† Misery loves company †
Autores: MizzMassacre y Alextoxic.
Disclaimer: los personajes de Naruto no nos pertenecen.
Parejas: Sai x Ino.
Advertencias: Angst, AU, HC, Maltrato, Muerte, OCC.
† Capítulo I †
Estaba cansado de esta vida, cada día era una fotocopia del anterior, y a sus diecisiete años todavía no había encontrado ni una razón para seguir adelante, para ver más allá de esa infinita soledad, para ignorar ese vacío que inundaba su corazón. No era nadie en la vida y nunca lo llegaría a ser, lo sabía a la perfección, como también sabía que difícilmente lograría terminar esos dos cursos de Bachillerato. Lo suyo era la música, no los estudios, pero sus padres lo presionaban con que estudiara para así conseguir un empleo medianamente rentable... que probablemente lo frustraría incluso más de lo que ya estaba. Decían que lo tenía difícil si quería dedicarse a la música, que la mayoría de los chicos como él terminaban por morirse de hambre... lo llamaban fracasado a la cara, y lo tenía asumido. Pero lo que él siempre se decía era que si ganaba la mitad de dinero que ganaban grupos como Bring Me The Horizon o Suicide Silence, iba más que sobrado.
Era media mañana en la ciudad de Londres, y él se encontraba sentado en su pupitre como cada mañana, haciendo caso omiso a las explicaciones de su profesor, con la gente en otro planeta, pensando en una nueva canción que escribir, a pesar de que la mayoría de las que escribía trataban de lo mismo. Odio y desesperación. Sonrió irónicamente al recordar lo que sus padres opinaban acerca de su música: "una aberración, una serie de gruñidos ininteligibles y gritos desgarrados, acompañados de un par de guitarras haciendo ruido y una batería ametrallando a mil por hora". Pero esa era su música, el reflejo de sus sentimientos de desprecio hacia la sociedad, lo único que conseguía apartarlo ligeramente del suicidio... lo único que lo había mantenido con vida desde hacía cinco años.
Miró a su alrededor y se encontró con sus tres compañeros de grupo y únicos amigos, charlando entre ellos, ya acostumbrados a su siempre presente apatía. Muchas veces le habían dicho que encontrar una chica le levantaría el ánimo, pero todas aquellas le parecían una panda de zorrones, siempre cotilleando entre ellas y preocupándose por lo que estaba a la moda. A sus ojos, eran seres despreciables. Y, aún por encima, el bajista de su grupo, Sasuke Uchiha, popular entre todas las adolescentes en celo de la ciudad, ahora tenía un lío con una estúpida niñata pelirrosa que se creía lo más de lo más. Decía que sólo estaba con ella por sexo, pero la muy despreciable se acoplaba a ellos cada día que salían por la ciudad, y así eran los cuatro quienes la tenían que soportar.
-¿...Qué te parece? - preguntó uno de sus amigos, dirigiéndose a él, que no había estado atendiendo a la conversación en absoluto.
-¿El qué?
-¡Aah, sabía que no habías estado escuchando! ¿¡Cómo puedes estar tan en otro mundo! ¿En quién estabas pensando, eeeh?
-Naruto estaba diciendo de quedar esta tarde en el parque central - atajó el pelirrojo, cesando el parloteo del otro chico con una mirada fría.
-Como queráis, a mí me da igual.
-¿Qué te pasa? Últimamente estás más atontado de lo normal.
-Vaya, gracias por llamarme atontado - respondió mirándolo con sorna.
-Gaara tiene razón - continuó el rubio, sonriente - ¡Estoy seguro al cien por cien de que estás pensando en una chica!
-No pienso en ninguna chica... - dijo impasible - Por cierto, ¿vendrá también Sakura?
-Tranquilo, esta tarde no viene, que iba a ir de compras con no sé quién a no sé dónde o qué me importa a mí - contestó el Uchiha.
Los tres siguieron hablando mientras él volvía a estar en su mente, pensando acerca de su vida, cuando una imagen de unos hermosos ojos del color del cielo aparecieron en sus pensamientos, odiándose a sí mismo por ello... hacía semanas que aquella chica desconocida lo embrujaba día y noche. No la conocía en absoluto, ni siquiera sabía su nombre, y seguramente sería otra descerebrada estúpida más, pero su visión no había desaparecido de los pensamientos del chico desde que por primera vez la vio en aquel parque al que, desde entonces, acudía día tras día, esperando verla... y odiándose a sí mismo por ello.
En un intento por entretenerse y no perderse en sí mismo, abrió la libreta que, a pesar de estar a mediados de curso, seguía casi impecable, y comenzó a hacer garabatos, sin escribir nada en concreto, sólo dejando trazos sin significado del bolígrafo en el papel. Bajó la mirada hacia la hoja y una sonrisa cínica cruzó su cara. "Daría a cabo una masacre que hiciera que el puto mundo quedara rojo debido a la sangre putrefacta de todos esos hijos de puta llamados humanos".
xXx
Mientras, en la otra punta de la ciudad, ella se encontraba sentada en un sillón de terciopelo carmesí, a juego con las cortinas que adornaban la ventana por la que miraba absorta, deseando huir de allí, anhelando la libertad. Hija de los dueños de la más importante empresa del país, se sentía como Rapunzel, encerrada en su habitación, esperando por alguien que la salvara de esa cárcel. Era el segundo día de esa semana en el que había fingido sentirse enferma para así quedarse en casa y no tener que asistir a ese prestigioso instituto privado que ella tanto odiaba. No tenía amigos, nadie la comprendía, eran todos un grupo de niños ricos, al igual que ella, pero no los soportaba, no soportaba sus aires de superioridad.
Se levantó de aquel sillón y tomó su iPod, el cual reposaba en su mesilla de noche, y se colocó los auriculares para así escuchar esa música que sus padres le tenían prohibida. "Porque una dama no podía escuchar esa basura llamada deathcore". Frunció el ceño al oír la voz de su madre en su cabeza, ¿qué más daba la música que ella escuchara? Había aprendido y cumplía todo lo que su institutriz le había enseñado cuando aún era una niña, sí, tenía buenos modales, y vestía elegantes y caros vestidos, de aquellos que estaban de moda en el siglo XIX, los que a ella le gustaban, pero a sus padres no les molestaba mientras fueran dignos de una niña rica... y de algún modo tenía que descargar su ira, aparte de en sus muñecas.
Interrumpió sus cavilaciones al oír la puerta de su cuarto abrirse lentamente, y con rapidez se deshizo de los auriculares y tiró el iPod debajo de la cama, de modo que quien fuera que entrase en su habitación no pudiera percatarse de que, efectivamente, de nuevo había estado escuchando "esa endiablada música". Vio entrar a una de las muchas criadas que trabajan en la gran mansión y que se encargaban de atormentarla cuando sus padres no estaban en casa, es decir, la mayor parte del tiempo. Traía consigo una bandejita plateada sobre la que se encontraba una taza de delicada cerámica de la cual podía verse humo salir, supuso que sería té lo que contenía.
-Señorita, no debería levantarse de la cama si se encuentra enferma - sonrió ligeramente al verse de quien se trataba, la única empleada que le gustaba. Era una chica casi de su misma edad, unos dos o tres años mayor que ella. Era una de las pocas personas que no la trataba como a una oveja negra, al contrario, ésta la respetaba y le hablaba con cierto cariño y aprecio. Trabajaba para los padres de ella porque quería entrar en una buena universidad en la que sacarse una carrera, y necesitaba dinero para pagarse los estudios.
-No te preocupes, ya estoy bastante mejor... y te he dicho miles de veces que puedes tratarme de tú.
-Lo siento, es que se me hace raro, como delante de los señores tengo que hablarte de usted...
-Baah, no te preocupes por eso - la criada sonrió y se sentó en la cama de la joven, dejando la bandejita sobre la mesilla en la que anteriormente se encontraba el iPod, el cual seguía debajo de la cama.
-Te traía una infusión para que te mejores, pero veo que ya has mejorado.
-Me la tomaré igual, ya que te has tomado la molestia... - dijo cordialmente, para después levantarse y tomar la taza con ambas manos, soplando antes de llevársela a los labios. Al haber comprobado que no quemaba, la tomó de un trago, y luego volvió a dejar la taza en la bandeja.
-Como bebas tan rápido, te va a sentar mal... - se levantó, notándose un poco molesta con esa ropa ya que no estaba habituada a vestirse así, y recogió la bandejita, disponiéndose a devolverla a la cocina.
-Qué va, si ya tengo el estómago acostumbrado a beberme todo así de golpe...
-Dime la verdad, ¿en serio estabas enferma? - la joven sonrió pícaramente a la vez que le enviaba una mirada cómplice - Entiendo que no te guste ir a clase, pero como sigas así fingiendo, pronto van a dejar de creerte...
-Hinata, gracias por no decir nada de esto a mis padres.
-No tienes por qué dármelas, pero intenta portarte mejor, ¿vale?
-¿Sabes...? - dijo cuando ya volvía a estar mirando el exterior a través de su ventana - Creo que esta tarde iré de nuevo a dar un paseo por el parque - su... podría decirse que amiga, sonrió, como pensando que aquella niña nunca cambiaría, y salió del cuarto tras haberse despedido de ella, quien se levantó de nuevo para cerrar la puerta, quedando de nuevo sola... sola, como siempre había estado.
