De un momento a otro, ella me beso.
Con los ojos entre abiertos pude ser las pequeñas lágrimas que resbalaban por sus mejillas rosadas… mientras yo probaba el sabor de sus labios, que siempre fue como lo imagine: dulce. Recorrí mi lengua la superficie de sus labios y regresaba sobre el camino que había trazado para darles ligeros mordiscos, la abrazaba y la apretaba contra mi cuerpo. La sentía arquearse y resistirse al contacto de mi piel.
"Yo no te haré daño my lady"
Pero sus sollozos no dejaban entender mis palabras. Me estaba volviendo loco su dolor, su desesperación y el crujir de su corazón…
"Si quieres puedes ver quién está detrás de esta máscara" Guie su mano hasta el borde de mi antifaz, otorgándole la libertad de revelar mi secreto, pero no obtuve ninguna clase de atrevimiento por su parte.
"No te rindas, dame una oportunidad" Le decía mientras ahogaba mi lamento entre sus labios y la empujaba más contra mi cuerpo, abriendo con mi lengua su pequeña boca.
"Por favor" Le suplique con el corazón en la mano, humillado por ser la última opción de la mujer que amaba, sintiéndome como plato de segunda mesa.
Traté una vez más de que respondiera mis besos, tomé delicadamente su cabeza entre mis manos, aparte el fleco de su cara para observarla mejor, le dedique una esperanzada sonrisa que parecía más una mezcla de melancolía con tenues reflejos de ilusión… y le di un tierno beso… pero eso no evito que sus lágrimas se detuvieran, ni siquera que su llanto cesara, eso sólo lo empeoró.
"Por favor… por favor" Le imploré agobiado, ahora era yo quien lloraba. Me oculte entre el espacio de su cabello y su cuello, sintiéndome miserable, peor que basura; justificando a my lady por no ser lo suficiente como aquel hombre que la había rechazado.
¿Quién era yo, comparado a él? Aun oculto entre la curvatura de su cuerpo e inundando mis pulmones con el perfume de su piel, solo pude decirle "Lo siento" La abrace como nunca, la abrace como si mi vida dependiera de ello… La abrace para demostrarle lo mucho que ella significaba para las siete vidas de este gato.
Rogué que en ese momento el mundo se acabará, porque después de ese abrazo, la vería sólo al cerrar los ojos.
Quien realmente tenía la culpa era yo, quien no era lo suficientemente bueno para ella.
