Era una tarde hermosa, el clima era cálido y los cerezos estaban en flor, al pie de sus troncos miles de flores alegraban con sus preciosos colores el jardín, cualquiera que admirara tal paisaje estaría de acuerdo que por la armoniosa combinación de las plantas este era un trabajo más de un artista que de un jardinero. Sí, el patio era la perfecta combinación de la naturaleza y la mano del hombre, pero no era nada a comparación del palacio al que rodeaban, cuya visión parecía sacada de un dulce sueño, esta era la casa nada más y nada menos que de Sesshomaru el señor de las tierras del oeste y de su esposa Rin, ambos tuvieron dos hijo, el primero un niño de unos siete años con cabello blanco, ojos amarillos , las mismas marcas que su predecesor y cierta malicia en su rostro. La segunda, su hija menor, también compartía con su hermano las características físicas, pero tenía una personalidad tierna, parecida a la de su madre cuando tenía su edad pero más fuerte, desafiante y decidida en parte gracias a la sangre demoníaca que corría por sus venas.

La niña idolatraba a su padre, toda niña de cinco años cree que su padre es invencible pero en el caso de ella era cierto o al menos era tan invencible como un ser vivo podía serlo, era tanta su devoción por él que ella se esforzaba por ser buena niña, por sobre salir en sus estudios y soñaba con entrenar y volverse fuerte para ser la mano derecha de su padre y ayudarle si estallaba una guerra. Pero más allá de todo eso seguía siendo una traviesa y ese mismo día sus padres le habían llamado la atención por haberse alejado de casa sin avisar y para empeorar durante la noche, ella no se sentiría tan mal si solo su madre le hubiese retado, pero ver a su padre enfadado y decepcionado era peor que recibir una bofetada. La pequeña quien había sido sentenciada a todo un día de confinamiento sola en su cuarto estaba experimentando el mayor aburrimiento de toda su vida, ni siquiera le habían permitido comer con los demás, simplemente enviaron a un sirviente a que le llevara un plato a su habitación. Suspiró, ´´no pensé que papá y mamá se enojarían tanto, es la última vez que te hago caso hermano tonto´´ se prometió la niña porque en efecto había sido Yuki, su hermano quien la había desafiado a salir de noche, asegurándole que nadie la vería y que si lo hacía le daría su postre, pero había sido muy ingenua el señor de la casa tenía un sueño muy liviano, siempre, incluso mientras dormía, pendiente de que nada le sucediese a su amada Rin ni a sus retoños, a quienes ,aunque no siempre lo demostraba, amaba con locura.

Se desparramo por el suelo de madera tratando de extender su pelo para ver qué tanta superficie podía cubrir con él, eso la entretuvo alrededor de un minuto y luego de rodar por el suelo e intentar hacer una carpa con su futon se encontró sin más ideas con las cuales entretenerse. Sintiéndose agobiada, rodeada por las cuatro paredes que parecían acercarse cada vez más, amenazando con aplastarla, miro primero hacía la entrada de su cuarto que daba al pasillo y al interior de la casa, luego dirigió su mirada hacia el otro lado donde se encontraba la salida al exterior , se puso de pie torpemente y oyendo como se incrementaban los latidos de su corazón, y siendo consciente de su rápida respiración, fue hasta la puerta corrediza de madera y papel, y temerosa la abrió levemente dejando tan solo un resquicio por el cual espió. Viendo que nadie se acercaba, motivada por una oleada de valor, abrió todavía más permitiéndose ver todo el patio interno. Respiró llenando sus pulmones y disfrutando de la fresca corriente de aire que corría por la galería. Dio un par de pasos sin siquiera notar que había abandonado el interior de su cuarto, froto su pie izquierdo sobre su pierna derecha, estaba descalza y el piso de afuera estaba más frio que el de adentro. Su rostro se ilumino y sus ojitos brillaron al ver una mariposa que pasó por al lado suyo, estirando sus manitas hacía ella comenzó a perseguirla mientras reía de forma aguda propia de su tierna edad.

-¡Aiko! –llamó una autoritaria y algo molesta vos detrás de ella.

La niña corto de golpe su juego y con cabeza gacha giró a enfrentarse al dueño de esa vos, su padre.

-Ven aquí-ordenó.

Ella obedeció sumisamente y mientras caminaba se dio cuenta de cuanto se había alejado de su habitación, aquella habitación que se suponía no bebía abandonar.

-Papá, yo no quise- dijo la pequeña que ya estaba a unos pasos de su predecesor- Yo solo… tenía calor y-y abrí la ventana…-ella trataba de explicarse, sabiendo que no había explicación que la excusara por haber desobedecido, a su vez la penetrante y fría mirada de su padre la ponía nerviosa dificultándole todo aún más-y después la mariposa, yo-yo lo siento padre, no debí desobedecer es mi culpa-admitió mientras agachaba su cabeza hasta que su espalda quedo a noventa grados.

-Vuelve a tu cuarto y no salgas a menos que quieras que te deje sin cenar-amenazo su padre que por su rostro parecía muy enfadado.

-Sí, padre-se apuró a decir la niña al tiempo que volvía a inclinar su torso antes de apurarse a correr dentro de su habitación.

Del otro lado de la puerta por la cual la pequeña entro presurosa, se encontraba el demonio de cabello de luna, aquel ser de rostro inmutable que cualquiera pensaría desprovisto de emociones, emociones totalmente visible para su querida Rin y sus hijos, pero exceptuándolos nadie notaría el cansancio que reflejaba su rostro, ´´Lidiar con niños es más difícil de lo que jamás hubiese imaginado´´ pensó, es que sus hijos solían meterse en problemas, bueno, más que problemas eran travesuras de niño, pero en muchas de ellas se pasaban de la raya, como había hecho su pequeña la noche anterior, vagabundear fuera de casa entrada la noche ¿Cómo se había atrevido? Podría haberle pasado cualquier cosa. Él sabía que seguramente la niña había sido influenciada por su hermano mayor, esos dos se llevaban como perro y gato pero curiosamente se volvían los mejores amigos a la hora de portarse mal y era imposible que se acusasen. Lo peor era que no podía estar enfadado con ellos mucho tiempo ¿y cómo estarlo?, eran tan pequeños e inocentes, de solo recordar la pasada noche cuando Rin alterada y rompiendo en llanto le pregunto a su hijo si sabía dónde se encontraba su hermanita, esté nervioso aseguró que no sabía nada, mintiendo de una forma más que evidente, obviamente en ese entonces la sangre del daiyoukai parecía hervir en sus venas pero en este momento varias horas después de lo ocurrido no podía evitar lo gracioso que le resultaba su ineficaz forma de mentir, gracioso y un alivio, sería el colmo que sus hijos fueras hábiles mentirosos. Y su pequeña florcita, cuando la vio correteando tras esa mariposa su corazón se agrandó de tanta ternura, apenas si pudo interrumpirla para regañarle y créanlo o no le costaba demasiado ver a sus retoños tristes y saber que sus retos eran la causa, por más que los traviesos se lo merecieran, no le era fácil ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Él era su padre y debía educarlos.

Algunas horas después el sol ya se ocultaba tras el horizonte tiñendo el cielo de naranja y rosado. Este había sido un hermoso día de primavera, uno de esos días que te invitan a salir fuera y disfrutar del cálido sol, pero no fue así para cierta pequeña que se encontraba mirando hacia el techo sin ninguna expresión en su rostro. Ella deseaba dormirse con todas sus fuerzas, así, cuando despertara la mañana siguiente estaría completa su condena y podría salir a jugar. De todas formar la niña sabía que no podía quejarse, temprano había salido fuera de su cuarto e increíblemente su papá al descubrirla no había aumentado su castigo, eso fue raro porque por lo general su padre era muy estricto, pero no le dio demasiadas vueltas al asunto, había tenido suerte y punto.

Escuchó el ansiado sonido de la puerta deslizándose, feliz de que ya fuera hora de comer .Supo de inmediato que debía tratarse de un miembro de su familia, cualquier sirviente tocaría antes de entrar, y tal como había pensado era su hermano quien había irrumpido en su cuarto. Él traía una bandeja con alimentos que deposito en el suelo.

-Mamá me pidió que te trajera la cena-dijo esperando una palabra de agradecimiento o como mínimo un saludo de su hermana, pero lejos de eso la niña lo miraba con enfado-¿Qué te pasa que pones esa cara de tonta?-pregunto el niño mordazmente.

Al escuchar lo que le había dicho la pequeña se cruzó de brazos enfurruñada.

-Me dijiste que no me iban a ver, pero papá me atrapó igual y me reto y-y no me dejo salir del cuarto en todo el día-murmuró haciendo un puchero-¡Por tu culpa!-estalló finalmente.

-¿Mí culpa? Sos torpe por eso te atraparon, nenita llorona.

-Miedoso tonto-le respondió su hermana.

-¿Qué me dijiste?-rugió el mayor que parecía debatirse si golpear o no a su pequeña y estúpida hermana.

-Vos nunca te escapaste, yo sí, sos un miedoso.

Bueno, en este punto la conversación de los niños ya no tenía más sentido que él de tratar de hacer sentir mal al otro, era curioso siempre se medían por ver cuál era el más audaz en sus travesuras.

-Por supuesto que me he escapado-mintió el niño.

-¿A sí?, yo no me enteré-le espetó desafiante ella.

-No te enteraste porque no me retaron-respondió tranquilo, y ante la cara de incredulidad de su hermana agregó maliciosamente- A vos te castigaron porque no te quieren.

-Eso es mentira-grito la pequeña.

-Te digo la verdad, escuche decir a las señoras de la cocina, que cuando estabas en la pansa de mamá la enfermaste, y que por eso papá no quería tenerte, porqué casi la mataste asesina.

Ella no respondió, no podía, sentía como si el suelo se moviese bajo sus pies, como si su mundo, todo lo que conocía se fuera a desvanecer. ´´Yo casi mato a mami´´ pensó sin querer creérselo, no, no podía ser pero sabía que Yuki, su hermano no tenía suficiente imaginación para inventar una historia así, al fin de cuentas él era solo un niño al igual que ella y lo que este le había contado era demasiado rebuscado para que hubiese salido de su propia mente. Aiko sentía que lo que le había dicho era cierto, al menos parecía serlo para él y eso era prueba suficiente para la niña.

Por su parte cuando vio a su hermana pálida y estática temió que rompiera en llanto y corriera a preguntarle a sus padres si eso era cierto, bueno en parte lo era pero el niño sabía que no le daría gracia a sus predecesores ni que hubiese espiado a los sirvientes de la cocina y menos aún que le hubiese dicho toda la verdad, y unas cuantas partes inventadas o exageradas, a su hermanita de apenas cinco años. ´´Si se enteran me matan´´ e impulsado por el sentido de supervivencia el niño se vio obligado a dar el golpe final.

-No le digas a nadie, no querés que papá te odie todavía más ¿verdad?-le aconsejó.

La pequeña parecía un pajarito mojado, temblando y mordiéndose el labio como siempre hacia cuando quería evitar llorar, Yuki sintió como la culpa se extendía por todo su cuerpo. ´´Creo que me pasé, bueno, seguro que para mañana se olvida lo que le dije´´ intento convencerse el mayor mientras salía del cuarto de su destrozada hermanita.

Fue una victoria demasiado amarga pare él, sabía que lo que había hecho estaba mal y se prometió que jamás le diría algo así de nuevo. Pero el daño ya estaba hecho y él era demasiado orgulloso como para volver atrás sus palabras ´´Se va a olvidar´´ se repitió esa noche hasta quedar dormido ´´Por favor, olvida lo que te dije´´.

En la otra habitación: cuando la casa se encontraba en el silencio y la tranquilidad de la noche, todos se encontraban durmiendo, todos menos Aiko, ella estaba demasiado impactada inclusive para llorar, en realidad no había entendido del todo lo que le había dicho su hermano, solo sabía que sus padres la odiaban y que casi había matado a su mami. Las palabras se grabaron a fuego en su corazón sumiéndola en una enorme tristeza que a su corta edad ni siquiera lograba comprender y que rápidamente se convirtieron en lágrimas deslizándose por sus mejillas y que no se detuvieron hasta que la niña cayó dormida.