El sudor corría lentamente por mi piel, surcando mi marcada espalda, la cual era acariciada por esas manos tersas y de porcelana; que no eran precisamente de mujer. Los suspiros se hacían uno al momento en que nuestros labios se buscan desesperados, jugando fieramente con la lengua contraria hasta que mi boca, casi por inercia, se desvía hacia su cuello sin importar que luego la ropa lograra cubrir o no las marcas que iba dejando gracias a mis dientes. Mi nombre, entre jadeos roncos, se dejó escuchar por la habitación, logrando que mi cuero se tensara y mi morena piel se colocara en defensa. Pero qué defensa ni qué mierda. Quería follarlo ya mismo y en ese momento sabía que…
-Sa.. Sasuke…
Aquél gemido ronco me hizo vibrar y apresurarme en quitarle los pantalones al chico debajo de mi cuerpo, quien sonreía casi con ternura pero también con infinita lujuria.
-Sasuke, Sasuke…
Escuchar mi nombre salir de esos hinchados y amoratados labios gracias a mis besos eran la gloria misma.
-Sasuke, ya…
Oh, mierda. Sentía que podía correrme de tan sólo escuchar su voz envuelta en deseo junto a mi nombre, suplicando lentamente.
-Sasuke, ya… despierta. ¡Teme!
Abrí los ojos de golpe, encontrándome con el dobe bien cerca de mi rostro, mirándome con el ceño fruncido al igual que sus labios. Infantil. Gruñí lentamente por haberme despertado de mi sueño y me acomodé en la mesa, volviendo a cerrar los ojos para intentar seguir con ese sueño que, sin evitarlo siquiera, había logrado despertar mi calentura.
-¿Qué quieres, usuratonkachi? –Mi voz salió más pastosa de lo normal, pues claro, estar soñando que estaba a punto de follarme a mi mejor amigo, estando en plena clase de quizá qué cosa había logrado excitarme más de lo que quisiera en ese momento.
-Tu voz… ¿a quién te follabas ahora? –Su pregunta hizo que mis mejillas tomaran un color carmín demasiado suave, pero que se notaba a kilómetros por mi piel pálida. Solté un bufido. No podía decirle que estaba soñando con él así que sólo me quedé en la misma posición, con ojos y boca cerrada, dispuesto a ignorarlo. Pero Naruto no comprende el dicho "respetar el espacio personal" así que no dudó en prácticamente tirarse sobre mí para evitar que durmiera. Sólo volví a gruñir, no quería que me tocara, seguía demasiado caliente y si seguía el bulto entre mis pantalones sería más que notorio y no me controlaría y el maldito dobe tendría la culpa.
-¡No te duermas'ttebayo! –Gritó el Namikaze.
-¡No me grites, pedazo de subnormal! Estoy al lado tuyo –Grité yo en defensa.
-¡No te estoy gritando! –Volvió a gritar, un tic se instaló en mi ceja.
-Cállate o te callo yo de un puto golpe –No supe si mi voz sonó o muy molesta o muy excitada. Pero comprendí que fue lo segundo cuando abrí los ojos y me encontré con la cara roja del dobe.
-Esa voz… -Mierda, mierda, mierda. No hables, Uchiha. No hables.- Esa voz es la que tienes cuando…
-Cállate –Demandé escondiendo mi rostro entre mis brazos. Sabía a lo que iba, esa era la voz que tenía cuando me masturbaba y Naruto lo sabía porque me había encontrado en los baños del Instituto masturbándome y diciendo cosas que ni yo mismo sabía que podían salir de mi boca. Quería salir de ahí, carajo.
-¡A la mierda! ¿Quién fue el malnacido? –La voz grave del dobe cuando se enojaba era exquisita en ese momento, lo hacía más apetecible aún y yo no podía bajar mi calentura. Como pude, levanté la cabeza para ver que mi rubio amigo se sobaba un golpecito en la frente. Le había llegado una bola de papel.
-¡Estás rojo, zorro! –Gritó Kiba desde atrás, nombrándole de ese modo que odiaba. Tanto él como yo puesto que eran por las cicatrices que tenía en las mejillas gracias a los cortes que sufrió cuando era un bebé por el accidente. Sus padres murieron.
El timbre de final de clases sonó y yo me levanté más que rápido, recogiendo mis cosas y marchando del salón sin darle tiempo a Naruto para acompañarme. Me dolía la entrepierna y en el pasillo me aventuré para bajar la mirada y notar que aún tenía un leve bulto entre las piernas. Mierda. Coloqué el bolso un poco más cerca de mi cintura para cubrir un poco y seguí caminando.
-¡Bastardo, detente ahí'ttebayo! Mira que dejarme solo con esa manga de imbéciles –Escuché como mi mejor amigo refunfuñaba como un infante antes de llegar a mi lado, con el bolso al hombro. Le miré de reojo. Ya no iba tan rojo pero aún así el rubor se vislumbraba en sus mejillas; sonreí a penas un poco y negué con la cabeza. Sabía que Naruto seguía pensando en lo que había ocurrido antes y eso, inevitablemente, volvió a calentarme. Y para mi mala suerte, o buena, el imbécil vivía conmigo.
Llegamos a la salida y busqué en mis bolsillos el encendedor mientras que ya tenía el cigarrillo entre los labios, sentí un golpecito en el hombro que me hizo alzar la mirada y encontrarme con Shikamaru que me ofrecía el suyo. Con los ojos se lo agradecí y encendí el cilindro entre mis labios para luego entregárselo y ver como encendía el propio para irse junto a su novia; una rubia despampanante de ojos verde oscuro, si mal no recordaba su nombre era Temari.
-Claro… ¿Y yo me quedo sin nada, eh? Bastardo –Murmuró Naruto a mi lado, le miré con una ceja alzada para luego tomar el cigarrillo que reposaba entre sus labios y encenderlo con el mío. Una vez listo le dejé de nuevo entre sus labios y sonreí un poco.
-Ahora deja de llorar como nenaza y vamos al auto que quiero llegar a casa. Estoy cansado y tengo ganas de ducharme –Hablé tranquilo, disimulando la poca calentura que me quedaba en el cuerpo gracias a los dioses.
-¿Para quitarte las ganas de echarte un polvo? –Casi me atraganté con sus palabras y le miré con la mayor de las furias.
-Cierra el pico, malnacido –Gruñí con fuerza, sintiendo como mi entrepierna daba un pinchazo. Dolió.
-¿A quién llamas malnacido, puta? –Lo siguiente que pasó, fue que tuve que conducir yo y al hospital. Le disloqué el hombro de una patada.
-¡Ay, trátame con cariño que me duele! –Vociferó el dobe mientras le daba un empujón para que entrara a la casa.
-Tener que vivir contigo en mi casa ya es suficiente cariño, usuratonkachi –Murmuré sintiendo como iba a decir algo pero de un mal movimiento alzó el brazo izquierdo y por consiguiente soltó un par de quejido de dolor. Ese había sido la víctima de mi patada. Me acerqué a él y le tomé de la cintura para llevarlo hasta su habitación, abriendo la puerta con el pie. El color anaranjado claro me embargó de inmediato; siempre pensaré que ese color es de nena. Dejé a mi amigo en su cama y con cuidado le quité la chaqueta y le cambié ese mal vendaje de su hombro; Naruto sólo miró atento hasta que comencé que quitarle la camiseta. Se ruborizó. Me pareció lindo. Me estoy volviendo cursi.
-¿Q-Qué haces? –Comentó nervioso de mi tacto; siempre pasaba lo mismo. Últimamente lo tocaba y se alejaba como si le quemara. Esta vez no lo hizo y me agradó.
-Te voy a cambiar esta cosa, la enfermera no paraba de mirarte como babosa y no se concentraba en colocarte bien esto –Dije con una notoria molestia en la voz, Naruto lo notó y sonrió con burla.
-No me digas que estás celoso, teme. Si para mi eres único –Dijo entre una risa que me pareció estúpida. Lo era.
-Sigue diciendo eso y te romperé el otro brazo –Dije sin poder evitar una sonrisa culpable, siendo totalmente cuidadoso con él para no dañarle de nuevo el brazo mientras que él miraba con atención cada uno de mis gestos y acciones.
-Estás siendo muy cuidadoso –Comentó en voz baja, sabía que me miraba fijo.
-Siempre lo he sido, que tú no te des cuenta ése es otro punto –Fue ahí cuando alcé la mirada y me arrepentí. Sus ojos azul zafiro se clavaron en los míos y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. No podía mirarme así… Su dulzura en ese momento era extrema y me hacia mal porque me daban ganas de tomarlo y empotrarlo contra la pared para hacerlo mío y… Y… ¡Contrólate de una puñetera vez, Sasuke!
-Procuraré… darme cuenta más seguido –Su voz resonó en mi cabeza y cerré los ojos para concentrarme en acabar de vendarle el hombro y no en las constantes imágenes de nosotros en una cama.
-Gracias –Fue lo único que atiné a responder ante su comentario y me levanté cuando terminé mi pequeño trabajo.- Ya está listo… ahora.. descansa un rato y luego te traeré algo de comida –Dije más rápido que nunca y me giré para ir a mi habitación. Llegué y lo primera que hice fue cerrar la puerta, quitarme la camiseta y tirarme boca abajo en la cama. El tatuaje de una serpiente negra y morada rodeando mi espalda se imponía casi con respeto. Esto era demasiado peligroso, no podía ir descontrolándome cada vez que ese pedazo de imbécil me decía o hacía algo. No podía perder los estribos tan fáciles, sólo era Naruto… claro, sólo era un imbécil que me gustaba hace años. Oh, carajo. A mí me gustaban los chicos… No, a mí me gustaba mi mejor amigo y eso era demasiado peligroso.
