Disclaimer: Ya lo saben de memoria. los personajes no son mios, esta es una adaptacion.

Nuevamete por aquí con una nueva historia, espero les sea de su agrado y eso lo sabré con los rews!

Adveretencia: Las personalidades de los personajes pueden variar del libro. Estan Advertidos.


Resumen:

Cuando Bella Swan acepta un trabajo de niñera en Seattle para escapar de su pueblo, de su familia y de Jacob, su novio teóricamente perfecto, el concepto de «choque cultural» se queda corto...

Los Cullen son la pareja más incompatible desde Tom y Jerry, y sus hijos, Jane, la brillante duendecilla guerrera, el sanguinario Emmett y la pequeña y tímida Alice , son verdaderamente desconcertantes.

Entonces, justo cuando Bella empieza a cogerle el tranquillo a su estilo de vida de diseño, los Cullen acogen a un nuevo inquilino y, repentinamente, se ve compartiendo su apartamento de niñera con el confusamente atractivo Edward. De modo que cuando Jacob aparece en escena, las cosas se complican aún más...


Prólogo


En Seattle, Washington, Esme Cullen, administradora de cuentas de la agencia de publicidad Gibson Bead y madre de tres niños, miraba fijamente a su nueva niñera con los ojos como platos, llenos de incredulidad.

—¿Que te marchas? —repitió—. ¿Quieres decir... de vacaciones?

—No —dijo Lucinda lenta y firmemente—. Quiego desirg que me magcho.

—Creo que quiere decir que se magcha, cariño —dijo Carlisle, el marido de Esme.

Quiego..., eeh, ¿cómo sidise? Viajag —explicó Lucinda. Hubo una larga pausa—. El globo —aclaró.

Esme frunció el ceño por la concentración.

—¿Quieres...? —Su voz se fue agotando.

Viajag el globo —repitió Carlisle mientras se terminaba el Wisqui—. Es muy simple, cariño.

—Carl, no estás ayudando —dijo Esme—. Esto no tiene gracia.

—Suena divertido.

—Pues no lo es.

—Vale.

Esme volvió a concentrarse en Lucinda

—¿Quieres viajar por el globo? ¿Por el mundo? —probó.

—¡Sííí! —gritó Lucinda emocionada.

Hubo un silencio.

—¿Y no te puedes llevar a los niños? —preguntó Esme

Lucinda miró con extrañeza a su jefa.

—¿Quién es la que no tiene gracia ahora? —dijo Carlisle dejando el vaso en el fregadero.

—¿Y, entonces, quién va a cuidar de ellos? —gritó Esme de repente—. ¡Y no dejes eso en el fregadero, mételo en el puñetero lavavajillas!

Carlisle se volvió lentamente hacia su esposa.

—No me hago a la idea de por qué nuestras niñeras siempre se marchan —dijo con calma al tiempo que metía el vaso en el lavavajillas con un cuidado exquisito—. Tal vez no les gusta que les griten y les insulten tanto como a mí.

Esme le lanzó a Carlisle una mirada que le dio donde más dolía, justo entre los ojos. Tenía el cerebro pequeño, pero ella aún sabía cómo darle de lleno a la primera.

—O tal vez —le dijo ella— es que están hasta la coronilla de meter tus vasitos en el lavavajillas.

Lucinda tosió levemente. Carlisle y Esme la ignoraron; acababa de entregar su dimisión, ya no tenían por qué tratarla con amabilidad.

—Soy yo quien tendrá que encontrar una canguro provisional —le dijo Esme a su marido—, y al mismo tiempo tendré que entrevistar a las niñeras para buscar la definitiva, y al mismo tiempo tendré que estar a la altura en mi trabajo, perdón, en mi carrera, porque tú estás demasiado ocupado pavoneándote en esa maldita y patética tienda tuya...

—Resulta que trabajo en esa tienda seis días a la semana...

—Bebes café con leche y te tocas los huevos seis días a la semana, y lo sabes.

Carlisle sonrió a su mujer y cambió de tema. Esme apartó los ojos de él y se concentró en el asunto que tenía entre manos..., que consistía en seguir respirando.

Dios, pensaba que el día ya había sido lo bastante malo: primero la huelga del metro; luego el malnacido del cliente nuevo, que había rechazado su última oferta porque «simplemente no lo entonaba»; y después su asistente personal le había anunciado que el tenso abultamiento abdominal que hasta entonces había identificado como un caso grave de intolerancia a la lactosa era, de hecho, un bebé que vendría al mundo en cuatro meses.

Lo único que había mantenido en pie a Esme durante todo el día era la idea de volver a casa en busca de un poco de paz y tranquilidad, con los niños ya apaciblemente arropaditos en la cama, algo de comida para llevar (a no ser que a la niñera se le hubiera ocurrido dejar algo del almuerzo), un poco de vino y un vídeo con el capítulo de la noche anterior de EastEnders (N/T alguien sabe que serie o novela o lo que sea es? Por que yo no). En cambio, había llegado a casa y se había encontrado con una niñera que quería viajag por el condenado globo.

Bebió un trago de Pinot Grigio. Para ayudarse a respirar.

—Muy bien, Lucy, gracias por informarnos —oyó decir a Carlisle, como si Lucinda acabara de mencionar que uno de los niños había perdido un calcetín.

Lucinda salió de la cocina.

Carlisle habló primero, despacio, rodeando con el brazo los hombros de su esposa.

—Vamos —dijo—. Ni siquiera te gustaba.

Esme gimoteó, pero Carlisle la estrechó con más fuerza.

—Sabes que es verdad —susurró mientras le besaba la cabeza—. El otro día perdió a Alice.

Esme, exhausta, dejó que su cabeza reposara sobre el hombro de él.

—Volvió a encontrarla —masculló contra su jersey.

Carlisle soltó una risotada y la rodeó con ambos brazos; sus manos descansaban delicadamente sobre la curva de su espalda.

—Ni siquiera habla bien nuestro idioma.

—Los niños tampoco —señaló su mujer—, y no quiero que se vayan. Al menos no en bastante tiempo.

—Bien —dijo Carlisle—. Yo tampoco. Vamos a hacer el amor.

Esme se tensó.

—Tengo una idea mejor —dijo—: buscamos una niñera nueva y luego hacemos el amor.

Carlisle suspiró. Sabía mejor que nadie que Esme era perfectamente capaz de mantener su palabra, si esta se ceñía a sus principios.

—¿Cuánto tardaremos? —preguntó.

Esme se encogió de hombros.

—Depende de lo que estemos dispuestos a pagar.

—Bueno, entonces, es muy fácil —dijo Carlisle—. Pagaremos oro en polvo.

Se sonrieron. Era un trato. Después de todos esos años, Carlisle Cullen sabía exactamente cómo seducir a su segunda esposa.


Nos vemos en el prox cap...

Rews?

-Flowers-