todos al mismo tiempo. Era un monstruo que tenía un escritorio circular para así poder moverse libremente. Y aunque caminaba sólo en dos piernas y lucía como si pesara una tonelada, realmente al caminar sus pasos eran ligeros. Era chocante y asombroso al mismo tiempo.
Realmente la comparación con un humano era ridícula. Cuando se lo presentaron a Akashi, la voz que salió tras esa mascara era rasposa y estricta, no le hablaba más que para dar indicaciones. Pero con el tiempo el pelirrojo notó que jamás le puso un "pero" al trabajar con un diminuto humano. Siempre absorto en su trabajo que nunca ni siquiera lo vio comer, el pelirrojo suponía que tenía que comer cuando terminaba la hora de trabajo y justo era cuando ya no lo veía más, hasta el siguiente día.
De hecho, era tan productivo y hábil que Akashi más de una vez se sintió humillado por la comparación de su trabajo traduciendo y escribiendo a la de ése gigante de cuatro brazos. Y eso que él se pasaba desde la madrugada al anochecer trabajando.
Pero lo que sí sabía, era que su trabajo y letra tan pulcra era lo suficientemente buena para que Wan, como se llamaba, no lo despidiera.
Su ayuda se sentía insignificante cuando al final del día, coloca el montoncito de manuscritos que había traspasado durante el día. Y pensar que él, entre los de su misma clase social y edad, era el mejor.
Algunas veces trabajaban con escrituras de medicina o historia, otras veces de literatura y hasta una vez, hubo un pedido de una mujer, una deidad caprichosa que pidió un libro entero de fábulas humanas que Akashi se encargó especialmente de escribir.
Pero siempre al final del día Wan, su jefe, revisaba su trabajo. Era humillante que desconfiaran del perfecto trabajo de un Akashi, pero también satisfactorio cuando no se encontraba ningún error, de hecho jamás le habían señalado un error durante ése medio año.
Pero también había veces que el pelirrojo no entendía en absoluto qué estaba reescribiendo, eran historias que no lograba a entender o palabras que jamás había visto y simplemente las trasladaba. Los refranes, poemas, leyendas y toda esa clase de cosas de ése mundo no las entendía porque parecían no estar pensadas para humanos, era una interpretación que sólo una deidad podía descifrar.
Ese día alrededor de las tres de la tarde había llegado con más trabajo un aprendiz de médico, ataviado con traje blanco y verde. Justamente el que había ayudado a Akashi cuando llegó al palacio donde se celebraba La Cumbre.
-Así que más trabajo, Midorima.
-Todo el tiempo estamos ocupados. Algunas deidades realmente enferman mucho y otras sólo son caprichosas.
Apunta dejándole una pequeña pila de papeles a Akashi y éste a su vez ordenándolos para iniciar de inmediato, aunque por un instante se permitió verlo más de cerca. Si bien su postura fuera firme, sus ojos lucían cansados. A veces Seijuro se preguntaba si su amigo no era un humano como él, ya que no tenía ninguna característica como orejas o colmillos, colas o una cara muy alargada.
Pero entonces caía en cuenta cuando le comentó en una ocasión, que hace un año no pudo dormir tres meses enteros por su trabajo. Eso para un humano era imposible. Así que la naturaleza de Midorima le era intrigante, pero preguntárselo se suponía un insulto así que mejor callaba.
-¿Te esta yendo bien? –pregunta acomodándose los anteojos.
A Akashi le pareció una pregunta tierna sin saber la razón realmente. Pero él mismo sonrió con sinceridad y afirmó con una sonrisa sin darse cuenta.
-Muy bien, tuve suerte de conocer la escritura antigua. Me ha tocado uno de los trabajos más tranquilos. A diferencia de ti que tienes que lidiar con personas muy problemáticas.
-No me gusta lo fácil.
-¿He?
En ese momento le pareció verlo apenarse un poco pero rectificó formalmente.
-No porque sea difícil renunciaré a algo que me gusta.
-Ya veo –sonríe entre curioso y un poco animado Akashi.
-Debo irme.
-Llevaré estos papeles apenas los termine.
-No es necesario, llámame y vendré por ellos.
-Claro.
Se había despedido y desaparecido entre muros de madera y puertas de papel. Midorima Shintaro había sido el primer amigo que hizo en lo que llevaba de vida, uno real con el que tenía mucho de qué hablar, y no uno que sólo conocía por un programa virtual.
Y también fue el tonto aprendiz que se topó en medio de su desgracia y que lo ayudó a salvar su vida, exponiendo la suya propia, cuando poco le debía de importar un humano.
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Continuará…
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NOTA DEL CAPÍTULO
(1) Tabi: Los Tabi son calcetines tradicionales japoneses que utilizan indistintamente hombres y mujeres con el zori, geta u otro tipo de zapatos tradicionales. Son comúnmente utilizados con los kimonos y generalmente de color blando. Los hombres usan también el color negro o azul.
Los trabajadores de la construcción, granjeros, jardineros, etc. Utilizan otro tipo de Tabi llamado Jika Tabi (Tabi que toca el suelo), los cuales están hechos de material más resistente y por lo general con suelas de hule.
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Gracias por llegar hasta aquí ^u^ sí ha gustado mi idea sería genial poder verte en el siguiente capítulo...hasta entonces.
