Mentiras necesarias
Mantiene los ojos abiertos mirando fijamente el techo.
Las goteras caen rápidamente, inundando la habitación. Hacen un baile y un sonido curioso al estrellarse contra distintas superficies; el metal de una cazuela por aquí, el vidrio de un vaso por allá y al fondo, un chapoteo al caer en un tejido. La humedad se hace un poco más visible en el espacio, pintando las paredes, solo un poco más.
Y es finalmente un llanto, el que le hace pararse y correr.
Un pequeño se remueve entre el revoltijo de mantas de la cama, sudando copiosamente y agitando extremidades al frío aire.
—Ya, ya, estoy aquí, Cielo. — Sujeta piernas y brazos de una manera fuerte sin hacerle daño. —Tranquilo estoy contigo.
—Pero... — el niño gimotea. —Papá no está aquí, le extraño.
—Shh, él vendrá, sabes que siempre lo hace. —Besa con delicadeza su frente húmeda. —Él nos ama. —Kurt sabe que miente, no aprueba el hacerlo, pero a veces las mentiras son necesarias.
Le carga y regresan a la cama del mayor, el cansancio duerme a uno.
o.O.o
Al día siguiente por la mañana, en la hora indicada para que las banquetas se inunden de gente: comerciantes, clientes, ladrones y mirones.
Kurt pasa tranquilamente, con el andar lo suficientemente pegado a los puestos para lograr su fin: un par de tomates de este puesto, unas papas del siguiente y ramas de olor del que atiende una pequeña niña; todos sin que nadie lo note.
Regresa con la bolsa de manta llena, de pequeños hurtos y de lo que encontró en los botes de desperdicios.
Maurice le espera sentado en el mohoso piso de madera, jugando con un tren que vio hace mucho tiempo épocas mejores, el niño imita el sonido de la locomotora mientras le hace rodar por el piso con emoción. Kurt sonríe ampliamente al verle jugar, es algo involuntario.
—Kurt, Kurt, regresaste. —El niño corre a su encuentro y se aferra a su pantalón. Hummel hace una mueca ante las palabras del infante. —Te dije que lo haría, nunca te dejaría.
—Es lo mismo que dijo papá.
—Él regresará, ya te lo he dicho. —El niño asiente.
o.O.o
Kurt tiene la espalda recargada sobre la fría pared de piedra, mientras ve caer los copos de nieve, se pregunta: ¿Cuándo él volverá?
Desearía tener un cigarrillo entre sus labios, el aire pesado y contaminado, inundando sus pulmones. Pero como casi todo, es algo que no tendrá. Por ello se imagina que lo tiene, al igual que un techo que sirva y cumpla su función. Además, de una tibia chimenea en su hogar.
Y él solo espera su regreso.
o.O.o
Se encuentra en la plaza, con hojas limpias y carboncillo en mano, tiene tiempo que no dibuja nada, desde que conoció al padre de Maurice. El hacer retratos sin duda es más honesto que los paseos por el mercado.
Solo hay un pequeño inconveniente, nadie se ha sentado en el banco de madera frente a él, y ya es media tarde, pronto tendrá que irse por la falta de luz. Y Maurice y él necesitan comer.
Quizá pueda acercarse a la panadería, siempre mantienen el pan cerca de las ventanas abiertas. Al menos así no dormirán hoy con el estómago vacío.
Unos caros zapatos se paran frente a él. Hummel asombrando sigue la línea de estos para ver a un bien parecido hombre.
— ¿Señor, se le ofrece algo? — sabe que posiblemente es la única oportunidad de la tarde.
—Quiero un retrato.
—Claro, — Kurt se para derecho y acomoda sus aditamentos con nerviosismo —Sí, tome asiento, por favor. —Hace una seña a la pieza de madera frente a él.
El individuo niega.
—No deseo ver mi rostro en el papel.
Kurt aún nervioso le mira detrás del cuadernillo.
—Deseo el suyo.
El carboncillo cae de los dedos del castaño al piso, formando una mancha negra en el lugar de impacto.
—No le entiendo señor.
—Su rostro en lugar del mío, le pagaré por ello.
Y Kurt lo hace, se dibuja así mismo. Es pagado por ello y él se va.
Por primera vez cuenta con el dinero suficiente para comprar pan, vino y un poco de queso. Maurice se emocionará bastante, lo puede apostar.
Mañana pongo el siguiente.
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Besos "3"
