sliterhedgehog presenta...
Un fanfic basado en la serie "My Little Pony: Friendship is Magic"...
Proyecto Nuevo Horizonte
Capítulo I: Algo fuera de este mundo… literalmente
My Little Pony… una serie completamente normal. A simple vista no tiene nada en especial, sus protagonistas son un grupo de ponies que, en cada episodio, tienen pequeñas aventuras y resuelven problemas que dan pie para una enseñanza o moraleja final para que los niños aprendan y apliquen en sus vidas. En resumen, una serie infantil más.
¿Quién diría que se haría más famosa entre los mayores que en los menores? Hay más adolescentes y adultos en todo el mundo que ven esta serie, incluso más que niños y niñas. Esas personas se hacen llamar "Bronies" y si, por si lo estabas pensando, yo soy uno de ellos.
Fue tan rápido, primero una simple imagen en la vasta internet, después descubrí su "fandom", luego vi un episodio para ver de qué se trataba y porque era tan bien recibido por adultos masculinos (considerando que es una serie de pequeños ponies) y por último, para cuando me di cuenta, había visto las dos temporadas de la serie que se emitieron hasta el momento.
No sé qué tiene de especial, no sé si fue su historia, sus carismáticos personajes, quizás su animación… no lo sé con exactitud y, tal vez, jamás lo termine de entender. Solo sé que me encanta y no necesito dar explicaciones del por qué.
Y bien, así fue como inicie mi vida como brony. Desde ese momento, formaba parte de las millones de personas mayores en todo el mundo que disfrutaban viendo una serie que, si bien no está dirigida a ellas, es aun más popular en ese público.
Algunos bronies hacen aportes al fandom al que pertenecen de diferentes formas: algunos dibujan, otros hacen videos, otros escriben historias extraoficiales basadas en la serie (que reciben el nombre de fanfics), entre otras formas. Sin embargo, lo que aquí escribo no es un fanfic… sino una experiencia… una experiencia real. La aventura más grande de toda mi vida…
Los bronies saben que es solo una serie y que los ponies no existen, al menos en la forma en la que se ve en el show. Sin embargo, yo puedo contradecir esa afirmación. Puedo demostrar, con lo que aquí escribo, que los unicornios, pegasos y alicornios si existen, mejor dicho, Twilight y sus amigas… existen.
Y asi comienza mi historia: venia de trabajar de la oficina luego de un día con mucho trabajo, pero aburrido al mismo tiempo y, como siempre, me traía conmigo las bromas y las burlas de mis compañeros de trabajo que sabían de mi gusto especial. Cosas como: "¡miren a Blake y sus ponies cursis!" o "Eh Blake, ¿para mañana te traerás un tutu para trabajar?". En sí, no me importan ni les presto atención, pero cuando se trata de aguantarlos cada día, se vuelven algo molestos. Pero en fin, esas son historias para otro momento.
Al fin había llegado a mi casa y me dispuse a sacarme el traje y la corbata del trabajo y ponerme algo más cómodo. Al terminar de cambiarme, cocine algo para comer. Si bien mis habilidades culinarias no son muy buenas, había logrado prepararme algo que comí sin que me den arcadas, lo cual fue un gran logro. Luego, mire la hora: eran las ocho y cuarto de la noche, hora en que, generalmente, mi mejor amigo de la secundaria, Henry, entraba en su página de Facebook para revisar su cuenta en busca de novedades. Henry fue un gran amigo en mi época de estudiante secundario. Íbamos juntos a la escuela, nos sentábamos juntos en las clases y éramos los más inteligentes de nuestro curso (aunque nos disputábamos entre los dos quien era el más inteligente). Nos conocimos en el primer año de la secundaria y nuestra amistad dura hasta la actualidad. Sin embargo, por motivos de estudio, el y yo tuvimos que tomar caminos diferentes y separarnos: mientras yo quería especializarme en ingeniería (y aun sigo estudiando), él prefería la computación y la informática, un camino que no me sorprendió que tomara, ya que a él le fascina las computadoras y todo lo que tenga que ver con la tecnología. Debido a que ambos vivíamos lejos uno del otro, generalmente hablamos por las redes sociales, aunque de vez en cuando nos juntábamos en alguna plaza, parque o café para hablar personalmente.
Volviendo a lo que nos compete, fui hasta mi computadora y accedí a mi cuenta de Facebook. En ella, había publicaciones con frases burlonas hacia mi que estaban en mi muro bajo mi nombre. No me sorprendió, era obvio que Henry, quien es, según mi opinión, un experto en hackear y modificar sistemas de seguridad (pero que hasta ahora no usó sus conocimientos para fines criminales… bueno, eso creo) se había metido en mi cuenta e hizo de las suyas haciéndose pasar por mí. Confiándome de mis predicciones, busque a Henry en el chat e iniciamos nuestra típica conversación diaria:
- ¿Otra vez estuviste divirtiéndote con mi cuenta? –le pregunte aún sabiendo la respuesta.
- ¿Yo? ¿Por qué haría eso? Yo jamás haría algo así a mi mejor amigo y me duele que me acuses de hacer algo asi –me respondió casi instantáneamente con obvia ironía.
- Henry, tu eres la única persona que conozco que pone "Soy Blake" al final de cada publicación para demostrar que soy yo el que los publica. Como si alguien se creyera eso…
- Bueno, nunca está de más probar. ¿Quién sabe? Quizás alguien se lo creyó…
- Si, lo dudo… ¿Cuántas veces tendré que cambiar la contraseña de mi cuenta? Ya no se que más ponerle para hacerla más complicada.
-Blake, agregues lo que le agregues a tu contraseña sabes que no estás a salvo del Ifrit…
"Ifrit" es el nombre que Henry le puso al programa de decodificación de contraseñas que él creó. Hasta donde yo sé, no hay sistema de seguridad que pueda mantener una contraseña a salvo del Ifrit.
Aclarado esto, prosigo con la conversación:
- Ya encontraré la forma de detenerlo, no te preocupes.
- Si, ¡buena suerte con eso! La necesitaras, porque sabes que cada vez que das un paso adelante… -me dejó los puntos suspensivos a propósito para que complete la frase
- Si si, lo sé, el Ifrit estará siempre dos delante de mí…
- Jajaja, eso tenlo siempre presente. En fin, ¿Cómo te fue hoy, Blake?
- Trabajo, cansancio, burlas y papeleo, lo mismo de siempre. –Le respondí
- ¿Burlas? ¿Una vez más se burlaron de ti porque te gustan los ponies? Si yo fuera tú, los mandaría bien a donde ya tú sabes.
Henry no era brony, ni siquiera le llamaba la atención los ponies. Sin embargo, como yo tolero sus gustos, el tolera los míos. Si bien muchas veces intente que vea al menos un episodio de la serie, a el no le interesó, pero no por eso dejamos de ser amigos.
Volviendo a la conversación, le respondí:
- No, no quiero tener problemas más tarde con ellos o con mi jefe por supuesta "mala relación entre compañeros de trabajo"
- Igual, no deberías dejar que te traten así, Blake, no debes dejar que te pisoteen. O al menos, no tendrías que mostrarle a todo el mundo que eres brony. Ser un "brony de closet", si es asi como se le dice.
- Supongo que tienes razón. En fin, ¿Cómo fue tu día?
- No muy diferente al tuyo, excepto que sin burlas. Ahora que me acuerdo, ¿Te acercaste a hablar con Samanta?
En seguida, me petrifiqué. Samanta era la recepcionista de la oficina, una hermosa mujer de cabello lacio color castaño, ojos color avellana y una sonrisa que parece robada de los mismos ángeles y produce esa sensación de paz y tranquilidad que pocas personas son capaces de infundir en uno. Simplemente, la mujer perfecta. Y como ya habrás deducido, estoy enamorado de ella.
Sin embargo aquí empiezan los problemas. El más obvio es el hecho de ser brony, lo cual conduce a otro problema que es mi timidez, mi EXTREMA timidez. Si ya de por si me cuesta decirle "Buenos días" cada vez que entro a trabajar o "adiós" cuando me voy fluidamente y sin tartamudear, mucho menos podría decirle "¿Te invito un café?" o algo así.
Y ni hablar de la vez que intenté hacerlo: quedarse parado en frente de ella, sudando como testigo falso, petrificado, pálido, sin poder decir palabra alguna o tartamudear como si no hubiese un mañana no es la mejor manera de presentarse ante una chica si pretendes que acepte tu invitación de salir a comer algo. Y como era de esperarse, no lo hizo, ya que ni siquiera pude decirle que la invitaba antes de salir corriendo. Después de esa mala experiencia, no volví a intentarlo.
Sin embargo, Henry insiste en que debería volver a intentarlo y vencer mis miedos y mi timidez. Acercarme a ella de nuevo e invitarla a tomar un café o a salir a algún parque y hablar con ella para conocerla mejor y que ella me conozca a mí, con el tema de ser brony incluido. Eso es una de las cosas que más me preocupaba: ¿Cómo reaccionaría ella al saber eso, si es que ya no lo sabía? ¿Lo pasará por alto o lo vería como algo… raro o infantil? Y si fuera el último caso, ¿Se alejaría paulatina y progresivamente de mi por considerarme un "rarito" o, peor aún, su uniría a las burlas que recibía de mis compañeros de trabajo? Esas preguntas se me presentaban en las innumerables ocasiones en las que pensé decírselo.
No sabía que contestarle a Henry, si le decía que no pensaría que soy un cobarde pero si le decía que si, tendría que inventar toda una historia y eso podría perjudicarme en un futuro. Mientras me decidía que decirle, habrán pasado unos 5 o 10 minutos hasta que él contestó:
- Por el tiempo que estas tardando en responderme, puedo deducir que no lo has hecho…
- No, es que me fui a hacer un té -me apresuré en escribir.
- Si, claro. Te conozco bien, Blake, no puedes ocultármelo.
- Esta bien. No, no lo hice.
- ¡Por todos los cielos Blake, tienes que reaccionar de una buena vez! Si sigues esperando, llegará el momento en que alguien más la tomará y te arrepentirás.
- Es más fácil decirlo que hacerlo, Henry. Además, no podré hacerlo, no podré invitarla, pasará lo mismo que la otra vez.
- Y el hecho de que pienses eso hará que pase. Olvídate de tu timidez, olvídate de esos pensamientos que te dicen que no lo lograrás, olvídate incluso de que eres brony, mantente calmado, despeja tu mente, concéntrate en lo que le dirás y verás que será fácil. Pero no podrás confirmar eso hasta que lo INTENTES.
- Si sigo tus recomendaciones, para cuando me sienta preparado para hablar con ella será año nuevo.
- O haz como quieras, ¡pero HAZLO!
- ¡Esta bien, está bien! Mañana veré que puedo hacer. En fin, me voy. Estoy cansado y mañana debo despertarme temprano, mas aun para prepárame para lo de Samanta.
- De acuerdo. Que descanses amigo. Y recuerda: tranquilo y despacio.
- Si, lo tendré en cuenta. Hasta mañana, Henry.
Acto seguido, cerré mi cuenta y el navegador y apagué la computadora. Volví a mirar la hora y eran las nueve en punto. Generalmente me quedaba hasta más tarde, aun en los días en los que debía ir a trabajar. Pero aquel día me sentí especialmente agotado y quería irme a dormir lo antes posible, aún sin cenar ya que no tenía hambre. Por lo tanto, me puse mi pijama y me fui directo a la cama. Mañana me tocaría un día atípico en mi vida rutinaria y no solo por el hecho de me atrevería a hablar con Samanta.
A la mañana siguiente, el despertador de mi celular sonó. Acto seguido, mire la hora y eran las siete y cuarto de la mañana y me di cuenta de que me desperté tarde, ya que generalmente configuraba la alarma para las seis y media de la mañana. Seguramente el cansancio me gano y pospuse la alarma sin darme cuenta. Por suerte, se repite cada quince minutos si se pospone hasta que uno la apague definitivamente. Sin esa función de mi celular, estaría perdido.
Me levante rápidamente y fui a hacerme el desayuno… o algo parecido a eso. Comí rápido y me fui directo a ducharme. Mientras lo hacía, pensaba en que este pequeño accidente de despertarme tarde podría ser alguna especie de mal augurio, teniendo en cuenta que después intentaría hablar con Samanta. Al terminar de ducharme, me puse el traje y la corbata y sin perder más tiempo, me dirigí a la oficina.
Por suerte, la oficina no estaba muy lejos de mi casa y eso me permitió llegar unos minutos antes de las ocho, que era la hora en que debía entrar a trabajar. En la recepción, y como cada mañana, estaba Samanta tan alegre y feliz como siempre. En ese momento, un dilema se cruzó por mi mente: ¿Debía invitarla a tomar un café en ese momento o más tarde? Si lo hacía en ese momento, quizás podía pensar que estoy desesperado por salir con ella y que no puedo esperar para decírselo en otro momento, así que decidí que se lo diría después, quizás más entrada la tarde. Así que pase a su lado casi sin hacer contacto visual y le dije "Buenos días", aunque más fluido y natural que de costumbre, a lo que ella me respondió con un "Buenos días, Blake" con su dulce voz.
Y así las horas de la jornada de trabajo pasaban. Cada cierto tiempo, me planteaba la posibilidad de salir un rato de la oficina a la recepción y hablar con Samanta, pero siempre había, por más pequeña que fuere, alguna excusa o impedimento, real o inventado por mi mismo gracias a mi timidez, que me obligaba a posponerlo. Y durante tanto tiempo lo pospuse que para cuando me sentí preparado y decidido a hablar con ella, la jornada había terminado y era hora de volver a casa. Salí de la oficina, pase por la recepción, en la que Samanta no estaba y pensé que ya se había ido y al salir afuera, emprendí mi camino de vuelta a casa. Estaba oscuro, pero la noche aun era joven. Me detuve en la esquina, ante la señal de alto para transeúntes y mientras esperaba que la señal cambie, escuche una voz casi celestial detrás mío que pronunció mi nombre. Me petrifique al instante al reconocer que aquella voz era la de Samanta: estaba detrás mío y me estaba llamando. Me di vuelta lentamente y dije lo primero que se me vino a la cabeza:
- ¿Si? ¡Ah, Samanta!
- ¿También vas para ese lado, Blake? ¡No sabía, yo también vivo para allá! ¿Te importa si te acompaño?
- Ehhh… Si… ¡Digo no! Bueno, creo… si quieres…
- ¡Claro que sí! Te hubiese acompañado antes, pero no sabía que hacías el mismo camino que yo – me respondió con su voz alegre
- Ah bueno, no te preocupes… ahora ya lo sabes… -le respondí con una sonrisa tímida mientras en mi mente me regañaba a mi mismo por la forma en que le contesté.
Así la señal peatonal dio luz verde y pudimos empezar con el viaje. Caminamos juntos y mientras ella iba tranquila y siempre sonriente mirando vidrieras de los negocios, yo iba siempre con la mirada en cada paso que daba sin decir palabra alguna. Pasaron algunos minutos y aún no habíamos dicho nada desde que nos encontramos en la esquina, por lo que pensé que ella se estaba aburriendo y que luego no querría irse conmigo otra vez, o quizás ella pensaba que yo no quería hablar con ella, que la estaba ignorando o también pensaba que su presencia me molestaba… lo menos que podía hacer en ese momento era dejar de pensar en probabilidades y temores infundados por mi propia timidez. Pero lo que si era seguro era que no podía dejar que completemos ese viaje sin antes hablar con ella y cumplir con lo que le había prometido a Henry, así que recordé sus palabras, pensé bien en lo que le iba a decir y respirando bien hondo, le dije:
- Sama…
- ¿Y hace cuanto que trabajas en la oficina? –Me preguntó antes de que yo pudiese terminar con lo que le iba a decir
- ¿Qué? Ah, bueno… unos… ehhh… unos quinientos años… –dije casi sin pensar
- ¿Cómo? –me dijo mirándome con cara de intriga
- ¡Cinco meses! ¡Si, cinco meses! No hace mucho… que estoy… allí… - dije apagando cada vez más la voz
- Oh, por un momento pensé que dijiste quinientos años… creo que fue mi imaginación. Yo hace ya un par de años que trabajo allí. Es una historia graciosa, verás: mi papa es el principal administrativo de la oficina y hacía tiempo que yo estaba buscando un empleo entonces le pedí a mi papá que hablara con el dueño de la empresa para ver si había un puesto disponible y…
Un gran alivio se apoderó de mí. Al parecer la historia de Samanta duraría lo suficiente para completar lo poco que quedaba del viaje, así que al menos nos entretendríamos con eso. Mientras cruzábamos el parque por el que habitualmente paso cada vez que vuelvo a mi casa, Samanta me seguía contando su historia de cómo llegó a tener su empleo como recepcionista de la oficina. Pero luego recordé que aun tenía que invitarla a tomar un café aunque, obviamente, no esa noche ya que era muy tarde, pero al menos para el día siguiente. Mientras esperaba el momento perfecto para hacerle aquella propuesta, noté que Samanta se había quedado en silencio y mirándome fijamente… ¿Qué había pasado? ¿Había hecho algo malo? ¿Le comieron la lengua los ratones? Para averiguarlo, le pregunté:
- ¿Qué pasa?
- ¿Y bien? –Me respondió esperando una respuesta
- ¿Qué cosa?
- ¡Pues lo que te acabo de decir! –Dijo mientras su sonrisa poco a poco se desvanecía
Me quedé helado. Estaba tan concentrado en mis pensamientos que deje de prestarle atención a lo que ella decía. Tenía que decirle algo relacionado con lo que ella me preguntó, lo que sea que haya sido, y rápido si no quería que ella descubra que la dejé hablando sola. Así que improvisando una respuesta y aferrándome a lo que me había dicho antes, le dije:
- Ehh… bueno… ehh… ¡si, es una historia muy cómica, como dijiste! Je je…
- Te estaba preguntando si tú debes seguir derecho en la próxima cuadra, porque yo tengo que doblar para la derecha…
- Oh… ¡Si, eso! Yo voy para donde vos vas… ¡Digo, tengo que seguir derecho!
- Blake, ¿me estabas escuchando todo este tiempo, mientras te hablaba?
- ¡S-s-no! ¡Digo, SI! ¡Digo…! –y antes de terminar, gruñí de frustración como un perro
- Blake, ¿estás bien? –me preguntó con obvia preocupación
- ¡Si si, estoy bien! Es que… no sé porque soy así, no sé porque siempre soy tan tímido y es esa timidez la que me hace actuar así, como un… como un… ¡estúpido! –Suspiré para calmarme un poco y luego seguí hablando- Perdóname, Sam… no te importa que te llame así ¿verdad?
- No, para nada. Es más, eres la primera persona que me llama de esa manera, además de mi papá. Y no te avergüences de ser como eres, Blake, ser tímido no es nada malo.
- Si, pero hace todo mucho más difícil. Hasta saludar a alguien pude ser una verdadera tortura si eres demasiado tímido. Además, hay muchas personas que odian a los tímidos…
- Pues a mí me pasa lo contrario. A mí me agradan los tímidos…
Si antes estaba más blanco que el papel, ahora mi cara cambiaba rápidamente a un color más cálido. Me había sonrojado por completo.
- ¿En serio? –le respondí con entusiasmo, pero al mismo tiempo tratando de moderarlo
- Si, quizás sea por la forma en que…
- ¿Entonces yo te agrado? –le pregunte interrumpiéndola
- ¡Por supuesto que sí! –dijo con una sonrisa
- Oh, cielos… no sé qué decir… ¿Gracias?
- Jajaja me gusta tu actitud. No tienes que agradecerme nada, Blake –Y antes de seguir hablando, se fija la hora en su reloj de mano- Bueno, se está haciendo tarde. Me gustaría seguir hablando contigo, pero tengo que irme y…
- ¡E-está bien, te entiendo! Yo también tengo que volver a casa
- Entonces aquí nos separamos. Me gusto hablar contigo, Blake. Espero que algún día volvamos a hacerlo. ¡En fin, nos vemos mañana! –y mientras decía eso último, se separaba de mi
- ¡De acuerdo, mañana nos…! –de repente, me acordé de la invitación- ¡Espera, Sam!
- ¿Si? –Me contesta dándose la vuelta a unos pasos de mi
- Bueno, estaba pensando… si no tienes nada que hacer… que después del trabajo podríamos… ¡pero si no tienes nada que hacer, sino está bien lo entiendo! Pero bueno, si querías que vos y yo…
De repente, un sonido proveniente de unos espesos arbustos detrás mío me interrumpió. Me di vuelta para ver de qué se trataba. Parecía que alguien se movía entre ellos.
- ¿Escuchaste eso? –Le pregunte a Sam con intriga
- ¿Qué cosa? –Dijo acercándose a mi
- Ese sonido… algo se movió entre esos arbustos…
- ¿Moverse?
- Si, hay algo ahí… -dije mientras me acercaba a las plantas
- Blake, déjalo. Mejor vámonos… -dijo un tanto nerviosa
- Solo quiero echar un vistazo…
- Blake… -dijo para convencerme de que lo dejara, pero sin embargo después se acercó junto a mi hacia los arbustos.
Aparté unas cuantas ramas y hojas de aquel arbusto para ver que había allí… y por poco suelto un grito ahogado al verlo. Un animal de color morado, de cuatro patas, con la contextura corporal muy parecida a la de un pequeño caballo y, por sobre todo, con un cuerno en su cabeza arriba de sus dos grandes ojos estaba tirado allí, débil, casi desmayado. Retrocedí unos pasos mientras llevaba mis manos hacia mi cabeza. Al ver mi cara de intenso asombro y sorpresa, Sam, quien no había llegado a verlo al mismo tiempo que yo, me preguntó:
- Blake, ¿Qué pasa? ¿Qué hay allí?
Petrificado por el descubrimiento y casi sin aliento, le contesté:
- Que me parta un rayo… ¿Esto… esto es real? ¿Estoy viendo… a quien yo creo que estoy viendo?
- ¿Quién Blake? ¡¿Qué es?! –Me preguntó en un tono más elevado y nervioso
- Es… es… es un unicornio…
- ¡¿Qué, un unicornio?! –me preguntó con sorpresa
- Y no es un unicornio cualquiera… por todos los cielos… ella es… ella… es… ¡Twilight Sparkle!
