Hola ! Bueno, este es mi primer fanfic de Twilight. La verdad yo he escrito varias historias pero estan colgadas en el otro extremo de Fanfiction, sobre Inuyasha. No me corresponde a mi decir si son los mejores, pero son buenas. Esta vez quería probar algo diferente, como estoy afanada con Twilight y todo lo que tenga que ver con ello quise escribir un one-shot que mostrara el infinito amor que Edward y Bella se tienen (aunque sea una historia alterna). Espero que les guste (:


Dime si quieres que te bese

Se pasó una mano por los cabellos y se quitó la coleta. Miró a su costado para cerciorarse de que él aún estuviera ahí, luego sonrió. Caminó hasta quedar a su altura y se sentó sobre la hierba.

Edward no abría los ojos.

Frunció el ceño y miró para el lado contrario; admirando la vegetación del lugar, el hermoso azul del cielo, el sonido de un pequeño río que debía de estar cerca de ellos…

Ahhh…—bostezó Edward.

E interrumpió toda la magnificencia del prado.

Bella volvió a mirarlo con ojos penetrantes, tratando que él se volteara para hacerle frente de una vez. Pero cuando vio que el chico iba a abrir los ojos, sus mejillas se tiñeron de rojo y volteó el rostro avergonzada.

Idiota. Pensó.

Edward abrió los ojos para encontrarse con la nuca de la chica. Apretó la mandíbula fastidiado. ¡Había estado mirándolo un ratazo y cuando él por fin la miraba ella volteaba su cara! ¿Cómo es eso? Talvez la niña necesitaba un pequeño empujoncito…

¿Estás dormida?—le preguntó.

Bella sintió como su corazón palpitaba como loco. No contestó, quería que pensara que estaba dormida.

Edward sabía que estaba despierta, pero decidió seguirle el juego, así que cerró los ojos lentamente e hizo que su respiración fuera cada vez más lenta. Ja. Así ella pensaría que él estaba dormido.

Bella se volteó lentamente cuando no escuchó más la respiración de su acompañante. Lo vio 'dormir' pacíficamente y le dio un poco de envidia. ¡Solamente él podría dormir en un momento así! Ella con las justas podía cerrar los ojos teniéndolo a su lado. Él la ponía demasiado nerviosa como para dormir.

Se acordó de la primera vez que Edward la había traído a este prado. Ella se había peleado con su madre y había huido a la casa de él. Él quiso convencerla de que regresase, pero ella no quería volver a pisar ese suelo, así que la sacó para que despejara su mente y para que pensara con claridad. Bella no se opuso. Cuando llegaron al claro ella se mostró totalmente asombrada. No tenía idea de que él conociera semejante lugar escondido entre el aburrido pueblo de Forks.

Vengo aquí cuando no quiero verle la cara al más mínimo ser—le había dicho—. Es mejor así. Los insectos no me molestan.

Pero a ella sí le molestaban. Le daban asco. Cosita.

Decidió dejarlo así, sin decir nada en respuesta. Solo quería pasar un tiempo con él.

Desde ese día, todas las tardes después de la escuela, iban en el coche de él a ese lugar. Y a pensar de que ese día no había tenido ningún inconveniente en su casa, quería despejar su mente.

Con él, claro.

Hoy había llevado música para compartir sus audífonos con él. Para estar más cerca de él. Pero Edward no había querido escuchar música con ella, o de ella.

Vengo aquí a pensar, mujer—le había dicho—Escucha tú.

Dudó si sentirse ofendida o no. Finalmente decidió que no. Total, estaba a su lado.

Se quitó los audífonos y apagó su Ipod (que él le había obsequiado), luego volvió a mirarlo fijamente.

Empezó a picarle la nariz y estornudó levemente. Lo vio fruncir el ceño. Ahora que se ponía a pensar…sí le había pasado algo ese día. Algo que tenía que ver con él, obviamente.

Edward era el enamorado de una de sus mejores amigas. Ella era una de las mejores amigas de Edward. Ella y él estaban siempre juntos, no durante clases, porque las tenían separadas, pero sí durante los recesos. Angela la había jalado a un lado en la salida para hablar en privado. Bella ya se lo veía venir.

Creo que ya te debes de haber dado cuenta—le dijo seriamente.

Claro que sí. —le había contestado ella.

Mira—continuó Angela—, yo no te digo que no puedas ser su amiga, ni hablar con él. Pero la gente está comenzando a hablar y me dicen cosas que no me están gustando mucho. Sé cómo te comportas con él, se que parece que te lo estas ligando, pero yo sé que esa es tu forma de actuar. Solo te pido que te moderes más ¿comprendes? Siempre le estás tocando el pelo o cosas así. Todo el mundo me dice: 'Es tu enamorado', 'Ella es tu amiga'. Estoy quedando mal ¿ok?

A Bella casi le dan ganas de reírse, pero se contuvo. A ella también le molestaría que dijeran esas cosas sobre ella y su enamorado, claro, si tuviera uno.

No te preocupes. Ya entendí.

Ella había entendido, así que Angela se acercó a ella y la abrazó dulcemente. O eso pensó. Luego se fue, con él.

Ella había manejado hasta aquí sola, con su viejo coche. Había encontrado el prado sin su ayuda y había soltado unas cuantas lágrimas. Hasta que apareció él y dejó que su orgullo apareciera. Cuando él le preguntó si todo estaba bien ella fingió que sí. Entonces él se echó en el prado.

¿Porqué te fuiste sin mí?—le preguntó.

No quería interrumpirte.

Y ahí había quedado todo.

Se mordió el labio cuando él rozó su mano con la suya. ¡Maldita sea, que bien se sentía eso!

Contempló su maravilloso cuerpo, lo tenía solo para ella y ni siquiera podía tocarle el rostro. Lo había prometido, no quería más problemas.

Bella sabía perfectamente que él ya había tenido relaciones sexuales años anteriores. Sabía que no habían significado nada para él y eso la hacía sentirse muy bien. O eso pensaba. La verdad era que no sabía como sentirse al respeto. Quizás le daba envidia que alguien más lo haya visto desnudo y no ella.

Cerró los ojos fuertemente al pensar eso. ¡No!, ¡No!, ¡No! Ella no podía pensar en ese tipo de cosas, menos con él.

Pero siempre pensó que sería totalmente divertido darle unos cuantos besos en las mejillas, ir bajando hasta sus labios…besar coquetamente su cuello…

¡NOO!

Ella nunca le había dado un maldito beso en los labios y no se pondría a pensar en la posibilidad ahora.

Sin embargo… si él se lo pedía… qué podía hacer ella.

Y no sería un zorra por hacerlo, no, solo era una muchacha enamorada.

Enamorada de un chico que le pertenecía a otra.

Miró atentamente los labios perfectos de Edward. Tenía que reconocer que había hecho un buen trabajo al durar todos estos años tratando de no besarlo. Merecía una medalla por eso.

Pero, él no sentía nada por ella ¿cierto?, entonces jamás de los jamases tendría la posibilidad de mandar su amistad por el caño por un 'accidente'.

Un casto beso en la comisura.

¿Qué tanto piensas?—le preguntó Edward.

Bella se sorprendió al verlo con los ojos abiertos mirándola directamente. ¡Y ella mirando sus labios!

Se alejó un poco de él y se puso de pie. Estaba nerviosa y no sabía porqué.

¿Qué tienes?—le preguntó preocupado.

Bella comenzó a caminar en círculos rápidamente. Totalmente roja y con las manos y pies temblándole. Dudaba si decirle o no sobre lo que había hablado con su señorita enamorada.

Edward caminó hasta ella y la cogió de los brazos. Bella reventó cuando esos se posaron en ella de esa forma y cayó al suelo. Edward la siguió y la abrazó con dulzura mientras ella sollozaba. No tenía idea de lo que había hecho, pero fuera lo que fuese tenía que solucionarlo ya.

Bella no dejaba de lloriquear. ¡Dios! ¡Como odiaba verla llorar!

No puedo, Edward, no puedo. —había soltado la chica.

Bella quería que Edward la suelte de una buena vez. ¿Acaso no se daba cuanta de que la estaba haciendo sufrir aún más? Pero él solamente fortaleció el agarré que tenía.

¿Qué sucede? Dime, por favor, dime lo que he hecho mal.

¡Dios mío! Eso era el colmo. Él no había hecho absolutamente nada que le causara tanto dolor. Ella solita se había enamorado de un chico prohibido. De un chico que no la quería. Ella había permitido eso…

No puedo estar más a tu lado…—soltó, por fin.

Sintió como perdía el equilibrio y caía al suelo. Un golpe seco. Y no sabía porqué. Hasta que miró hacía arriba y vio como él la había soltado. Él la había dejado de abrazar y ella no tenía las fuerzas suficientes como para soportar su propio peso.

Edward estaba paralizado. ¿Ella había dicho qué?

Lo siento…—murmuró mientras sentía que las lágrimas brotaban con más fuerza. Edward aún no respondía.

¿Por qué? ¿Por qué ahora, cuando más la necesitaba, ella no lo quería a su lado? ¿Qué es lo que había hecho mal? Era su amigo, su mejor amigo ¿qué más podía ofrecerle? ¿Acaso existía algo más valioso que su amistad?

Le pasó la respuesta por la mente, rápida, como un rayo.

Amor.

No podía pensar en eso, ¿verdad? Eso no podía ser verdad. Él no podía amarla, ¿no es así? Ella no podía amarlo, sería una locura.

Hablé con Angela hoy, —ugh, Angela. No hablaba con ella directamente hace días, es más, ya no sabía si ella aún lo quería—ya sabes de qué, bueno, la cosa es que no podemos seguir viéndonos como lo hacemos. Está mal. Angela se siente mal. Yo me siento mal. No sé que hacer, de verdad. Quiero que me ayudes, por favor. ¿Qué debo hacer? ¿Qué debemos hacer?

Edward no sabía que hacer. ¿Debería dejar de ver a Bella solo para salvar su relación con Angela? O ¿debería seguir viendo a Bella, incluso verla aún más, y echar a perder lo que tenían él y Angela? Pero, ¿qué era lo que tenía con Angela exactamente? Ya no se hablaban, ya no se miraban, solo se besaban y eso no le bastaba.

Miró a Bella atentamente. Vio como las lágrimas se resbalaban por sus mejillas hasta llegar a tocar sus finos labios. Oh Dios, cuanto daría por ser él el que pasase por sus labios.

Podía mandarlo todo al caño ahorita. Podía decirle que no quería dejar de verla y plantarle un beso de una buena vez. Pero, ¿ella querría?

Edward la estaba mirando más de lo normal. La estaba examinando. Dejó de llorar por un momento y sintió que se estaba acercando a él.

Tanto…que parecía que la iba a besar.

¿Y si lo hacía?

¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Acaso solamente a ella se le podía ocurrir qué hacer cuando un chico la besase? ¡Dios! Tenía dieciséis años y aún se sentía mojigata al pensar en un casto beso en la comisura. Pero, claro, acompañado de unos buenos pensamientos de él y ella sobre la hierba…

Edward sintió como ella se ponía nerviosa. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Qué tal si ella no quería besarlo? ¿Sería mejor pedirle su permiso? ¡Oh, mierda! Él era bueno en estas cosas, él debía saber como actuar en esta clase de situaciones. Nunca había pedido permiso para besar a una chica y no comenzaría ahora… ¿o sí? ¡Maldita sea, es que era Bella! Bella lo traía loco. No quería cagarla.

¿Había sentido Angela esto antes de besar a Edward? ¿Acaso él la había besado de una manera tan salvaje? ¿Como la besa un hombre que quiere acostarse con ella? ¿Le habría murmurado palabras picantes a su oído mientras se acariciaban mutuamente? ¿Habría mordido su oreja mientras pasaba sus manos entre sus cabellos? Carajo, ni siquiera la besaba aún y ella ya estaba alucinando.

Edward ya había tomado u decisión. La iba a besar…

Bella estaba esperando pacientemente, ¿la iba a besar o qué?

O talvez… él se sentía tan nervioso como ella. Sonrió como boba al pensar en la posibilidad.

Edward la miró desde su altura. Tan callada, con esa sonrisa de ángel en su rostro. Tenía los ojos hinchados por el llanto y los labios le temblaban con cada movimiento de hacía. Estiró su mano para tocarle el rostro con delicadeza, pero la dejó caer cuando ella borró esa sonrisa tan hermosa de su rostro.

¡Oh, mierda! Dejó caer su mano a unos centímetros de su rostro. ¿Qué cosa estaba haciendo? ¿Acaso quería su permiso?

Abrió los ojos como platos. Claro, eso era. Edward sí estaba nervioso. ¡Lo común! Ellos eran amigos, por no decir los mejores, era rarísimo que se besaran. Él quería su permiso para rozar sus labios con los suyos. Idiota.

Edward…—murmuró la chica— ¿Quieres…?

Edward le tapó la boca. Bella se puso totalmente roja cuando él la miró de una manera tan profunda, como si le estuviera rogando.

Dímelo—le pidió gravemente—Dímelo, Bella. Dime si quieres que te bese. Dímelo. Argh, no lo soporto.

Pero antes de que pudiera escuchar su respuesta ella se acercó a él y posó sus labios de un solo golpe sobre los de él. Se quedó con la palabra en la boca, o mejor dicho, con la boca de ella en la suya.

Y la besó.

Y ella le respondió.

Y fue absolutamente fantástico.

Tal parecía que iba a tener una charla poco cordial con Angela.


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