Prólogo

Por culpa de España

El cielo tronaba y la tormenta se iba haciendo cada vez más grande. Por suerte aún no había empezado a llover, pero poco faltaba.

Romano se quedó parado delante del enorme portón negro de hierro, sin saber que hacer. Empezó ha preguntarse en qué estaría pensando para decidir ir para allá. La idea le había estado rondando por la cabeza todo el mes y por fin se había decidido, pero ahora se echaba para atrás. Miró de reojo la placa dorada que había sido colocada al lado de la puerta: "Mr. England", ponía.

Se quedó pensando qué narices hacia el representante del Sur de Italia en lo más recóndito de Inglaterra, y la respuesta era muy fácil: por culpa de España.

España era un país no muy alto, con el pelo corto, marrón y ensortijado, la piel morena y los ojos verde oliva, en los últimos siglos no había cambiado ni lo más mínimo.

España le había tenido como su sirviente toda su infancia, hasta que por fin pudo independizarse de él e irse con su hermano pequeño Italia del Norte. Pero ni aún independizándose pudo librarse del profundo afecto que España le tenía. Cuándo Romano era pequeño le decía "¡Ay! ¡Qué pequeño eres Roma!" y ahora que ya ha crecido le dice "¡Ay! ¡Qué pequeño eras Roma!

A Romano, por supuesto que le molestaba que España le tratara como si aún fuera un niño, pero la razón por la que había decidido acudir a Inglaterra no tenía que ver con eso. Lo que le llamaba la atención a Romano era el propio España, por que siempre le recordaba cosas de cuando él era pequeño, pero en cambio, Romano no sabía nada de su infancia. Había estado viviendo con él durante siglos y nunca se le había ocurrido preguntar a nadie sobre la infancia de España.

Y por eso se encontraba delante de la casa de Inglaterra, por culpa de España.

Se oyó resonar un trueno y empezó a llover fuertemente, con un estremecimiento, Romano se apresuró a llamar a la puerta de

Inglaterra.