Incierto Amor. Short-fic.
Declaimer: Los personajes de Inuyasha son de Rumiko, alabada sea n.n, utilizados para plasmar mi historia sin fines de lucro, y divertirme un rato!
¿Qué harías tú si decidieras un día cualquiera cambiar la rutina, y, que por ello la vida te cambiara drásticamente al lado de un completo desconocido? "—No pretendía que sucediera nada de esto— le dijo Inuyasha con pesadez."
Capítulo I.
—Si vuelves a burlarte de mi, juro que nunca te perdono Sango.
Sentadas en una de las bancas de la Universidad Shikon, Kagome miraba con el ceño fruncido a la castaña que se encontraba a su lado.
—¡Vamos Kag! Solo bromeo — se excuso sacando la lengua en forma de burla —. Creo que debes de aprender a vivir la vida— comento con una sonrisa más cómplice.
Kagome bufó molesta, desde que tenía memoria, ella siempre había sido la chica reservada y callada del salón. Años atrás cuando apenas cursaba el bachillerato había sido muy difícil adaptarse a las nuevas reglas de la generación, chicos teniendo sexo por todos lados, trasnochadas que parecían nunca tener fin, romances estúpidos y adicciones. Volteó a mirar a su mejor amiga Sango, ella la inspeccionaba de manera discreta.
—No necesito aprender nada— comento mientras apretaba sus piernas y levantaba sus pies un poco, —. Lo que necesito es conocer a gente que me comprenda y no intente lavarme la cabeza.
La risa de las castaña no tardo en explotar, apretándose el estomago, de forma burlona se inclinaba a reír, la otra mujer roló los ojos fastidiada, ¿Es que no entendía que la forma de divertirse de casi todo el mundo, no era la suya? Se levantó dejando a una Sango ahogada en risa.
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Caminaba con lentitud por la banqueta, considerablemente hoy le dolía el hombro de tanto cargar con útiles y libros que para su mala suerte ni siquiera usaban. Pateaba una piedra mientras iba caminando, no entendía absolutamente su enojo tan incontrolable cuando hablaban de su forma de vida. Levantó la mirada una vez más al cielo.
—¡Kagome! — escuchó una voz gritarle.
Volteó y se detuvo al ver a un hombre de ojos marinos, sonrió al instante al verlo.
—Bankotsu, que sorpresa— exclamó con una sonrisa sincera mientras empezaba a caminar a su lado.
Él se rasco la cabeza, caminaba de forma pausada a su lado, mientras veía su sonrisa dibujada de manera tan pronunciada que se sonrojo inevitablemente.
—Quiero hacerte una invitación— dijo sin rodeos mientras veía los ojos de Kagome abrirse poco a poco —. Se que rechazas a todo el que te invita…
La vergüenza tan grande en ella no cabía, ¿¡Habían dicho eso de ella!? Torció la boca de manera frustrada, pero sencillamente no podía decir nada, no era esa clase de personas que se quejaban de todo.
—Quiero que vayas este noche a la flor de cerezo — confesó mientras bajaba la mirada.
— ¿Se celebra algo especial?
—Mi cumpleaños — contesto Bankotsu sonriendo de manera incomoda.
—¡Vaya! — grito Kagome tomando al hombre con sorpresa —. ¡Muchas felicidades Bankotsu! Debiste de habérmelo dicho antes.
Bankotsu recibió un cálido abrazo de aquella menuda mujer, gustoso de poder estrecharla en sus brazos por lo menos unos segundos, ¡estaba tan malditamente loco por ella! Y tantos intentos fallidos que nunca habían dado resultado. Su mente gritaba ser impulsivo, su corazón se incomodaba cada vez más.
—¿Iras?— preguntó curioso.
—¡Sí! — contesto enérgica logrando que Bankotsu volviera abrazarla y corriera.
—¡Te veré allá Kagome! A las 11.
¡Sí!... Sí… ¿Sí?, ¿en serio había dicho que sí? ¿A las 11 de la noche? ¿Por qué tan tarde? Frunció el ceño nuevamente, iba a decepcionarlo mucho más si no se encontraba con él como habían acordado 'mutuamente'. No quería romper su palabra, la había invitado personalmente y tal vez contaba con ella para festejarlo como quería.
—Kagome tonta, ¿a qué vino esa idiotez? — rechino los dientes mientras se subía al colectivo.
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Un hombre de ojos dorados caminaba por su gigantesca habitación, con pasos felinos, sigilosos hasta salir de allí, era una persona fanática definitivamente de automóviles de lujo y por lo cual había decido comprarse un Lexus. Había tenido una vida tranquila pero acelerada en los últimos tiempos. Se encontraba en la cocina tomando agua, pensando en la problemática que ahora lo consternaba.
El afán de su madre por casarlo estaba comenzando a hastiarlo, peor aún Kikyō empezaba a tocar el tema del matrimonio y eso verdaderamente lo tenía aterrorizado. No, el definitivamente no podía casarse con alguien como ella por el hecho de como se habían conocido.
—Inuyasha— llamó una voz adormilada desde la habitación.
Cerró los ojos intentando pensar, tenía que hacer algo y rápido, su madre Izayoi no tardaría en volver a visitarlo. Lo más seguro es que le encantaría encontrarse con Kikyō para anunciarla su nuera, pero el tenía que deshacer todo rastro de aventura con mujeres.
El reloj apenas marcaba las 5 de la tarde, ¿qué hacía un par de personas en cama a esa hora? Lo más conveniente sería decir que era por enfermedad, pero la realidad había todo lo contrario a una enfermedad, si no a una de sus adicciones; el sexo.
—¿Qué harías en mi lugar consciencia buena?— se pregunto Inuyasha mientras se tomaba del mentón y cruzaba los brazos —. Iría a buscar una mujer, sí donde fuese, en el momento que fuese.
¿No era una idea disparatada? ¿Una completa desconocida? ¿Cómo decidiría quien sería? ¿Y si ya era casada? ¿O fuera madre soltera? ¿O más horriblemente, fuera lesbiana? Bufó visiblemente molesto, Kikyō se encontraba descartada porque ella lo dejaría en la quiebra, él iba a heredar una inmensa fortuna pero para ello tenía que casarse con una mujer "bien".
El móvil que había dejado en la barra comenzó a vibrar, ¡bingo! Esa indiscutiblemente fuese una señal, leyó el nombre que aparecía en la pantalla y contestó.
—Hey Miroku, tienes una suerte — le dijo mientras sonreía de forma cínica —debo de pedirte un favor.
—¿Qué sucede hermano? — interrogó una voz masculina.
—Supongamos que voy a casarme — imagino mientras retenía aire —. Pero no tengo ninguna prometida…
—Entonces he de suponer que estas en aprieto— contestó con una voz curiosa.
—Un aprieto de tamaño colosal— confirmó con su voz llena de pesadez.
—¿Y?
—No tengo prometida.
—¿Y Kikyō? — cuestionó sorprendido Miroku.
—¿Estas bromeando? — dijo Inuyasha golpeando la punta de la barra —. ¿De que forma elegirías a tu futura mujer?
—Que tuviera un trasero enorme.
—Te estoy preguntando seriamente.
—Bueno, que tuviera un cuerpo que devoraría — contesto con una voz muy sugerente.
—Te lo estoy preguntando en serio.
—Haz algo que nunca nadie haría, como al salir de tu casa, la primera mujer que te vea con deseo, te la ponchas.
—Que idiota, me las arreglaré solo — escupió de forma graciosa Inuyasha mientras colgaba al móvil. Sonrió, no había dejado que Miroku le dijera cual era el motivo de su llamada, apago el teléfono consecuentemente.
—¿Qué no me atrevería a hacer?— se preguntó subiendo escaleras arriba.
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Estaba mirando, desde su ventana como la luna se estaba poniendo en el cielo, para su reloj que biológicamente estaba acostumbrado a dormir fue un estremecimiento corporal, sus ojos le ardían del sueño pero ella debía ser firme a su palabra, había acordado ir con Bankotsu a su fiesta, ella iría aunque le costara horrores, peinarse, maquillarse, vestirse, socializar... La lista era infinita.
¡Pero que decía! Ella quería demostrarse así misma que no era aburrida como todos la calificaban. Siempre cansada de que todos la miraran con el bicho raro ahora sería una Kagome diferente. Alocada, social, amable, digna. ¡Sí! Lo tenía. Definitivamente ese era su objetivo, pasarla de pelos.
El vestido elegido llegaba un poco más por encima de sus rodillas, de sirena, pegado a su cuerpo, podía ser muy reservada, pero su madre siempre había luchado contra ella para que fuera más "social", que se liberara un poco de las cargas que llevara encima. Por ello también le demostraría que podría lograrlo. Se pintó el rostro de forma casi profesional, se puso unas zapatillas de tamaño medio y se colocó un abrigo.
—Estás muy hermosa hoy hija — dijo la voz de una mujer desde el marco de su habitación.
—Gracias mamá — sonrió de forma agradecida, seguramente si la contradecía se iban a echar un round innecesario.
Se acercó a su progenitora, besó su mejilla con una pequeña sonrisa.
—Nos vemos mamá, me voy — se despidió mientras tomaba su bolsa de mano y salía de su habitación.
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Fase número 1 de su plan: nunca había viajado un colectivo, sería lo primero que haría esa noche, Inuyasha había tardado más de lo que estimaba en estructurar su plan, pero era necesario, quería su fortuna. Sería un matrimonio con contrato, ¿a qué mujer no le gustaría ganar una suma de dinero como esa, con solo poner su nombre y presencia delante de una familia?
Suspiró mientras se sujetaba de la agarradera de los asientos. Viajar en un camión no era lo suyo, mucho movimiento, poco espacio, gente de todas las clases. Pero debía mantener la cabeza fría, estar allí no era mera casualidad. Se re acomodo en al asiento mientras echaba un poco la cabeza para atrás rogando al cielo.
— ¿Cómo elegiré? — se pregunto nuevamente, mientras veía niños, hombres, mujeres subir y bajar.
Vio el asiento vació que tenía al lado; ¡Allí estaba la respuesta! La mujer que se sentará a su lado sería la indicada, no había otra respuesta, ni otra alternativa. Se levantó mientras se sentaba en la parte de atrás, no cualquier mujer se atrevería a pasar hasta la parte trasera del transporte. Ni tampoco se sentaría como si fuera de lo más normal mientras el estuviera a su lado, sonrió ante tal pensamiento.
—Venga destino.
La gente entraba y salía de aquel colectivo, pero curiosamente nadie se detenía en ningún momento a sentarse por lo menos unos segundos al lado de él, ¿Quién sería la afortunada de pegarle a la lotería?
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Subió las escaleras con cuidado, primer error de la noche, olvidar caminar con cuidado mientras llevaba zapatillas. Suspiró, pago y recibió su boleto. El camión iba un poco lleno a pesar de que era tarde, lo más probable fuera porque la gente salía de trabajar a esa hora, con una rápida mirada vio distintos asientos vacíos.
—¿Dónde me sentaré?— se pregunto mientras veía a las personas que se encontraban en sus respectivos asientos.
Unos ojos dorados se cruzaron con los suyos, ¡Oh, señor! Que ojos tan más preciosos estaba mirando, un color como esos sería único. Sonrió para si misma, imposible sentarse con un hombre así.
Inuyasha vio reflejada la indecisión en los ojos de la mujer que había subido al colectivo, iba de forma vestida de una forma muy provocativa y había llamado su atención. Ojos cafés brillantes, labios rellenos de color rojo, cuerpo de muerte. Nada más faltaba que le chiflara.
Tragó un poco nervioso, ¿qué pasaría si fuera ella? Entonces otra mujer joven subió al colectivo y se detuvo a observar, iba vestida de forma casual pero su cara estaba de muerte, la otra susodicha también observo su asiento vació.
Kagome tomo valor, respiro hondo y camino hasta el asiento. Se sentó con cuidado y se dio cuenta que inconscientemente había estado reteniendo el aire. Sonrió para si misma, nunca se había atrevido a sentarse con un hombre tan guapo, ahora solo esperaría a bajar, sin imaginarse que ella misma había sellado otro destino.
El iris ámbar miraba de reojo a la mujer que tenía contigua.
—Bienvenida a tu nueva vida morocha— saludó Inuyasha por dentro.
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Kagome se bajó con cuidado del camión, la había dejado justamente en la esquina de aquel bar restaurant al que la habían invitado. Se talló con nervios su vestido, y jaló la costura un poco más abajo empezando a bullir por dentro. Entonces se dio cuenta de que el hombre con el que iba sentada también había bajado.
—Oye tú— llamó la voz masculina.
— ¿Yo? — cuestionó Kagome apuntándose con el dedo índice.
—No soy de por aquí…— murmuró con voz avergonzada —. Y, busco un lugar donde divertirme, ¿podrías recomendarme alguno? — preguntó mientras se rascaba la palma de su mano.
—Oh…
—Parece increíble este lugar, parece que aquí me quedaré.
—¿Disculpe?— exclamó ella de repente.
Cuando menos se lo espero, aquel hombre tan misterioso estaba entrando al bar al que ella iba. Le extraño lo raro del asunto, por supuesto era ella de las personas que nunca reparaban en eso. El verdadero problema que ahora tenía es que estaba empezando a sentir como si alguien estuviera observándola.
Camino con toda la gracia con la que podía mantenerse de pie, y entró al local. Bienvenida a la nueva personalidad; daría rienda suelta solo por una noche.
Entró al establecimiento y a poca distancia divisó a Bankotsu con su grupo de amigos de la Universidad, él volteó por enésima vez esperanzado a encontrarla y cuando lo hizo la encontró por fin. Bankotsu levantó su copa con una sonrisa y ella sonrió, sería una noche muy larga pero lo más seguro, la más divertida.
—Venga Kag, esfuérzate y diviértete.
Bankotsu llegó hasta donde ella, le sonrió le paso uno de sus brazos hacia el suyo.
—Kagome, creía que no llegarías.
—No iba a quedarte mal Bankotsu— le dijo mientras olía la colonia tan penetrante de su amigo.
—Estaba empezando a desalentarme.
—¿Por qué?
—La pregunta es, ¿por qué no?— le cuestionó mientras giraba un poco su rostro y caminaban hasta la mesa.
—Tengo pensado hacer que pases el mejor cumpleaños Bankotsu— indicó la morocha sacando la lengua de forma traviesa.
—Me alegra bastante— enarcó las cejas Bankotsu.
Al llegar a la mesa, Bankotsu les presento a Kagome. Ella se sentía tan fuera de sus amistades normales, y a pesar de todo se llenó de energía para platicar, comentar, hacer unos pocos chistes, ambientar a su forma la noche. El problema fue cuando ese ambiente empezó a decaer y recurrieron al siguiente paso, la bebida.
—¿Tomas Kagome?— preguntó con una sonrisa la mujer de ojos verdes.
—La verdad, es que no Ayame— contestó acariciando su cabello.
—Solo una copa muñeca, yo invito— comento otro hombre más que estaba en el grupo.
Entonces llego la camarera con distintas bebidas a la mesa.
—Señorita— llamó con la voz un poco elevada.
Todos los presentes levantaron la mirada.
—¿Cuál bebida desea tomar? — preguntó mascando un chicle, mientras extendía las bebidas a Kagome que se encontraba visiblemente sorprendida.
—¿Quién la invita?— preguntó Ayame.
—Aquel caballero de allá— contestó apuntando discretamente con su lapicera a una figura masculina.
Las mujeres cómplices empezaron a indagar de manera recelosa a aquel hombre, iba tan bien vestido que resaltaba entre muchas personas de aquel bar, tenía unos ojos de pecado. Las pequeñas risas nerviosas empezaron a surgir entre las amigas.
—Kagome, escoge una bebida— animó Ayame.
—¿Todas contienen alcohol?— preguntó suspirando.
—No.
—¿Cuál no…?
—No seas una aguafiestas Kagome— le interrumpió Ayame cortándole el rollo —. Traiga a la señorita por favor un Rey Alfonso.
—¿Eh?
—Tranquila, solo es una pequeña dosis de esta noche — contestó recostándose en el asiento y estirándose.
—Gracias.
—Por cierto, esta buenísimo el hombre que te invitó.
—Creo…— murmuró nerviosa nuevamente —Venía en el mismo camión que yo.
—Si no vas a darle entrada cariño, ¿alguna de nosotras puede quedárselo?
Kagome se quedo callada de repente, ella iba a hacer esa noche el cambio, miró a Bankotsu riéndose y brindando con sus amigos. Quería disfrutar esa noche, y si de eso dependía que esa noche fuera espectacular, con algo de bebidas alcohólicas y un hombre que la intimidaba de cierta forma inquietante, lo haría.
—Lo siento chicas ya esta apartado— comento con una sonrisa triunfante bastante rara en ella.
Esos ojos dorados la estaban mirando.
Ella tampoco los perdería de vista.
Alguna que otra presente la observaron de forma celosa, otras tantas fingieron no darle importancia a algo como eso, unas más como Ayame solo se quedaron calladas e intentaron ambientar aquella extraña tensión.
—Así que chicas, levanten su copa y ¡salud!— gritó Ayame mientras se levantaba del asiento — ¡Esta noche perderemos la consciencia!
La pelinegra sonrió ante la exclamación, era bastante gracioso como disfrutaban las personas con eso, sonrió bebiendo de manera lenta y pausada, tomaría otra copa más y se acabaría la "diversión".
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El dolor que sintió de manera incesante estaba haciendo punzar su cabeza, no cabía duda que el alcohol era una de las armas más potentes que había ingerido alguna vez en su vida, Kagome se sentía con un malestar irreconocible, sentía que el dolor le estaba partiendo en dos el cerebro, se quejó con un gruñido, apretó los ojos.
—Buenos días Kagome— saludo una voz serena, de hombre.
Hombre, mañana y dolor de cabeza.
Abrió los ojos exaltada, se levantó con cuidado por no hacer un movimiento brusco. ¡Oh sorpresa! Llevaba el vestido de anoche, dormida en una cama que ni siquiera era la suya, en una habitación que definitivamente no reconocía nada.
Levantó la mirada asustada y se encontró con el hombre del camión. Vio su rostro inexpresivo, llevaba un pijama, estaba vistiendo muy cómodo a diferencia de ella. El temor que la atrapó la tenía plenamente desubicada.
—¿¡Quien eres!?— le gritó asustada tapándose con una sabana.
—Anoche me presente— comentó rolando los ojos —. Por lo visto, no recuerdas lo más importante de anoche— afirmó mientras enarcaba una ceja y veía a Kagome.
—¿Qué dices?— cuestionó con la boca seca.
—Kagome, aceptaste casarte conmigo.
Al termino de las palabras de Inuyasha, Kagome sentía como si caía en un espacio infinito que era desconocido para ella, su alma se había quedado en quien sabe que parte. Todo lo que hiso fue: ir a disfrutar una noche y había contraído al lado de un completo desconocido el título de "Prometida".
El fin de semana no pintaba nada bien… Ni ella misma.
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Continuara; ¡Hey, hey, hey! Un nuevo proyecto más que se suma a todos los demás n.n, soy nueva por este rango de historias, seré más considera en cuanto a como escribo, jajaja, solo quería agradecerles por tomarse el tiempo de leer esta historia que por cierto será corta =).
¡Se aceptan críticas constructivas! ¡Abrazos psicológicos! ¡Amenazas de muerte, no! XD solo quiero entretenerlas un poco, saludos lectores, se despide esta loca. Cambio y fuera.
