Disclaimer: Naruto no es mío, es de Kishimoto.

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Flos Mortem

Renacer

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-Vamos a mudarnos.

¿Cuántas veces había escuchado esas palabras?

La sinfonía de las silabas endulzando su raciocinio no era la misma de siempre. Ésta tenía un tono amargo, oxidado también.

-¿A dónde iremos?

Dolía, ah como dolía.

Nunca había tenido una mejor amiga. Ni siquiera un compañero de tareas en la escuela. Su rutina diaria se limitaba a caminar cabizbaja por las calles, sin dejar que nadie supiese su verdadero nombre.

-Irán a un pueblo cercano a Londres, es muy pintoresco.

Desde que su padre, bajo el efecto de tres cuartos de botella de whisky, amenazó con asesinarlos –a ella y a Takeru- su madre había tomado la dolorosa decisión de escapar. Con apenas unos euros en la cartera, y un bebe de dos años y medio, las mujeres Haruno partieron a Francia, donde Mitsuri trabajó día y noche para mantener a sus hijos. Con el tiempo tuvieron que irse, pues Hiroshi los había encontrado.

-¿Irán? ¿A qué te refieres con "irán"?

Sakura Haruno, con tan solo dieciséis años, había aprendido a mentir. Mitsuri los obligaba a cambiarse el nombre en cada ciudad en la que habitaban, nunca compartían datos personales, y cuando lo hacían, estaban totalmente calculados por su ingeniosa madre, quien había trabajado para una agencia de investigaciones, en sus días felices.

-No puedo acompañarlos esta vez.

-¿Qué dices? Por supuesto que puedes.

-Sakura, escucha.

-¡No puedes dejarnos!

Mitsuri era precavida. A pesar de que Hiroshi Satade había dejado de perseguirlos los últimos meses, ella sabía que debía esconderlos mejor que nunca, y eso no sucedería si ellos estaban pegados a ella como chicle. Debía cortar el canal.

-Solo intento protegerlos. Escucha, nena, te amo.

Los dorados cabellos de Mitsuri se mesclaron con los rosados de su hija cuando la fundió en un abrazo eterno.

Entonces Mitsuri se fue, dejando a sus dos hijos con solo una bolsa de documentos y algo de dinero.

…..

Sobre la mesa del comedor habían dos boletos de tren, rumbo a Stockwright, un pequeño pueblo. A su lado, había dos inscripciones para un instituto privado, el Stockwright Western School. También había un folleto, detallando los privilegios y requisitos de tan renombrada institución.

Sakura tomó la ficha de inscripción y la leyó: se había depositado el dinero para seis años de escolaridad de Takeru y Sakura Haruno, incluyendo material escolar y uniforme.

Eso significaba que vivirían allí y luego estarían solos, a no ser que su madre se comunicara con ellos.

Frunció el ceño, arrugando el papel entre sus dedos. ¿Cómo había podido dejarlos?

Aún no había tenido tiempo de ponerse triste y lamentarse, su madre se había ido apenas unas horas atrás; lo supo por la tasa de té sin tomar en la mesa, que no estaba caliente.

El reloj marcaba las nueve de la mañana, Sakura supuso que su madre al menos los acompañaría a su nueva residencia, pero el té frío demuestra todo lo contrario. Mitsuri Haruno había abandonado a sus hijos en plena madrugada, seguro para no tener que dar la cara.

Se sentó en la mesa e intentó organizar su mente, dibujando diminutos patrones con sus dedos en la madera brillante de la mesa, sus ojos viajaron entre las boletas que su madre había dejado y pronto notó que el tren saldría en una hora.

-Demonios.- Musitó levantándose y corriendo escaleras arriba.- ¡Takeru!

La pequeña mata de cabellos café descansaba plácidamente bajo el edredón antes de que Sakura lo sacudiera.

-Despierta, tenemos que irnos.

Y como si fuese una alarma, esa frase despertó y despabiló al niño de diez años inmediatamente.

-¿Qué ha pasado?- Preguntó saliendo de la cama.

-Mamá nos ha inscripto en un instituto privado, en una ciudad en la que siempre es Halloween, ¿No es emocionante? Tenemos que irnos ahora, el tren sale en un rato.

-¿Dónde está ella?

-¿Qué te gustaría llevar?- Evadió olímpicamente la pregunta.

-Sakura-chan, dime dónde está mi mamá.

La mayor se mordió el labio y lo miró con tristeza.

-Ya no eres un niño pequeño, ¿no es así?- Afirmó más para ella que para él.- Se ha ido, Takeru. Ella cree que así estaremos más seguros, pero, seguro vuelve por nosotros antes del verano.

-Oh.-Dijo inseguro, aun intentando entender.- ¿Lo prometes?

-Lo prometo.

No prometas cosas que no puedes cumplir.

Habiendo convencido a su hermano de que todo estaría bien, Sakura se aproximó a un closet, de donde sacó una gran maleta, en ella guardó todo lo que consideró necesario, ropa, documentos falsos y dinero que había estado guardando.

Takeru había utilizado ese tiempo para prepararse, se cepilló los dientes, se vistió con unos jeans azules, una camiseta y una sudadera abrigada, pues en esa época ya empezaba a refrescar.

Y así, los niños Haruno abandonaron su hogar.

Otro.

La mirada en los ojos jade de la adolescente pronto se tornó más dura.

-¿Vez aquella flor, Sakura-chan?

-Sí.

-Es un girasol, ¿por qué no lo traes para mami?

Estaban en un bello campo lejano a la ciudad, Hiroshi había hecho su mejor esfuerzo por mantener ocupada a la infante mientras que su madre descansaba bajo la copa de un árbol.

La niña de no más de cinco años corrió, y se tiró en el colchón de flores que desprendían aroma a primavera soltando pequeñas risillas.

Luego imaginó que estar allí era algo peligroso, pues podría haber una pequeña abeja buscando el néctar de alguna flor, y la picaría por interrumpirla. Entonces se levantó y buscó el enorme girasol que extrañamente crecía no muy lejos de ahí.

Lo cortó, y corrió a llevárselo a su padre.

-Los girasoles son las flores de la muerte.- Le dijo.- Pero también son las flores que más alto crecen, para llegar al sol.

Al llegar a la próxima estación, Sakura se ocupó de tener a Takeru de la mano en cada momento mientras buscaba la maleta.

-Espera detrás de mí, no te muevas ni un centímetro.- Advirtió.

Se abrió paso entre la masa de personas para tomar la maleta marrón, y rápidamente volvió con su hermano.

Pero él ya no estaba allí.

-¿Takeru?

Lo buscó con la mirada, sin darse cuenta de que sus pies se movían involuntariamente por la plataforma.

-Disculpe, ¿Ha visto a un niño de esta estatura? Con ojos verdes y cabello marrón.

Las personas la ignoraban, y ella solo corría, gritando el nombre de su pequeña mata castaña. Sentía que sus venas colapsarían y explotarían. Su sangre se sentía espesa y coagulada, su respiración se agitaba.

-¿Dónde estás?...

Lentamente se deslizó contra una pared, al mismo tiempo que de sus ojos chorreaban mares salados. Se afirmó al ladrillo áspero y pasó la punta de sus dedos por la estructura, perdiéndose en los poros del material. Se sentía desorientada, y miraba a todos lados, con la esperanza de que su Takeru estuviera allí, en algún lado, jugando con otro niño o tal vez sentado esperándola. Pero no estaba.

Sakura miraba, miraba pero no veía.

-Yo siempre estaré allí para ti.

-¿Por qué?

-Porque eres mi hermano, y yo voy a cuidarte.- Le prometía bajito, estaban metidos en una improvisada carpa que habían construido con una sábana.

-Me subiré a un girasol, así estaré más cerca del cielo y podre cuidarte.

La plataforma ya estaba completamente vacía, y sin pensarlo dos veces, Sakura emprendió su camino sin tener un rumbo fijo, las lágrimas ya se habían secado, dejando dolorosas marcas en sus mejillas pálidas.

Le dolían los pies, no sabía por cuanto tiempo había estado caminando. A unos metros había unos carteles señalando los destinos a elegir, uno daba con Stockwright, a treinta kilómetros, otro daba con Londres, a cien kilómetros. Entonces Sakura tomó el camino corto, concentrándose en el crujido de las hojas bajo sus pies mientras atravesaba la larga carretera.

Un crujido más fuerte la hizo mirar al cielo, y en ese momento una fina gota de lluvia chocó contra su frente, despertándola. Al poco tiempo su largo cabello rosado estaba empapado, y su ligero flequillo se pegaba a su rostro. La lluvia era refrescante en su piel, lavaba el mísero sentimiento de culpa que tenía.

Se dispuso a mirar el paisaje; parecía que la ruta estaba justo en el medio de un bosque, vio una cascada a lo lejos, y un resplandor amarillo a su lado, se paró para verlo con más cuidado, y ajustó su vista al pequeño objeto; era un girasol.

Petrificada.

¿Sería una señal?

-Los girasoles son las flores de la muerte.

No podía ser… ¿O sí?

Pestañó varias veces, con el ceño fruncido. Oyó otro crujido del cielo que la distrajo, y cuando volvió a observar la rareza, ya no estaba.

Había desaparecido.

Tomó aire, sus músculos ya no estaban tensos, y su cabeza no palpitaba, el agua se había llevado sus pensamientos y ahora caminaba vacía, sin emoción alguna en su ser, su expresión glacial fue lo único que no cambio en el trayecto al instituto, al cual llegó más rápido de lo esperado.

Era tan imponente y aterrador.

Tenía al menos seis edificios con torres que estaban conectados por pasillos externos, recubierto con piedras. Sakura se preguntó si habría sido un castillo en la antiguedad, en ese caso, estaría encantada de vivir allí por su último año de secundaria.

Entró en uno al azar y dio en el clavo, la pesada puerta de madera se abrió dejando a la vista un bello vestíbulo con cielo raso y piso de mármol, siguiendo las indicaciones del folleto que Mitsuri dejó, encontró la oficina del decano, golpeó y esperó a ser atendida.

-Adelante.- Se escuchó una voz ronca desde adentro.

-Buenas tardes.- Dijo respetuosa entrando a la oficina.- Mi nombre es Sakura Haruno, estoy inscripta para esta promoción.

-Oh si, tú debes ser la hija de Mitsuri.

Sakura asintió. El hombre sin más rebuscó entre unos papeles y firmo otros.

-Señorita Haruno, su hermano, Takeru, se suponía que también vendría. ¿No es así?

-Sí, así es. Pero tuvimos un inconveniente en casa, así que creo que se quedará con mi madre.- Estaba rígida, sabía que le preguntarían eso, así que lo planeo y repaso minutos antes de entrar en el instituto.

-Entiendo. Bueno, aquí está la llave de su habitación, sus horarios, y el libro de reglas. No necesita que la acompañe hasta allá, ¿verdad?

-No es necesario, se lo agradezco.- Y salió de la oficina.

El instituto era un laberinto. Aún faltaban dos días para que comiencen las clases pero algunos alumnos ya rondaban por el edificio.

Su habitación estaba en el edificio Hakame, y era la 108. Notó que no había ascensores, en cambio, había un amplio set de escaleras que se comunicaba con cada piso.

Varias personas posaban sus ojos en ella por más de unos segundos, era de esperarse, pues estaba empapada y su cabello era rosado. Le incomodaba, y por ello caminaba con pasos certeros e imponentes y la mirada perdida en algún punto del pasillo.

-¿Necesitas ayuda con eso?- Oyó por detrás.

Al voltear, encontró a un muchacho de ojos negros como la noche y cabello azabache recostado contra una pared, tenía una cálida sonrisa en su rostro, ella se la devolvió.

-Está bien, no te preocupes, puedo sola.

-Deberías haber llamado a alguien para que cargara eso por ti.- Evadió el rechazo, aproximándose.

-No sabía que podía hacer eso, soy nueva.

El chico la miro fijo por unos segundos, con una expresión muy diferente a la que tenía hace un momento, ella se sintió pequeña y apartó la mirada.

-Oh.

De repente, el ambiente se tornó frío e impasable, y a Sakura no le importó, de todas maneras era solo un muchacho que intentaba ser amable con ella.

-Bueno, no hay muchas personas nuevas por aquí, eres una anomalía.

Sakura rio por lo bajo.- ¿Anomalía?

-Algo raro, que no es frecuente.

-Sé lo que significa.

Entonces Sakura decidió continuar la conversación.

-Entonces, ¿hace cuánto no ven a alguien nuevo?

-Bueno, si no estás aquí desde el kínder, es muy difícil entrar. Creo que unos treinta años. La última fue Mia Tobaku.

-¿Y qué le pasó a esa Mia Tobaku?

-Larga historia, pero, gracias a ella no admiten alumnos nuevos.

Sakura no dijo más nada. Lo miro de reojo, era bastante alto, pero no tanto, era incluso más pálido que ella, y se veía confiable, ese chico le inspiraba algo positivo.

Ambos llegaron al edificio Hakame, y la ojijade se detuvo a observarlo bien: su amplitud era impresionante, el piso de mármol se había transformado en una cálida alfombra color vino, y las paredes estaban revestidas de cuadros, había una pequeña sala de estar y una cocina, también había un pasillo que se dividía en dos. Los muebles parecían antiguos pero estaban bien conservados, y la chica optó por encontrar su habitación antes que seguir recorriendo.

Subió por unas escaleras que dirigían a la división del pasillo, y entró en el que marcaba "100", pasó unas cuantas puertas y encontró la suya.

-Oh no.- Pronunció con su dulce voz.- Eres mi vecina, yo soy 107.

Sakura lo miró con una sonrisa incrédula y entró en la habitación.

-¿Gusta pasar por un poco de té?- Bromeó ella.

-No podría negarme.

Si el edificio era lujoso, la habitación lo era aún más.

Constaba de dos camas enfrentadas, un diminuto tocador que se ampliaba a un escritorio, y un enorme ventanal que ocupaba casi la mitad de la pared. Una pared era de un papel tapiz azul, mientras que las otras solo eran de un color crema. Además había dos puertas: una de ellas daba a un baño acogedor con una tina antigua, y la otra daba a un pequeño closet.

-Wow.

-La leyenda dice que el edificio perteneció a algún rey perdido de Londres, que se refugiaba aquí en las revueltas, lo mataron en el gimnasio.- Le contó con suavidad.

Sakura lo observó estupefacta, sin articular palabra alguna. Estaba demasiado cansada, él pareció notarlo, y se despidió con una ligera sonrisa.

Ella lo agradeció.

Su cabeza estaba demasiado ocupada y debía vaciarla un poco, la alternativa era enloquecer.

Se quitó el tapado y se sentó.

Decidió ordenar sus pertenencias mañana, pues su compañero aún no había llegado, pero había algo que debía hacer antes.

Se descolgó del cuello la bolsa con papeles de su madre, y volcó el contenido en la cama: boletas, fotografías, partidas de nacimiento, contraseñas bancarias, y Sakura notó un pequeño sobre diferente a los otros.

Lo abrió: era una carta.

"A mi querida hija, Haruno Sakura:

A este punto debes estar sola.

Lo siento, hija. Como lo siento.

No puedo revelar los motivos por los cuales estas sufriendo todo esto, pero quiero que sepas que yo estoy aquí, contigo.

Takeru estará bien. De ti depende el futuro de no solo esta familia, sino de muchas otras. No salvarás al mundo, pero tienes un componente muy importante para lograr un cambio aquí.

Te ama, mamá."

El papel estaba arrugado, y la tinta se corrió un poco cuando intentó emprolijarlo. Eso implicaba que la carta era reciente.

¿Cómo es que Mitsuri sabía de Takeru? Los cabos no cerraban, y su cabeza dolía de nuevo.

-Ella sabe dónde está.- Murmuró al aire.- Y para encontrarlo a él, debo encontrarla a ella.

Pero, ¿y si no estaban juntos? Tal vez alguien más estaba con Takeru, y su madre lo aprobó. Pero si era así, ¿por qué no le dijo nada al respecto?

Guardó la carta, y notó que había algo más en el sobre. Una diminuta llave con las siglas HH.

-Haruno.- Pensó

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Hola! ¿Cómo están?

Este primer capitulo esta cortito, subiré el segundo a la brevedad para que puedan entender mejor como avanza este ajksdhkj.

Espero les haya gustado.

~OceanDust