[Reedición 2015]

Aclaraciones: Spiral ~Suiri no Kizuna~ y sus personajes son propiedad de Kyo Shirodaira & Eita Mizuno. Ésta historia se realiza sin fines lucrativos. Gracias!


Notas para Piano

Basado en el final del manga.

Flashback

— ¿Puedes mantener esto por mí? —cuestionó, poniendo un pequeño pendiente en su mano.

— ¿Eh? —la chica musitó con sorpresa.

—Por favor —insistió él de alguna manera—, regrésamelo si alguna vez nos volvemos a ver —finalizó dándose la vuelta para irse.

—Bien —asintió ella—, definitivamente… —murmuró.

Luego cubrió su boca, en un intento de reprimir los sollozos que amenazaban con salir; sin embargo, las lágrimas rodaban por sus mejillas sin control.

Ése había sido su adiós.

Fin del Flashback

Contemplaba el paisaje a través de la ventana del taxi.

Era nostálgico regresar al país donde había crecido, lastimosamente sólo tenía cuestión de horas para estar ahí. Cerró por un momento los ojos, necesitaba fuerza y paz interna para aquello.

—Señorita, hemos llegado —anunció el chofer deteniendo la marcha.

—Se lo agradezco —sonrió amable, bajando del auto.

El hombre de mediana edad agradeció el gesto para después marcharse. Había dejado a su pasajera frente a un edificio de pulcro color blanco. La mujer levantó la vista, meditando su decisión.

—Es lo correcto, ¿no? —se dijo para convencerse.

La señorita del módulo de información le proporcionó todo lo que necesitaba. Habitación 1201, le había dicho.

Caminó. En cuestión de segundos se encontró en el piso señalado, nuevamente dudó. En realidad había hecho un viaje de muchas horas sólo para cumplir aquello. ¿Iba a retractarse en ése momento? Meneó la cabeza, apartando esos pensamientos.

Extendió la mano hacia la perilla de la habitación indicada, cuando se topó con dos personas que la abrieron.

—Ha sido mucho —un hombre le habló—, ¿has estado viajando por Europa?

—Sí, es realmente muy ocupado mi trabajo —respondió de mala manera. Él no se inmutó—, me voy al mediodía.

—Entonces no te detengas —sonrió. Ella le miró con desconfianza—. Ah, casi lo olvido. Hay algo que quiero preguntarte —le detuvo.

A un lado suyo, su esposa, la Inspectora Madoka le miró con intriga.

— ¿Qué?

— ¿Me odias?

—Sí, realmente te odio —le sonrió ampliamente.

Kiyotaka Narumi sonrió.

—Gracias —dijo.

Hiyono hizo una pequeña reverencia, ignorando cualquier otro comentario que pudieran hacerle.

Fuera en el pasillo las teclas y la dulce melodía de un piano sonaban. Sonrió, todavía recordaba la primera vez que lo había escuchado, cuando era un estudiante promedio y él era sospechoso de un accidente.

Soltó un suspiro, tiempo era lo que no tenía y lo estaba malgastando. Lentamente se adentró en la habitación, apenas pudo sonreír, intentando no lucir afectada por la condición de ésa persona.

—Cuánto tiempo sin verte, Narumi-san —habló, captando la atención del chico que escribía notas en pentagramas.

—Ah, eres tú —Ayumu la miró—. Lo siento, regresa más tarde. Ahora mismo estoy ocupado.

Una venita saltó por la frente de Hiyono, palpitando ante semejante respuesta.

— ¡¿Qué pasa con ésa actitud?! —reclamó aparentemente molesta. Ésa situación le parecía como cuando ambos asistían al Instituto Tsukiyomi—. ¡Es el reencuentro después de nuestra ruptura emocional hace dos años!

— ¿Entonces? —Narumi preguntó, sin obtener respuesta—. De todos modos, ¿para qué viniste? —cambió de pregunta, dejando de lado sus hojas.

La castaña frunció el entrecejo de modo infantil, metiendo la mano en el bolso que cargaba. Después de hurtar poco, encontró el pendiente.

— ¿Te di eso? —preguntó el castaño.

—"¡Éste chico todavía es un malvado!" —pensó enfurruñada, luego de que él ignorara la pequeña pieza de metal. — ¿Qué estás haciendo? —inquirió mirando curiosa su trabajo.

—Mi situación empeoró y ahora no puedo mover el brazo izquierdo —explicó—, por eso voy a cambiar ésta pieza para poderla tocar con una sola mano.

— ¿Qué no dejas de tocar? —rió apenas.

—Por supuesto que no —sonrió como inusualmente lo hacía—, ¿quieres escuchar una canción?

Hiyono se sorprendió con la propuesta. Hacía tanto tiempo que quería escucharla y por fin lo conseguía. Miró al hombre por unos segundos, meditando su respuesta.

—Entonces, si Narumi-san sólo me dijese: "por favor, no importa qué, escucha mi canción" —sonrió.

—Entonces, "por favor, no importa qué" —Ayumu también sonrió.

Al otro lado de la cama reposaba un piano de cola, lentamente extendió su brazo derecho, el único que podía mover. Pronto la habitación se vio inundada con aquél sonido de las teclas. La castaña cerró los ojos, disfrutando del deleite que era escuchar a Ayumu Narumi.

A fin de que la esperanza no desaparezca, con el fin de no cambiar la oscuridad en las vibraciones de la música.

Fuera de hospital, varios pétalos de cerezo revolotearon con el viento.

Porque él había recuperado lo que desde un principio fue su propia felicidad.