Disclaimer: Tío Riri es el dueño de PJO y HoO y probablemente de mi alma luego de leer sus libros. Yo no soy tanto de cliffhangers.


Disco Inferno

Leo abre los ojos algo desorientado, bizquea y aparta los mechones de pelo que le cubren la visión; mientras se levanta y se baja la camiseta que le ha dejado el ombligo descubierto, observa su alrededor y se da cuenta de que nuevamente se ha quedado dormido en el Búnker 9 (a estas alturas sus compañeros de cabaña ni se sorprenden y suelen hacerse los desentendidos para que las arpías no le devoren). ¿Qué hora es? Pega un silbido, aún algo atontado, y no pasan más que un par de segundos para que Buford, su siempre fiel mesa de trabajo, llegue dando trompicones hacia él. Rápidamente busca entre sus cajones hasta encontrar un pequeño reloj que le informa que son las cinco de la mañana. Quedan aún tres horas para el desayuno, pero Leo descubre que no tiene ganas de dormir otra vez; probablemente pueda avanzar un poco en la construcción del Argo II en lo que espera a que lleguen el resto de los chicos de la cabaña de Hefesto.

Pega un bostezo, se estira y luego truena los dedos con claras intenciones de ponerse 'manos a la obra'. Acomoda las luces y el sistema de sonido mientras la cafetera le hace un expresso bien cargado (cosa no muy prudente considerando el TDAH), se mueve por aquí y por allá y los artefactos imitan sus movimientos, cobrando vida con tal coordinación que todo parece una coreografía practicada un millón de veces. Se pasea ágilmente por los andamios, pasa frente a la cabeza de Festus y le da un par de palmaditas cariñosas mientras saca de su cinturón una botellita de salsa tabasco y la vacía en su hocico.

Mientras avanza de un lado a otro tararea distraídamente la canción de los Stones que reverbera en las paredes; es curioso que —a pesar de estar muy concentrado en lo que sus manos hacen— la mayoría de sus pensamientos estén ahora volando por el tiempo, trayéndole recuerdos de otros talleres, otras compañías y otras circunstancias tal vez más sencillas. Por un momento Leo se pregunta qué diría su madre si le viera trabajando en un barco volador.

Seguramente le sugeriría un montón de mejoras luego de pasar el shock inicial.

Frunce el ceño cuando, quién sabe después de cuánto tiempo trabajando, Mick Jagger calla y la música disco invade todos los rincones, ¿no se suponía que la lista de reproducción era de los Rolling Stones? (Música para concentrarse en el trabajo, ya sabes). «Burn, baby, burn» recita el coro, y el muchacho rueda los ojos inevitablemente.

—¡Pero qué anticuado sentido del humor, dude!

Por un momento se dispone a cambiar la canción, pero algún extraño impulso se apodera de él y, en lugar de aquello, lo único que hace es cambiar las luces y bajar la bola disco (a nadie le sorprende del todo que haya una por ahí) mientras canturrea y sigue trabajando en conectar cables, ajustar engranajes y explotar una que otra cosa al ritmo de Disco Inferno.

La pone en 'repeat' una vez.

Y luego otra.

Y otra.

Para cuando Piper, Jason y el resto de la cabaña nueve llegan con su desayuno, Leo ya se sabe por lo menos una estrofa y tiene toda una coreografía de brazos —flamas incluídas— memorizada.

—… ¿En serio, Leo? —pregunta Piper entre risitas.

—Tienes que admitir que le va —acota Jason, divertido.

Leo nada más sonríe y les invita a 'mover el bote'.


Hola, sólo vengo a decir que PJO se ha robado mi alma y que este probablemente sea la primera de muchas cosas que escribiré por acá. ¡Besos!