Después de saludar a sus padres por la ventana de un compartimiento lleno, Albus empezó a caminar por el pasillo del expreso de Hogwarts con su baúl y la jaula de su lechuza. Buscaba a Rose, que se había ido unos minutos antes que él y debería estar por allí.

Caminó a lo largo del pasillo, fijándose por las ventanas de los compartimientos, para ver si distinguía una larga cabellera pelirroja de entre las demás. Algunos de los que seguían en los pasillos lo miraban por el rabillo del ojo. Siguió buscando hasta que, hacia la mitad del pasillo, miró por la ventana de un compartimiento y la vio charlando animadamente con tres chicas. No quiso interrumpirla, así que siguió caminando, esta vez buscando un compartimiento vacío. No se molestó en buscar a su hermano James, ya que estaba seguro de que estaría con sus compañeros y que si lo encontraba, se las ingeniaría para hacerlo quedar mal delante de quien fuera.

Mientras pensaba en eso, encontró un compartimiento en el que sólo había un niño con el cabello rubio.

- Disculpa, ¿Me puedo sentar contigo? – le preguntó Albus

- Claro – contestó el niño, sin sacar la vista de la ventana. Albus entró, agradecido, e intentó acomodar su baúl en la rejilla portaequipaje, pero estaba muy pesado y casi no lo podía levantar. Pero, mientras luchaba contra el pesado baúl, pensaba en otra cosa. Intentaba descubrir qué era lo que miraba con tanto interés. Al fin la curiosidad lo venció. Miró a su compañero por el rabillo del ojo, y esa pequeña distracción hizo que el baúl se le cayera de las manos. El ruido que hizo al caer sacó al niño rubio de sus pensamientos, y este le prestó atención por primera vez.

- Yo...lo siento mucho, de verdad. No era mi intención molestarte... – se disculpó Albus.

- No, está bien, fue un accidente. Déjame ayudarte – repuso el niño, levantándose de su asiento y acercándose a él. Entre los dos, lograron subir el baúl y la jaula a la rendija portaequipajes y luego, exhaustos, se desplomaron en los asientos, uno en frente del otro.

- Gracias – le dijo el chico una vez que recuperaron el aliento

- No fue nada – respondió el otro.

- Y dime... ¿Cómo te llamas? – le preguntó Albus, luego de un momento de silencio.

- William Thomas – respondió el niño – Pero me puedes decir Will ¿Y tú?

- Albus Potter - Albus se extraño al ver que el niño ponía cara de asombro al oír su nombre. Por un momento, creyó que había entrado alguien al compartimiento (ya que él estaba de espaldas a la puerta), por lo que se dio vuelta; pero no había nadie. -¿Qué sucede? – le preguntó, confundido

- ¿Potter? ¿Dijiste Potter? – preguntó Will, sin salir de su sorpresa

- Si, ese es mi apellido – contestó Albus, aún mas confundido

- ¿Acaso tu papá es Harry Potter? – preguntó el niño, cada vez más impresionado; pero ahora el que se sorprendió fue Albus. ¿Cómo era posible que supiera el nombre de su padre? Está bien, se lo había preguntado, pero ¿Cómo conocía su nombre? – No me respondas – dijo luego de un par de minutos de silencio – ahora me doy cuenta. Si, eres su hijo.

- ¿Cómo lo sabes? – preguntó Albus en un susurro, como quien quiere saber algo, pero al mismo tiempo cree que la respuesta será impactante, tal vez horrible.

- Mi abuelo tiene montones de cosas que hacen referencia a tu padre por toda la casa. Tiene fotografías, carteles con su nombre, y hasta una biblioteca especial con todas las ediciones de El Profeta que lo mencionan aunque sea una vez. Y, ahora que recuerdo una de ellas, me doy cuenta que eres igual que él; solo te falta la cicatriz en la frente...

- Si, ya me lo han dicho cientos de veces – respondió Albus

- Ya lo creo. – repuso Will, de lo mas natural – Es que eres idéntico. Ahora que lo recuerdo, mi abuelo tiene las ediciones de El Profeta que mencionan los nacimientos de sus hijos. Si mal no recuerdo, tienes dos hermanos más; un hermano y una hermana. ¿Cuál eres?

- ¿A qué te refieres?

- ¿Eres el mayor, el menor...?

- El del medio – respondió Albus.

En ese momento la puerta del compartimiento se abrió. Albus se dio vuelta vio que allí estaba Rose, mirándolo contenta.

- Al fin te encuentro Al, te estoy buscando desde hace un rato – dijo ella, entrando al compartimiento con su baúl y su lechuza y sentándose al lado de su primo.

- Yo también te busqué, pero te vi charlando con unas chicas y decidí no molestarte. ¿Te ayudo con eso? – le preguntó al ver el baúl y la jaula al lado del asiento.

- Si, gracias – le dijo levantándose. Se acercaron los dos a la rendija portaequipajes y subieron el baúl de Rose.

- Disculpa – le dijo Rose a Will, luego de subir el baúl – pero creo que a la jaula de tu lechuza se le salió un barrote...

- ¿Otra vez? – se quejó Will – Se le salió cuando lo subía a la rejilla... Se me cayó y, al dar en el piso, se salió. Intenté encajarlo, creí que con eso bastaría... Por eso Owy no está adentro; se asustó mucho cuando se me cayó, y salió volando por la ventana, enfadada. Espero que sepa llegar a Hogwarts...

- ¿Quieres que la arregle? – inquirió ella, sacando su varita del bolsillo interior de la túnica

- ¿Puedes hacerlo? – repuso Will, inseguro. Ella asintió con la cabeza – Esta bien.

Ni siquiera movió la jaula del lugar en que estaba; tocó el barrote que se había salido, luego el lugar que le correspondía y dijo Reparo! El barrote volvió a su lugar; parecía que nunca se hubiera salido. Will se levantó, incrédulo; fue hasta la rejilla portaequipajes y jaló el barrote. Nada. Luego miró a Rose, agradecido, pero ella ya se había ido a sentar, guardando su varita. Albus y él se fueron a sentar.

- Bueno – dijo Albus cuando se hubo sentado - ¿Los presento? – Y sin esperar respuesta, dijo – Rose, el es William Thomas. Will, ella es mi prima, Rose Weasley.

- Encantada – dijo ella, tendiéndole la mano educadamente. Pero la expresión de Will volvió a tornarse en una expresión de sorpresa, como cuando Albus se había presentado, y los primos intercambiaron miradas confusas

- ¿Qué sucede? – preguntó Rose al fin, rompiendo el silencio.

- Ya se que hay millones de Weasley. Mi abuelo me dijo que los Weasley tenían muchos hijos y por eso era muy posible que me encontrara alguno en el colegio. Pero un Potter y una Weasley que ya se conozcan de antemano... Que sean primos... – Pensó Will en voz alta. - Dime, ¿Cómo se llaman tus papás?

- Ronald Weasley y Hermione Granger – respondió la niña, muy confundida por lo que había dicho el otro.

Y, sin previo aviso, Will se desmayó. Rose y Albus corrieron a ayudarlo. Albus lo sujeto para que no se cayera del asiento, y Rose intentó hacerlo reaccionar. Pero no pasó mucho tiempo para que Will despertara y, con la sorpresa dibujada en su rostro, se incorporó y les dio las gracias a los niños.

- ¿Te sientes bien? – le preguntó Rose asustada.

- Estoy bien, gracias – respondió Will.

- No parece, te acabas de desmayar... – empezó a decir Albus.

- ¿Y cómo no me voy a desmayar si tengo enfrente a los hijos de los magos sobre los que más escuche en toda mi vida? ¿Cómo no me voy a impresionar de tener, frente a mí, a los hijos de las personas más importantes para mi abuelo? – Al ver que los niños ponían cara de confusión, el les explicó - Mi abuelo me cuenta miles de veces la misma historia, y ya me la se de memoria. Es impresionante y larga, pero igualmente se las contaré, intentando abreviar las partes irrelevantes. – Justo en ese momento pasó el carro de la comida. Los niños, que con todo ese asunto se habían olvidado de que tenían hambre, corrieron hasta la puerta olvidando lo que estaban hablando y se dispusieron a comprar la comida.

- Diez ranas de chocolate, dos bolsas de grageas de todos los sabores y una porción de tarta de melaza, por favor – le pidió Albus a la señora del carrito, dándole los Galleons. Cuando se los dio, el niño entró al compartimiento a ordenar la comida.

- Lo mismo que él, solo que yo quiero pastel de chocolate en vez de tarta de melaza, por favor – le pidió Rose a la señora del carrito y, al depositar los Galleons en la mano de la vendedora, entró al compartimiento.

- Yo quiero una bolsa de grageas de todos los sabores, tres ranas de chocolate y una porción de tarta de calabaza, por favor – le pidió Will a la señora del carrito cuando le llegó el turno y, luego de pagarle, entró al compartimiento, cerrando la puerta detrás de sí.

- ¿Sólo eso te compraste? – preguntó Rose, extrañada

- Sí, no tengo mucho hambre – le respondió Will – ahora si, les voy a contar la historia

Albus abrió una rana de chocolate y empezó a comerla mirando muy atento a su amigo y dejando de lado la figurita que le había tocado. Luego del relato, la vería. Rose empezó con su porción de pastel, atenta también a las palabras del niño.

- ¿Saben quien es El Innombrable? – preguntó Will

- No – contestaron los primos al unísono

- Bueno, el Innombrable era un mago tenebroso. El más fuerte de todos los magos tenebrosos que han existido hasta ahora. Hace treinta y cinco años, él escuchó una profecía que le hizo saber que había un solo mago con el poder de derrotarlo (No recuerdo exactamente lo que decía esa profecía). Entonces, el 31 de Octubre de ese año fue a buscar al niño. Mató a los padres, pero, cuando lanzó el maleficio, rebotó e hizo que el Innombrable se quedara sin poderes. Fue el primero y el único que sobrevivió al maleficio Avada Kedavra. Por eso lo llamaron "El niño que sobrevivió". Y, a causa de ese maleficio, le quedó... – los niños lo miraron expectantes. Habían dejado de comer – una cicatriz en la frente, en forma de rayo.

Albus soltó un gritito ahogado. No se esperaba esa sorpresa; miró a su prima, que tenía la misma cara de sorpresa que él. Porque, lógicamente, no era normal enterarse de que su padre (en el caso de Rose, tío) era el niño que sobrevivió al maleficio imperdonable más temido de todos. Albus se preguntó por dentro por qué su padre no le había contado nada sobre eso y, de repente, entendió por qué todos los miraban en la estación. Al fin, Albus se animó a hablar.

- ¿Por eso es tan famoso? – preguntó, otra vez en un susurro

- Mmm... Podría decirse que por eso fue famoso los primeros diez años de su vida. – Los niños se quedaron callados, observándolo. – Al entrar en su primer año en Hogwarts, se enfrentó otra vez con el Innombrable, pero esta vez, con ayuda de sus mejores amigos, Ronald Weasley y Hermione Granger – al escuchar el nombre de su padre, Rose había abierto mucho los ojos y había soltado un gritito ahogado. – Y también se enfrentó con él en el segundo y el cuarto año. En el quinto fueron al ministerio para evitar que lo Mortífagos robaran la profecía que hablaba de él y el Innombrable y en el sexto los Mortífagos...

- ¿Qué son Mortífagos? – preguntó Rose, interrumpiéndolo

- Así llamaban a los secuaces del Innombrable – respondió Will – Bueno, como iba diciendo, en el sexto año, un grupo de Mortífagos entró en el castillo – Albus y Rose soltaron un gritito ahogado – y mataron al director del colegio, Albus Dumbledore. – Los chicos soltaron otro gritito ahogado, y a Rose se le anegaron los ojos en lágrimas – Harry Potter estuvo allí en el momento en que lo mataron, y se supone que uso su capa para volverse invisible para que no lo descubrieran. El que mató al director fue Severus Snape – Albus soltó un gritito ahogado por enésima vez

- Pero... pero... – consiguió articular

- ¿Qué sucede, Al? – le preguntó Rose, que vio como temblaba

- N-nada – le respondió Albus; no quería que se preocupara por él, pero tampoco quería que se enterase de la estupidez por la que se había puesto así – continúa, Will

- Luego de este episodio, Harry Potter y sus amigos Ron y Hermione no volvieron al colegio. Vagaron por toda Gran Bretaña, escapando de los Mortífagos. Le pusieron precio a la cabeza de Harry y se impusieron nuevas leyes; todos los magos deberían presentar su "Estatus de Sangre" para demostrar si tenían sangre mágica en las venas, y los hijos de muggles eran enviados a un tribunal del Ministerio para ser interrogados, y allí se decidía si la persona tenía sangre mágica en las venas o no. Mi abuelo me dijo que todo eso era muy sucio por entonces, ya que a todos los que eran interrogados se los declaraba "No Mágicos" y se los enviaba a Azkaban por el uso ilegal de varitas y no se que más. De esta manera, Hermione también se tenía que presentar en los tribunales para declarar. Si no querían que ella fuera a Azkaban, por nada del mundo tenía que ir al colegio, ya que la enviarían directo al Ministerio.

- ¿Los de Hogwarts eran tan malvados? – preguntó Albus

- Uy, ¿No lo expliqué? – Los chicos dijeron que no con la cabeza – Perdón. Es que uno de los seguidores del Innombrable le hizo un maleficio Imperius a un funcionario de alta categoría del Ministerio; luego, usaron el maleficio Cruciatus contra el ministro de ese entonces, y le preguntaron donde estaban Harry y los demás que, en ese momento, estaban en la boda de Bill y Fleur, que creo que son sus... – se detuvo por un momento a pensar el parentesco de sus amigos

- Son nuestros tíos – respondieron Albus y Rose al unísono

- Bueno, sus tíos. Estaban en el casamiento de sus tíos. Pero el ministro no los delató, a pesar de que parecía estar muy enemistado con Harry y los demás. Al final, terminó muriendo torturado. Y el funcionario que estaba bajo el maleficio Imperius pasó a ser el ministro y, por lo tanto, el Ministerio quedó en manos del Innombrable. De alguna manera se dieron cuenta de que sus padres estaban en el casamiento de sus tíos, porque fueron allí. Pero, antes de que llegaran, el auror que tenía asignado el ministro muerto (que nunca llegué a saber por qué no pudo evitar su muerte), mandó un patronus a la boda advirtiéndoles a todos que el Ministerio había caído. Hermione tenía un plan armado por las dudas de que algo así ocurriera, así que desapareció con sus amigos para que no los encontraran. En fin, cuando el Innombrable se apoderó del Ministerio, lo primero que hizo fue sacar a la profesora McGonagall (la actual dirctora) de su puesto y dárselo a Snape, quien puso como subdirector a Amycus Carrow, quien enseñaría Defensa contra las Artes Oscuras, y a su hermana, Alecto, como profesora de Estudios Muggle, o al revés, no lo recuerdo bien. Por eso enviarían al Ministerio a Hermione apenas la vieran, y le entregarían al Innombrable a Harry apenas tuvieran oportunidad de hacerlo. Al final, tu padre venció, - dijo mirando a Albus - no se bien cómo, pero logró derrotar al Innombrable. Y por todos esos encuentros que tuvo con él y por haber sobrevivido dos veces (porque cuando lo venció, sobrevivió por segunda vez al maleficio asesino), fue por lo que se hizo tan famoso. Y, desde el quinto año en Hogwarts hasta cuando derrotó al Innombrable, la mayoría lo llamaba "El Elegido".

Los chicos se quedaron callados por un rato. Albus y Rose quedaron impresionados por todo lo que les contaron. Rose se puso a comer sus ranas de chocolate, pensativa. Y Will no se animó a romper el silencio, por lo que se dedicó a mirar por la ventana.

Albus también comió, y así, comiendo y pensando, los chicos se terminaron todo. Will miraba por la ventana, sumergido en sus pensamientos, al igual que cuando Albus entró en el compartimiento al principio del viaje.

- ¡Me tocó Ptolomeo! – exclamó Albus, fijándose en la decena de figuritas que había ido apilando en su asiento – Tío Ron quedará encantado; ¡Ahora sí habrá completado la colección! Se la daré como regalo de Navidad... Seguro que le gustará mucho.

- Es una figurita muy difícil – le dijo Rose, quien ya había visto todas sus figuritas nuevas – A mi me tocaron Steartel, McGuinon, Agtull, Ginnon, Bullmater, Dumbledore, Schaquebolt, Orgguidde, O'kebbon y Ashguerley. A Guinnon y a Schaquebolt no los tenía, ahora sólo me faltan Ptolomeo, Agripa y Flinst.

- ¡Me salió Ptolomeo repetido! – exclamó Albus, mirando la figurita que le seguía, luego de escuchar los nombres que recitaba su prima. – Hoy es mi día de suerte. Si sale otro, es tuyo Rose, lo prometo. Will, ¿Tú las coleccionas?

- Claro que sí – le dijo este – Sólo me falta Orchidde.

- Yo la conseguí de suerte. Si la consigo, es tuya – le dijo a su amigo. Este le sonrió y siguió mirando por la ventana.

- Cliodma – dijo viendo una, y la dejó en otra parte – Shairell – dejó esa en el mismo lugar que Cliodma – Piercester, Claindrest, Pursshell, Sabignoni, Or... – se detuvo y miró a Will - ¡Orchidde! – al escucharlo, Will dejó de mirar por la ventana y lo miró. Él extendió la mano y le dio la figurita. Se quedó mirándola un rato.

- Gracias – le dijo después – No puedo creer que completé la colección... Y gracias a Albus Potter... Es increíble. Gracias, de verdad.

- Bah, no es para tanto – le dijo él – es sólo una figurita, además, ya la tengo. Y la otra es Flinst. – La dejó en la montaña, pero luego se dio cuenta de lo que había dicho. La volvió a agarrar.

- Edward Flinst... – leyó en voz baja. No se había equivocado. Miró a Rose, quien lo miraba expectante. Él se la dio.

- Bueno, en vez de Ptolomeo – le dijo, y le sonrió – Si lo consigo, te lo doy, pero por ahora...

- Muchas gracias – le dijo su prima. Se la guardo en el bolsillo de la túnica y se quedaron en silencio, hasta que Will habló:

- ¡Ya casi estamos llegando! – les dijo a sus compañeros. Los niños se acercaron a la ventanilla y, desde allí, miraron al frente. Vieron como se iban acercando a la estación.

- ¿Cuánto falta para llegar, Rose? – le preguntó Albus a su prima

- Entre quince y veinte minutos – respondió ante la mirada de sorpresa Will – yo les diría que se vayan poniendo las túnicas.

El expreso de Hogwarts empezó a disminuir la velocidad. Albus, Rose y Will se apiñaron en el pasillo, junto con todos los demás alumnos.

Cuando el tren se detuvo, las puertas se abrieron y todos se abalanzaron hacia la estación. Cuando los tres amigos estuvieron abajo, escucharon una voz que decía "¡Todos los alumnos de primero, vengan aquí!". A Albus le pareció reconocer esa voz y, cuando vio de donde provenía, se dio cuenta de que no se equivocaba; se trataba de Hagrid, el amigo de su padre.

- ¿Cómo estas, Albus? – le dijo con un movimiento de la mano - ¿Qué tal, Rose? ¿Cómo están sus padres?

- Muy bien, gracias – contestaron los primos al unísono

- Te mandaron un regalo – le dijo Albus cuando estuvo más cerca de él – Lo tiene James; el viernes te lo llevó cuando vaya a tomar el té.

- Gracias, Al. Ahora ponte con todos tus compañeros, que vamos al lago. ¡Todos los alumnos de primero, vengan aquí! – volvió a gritar Hagrid.

Albus volvió con sus amigos y, justo cuando llegó con ellos, el grupo empezó a movilizarse.

- ¡Ahora, síganme! – les dijo Hagrid y, acto seguido, se encamino al lago. Avanzaban por un sendero angosto, por el que podían avanzar de a uno, y por el que Hagrid difícilmente pasaba. Luego de caminar un rato, les dijo – Dentro de poco tendrán la primera visión del castillo.

Pocos minutos después, llegaron a la orilla de un lago donde había botes a remos varados. Y, enfrente, en la otra orilla, se veían las ventanas iluminadas y las torres del castillo de Hogwarts. Todos hablaron a la vez. Estaban maravillados con la primer visión del castillo.

- Suban uno a uno a los botes. Cuatro personas máximo. – les dijo Hagrid y se puso al lado del primer bote para ayudar a subir a los que estaban en la primera fila – No toquen los remos. Están embrujados; los llevaran por si solos hacia Hogwarts.

Albus, Rose y Will se subieron a un bote seguidos de un niño de pelo color caoba y piel cetrina. Cuando todos los alumnos estuvieron arriba de los botes, Hagrid (quien tenía un bote para él solo) se subió al suyo y los remos empezaron a girar. Los botes avanzaron despacio por el agua, permitiendo a los niños que los abordaban disfrutar del paisaje que se les ofrecía.

A los costados del lago se veían árboles frondosos. En el lago no se podía percibir más que los anillos que salían cada vez que los remos se sumergían en él. El castillo estaba cada vez mas cerca y, a la mitad del lago, los murmullos de emoción y ansiedad entre los

Cuando estaban llegando a la orilla, vieron la silueta completa del castillo; los niños se emocionaron al verlo a sólo unos pasos de ellos y Albus no pudo creer el estar allí, ya que había pasado ocho años de su vida deseando ir, desde que Ted le había contado a su padre que había recibido la carta, cuando él tenía solo tres años, y cada vez que uno de sus primos la recibía, él deseaba ser el próximo, aunque sabía que iba a llegar cuando tuviera once años.

- ¡Bajen las cabezas! – gritó Hagrid, cuando los primeros botes alcanzaban el peñasco; todos agacharon la cabeza y los botes los llevaron a través de una cortina de hiedra y, luego, por un túnel que, al parecer, iba por debajo del castillo hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo. Entonces, todos bajaron de sus botes y treparon por entre las rocas hasta llegar a un terreno llano.

Hagrid controló que estuvieran todos y luego hizo un además para que lo siguieran. Todos se pusieron en marcha y lo siguieron por un sendero que ascendía, siempre siguiendo la luz que proyectaba la lámpara de Hagrid. Finalmente, salieron al césped, a la sombra del castillo.

Subieron por unos escalones de piedra y se juntaron ante la gran puerta de roble.

Hagrid la tocó y esta se abrió de inmediato. Una bruja alta, con el pelo castaño claro recogido en un rodete, esperaba allí. Llevaba puesta una túnica púrpura.

- Gracias por traerlos - le dijo a Hagrid – Yo los llevaré desde aquí.