Disclaimer: Los personajes y lugares pertenecen a J.K. Rowling, no así la trama que es de mi autoría.

Cita por error.

Capítulo 1.


Frunció los labios, en parte desconcertada, en parte nerviosa. ¿Cómo había llegado a parar justamente ella a una situación como esa?

Ah, claro, todo era culpa de la inconsciente de Ginny Weasley, y ya que estábamos con esas, también era su culpa, por permitirse manipular tan fácil y tontamente.

Había bastado un pequeño golpe a su orgullo para que ella cayera redondita en la trampa y ahora estuviera a un paso de invitar a Ron Weasley a la próxima salida a Hogsmeade con la clara etiqueta de "cita romántica" por todos lados.

No es como si el pelirrojo y ella no hubieran estado tonteando los últimos seis meses después de la Guerra y después de haber vuelto a Hogwarts, mandándose miradas cómplices con frecuencia, estrechando la mano del otro y compartiendo besos fugaces de cuando en cuando, pero por alguna razón que ni la misma Hermione alcanzaba a comprender, su relación se había estancado en el incierto punto de "algo más que amigos pero menos que novios". No importó al principio, pues era comprensible que luego de la muerte de Fred, Ron no estuviera en condiciones de involucrarse en una relación que tenía toda la pinta de ir en serio, no obstante las cosas comenzaron a preocuparle cuando notó, un mes atrás, que Lavender Brown merodeaba una vez más cerca de lo que ella inconscientemente llamada "su territorio". Claro que las sonrisitas estúpidas que Ron le regalaba a la rubia tampoco ayudaban mucho a mantener su confianza en la situación.

Así, tras una exitosa jugada de Ginny (una jugada poco digna si le preguntaban), ella podría tener una primera cita con Ron y, dependiendo la forma en que se dieran las cosas, quizá terminaría poniéndole al fin un nombre a esa extraña relación que habían empezado a construir desde hace tiempo.

—Lo estás pensando mucho, Hermione.

La susodicha dio un respingo en su asiento al escuchar las palabras exasperadas de Ginny, con la que compartía banco en aquella clase.

No pudo evitar regresarle una mirada contemplativa. Para su amiga aquellas cosas lucían sencillas, algo que no era nada del otro mundo; pero Ginevra Weasley siempre había sido de ese tipo de chicas, intempestivas y arriesgadas, completamente seguras de sí mismas, tanto, que no parecía afectarle que la de la iniciativa fuera la mujer y no el hombre, como siempre había creído que debía ser.

Y es que ahora que lo pensaba, Ginny era todo lo que ella nunca sería.

—No estoy muy segura —fue su débil replica, en susurros y con cuidado, para que el maestro de turno no se percatara de su falta de atención.

Ginny frunció el ceño.

—Lo hemos planeado desde hace casi dos semanas. No puedes simplemente decir que no estás muy segura —hizo una pausa, a la espera de una respuesta de Hermione que nunca llegó. Rodó los ojos fastidiada y con descaro añadió—: ayer escuché que Lavender tiene la intención de invitar a mi hermano a ese ridículo salón de té de Madame Tudipié. No iras a decirme que te gusta la idea, ¿O sí?

Hermione compuso una cara de repulsión al escuchar el nombre del local, y una escalofriante escena en tonos rosados se dibujó en su mente al instante: se trataba de Ron y Lavender, compartiendo una pequeña mesa para dos, riendo de cosas sin sentido e intercambiando dulces biscochos en la boca del otro.

Negó imperceptiblemente; ya había perdido a Ronald una vez ante esa chica, era seguro que no lo haría dos veces.

— ¿Tienes el pergamino? —preguntó decidida a una pelirroja bruja que no cabía en sí de la emoción. No tardó en hacerle llegar un pequeño trozo de pergamino—. ¿Rosa? ¿Qué es esto, Ginny?

La castaña observaba con desconfianza lo que en efecto era un corte de viejo pergamino con tinte rosado. Estaba bien que planeaba invitar a Ron a una cita romántica, pero aquello era demasiado, incluso para ella. No era su intención que de un momento a otro el chico que le gustaba la viera como una estúpida enamorada, aun a pesar de que lo fuera un poco.

—Es… es parte del plan —contestó Ginny, quizá demasiado pronto—. Ya sabes, Ron es del tipo al que le gustan las cosas cursis y las chicas lindas. Un detalle como este solo lo hará mejor.

Se lo pensó por un momento, bajo la atenta y ansiosa mirada de su amiga, y al no ser capaz de encontrar segundas intenciones en el argumento de la menor de los Weasley, finalmente optó por encogerse de hombros y garabatear unas cuantas palabras rápidas en el pergamino.

Lo releyó tres veces, y en un ataque fugaz de valentía lo mandó a volar de forma discreta tres asientos al frente, donde se encontraba la cabellera pelirroja de Ron en compañía de Harry.

Claro que por azares de la vida, ni Ginny ni Hermione hubieran sido nunca capaces de predecir que el pequeño trozo de pergamino se encontraría con un obstáculo justo un lugar antes de su destino.

La castaña abrió los ojos como platos y Ginny tragó de manera ruidosa y poco femenina. Aquello estaba mal, muy mal, pues en el momento en que aquel chico de Slytherin tomara entre manos la nota y la leyera, primero con un rictus de extrañeza y luego con uno de diversión, ambas supieron que estaban en problemas, una más que la otra.

Y cuando Draco Malfoy envió de vuelta el pergamino después de un rato, Hermione se vio a si misma reacia ante la idea de leer su contenido, o a saber si quiera si había escrito algo.

— ¿No… no vas a verlo? —Preguntó Ginny en un tono claramente nervioso pero que para su fortuna, Hermione no alcanzó a notar, ensimismada como estaba observando el meticulosamente doblado pergamino que descansaba en su escritorio—. ¿Hermione?

La castaña suspiró al tiempo en que se atrevía a juguetear con el papelito, pero sin ser capaz de desdoblarlo del todo.

Luego de la caída de Voldemort las cosas en la comunidad mágica parecían haber entrado en un extraño juego que siempre iba hacia arriba, entre eternos momentos de tranquilidad y alegría a los que con grato gusto nadie les veía fin.

Para personas como ella, magos de ascendencia muggle, las situaciones pintaban de lo más favorable, no así para aquellos que habían abocado sus vidas al servicio del lado oscuro. Incluso Hermione podía decir que los admiraba en silencio, pues ella misma jamás sería capaz de soportar la indiferencia y desdén con el que ahora la sociedad trataba a los pertenecientes de las familias que en algún tiempo fueron importantes.

Había visto con propios ojos cómo decadentes estirpes como los Malfoy, los Zabini, los Parkinson y otros tantos con los que en esos instantes compartía una aburrida clase, unían fuerzas y se protegían entre sí, generando una inquebrantable coraza ante las arrolladoras acusaciones que el resto del alumnado les dirigía cada día. Porque aunque ya no estuvieran en la cima como antaño ni se encontraran en posición de menospreciar a nadie, ellos no perdían la altanería que era más parte de su espíritu que de sus creencias. Aun sin nada se creían dignos y aquello de una manera retorcida le generaba un alto grado de admiración.

Ya fuera por eso o tal vez movida por una repentina curiosidad que había nacido en lo más profundo de su ser, desdobló por completo el pergamino rosado y leyó de nuevo sus propias palabras escritas, además de las agregadas en estilizada y alargada caligrafía; esas que no pertenecían a ella, sino a Draco Malfoy:

"¿Te parece salir juntos en la próxima visita a Hogsmeade?

Hermione."

"Cuenta con ello.

D.M."

Hermione estuvo a punto de soltar una risita histérica, producto de los incipientes nervios. Tenía una cita, claro, pero no era con Ronald Weasley.


Notas de la autora: Hola! Buen día (tarde o noche) a todos, espero realmente que este primer capitulo haya sido de su agrado, es mi primer Dramione por aquí y la historia no dejaba de rondarme la cabeza. Se trata de un Two-shot, así que el segundo y último capítulo lo estaré publicando en estos días.

Me encantaría saber sus comentarios y opiniones, así que los reviews son bienvenidos! :D

Saludos a todos :)