¡Hola a todos lectores! ¡¿Cómo han estado?! Aquí vuelvo con la continuación de esta especie de "saga" de One Piece. Para aquellos que no lo sepan, estaría bueno que leyeran los dos anteriores fics llamados Asesinatos I y Asesinatos II. No son necesarios para entender el fondo de la trama pero si lograrán captar ciertas cosas de las que se hablan que quizás no sepan de donde vengan.
Para aquellos que ya los han leído antes, quería dedicarles este capitulo y espero que la historia les guste tanto como las anteriores.
Sin más que decir, aquí se los dejo.
Nami terminó de mezclar las especias y, luego de esparcirlo sobre la carne, metió la gran fuente en el horno. Arrojó el reparador sobre la mesa de mármol y se dejó caer en una silla. Hacía frío y para alguien que se había criado en el sur, aquellas tormentas de nieve que azotaban la ciudad, eran insoportables. Agitó sus brazos frente a la estufa y solo se puso de pie para contemplar a través de la ventanilla. No quiso salir al balcón, la nieve que caía, perturbaba sus extremidades.
Oyó el picaporte girar y al voltear se encontró a Luffy ingresando en el apartamento. Soltó una sonrisa y corrió hasta él para saludarlo con un sonoro beso y un fuerte abrazo. Pero cuando éste soltó un bufido, su rostro se tornó serio. Sin aguardar una explicación, le desabrochó la campera y camisa, luego bajó las mangas del brazo derecho. Observó la venda que cubría un pedazo de su bíceps.
- Un loco con un cúter – Comentó – Estaba intentando asaltar a una pobre anciana –
- Te he dicho que tengas cuidado – Volteó y luego de chequear la comida, se sentó en los sillones y prendió la televisión – No quiero tener que ver como te desangras de nuevo –
Recordó aquel caso donde el morocho había sido apuñalado por un loco que se creía Dios. Ya habían pasado dos años, y la imagen seguía siendo igual de fresca. Ver como los médicos sacaban el cuchillo de su pecho había sido traumático, y la rehabilitación que había venido después, un peor. Había perdido el aliento en el momento que le dijeron que solo había un 55 de posibilidades de que llegara vivo al hospital. Jamás había presionado con tanta fuerza una herida.
Luffy se abrochó la camisa y luego de dejar su placa y su arma sobre la mesada del comedor, se sentó a su lado. Paso su brazo sano sobre sus hombros y acarició sus largos cabellos anaranjados.
- A sido un pequeño corte, no pares con aquella vez… - Comentó.
- ¿Por qué siempre te tienen que tocar los locos? Hay tantos casos donde la ley se impone de manera tan absurda – Murmuró sin quitar su gélida mirada de la televisión.
- Digamos que soy un poco precipitado… jamás pensé que podía llegar a tener un arma blanca, Nami, yo simplemente actúe –
- Siempre lo haces ¿Verdad? – La mujer se puso de pie con un bufido – Las cosas no siempre salen como uno quiere, tienes que tener mas cuidado –
El joven quedó en silencio. La observó detenidamente mientras se alejaba hacia el horno y confinaba el estado de la cena. Posó sus oscuros ojos en la pantalla que decoraba su salón y analizó las noticias que pasaban en la introducción del programa. Un choque en la avenida principal de Chicago, fuertes tormentas con un principio de ciclón en Virginia, la desaparición de una adolescente en el sur de Illinois, el intento de robo de un banco en Las Vegas, el incendio de una casa en Los Ángeles. ¿Qué sentido tenia? Ya contaba con suficientes problemas en su trabajo. Puso los ojos en blanco y cambió el canal a uno donde pasaban música.
Se acercó a la mujer y la abrazó por la espalda. Le dio un beso en el cuello y sonrió. Adoran el aroma que tenía en el cabello, un dulce olor a mandarinas que lo volvía loco. Ella volteó y lo contempló seria.
- Si algo te pasa… - Comenzó.
- Nada va a pasarme – La interrumpió y le dio un beso – Soy fuerte – Sonrió.
La mujer puso los ojos en blanco y le dio un pequeño beso en el cuello. Acarició sus brazos y volteó para sacar la carne del horno.
Cenaron como todas las noches. Conversaron sobre los casos que habían tenido e incluso recordaron viejos caso, que por esas cosas de la vida, los habían juntado para resolverlos juntos. Y como todas las noches, terminaron brindando con una botella de sidra antes de dirigirse a la pequeña habitación que poseían en aquel minúsculo departamento en las calles de Chicago.
- Déjame curarte la herida – Dijo la mujer mientras le desabrochaba la camisa.
El morocho se sentó al pie de la cama y la contempló. Amaba verla tan concentrada en algo, su seriedad era única. El ceño fruncido le agregaba mas dulzura, cosa que lo volvía loco. Cuando le sacó la camisa, el sonrió. La pelinaranja quitó la venda de su brazo y contempló la herida. Soltó un pequeño bufido para luego, limpiar la herida con un algodón. Él admiró como trabajaba con sus suaves manos, sintió la yema de sus dedos en su brazo y la fría gaza que le pegaba con una cinta trasparente.
- Listo – Sonrió – Ahora puedes dormir tranquilo – Le guiño un ojo, orgullosa por su labor.
Pero antes de que se pudiera alejar, el morocho la agarró por el cinturón que moldeaba su perfecta cadera. La atrajo hacia él y con una sonrisa dibujada en sus labios, deslizó sus manos por debajo de su camisa.
- ¿Qué estás haciendo? – Gritó entre carcajadas.
No respondió. Simplemente siguió concentrado en su labor. Sus dedos caminaron hasta llegar a su sostén y cuando lo logró sujetar, jaló de él hacia adelante. La mujer soltó un pequeño chillido y cayó sobre el morocho. Pero antes que pudiera insultarlo, hundió sus labios en los de ella. La apretó contra su cuerpo y acarició su espalda con sumo cuidado.
- ¿Sabes donde tengo ganas de vivir? – Le comentó la mujer cuando pudo liberar su boca – Nueva York –
- Te prometo que algún día iremos – Sonrió mientras la admiraba – Haría todo por verte feliz –
- Quédate a mi lado y lo seré – Murmuró seria.
- Nunca me voy a ir de tu lado – Dijo mientras se incorporaba.
Se contemplaron en un silencio perfecto. Nami estiró su mano y acarició su espalda mientras pensaba en lo afortunada que había sido. Había estado a punto de perderlo en varias ovaciones. La primera vez cuando había sido trasladada a Utah, habían sido separados y luego, cuando fue apuñalado. La jefatura también los había intentado separar pero él se había enfrentado a los altos cargos y había logrado convencerlos para que la trasladaran a Chicago con él. Se arrimó y comenzó a besarle el cuello con suavidad, con un mano acarició su pecho para luego empujarlo hacia la cama.
Se subió sobre su cuerpo y se agachó para poder seguir besándolo con una pequeña pasión que fue aumentando a medida que el tiempo pasaba. El hombre le sacó el buzo por arriba y lo arrojó lo más lejos que pudo. Tomó la camisa con ambas mano y jaló de ambos lados, rompiendo todos los botones con desesperación. Masajeó su vientre y cuando sus manos subieron para deshacerse del maldito sostén, el teléfono sonó aturdiendo toda la sala.
Ambos se sorprendieron, contemplaron el aparato por unos segundos antes de levantase a atender. La mujer se puso de pie y corrió hacia el teléfono, atendiendo enseguida. Mientras tanto, el morocho quedó recostado sin camisa. Frustrado, se quedó admirando el techo. Había esperado toda la noche por tener un tiempo a solas con su preciosa pelinaranja y ahora todo lo habían arruinado.
Cuando Nami apareció en el umbral de la puerta, seria, él se enderezó.
- Me han llamado del departamento, tres jovencitas han desaparecido de sus casas – Murmuró seria – Tengo que comunicarme con Robin e ir en seguida – Se quitó la camisa rota y corrió al pequeño armario para poder ponerse otra – Una es la hija del alcalde – El rostro de Vivi apareció en su mente.
- ¿Tienes que ir ahora? ¿Tienes que ponerte la camisa? Te vez más linda sin ella –
- Tengo que ir, el deber me llama – Tomó la placa que la distinguía de un ciudadano ordinario y la guardo en el bolsillo de su pantalón. Descolgó el teléfono y marco el numero de Robín.
(…)
Nada podía arruinar aquel estado de relajación en el que se encontraba. Nico Robin yacía recostada en su tina, rebalsante de espuma y sales minerales que le permitían una mayor relajación, por supuesto que tampoco faltaba el hidromasaje. Estiró su mano y tomó la pequeña copa de vino que se había servido mucho antes de terminar la velada.
Cuando la puerta del baño se abrió, no se sorprendió. La silueta del peliverde apareció en movimiento. Soltó una sonrisa cuando notó que ya se había puesto el pantalón verde que tanto lo caracterizaba. En una mano cargaba la botella del tinto que habían abierto hacia unas horas, en la otra su teléfono móvil que no paraba de sonar.
- Te están llamando – Se lo entregó en mano para luego esentarseen la tapa del excusado.
La mujer le regaló una sonrisa como agradecimiento y luego de presionar el botón verde, atendió.
- ¿Sucede algo, Nami? – Preguntó alegre – Es tarde para recibir una llamada tuya –
- ¡Robin! ¡No quería molesta! Me han llamado de la comisaria, han desaparecido tres chicas, es urgente que vayamos –
- Bien…. – Murmuró pensativa – Pásame la dirección por mensaje, estaré allí enseguida - Se puso de pie y el agua escurrió por su cuerpo.
- ¿Te vas a ir? – Preguntó Zoro con un leve bufido.
- Si, es una urgencia – Le comento mientras salía del baño a toda prisa.
- ¿Zoro? ¿Ese era Zoro? – Preguntó Nami curiosa - ¿Está en tu casa? –
- Nos vemos allá – Cortó con una sonrisa picara.
Tomó una de toallas más suaves que poseía y comenzó a secarse el cuerpo. Al terminar, la dejo caer al suelo y comenzó con ponerse ropa interior. Se colocó unos vaqueros oscuros y luego de ponerse una remera, se abrigó con un suéter violeta.
- ¿Qué se supone que voy a hacer hasta que vuelvas? – La voz del hombre la envolvió por detrás.
- Mmm… Tienes tres opciones – Dijo tranquila como el agua – Puedes esperarle aquí, acompañarme o irte a tu casa y volver otro día –
No se sorprendió cuando lo vio tomar su remera y ponérsela. No esperaba que decidiera quedarse, ni mucho menos acompañarla. Robin no era idiota, ni mucho menos ilusa. Sabia que entre ellos no había nada. Solo eran encuentros ocasionales que tenían debes en cuanto, simplemente disfrutaban al máximo el afecto físico que había entre ellos, nada más.
(…)
Cuando Nami estacionó su vehículo frente al edifico donde vivía la nieta del alcalde, divisó el auto de Robin. Bajó a toda prisa e ingresó entre los policías mostrando su placa de policía. Un hombre de melena rubia la guió hasta el elevador y juntos subieron hasta el décimo cuarto piso, que era donde vivía la joven junto a su padre.
Al ingresar al enorme piso, distinguió a su amiga de pie junto a un hombre alto de cabellos oscuros y traje negro con camisa violeta. Se arrimó rápidamente y cuando el hombre volteó supo que se trataba de Ishoo, uno de los oficiales de mayor rango en la ciudad, y el hombre que había aceptado su traslado.
Fujitora, como lo conocían, era un hombre alto e inteligente. Y a pesar de ser ciego de los dos ojos, por alguna razón que hasta los médicos desconocían, sabia todo lo que pasaba a su alrededor.
- Al fin llegas niña – murmuró cosa que irritó a Nami, ella no era una niña.
- ¿Qué ha pasado? – Preguntó curiosa.
- Las he llamado a ustedes porque tienen historial en casos de secuestros – Les dijo a ambas – Ustedes tienen la experiencia necesaria para encontrar a estas chicas –
- ¿Secuestro? Creí que habían desaparecido – Robin frunció el ceño.
- Una es la nieta de un alcalde, las posibilidades de que no sea un secuestro son menos del 5% - Afirmó.
- ¿Podemos hablar con los padres? – Nami admiró los cuadros que yacían colgados en las paredes.
Al parecer la joven que había desaparecido era una chica de no más de 16 años que tenía el cabello largo y rosado. Era muy bonita y por lo que veía, le gustaba llevarlo trenzado. Nami se arrimó y contempló sus ojos juveniles, llenos de esperanza, metros y deseos. Era tan joven…
- La señora Scarlet murió cuando Rebecca era pequeña, Kyros está en la otra habitación. Síganme –
Nami quedó helada. Su madre había muerto y ella, posiblemente, había sido secuestrada. Tal y como su anterior caso en Nuevo México. La imagen de Vivi y Cobra aparecieron en su mente, y sintió cierta nostalgia. ¿Qué estaría haciendo aquella pequeña que había logrado rescatar de las manos de un narcotraficante? Ahora tendría 18 años y posiblemente ese año comenzaría la universidad. Sintió cierto orgullo al imaginarlo.
Fujitora las guió hasta el gran salón de aquel piso, donde más policías se encontraban. Sentado en uno de los sillones, mirando el paisaje a través de un inmenso ventanal, se encontraba un hombre de largo cabellos negro y mirada penetrante. El hombre, que parecía ser el padre de Rebecca, estaba serio, pensativo, seguramente preguntándose donde estaba su pequeña hija. Cuando las sintió llegar, se puso de pie y las recibió con un apretó de manos. Fue entonces cuando ambas notaron la pequeña discapacidad que poseía, le faltaba una pierna, cosa que agregaba más drama a todo el asunto, pero el hombre lograba mantenerse.
- Kyros, ellas son las agentes Robin y Nami. Expertas en casos similares. Conocidas en todo el país por participar en casos como el de Mr.0 en Nuevo México y el caso de los secuestros en Utah - Comentó su jefe con orgullo - Ellas estarán a cargo, quieren hacerte unas cuantas preguntas ¿Verdad? -
Nami dio un paso adelante y comenzó con el interrogatorio. Las primer horas de la desaparición de una persona eran cruciales y tenían que saber que era lo que había pasado, como, cuando y por qué.
- ¿Cuándo fue la última vez que la vio? - Preguntó.
El hombre les ofreció asientos con sus brazos y solo comenzó a hablar cuando los tres tomaron sus lugares en los cómodos sillones de aquel salón.
- Las tres se encontraban aquí, tanto Rebecca como las otras niñas - Soltó un gran suspiro - La idea era que todas se quedaran a dormir aquí y mañana las otras dos niñas volverían a sus hogares. Decidí que iría hasta la pizzería más cercana a comprar unas cuantas pizzas para que pudieran pasar toda la noche comiendo y viendo unas cuantas películas - Les enseñó las cajas de pizza que yacían sobre la mesada sin tocar - Me desvié para comprar helado, quería sorprenderlas. Cuando volví ya no estaban -
- Su cuarto y toda la casa estaba impecable - Añadió Ishoo - Claramente se fueron por su propia voluntad. Tenemos los vídeos de cuando eso pasó -
Un joven que posiblemente era un recién incorporado en la policía, acercó una computadora transportable a ellas y les entregó el vídeo para que pudieran verlo detenidamente. Tanto Nami como Robin lo contemplaron en silencio. En la pequeña grabación, captada por una cámara de seguridad del edificio, se veía como las tres abandonaban el departamento y el edificio entero solas. Charlando, hablando, riendo. Tal y como si nada sucediera.
- Iban bien vestidas, casi parece como si fueran a un bar o a una discoteca - Agregó Robin mientras levantaba la mirada.
- Llamé a su teléfono móvil, nada - Dijo Kyros mientras soltaba un gran suspiro - No tengo idea de donde están... -
- ¿Puedes darme su número? - Robin sacó su propio móvil y marcó el numero que Kyros le deletreó. Quizás la joven estaba avergonzada por huír y no quería atender a su furioso padre. Pero luego de insistir por varios minutos, no consiguió nada más que una voz artificial diciéndole que el número no se encontraba disponible - Al parecer su móvil esta apagado -
- Ella nunca apaga su móvil y menos cuando no esta en casa -
- Déjame ver... - Robin tecleó en el ordenador con frenesí. Ingresó en un rastreador satelital que poseía la policía norteamericana para casos como esos e introdujo el numero - El telefono se apagó hace una hora en... ¿Qué es esto? - Colocó la street view para poder contemplar el punto a donde el buscador la había llevado - Una discoteca en Oak Park -
- Robin - Murmuró Nami mientras se ponía de pie.
- Si, vayamos -
Llegaron a la discoteca en pocos minutos, y lo primero que hicieron fue estacionar y contemplarla desde el otro lado de la calle. Al parecer la noche se encontraba en su auge. Distinguieron cientos de personas haciendo una interminable fila para poder ingresar a la discoteca mientras que la música y los gorilas de la entrada, custodiaban que nada se saliera de control. Las mujeres cruzaron las calles con determinación y se arrimaron a la entrada principal.
- ¡Alto ahí! - Un hombre alto y ancho como una puerta, se interpuso en su camino - Deben hacer la fila y abonar la entrada -
- Somos de la policía, estamos buscando a una chica - Nami enseñó su placa - Hágase aun lado -
- ¿Qué este lugar no es para mayores de 18 años? - Robin contempló a todos los jóvenes que esperaban a entrar al lugar, incluso distinguió a muchos menores ingresando.
El hombre las contempló aterrado y se hizo aun lado para dejarlas entrar. Más tarde se encargarían de denunciar aquel lugar, ahora tenían que poner sus mentes en encontrar a Rebecca y a las otras dos chicas. Ingresaron entre el gentío. Adentro de aquel sitio, todo era un caos. Música, alcohol, descontrol. Nada más lejos de una noche de pizzas y películas. Al parecer, las chicas querían algo alocado con mucha diversión.
Decidieron separarse y tomar caminos diferentes para poder encontrarlas más fácil. Recorrieron las zonas de los bares, los baños, la pista central, el área VIP y se entremezclaron con los jóvenes preguntándoles si las habían visto y enseñándoles las fotografías que tenían. Caminando entre la multitud, la pelinaranja encontró el gran escenario donde una banda tocaba y cantaba a todo volumen. Tomó coraje y se subió por las pequeñas escaleras para los artistas. Se arrimó al cantante y cuando este le preguntó de muy mala gana que era lo que quería, le mostró su placa.
- Necesito preguntar por alguien - Murmuró. La música cesó y todos los hombres y mujeres, voltearon a contemplar que era lo que estaba pasando. Algo avergonzada, la mujer tomó el micrófono - Estoy buscando a Rebecca, Elisa y Marina ¿Alguien las ha visto? - Al ver que nadie se inmutaba continuó - Rebecca, Elisa y Marina -
Soltó un pequeño chillido cuando alguien la tomó del brazo y la jaló hacía atrás. El hombre la arrastró hacía la cortina detrás del escenario y la contempló con el ceño fruncido.
- ¿Qué demonios haces? ¡¿Quién eres y qué quieres aquí, niña?! - El grito casi la dejó sorda.
Metió la mano en su bolsillo y, una vez más, enseñó su placa. El hombre desajustó su mano con delicadeza y la contempló con los ojos abiertos cual platos. Acababa de agredir a una policía y eso no era nada bueno.
- Estoy buscando a estas tres niñas que han desaparecido de su hogar. El rastro me guió hasta aquí. Primero que nada este lugar no esta habilitado para menores y esta lleno de adolescentes aquí dentro ¿Sabes los problemas que te traerá eso? Además acabas de agredirme, otro punto en contra - Respiró profundamente e intentó no sacarse demasiado. Estaba enojada - Y si, encima, no cooperas con esto, solo agravaras la situación -
El extraño quedó estupefacto. Había dado en el clavo. Nada mejor que tener a favor a un hombre asustado, que sabía que había cometido más de un error.
- Disculpe, no pensé... - Tartamudeó - Si quiere puede llevarla a la sala de seguridad... Allí le mostraran las cámaras de vigilancia -
- Hágalo ahora - Murmuró entre dientes.
Cuando bajaron del escenario, Robin ya se encontraba al pie de las escaleras. Había escuchado la voz de su compañera y había corrido para poder encontrarse con ella en el escenario. La pelinaranja le contó la situación y juntos siguieron al extraño para poder obtener aquellas cintas. Ingresaron a una pequeña habitación con una sucia computadora y solo hombre que, más que trabajar, dormía sentado en una silla de plástico. Despertó cuando escuchó la puerta cerrarse e hizo de cuenta de que todo estaba bien, el hombre que las había guiado le explicó que era dos policías que buscaban tres chicas desaparecidas. Y la bella durmiente no se molestó en mostrarle la grabación de aquella noche. Observaron rostros extraños por unos minutos, hasta que finalmente. ¡Bingo! Las tres muchachas aparecieron en escena.
- Ingresaron en la discoteca - Afirmó Robin tras mirar el vídeo.
- Pero no están aquí... - Acotó Nami pensativa, hasta que las vio salir - ¡Ahí! - Señaló la pequeña pantalla.
Sin embargo, lo que llamó la atención de ambas mujeres era que no estaban solas. Las tres mujeres abandonaron la discoteca abrazadas a tres hombres. El que iba abrazado de Elisa poseía una gorra negra que apenas dejaba ver su corto cabello castaño; el individuo que iba con Marina poseía cabello plateado, era alto y poseía consistencia musculosa, pero lo que más llamó la atención de las investigadoras fue el visor morado que llevaba en sus ojos; y el que caminaba junto a Rebecca era rubio, de tez morena, un par de gafas oscuras y una sonrisa que incomodó a ambas. Observaron como se subían a un auto gris y se alejaban de la zona.
- ¡Pon pausa! - Exclamó la pelinaranja - Es un Ford Ka gris, matricula de Illinois K87 6532 -
- Llama a todas las unidades - Dijo Robin mientras sacaba su móvil y le sacaba una foto a la pantalla - Necesitamos encontrar ese auto ya -
(...)
Conocida por ser la tercer ciudad más poblada de Estados Unidos, Chicago se conocía por sus monumentales rascacielos. Y manejar por sus calles era un infierno. En aquellos momentos Zoro extrañaba las desoladas calles de Nuevo México donde los autos eran escasos y durante las tardes, las calles estaban desoladas. Patrullar como civil era todavía peor. Debían ir en un auto negro, normal, sin sirenas que los dejaran pasar en los congestionamientos automovilísticos. Y para peor, el enorme camión que iba delante de ellos, avanzaba a un velocidad de caracol.
- Anoche estabas con ella ¿Verdad? - La voz de Luffy lo sacó de sus pensamientos.
- ¿Tiene algo de malo? - Preguntó de mala gana. Odiaba hablar del tema.
- ¿Sabes que siente algo por ti? - Lo desafió con otra pregunta, pero en ningún momento lo miró.
- No era mi intención ilucionarla y romperle el corazón - Soltó un bufido cuando el camión se detuvo - Dejamos las cosas claras hace mucho tiempo. Nada de romance, nada de amor, de celos, de cosas cursis. Nada de eso. Solamente sexo ocasional, eso es todo -
- ¿Y nunca has pensado en algo serio? - El morocho contempló por la ventanilla con los ojos posados en una panadería de una esquina.
- Lo serio no va conmigo - Al ver que el camión no avanzaba más, contempló curioso hacía delante.
- Oi... - Luffy contempló como una mujer bajaba del camión y, luego de mirar para todos lados, entregaba un paquete a un hombre a cambio de dinero - Eso fue raro, vamos -
El morocho abrió la puerta del auto y bajó a toda prisa. El peliverde hizo exactamente lo mismo y cuando estuvieron lo suficientemente cerca, sacaron las placas y gritaron que eran policías. La mujer y el extraño salieron corriendo, y el camión comenzó a avanzar rápidamente.
- ¡Zoro! ¡El camión! - Exclamó.
El peliverde subió a su vehículo, se colocó el cinturón de seguridad y arrancó tan veloz que las ruedas rechinaron bajo el asfalto. Mientras que el morocho comenzó a correr detrás de la extraña mujer. Aceleró hasta donde el motor le dio, y no perdió el maldito camión de vista. Estiró su mano y tomó la radio para poder comunicarse con la oficina central de la policía de Chicago.
- Necesito refuerzos - Gritó - ¡Maldición! - El camión doblo en una calle peatonal y él hizo lo mismo. Rogó porque todo el mundo se hiciera aun lado - Un camión sospechoso esta huyendo, estamos en la avenida central -
Soltó la radio y colocó las dos manos en el volante. ¡Ese loco iba a atropellar a alguien! Cuando volvieron a la calle normal, intentó pasarlo por la derecha, para que el conductor no lo viera, pero éste lo distinguió y lo chocó de costado. Casi pierde el control. Tocó bocina para que las personas no cruzaran la calle, ese loco no iba a detenerse por un maldito semáforo en rojo. Estiró su mano y sacó su arma. Iba a tener que actuar. Avanzó hasta estar a la altura del conductor y le dio varios tiros a la puerta con el fin de asustarlo. El camión doblo y él lo siguió de cerca. Tenía que aguantar hasta que los refuerzos llegaran.
Inesperadamente, el camión que iba delante suyo, chocó contra un bus que tenía prioridad de paso. El sospechoso perdió el control y se incrustó en un pequeño local en una esquina. Zoro tuvo que pisar los frenos para no participar del accidente y cuando notó la presión del cinturón contra su pecho, dobló para no estrellarse contra el bus de frente. No dejó que el impacto le afectara y en cuanto se desabrochó el cinturón de seguridad, salió disparado con arma en mano.
- ¡Quieto ahí! ¡Policía! - Abrió la puerta del camión y contempló al sospechoso.
El hombre de gran tamaño estaba cubierto de sangre y parecía algo aturdido por el golpe. Lo tomó de la camisa y lo arrojó en el suelo.
- Manos al cuello, ahora -
Escuchó las sirenas de los demás policías y soltó un insulto. ¡Habían llegado demasiado tarde!
(...)
La extraña se metió por un callejón lleno de basura, al parecer era ágil y veloz. A medida que avanzaba, tiraba cubos de basura para complicarle el paso a Luffy. Pero éste siguió, saltó, esquivó e incluso, pateó cosas para poder abrirse camino. No iba a dejar que escapara. La mujer dobló en cuanto el camino recto llegó a su fin, y para cuando Luffy llegó, contempló que la mujer se encontraba subiendo unas escaleras externas de un edificio. Hizo lo mismo. ¿Qué sentido tenía llegar a la techo? ¿Cómo iba a escapar? ¿Saltando? Subió a toda velocidad mientras desenfundaba su arma. Necesitaba hacer tiempo.
La mujer llegó al final de las escaleras y luego de tomar velocidad, saltó hacía el otro techo del edificio más cercano. Estuvo a punto de no lograrlo pero el morocho le dio un punto por el hábil salto. Pero él no iba a quedarse atrás. Pegó un salto que jamás se imaginó haciendo. Su corazón se detuvo y no volvió a funcionar hasta que su pie tocó piso firme. ¡Lo había logrado!
Contempló a la muchacha bajando otras escaleras externas y maldijo a todos los edificios de Chicago ¡¿Por qué todos tenían escaleras externas?! Comenzó a bajar a toda prisa, por suerte la bajada era mucho más rápida que la subida. ¡Jamás iba a alcanzarla de esa manera! Respiró profundamente y esperó que la mujer llegara al final de las escalera para saltar sobre ella. No estaba muy lejos, dos o tres pisos. Calló delante de ella y aterrizó con la fuerza de sus piernas. La sospechosa lo miró boquiabierto. Y cuando éste se puso de pie, apuntó le frente con su arma.
- No te muevas -
La mujer metió la mano entre sus pechos y sacó un pequeño revolver con el que disparó. Afortunadamente sus reflejos eran tan frescos, que puso esquivar el tiro con facilidad. Con su codo, golpeó las manos de la mujer, obligandola a soltar el arma. Luego, con la culata de su arma, golpeó el rostro de la extraña. Ésta calló hacía atrás con la nariz rota y el morocho aprovechó para tomarla de las manos y esposarla.
- No eres una mujer cualquiera - Se limpió el sudor de la frente. Por un segundo había creído que el disparo se incrustaría en su cuello - Veamos que tienes aquí -
Metió sus manos en los bolsillos de la mujer y sacó varias armas. Con el ceño fruncido guardó aquellas armas en sus ropas. La puso de pie y la contempló serio.
- Vendiendo armas sin permiso ¿Verdad? - La extraña desvió la mirada - ¿Dónde más tienes armas? - No podía tocarla más. Solo policías mujeres podían revisar a sospechosas mujeres - Vamos, tenemos que encontrar a tu compañero -
(...)
Cuando Zoro levantó la mirada, se encontró con que Luffy bajaba de un taxi con la extraña esposada. Soltó una sonrisa, aquella escena era patética. Se arrimó indiferente y contempló como el morocho le pagaba al pobre taxista que había tenido que llevar a una fugitiva en su auto.
- Lo has hecho bien - El peliverde palmeó su espalda.
- Te dejo dos minutos y ya haces un desastre - Luffy contempló la policía, la ambulancia y los tres vehículos que habían participado del accidente.
Un policía se acercó y se ofreció a llevarse a la mujer. El morocho asintió y volteó hacía su compañero.
- Creo que venden armas ilegalmente - Comentó.
- Abramos el camión -
El dúo se acercó hasta aquel camión incrustado en la pared y jalaron de la perilla para poder abrir el depósito que cargaba en su espalda. Sus ojos quedaron desorbitados al contemplar semejante cargamento. Fusiles, revólveres, ametralladoras... ¡Hasta granadas! Armas cortas, largas, de puño, de hombro, portátiles, no portátiles, de retención, de tiro a tiro, automáticas, semiautomáticas, pequeñas, livianas. De todo. Incluso había ballestas y armas cortantes.
- Esto no es normal - Murmuró el morocho.
- Es una locura... - Agregó el peliverde
Bueno... Hasta aquí hemos llegado con este primer capitulo. ¿Qué les ha parecido? Espero que les haya gustado. Pronto estaré actualizando éste fic.
¡Nos leemos pronto!
