¡POTTER!

James se dio la vuelta, y sonrió al ver quién se acercaba. Remus, quién estaba agachado buscando un libro en la mochila, levantó la mirada y bufó. Lily Evans enfrentó a James, ceñuda, y con las manos en la cintura.

- Eres un idiota, Potter – le espetó. James arqueó las cejas.

- Dime algo que no sepa – dijo Remus en un susurro alto. James no le hizo caso.

- ¿Por qué siempre insultándome, Evans? – le preguntó a Lily. Ella bufó, abrió el libro que estaba en su mano izquierda, mostrándole una doble página donde estaba escrito, en letras enormes: "SAL CONMIGO, EVANS"

- ¡Era de la biblioteca, Potter! – se quejó. James contuvo una carcajada, pero se mantuvo serio. Entonces, se oyó un ruido, y todos miraron hacia las escaleras. Peter bajaba corriendo, con el cabello mojado, en busca de sus amigos. James levantó un dedo, y dijo:

- Fue Peter.

Al ver que todos lo miraban amenazantes, y James lo señalaba, Peter comenzó a transpirar, y balbuceó:

- ¡Yo no fui! ¡Lo juro! ¡Prometo que yo no me acabé el shampoo de Sirius…!

James estalló en carcajadas, mientras Lily suspiraba.

- No era eso, Pettigrew… - dijo, mientras Peter suspiraba aliviado. Luego volvió a enfrentar a James, y este se puso serio – Potter, quiero que dejes mis libros en paz. No voy a salir contigo, te lo dije millones de veces, así que… ¡Déjame en paz!

Dicho esto, se dio la vuelta, y se alejó con aire altanero. James lanzó un resoplido, y se dio la vuelta a ver a Remus, quién estaba levantado, con la mochila al hombro, y lo miraba con una sonrisa.

- No es divertido – dijo. Luego suspiró - ¿Sabes dónde está Sirius?

Remus negó con la cabeza.


No había nada más placentero que aquello. Lo había descubierto hace tan sólo un año. Durante sus primeros tres años, le era indiferente. Sabía que era guapo, pero nunca se había aprovechado de aquello. Sin embargo, en cuarto año, lo había descubierto. El placer de tener a medio colegio detrás. El placer de salir con una chica.

Quería probar los distintos sabores. Pero primero…debía seducirla. Aunque nunca era muy difícil… después de un rato de charla, le acariciaba la mejilla, se le iba acercando lentamente… La que estaba con él en ese momento no había sido particularmente difícil. Hasta había logrado mantenerla en el medio del pasillo. Ninguna podía resistirse. Excepto…

…oyó una suave tos detrás de él, pero no le hizo caso. Continuó abrazando a aquella desconocida, besándola hasta el fin del mundo. Volvió a oír esa tocesita molesta. Se le hacía conocida. A regañadientes, se separó suavemente de cómo fuera que se llamase, jadeante, y se dio la vuelta. Comenzó por abajo: vio un pie tamborileando en el suelo. Luego volvió a subir. Unos brazos cruzados. Y un rostro conocido, que lo observaba con un brillo inconfundible de ira en la mirada…

- Lewis… - murmuró, sonriente, levantándose. La chica con la que había estado besándose pareció ofenderse, pero a Sirius no le importo. Le llevaba una cabeza a Emily Lewis, pero sin embargo, ella se veía mucho más amenazante que él.

- Black – dijo ella, con un evidente tono de desprecio en su voz aguda - ¿Qué crees que haces?

- Lo de siempre – contestó él con una sonrisa burlona - ¿Quieres unirte?

- Eres un idiota – le espetó Emily – Siempre tan arrogante…¿no puede haber un día que no te creas superior a los demás?

- No – contestó Sirius sinceramente. Emily bufó.

- Igual, no venía para discutir eso…ni para interrumpir tu cita… - Sirius sonrió burlonamente.

- ¿Estás…celosa, Lewis?

Emily lanzó un resoplido exageradamente fuerte.

- ¿Celosa, yo? ¿De quién? ¿De todas las putas ingenuas con las que sales por diversión? – la muchacha que estaba detrás de Sirius se levantó ofendida y se fue, dirigiéndole una mirada de odio a Emily. A Sirius no le importó. – Eso quisieras, Black.

Sirius rió a mandíbula batiente. Emily frunció el ceño.

- No fuiste al castigo de McGonagall, Black – le espetó. Sirius dejó de reír.

- ¿Qué castigo?

Emily bufó.

- El que nos puso por discutir en clase…acabo de salir de él… - al ver la expresión de Sirius, Emily se exasperó - ¡Eres un idiota! ¡Nos dejaste plantadas por una chica a la que ni conoces! ¡Te perdiste el castigo, y ahora McGonagall está que echa chispas!

Sirius tragó con fuerza.

- ¡Estuve en la enfermería! – exclamó, mientras salía corriendo, dejando a Emily echando humo por las orejas.


- Potter es un santo, en comparación a Black – le decía Emily, sentada en la sala común, a Lily, su mejor amiga. Lily bufó.

- Son dos idiotas – dijo, mientras terminaba sus deberes de Historia de la Magia. – Arrogantes imbéciles…

- Bueno, chicas, dejen de quejarse – les pidió Alma O'Connor, la tercera chica del grupo. Estaba sentada frente a la chimenea, escribiendo una de sus historias, que a Emily le gustaban tanto.

- ¿Qué escribes? – le preguntó Emily, asomándose. Mora sonrió.

- Una romántica – dijo. Emily sonrió satisfecha. Lily rió por lo bajo.

- Qué raro… - dijo - ¿No deberías estar haciendo la tarea?

Alma arqueó las cejas.

- ¿Para qué, si puedo copiártela a ti mañana a la mañana? - Lily y Emily la miraron con reproche. Mora sonrió de un solo lado. - ¿Qué? ¡Soy O'Connor!

Lily y Emily estallaron en carcajadas. Alma siempre había sido así: poco le importaban los deberes, y siempre la retaban por eso, aunque no solía poner nerviosos a los profesores, como James y Sirius. Ella era más mesurada. Sin embargo, a pesar de los constantes esfuerzos de Emily, Alma nunca cambiaría: siempre sería "la irresponsable" del grupo. Sería por eso que se llevaba tan bien con James y Sirius…

- ¿Oyeron eso? – preguntó Emily. Las tres se callaron, y se ocultaron detrás del sillón.

- Repíteme para qué hacemos esto, James – decía la voz de Sirius. Emily aguzó el oído.

- Porque tengo que conseguir ese libro, Sirius – decía James – Es la clave de nuestro éxito…

- No me parece buena idea… - esa era la voz de Remus. Era temblorosa, como si desconfiara de lo que estaban a punto de hacer.

Oyeron pasos por las escaleras. Parecían cuatro personas. Luego se dirigieron al retrato de la Dama Gorda, y salieron. Las tres se levantaron.

- ¿Qué creen que hacen? – exclamó Lily - ¡Los van a atrapar, y todos nos perjudicaremos!

- Debemos detenerlos – dijo Alma.

- Pero… - murmuró Emily - ¿Y si nos atrapan? No quiero volver a estar castigada por culpa de Black…

- ¡Emily! – exclamó Lily - ¡Soy prefecta! ¡No puedo dejar que los alumnos salgan por la noche! ¡Es mi trabajo detenerlos!

Emily dudó un instante. Miró a Lily a los ojos, y vio la decisión en ellos. Luego, suspiró.

- Vale, te apoyo – dijo – Vamos a buscarlos.

Salieron por el retrato de la Dama Gorda. Los cuatro habían desaparecido. Comenzaron a caminar lentamente, en busca de sus compañeros.

- ¿Dónde podrán estar? – se preguntó Alma, al cabo de quince minutos. Lily abrió la boca para contestar, pero entonces se oyeron unas voces del otro lado del pasillo.

- ¡Black! – murmuró Emily, acercándose. Las otras dos la siguieron. Las voces provenían de la biblioteca. Las tres entraron.

- Creo que debe estar por aquí… - decía la voz de Sirius. Emily frunció el ceño, y caminó hacia él. Cuando le tocó la espalda, él se sobresaltó.

- ¡Lewis! – exclamó, al verla bien, suspirando aliviado. – Que susto me has dado…

- ¿Qué hacen aquí? – preguntó James, al ver aparecer a Alma y a Lily.

- Qué hacen ustedes aquí – corrigió Lily – No se supone que deban salir por la noche.

- Ustedes tampoco – se defendió James. Lily lo miró ceñuda.

- Los estábamos persiguiendo a ustedes, Potter – dijo.

- Sigue estando mal – corroboró Sirius.

- ¿Chicos? – De la nada, Remus apareció entre los estantes. Emily se sobresaltó. Lily lanzó un grito ahogado, para que luego James le tapara la boca y Sirius hiciera "Shh!", y Alma casi se desmaya.

- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde…? – balbuceó.

- Es una capa invisible – explicó James, señalando el bulto que tenía Remus en la mano – Ahora seguro debemos irnos, con el grito que pegó Evans ya todo el colegio ha despertado… ¡pero no entramos todos bajo la capa!

- ¡Yo me cubro! – exclamó Peter, aforrándose al trozo de tela.

Todos le dirigieron una mirada envenenada.

- Qué cobarde… - murmuró Alma. Se oyeron unos pasos, y todos se miraron - ¿Qué hacemos ahora?

Entonces, oyeron un maullido, y todos se giraron a ver. La Señora Norris tenía sus ambarinos ojos fijos en ellos.

- ¡No! – exclamó Sirius en un susurro – A la cuenta de tres…

- ¿Quién hay ahí, preciosa? – preguntó la voz del celador.

- uno… - murmuró Sirius.

La gata maulló.

- Dos… - susurró James. Todos estaban inmóviles.

- Vándalos…no tienen dónde escapar…

- ¡Tres! ¡CORRAN! – gritó Remus, y todos salieron corriendo. Salieron de la biblioteca, con el corazón latiendo a mil por hora, y corrieron por varios pasillos.

- ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA! – gritaba el celador - ¡PASILLO TRES, ALUMNOS FUERA DE LA CAMA!

- ¡Aquí! – exclamó Alma, abriendo una puerta. Todos entraron a la sala, y la chica cerró la puerta con un encantamiento. - ¡Eso estuvo cerca!

Emily, jadeante, se había tirado al suelo, apoyada en la pared. Sirius se apoyaba contra una mesa, respirando agitadamente.

- ¡Todo…es…su…culpa! – jadeó Lily. Las voces de los profesores McGonagall y Slughorn se oían afuera. James se tiró al suelo junto a Peter.

- No puedo creerlo… - murmuró Remus - ¿Qué haremos ahora?

Alma se encogió de hombros. Entonces, divisaron en el centro de la habitación…un espejo. Un espejo de cuerpo entero.

- ¿Qué es…eso? – preguntó Emily.

- Un espejo, Lewis – se burló Sirius - ¿Qué no lo ves?

- Parece…de oro… - murmuró Lily. - ¿Será valioso?

- No lo sé… - susurró James – Pero me atrae…

Comenzó a acercarse lentamente al espejo. Todos lo observaban desconfiados.

- No se si debas, Potter… - susurró Lily. James hizo caso omiso – Enserio, creo que…

Entonces, James, con la punta de los dedos, tocó la superficie.

- ¡Ah, me absorbe! – exclamó, al ver como sus dedos comenzaban a enterrarse en él. Luego su mano, su brazo… - ¡AYUDA!

- ¡JAMES! – gritó Sirius, y corrió a tomarlo por la cintura. Pero a pesar de que tiraba, James continuaba siendo tirado hacia adentro. - ¡JAMES!

- ¡No, James! – Emily tomó el brazo de Sirius, mientras Lily tomaba su cintura, pero ninguna de las dos pudo. James ya estaba casi completamente absorto. Y Sirius comenzaba a ser absorbido también. Remus tomó un brazo de Lily, Alma su cintura, y Peter se agarró al brazo de Emily. Sirius fue completamente absorto. Uno a uno, los jóvenes iban siendo absorbidos dentro del espejo.