Fairy Tail y sus personajes no me pertenecen.
Perfecto para ti
Prólogo
—Sales en diez minutos.
Ella asintió con un movimiento de cabeza, sabía que la persona a su espalda todavía la estaba mirando, alzó sus ojos para fijarse a través del espejo y le dedicó una pequeña sonrisa. La puerta se cerró y entonces suspiró, agotada, cansada, y el día no había siquiera empezado. Colocó un poco de rubor en sus pálidas mejillas para que le diera vida a su rostro, parpadeó para ver que sus pestañas postizas no se hayan movido del lugar y finalmente tomó el labial rojo intenso para deslizar con cuidado sobre sus labios. Su pelo cayó sobre sus hombros en suaves ondas, ella meneó la cabeza hacia un costado y fingió nuevamente sonreír. Que falsa se veía esa sonrisa pero no hizo más, tenía que sonreír, debía sonreír.
Se levantó de su lugar dejando caer la bata que la cubría, frente a ella el espejo le mostraba una delgada figura femenina con pequeñas ropas cubriendo su cuerpo, vestía de blanco, su jefe decía que vestir de blanco hacía referencia a su pureza. Pureza. Era tan irónico, como si alguien en aquel lugar se fijara en eso.
Un escalofrío recorrió su espalda y sintió nauseas, ¡como cada vez que tenía que salir! Pero respiraba profundo y contaba, contaba hasta diez e imaginaba que todo estaría bien.
Sus tacones retumbaron en un silencioso pasillo, un hombre alto vestido de traje la esperaba al final de éste, el hombre la miró de pies a cabeza con una sonrisa altanera y después dejo escapar un silbido dando por entendido que le gustaba lo que veía.
—Cambia esa cara, preciosa. No quieres espantar a los clientes…
Juvia no respondió. Tragó saliva, la palabra "clientes" hacia que se le secara la garganta. Sintió unos dedos en su mandíbula que apretaron con fuerza y la obligaron a levantar el rostro. Los ojos furiosos de su jefe le estaban advirtiendo.
—Cambia tu maldita cara ahora, o te daré al primer idiota que me de dos putos pesos por tu inocencia.
Ella sabía que no haría eso pero de todas formas asintió, temerosa, asustada. Estaba al tanto lo crueles que podían llegar a ser los clientes. Siguieron caminando por otro pasillo, éste más ruidoso, se escuchaba a lo lejos la música y el parloteo de la gente. Juvia caminaba con la mirada clavada en sus pies, asintiendo sin escuchar a lo que su jefe decía, el hombre la dejó en la parte de atrás, una chica de cabellos rosas que vestía en ligeras ropas igual que ella le alzó su dedo pulgar dándole ánimos.
No sería la primera vez de Juvia en el escenario, Juvia sentía muchas cosas antes de poner un pie allí arriba pero cuando lo hacia todo malestar desaparecía, a Juvia le gustaba ser mirada, deseada, y el secreto estaba en que sabía que ninguno de esos hombres que babeaban por ella en primera fila tendría el dinero suficiente como para pagar su inocencia. Juvia arrugaba la frente cuando se referían a ella como "puta barata", bien era puta pero no específicamente una barata. Trabajaba en el cabaret más caro de toda España, no lo hacía por placer pero le había tomado gusto a su trabajo.
La música de su rutina comenzó a sonar y ella entró en escena, el bar estaba más concurrido aquella noche y las luces no la dejaban ver muy bien al público. Con pasos seductores camino hasta la orilla del escenario, pasó sus manos por su cintura, por sus piernas jugando con su pequeña pollera. Caminó hasta el centro donde había una pequeña silla y se sostuvo de ella para agacharse y menear su cola frente a la jauría de hombres que tan solo estaban a unos metros de ella. Se sentó y sus piernas se abrieron dejando ver la pequeña tanga que llevaba debajo de la pollerita blanca. Los silbidos, los aplausos, las palabras fuera de lugar solamente lograban que Juvia quisiera jugar más y más. Comenzó a jugar con sus pechos, primero suavemente, y de a poco cada vez más brusco. Se deshizo de la pequeña blusa y se acercó en cuatro de nueva cuenta hasta la orilla donde varios hombres estiraban sus manos para poder tocar algo de su piel. Pero tocar estaba prohibido para ellos.
Gateó hasta el otro extremo, se sentó a una distancia prudente y comenzó a jugar con su tanga allí, frente a ellos, fingiendo que de sus labios rojos intenso salían pequeños gemidos. Las luces en aquella ocasión la dejaron ver un par de ojos grises y un rostro joven inexpresivo. Era un chico guapo y Juvia sintió su cuerpo caliente al estar haciendo eso frente a él. La mirada del chico estaba clavada en su vagina y Juvia podía sentir que se mojaba, sus movimientos se hicieron más rápidos y se preguntó que se sentiría tener la lengua del chico de ojos grises entre sus piernas.
La rutina termino y Juvia bajó del escenario no sin antes levantar los billetes que le habían tirado. Meredy la recibió con un efusivo abrazo.
— ¡Estuviste genial!
—Bueno, al menos espero haber dejado conforme al jefe. —Juvia se encogió de hombros. — Ha estado un poquito pesadito hoy, me ha dado una charla mientras veníamos al escenario. ¿Sigues tú?
—Sí, sí. Oh y bueno referido al jefe es que he oído rumores de que hay gente importante hoy en el bar. —Murmuró Meredy.
— ¿Gente importante?
—Gente peligrosa. —Dijo esta vez la muchacha.
Juvia negó con la cabeza, esos "rumores" los conocía muy bien, las demás chicas siempre se divertían haciendo sufrir a su amiga.
—Quédate tranquila, lo único que he visto allí fuera no es algo fuera de lo normal, viejos de traje, hombres bebiendo hasta quedar inconscientes… y.
—¿Y…?
Un par de ojos grises.
—No es nada. —Respondió Juvia con una sonrisa y alzó su pulgar. — ¡Ánimo!
Meredy subió al escenario, se escuchaban los gritos y Juvia pensó que tal vez esa noche su jefe les pediría que hagan alguna rutina juntas, habían practicado hace unas semanas pero todavía no coordinaban muy bien, no era solo tocarse y ya. Perdida en sus pensamientos no se percató y se tensó cuando uno de los hombres de traje que trabajaba en el lugar entró señalándola y haciendo un movimiento para que lo siguiera. Ahora era el momento donde debía pasearse por el bar como si fuera una linda mercadería en oferta.
No es que le molestara su trabajo, ella estaba allí para cumplir órdenes pero había pequeños detalles a los que aún no se acostumbraba. La mayoría de los clientes eran gente de poder, gente reconocida, políticos, empresarios, gente del medio, ellas solían ser entretenimiento caro y su jefe había puesto un precio elevadísimo para ella.
Juvia alzó su vista para seguir al grandulón de negro con gesto tenso, no podía evitarlo, sus pasos eran cortos e intentaba mantener el vaivén de sus caderas como un movimiento sexy al caminar. Su rostro se relajó al ver que otra persona de negro se acercaba a ellos, palmeaba el hombro del grandulón y este se alejaba sin más.
—¡Gajeel! —Saludó ella con una enorme sonrisa.
—No traigo buenas noticias, pequeña.
Claro, debió suponerlo no es como si el encargado se acercaría a ella en medio del bar sin alguna intención aparente. Suspiró aunque disimulo un poco su mueca. El gesto de su amigo se relajó y se acercó a ella para que pudiera escucharlo atentamente, la música estaba alta.
—Han pagado por ti.
Un sudor frío recorrió la nuca de Juvia, si su piel pudiera estar más pálida daba por hecho que ahora mismo parecería un muerto. Sus labios temblaron, tenía la boca seca.
— ¿Quién? —Fue lo único que pudo murmurar. Gajeel no la escuchó.
—Tienes que ir a la habitación, te está esperando. —Juvia miró fijamente al hombre frente a ella. Sus ojos azules estaban llenos de terror, negó con la cabeza. —Por favor, Juvia… No hagas esto más difícil, sabias que este día llegaría, es tu trabajo. —Volvió a negar.
—¡No puedo! ¡No Gajeel! ¡No me hagas esto! Habla con el Jefe, dile… Dile que tienen que pagar más… Diles qué…
—¡Juvia! Él ha pagado el doble. Sabes como es el jefe… Los mafiosos son gente de dinero y él te quiere como sea.
Ahora hasta sus piernas temblaban. ¿Mafiosos? ¿Ella iba a acostarse con un mafioso? ¿Qué clase de persona era? Iba a lastimarla, iba a doler. Una lágrima cayó lentamente por su mejilla.
—Lo siento Juv, no hay opción.
Gajeel la escoltó hasta el primer piso, el primer piso… Donde estaban las habitaciones, las habitaciones que usaban sus compañeras con los clientes, ella solo había entrado una vez y no era un recuerdo muy bonito. Sintió que algo en la boca de su estómago se retorcía. Ella golpeó la puerta esperando que quién estuviera dentro la invitara a pasar pero la respuesta nunca llegó. Miró a Gajeel y éste se encogió de hombros. Sus manos temblaron un poco cuando decidió tomar el picaporte y entrar.
La habitación estaba oscura, una pequeña luz tenue alumbraba la cama y parte de un sillón. Había alguien allí. Juvia se sorprendió un poco, esperaba que su cliente fuera un viejo pervertido con arrugas hasta lugares en el cuerpo que no deberían tener arrugas o un viejo sucio, o un hombre horrible que la haría hacer cosas mucho peores pero frente a ella había un hombre guapo, un hombre guapo de cabello negro ligeramente despeinado, unos labios finos muy tentadores, llevaba su camisa doblada hasta los codos que le permitían ver los tatuajes que llevaba sobre la piel de sus brazos y parte de las manos. Llevaba muchos anillos, Juvia suponía que serían de oro. De repente se cruzó con unos ojos grises que la miraban a diferencia de lo que ella esperaba de forma comprensiva. A Juvia la habían mirado de muchas maneras pero jamás era una mirada buena, siempre eran para juzgarla, para criticarla, para desearla, miradas de lujuria, miradas de odio pero era la primera vez que se sentía mirada de la manera que aquel hombre lo hacía.
—Hola…—Soltó él con voz gruesa, grave con un acento un poco torpe.
—Hola. —Devolvió ella apenas moviendo los labios. Él se levantó de su lugar y Juvia dio un paso para atrás como reflejo. El hombre la miró preocupado y ella se dio cuenta de su acción. —Lo siento, no estoy acostumbrada, mi jefe te habrá dicho que es mi primera vez y… —Se sentía un poco tonta dando explicaciones, no es como si a él le fueran a importar. "Me vas a destruir igual" "Es un mafioso."
—Sono Gray… —Carraspeó. —Mi spagnolo no es muy bueno.
— ¿Eres italiano? —Él asintió. "Genial, la mafia italiana."
Juvia podía sentir los ojos grises sobre ella, sobre su cuerpo, el ambiente se había vuelto un poco ¿tenso? No sabía decirlo. No, no era tenso pero sabía lo que seguía.
Ella se removió en su lugar incómoda, su mirada clavada en el suelo, era incapaz de alzarla. Gray volvió a sentarse, se cruzó de piernas dejando un escapar un suspiro. Juvia lo miró y él le sonrió. Juvia no se sintió mejor con esa sonrisa pero se sorprendió cuando con un gesto Gray la invitó a sentarse a su lado.
— ¿Tu nombre? —Preguntó.
—Juvia…—Dijo mientras sus tacones resonaron en los cortos pasos que tuvo que dar para llegar hasta Gray y poder sentarse a su lado.
Gray no la tocó, Gray no la tocó en toda la noche, le hizo algunas preguntas y ella trataba de responder lo más claro que pudiera, comprendía que el español y el italiano eran parecidos pero tampoco eran iguales, notaba cuando a Gray le costaba entender, su entrecejo se fruncía y hacia una mueca donde sus ojos se achinaban y dejaba al descubierto unas pequeñas arruguitas al costado de éstos. Juvia no preguntó nada, en su cabeza no salía la idea de que el hombre a su lado era un mafioso, los mafiosos eran peligrosos y ella no quería hacer enojar a un mafioso. Además era algo así como la política del lugar… No podían preguntar, tampoco sabía que si lo que estaba haciendo con Gray era posible, es decir, estaban charlando de la vida, de las cosas que a Juvia le gustaban, hasta se había dado el lujo de sentirse un poco avergonzaba, también un poco divertida y hasta un poco feliz. Hace mucho que ella no se sentía feliz…
Gray miró la hora en su muñeca. —Debo ir…
Ella no entendió al principio pero cuando él se puso de pie comprendió. Juvia quería preguntar, quería preguntar la razón de esa noche, Gajeel dijo que Gray había pagado mucho dinero para pasar una noche de sexo con ella pero Gray no la había tocado. Pero Juvia no debía preguntar, no podía preguntar, debía sonreír y satisfacer al cliente.
—Gracias… —Mencionó ella mientras lo veía que se ponía un saco negro. Él se giró y la observó sin gesto alguno para después regalarle una sonrisa. — ¿Volverás…?
—Forse… (Tal vez)
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Continuará.
Hola! Hola! Hola!
Extrañaba escribir. Realmente extrañaba hacerlo y más sobre estos dos, mis amores. ¿Cómo andan? Mm, no va a ser una historia muy larga. Espero les guste y para los que todavía esperan "Sin Caer en el Amor" pienso volver pronto. Muchas gracias por sus mensajes, por su paciencia y por leerme.
Besos a Sole Cheney! Gracias por esa noche de apoyo que me diste y tus palabras de ánimo cuando más lo necesitaba.
Nos leemos pronto.
Sugar.
