En una oscura habitación, únicamente iluminada por la tenua presencia de una vela, un muchacho rubio de ojos azules y una chica morena de ojos verdes dormían semidesnudos. Tras una larga noche de pasión habían acabado exhaustos, y nada había mejor tras el sexo que acabar durmiendo juntos. O al menos eso pensaba Sanji, el caballeroso joven que conciliaba el sueño en aquella habitación tan poco iluminada. Su compañera, era una bella mujer de caderas anchas y cuerpo curvilineo muy bien formado. Su mirada felina había cautivado al joven desde que la vio por primera vez.
¿Cómo había llegado el cocinero hasta aquella situación? Todo se remontaba a aquella misma mañana. La banda de Sombrero de Paja acababa de llegar a una nueva isla totalmente desconocida. A primera vista parecía un lugar de paso, con cientos de turistas visitando monumentos y comprando souvenirs. También habían encontrado algunos barcos piratas, que llegaban con intención de rellenar sus depósitos para continuar su travesía. Al llegar decidieron dividirse en tres partidas para buscar todo lo necesario. Por un lado Chopper y Robin irían a abastecer el barco del combustible cultural necesario. Comprarían un par de libros de arqueología, otros tantos de medicina y uno de recetas, que el cocinero había pedido expresamente a su querida Robin-chwan. Por otro lado, Usopp y Franky llenarían las despensas del barco con los suministros de cola necesarios para su funcionamiento. Finalmente Sanji decidió salir a hacer las compras de comida y bebida, que eran imprescindibles. A Luffy, Brook y Nami no les hizo demasiada ilusión la idea de quedarse en el barco, así que salieron a conocer la ciudad y quizás hacer alguna que otra compra. Finalmente Zoro quedó vigilando en Sunny, a pesar de que sus ronquidos se oían cuando cada uno marchó hacia su destino.
El cocinero comenzó a visitar los distintos puestos de la ciudad, en busca de los productos más frescos. Se interesó especialmente por las especias, pues había oído que en aquella isla habían desarrollado un condimento único en el mundo, que daba un sabor suculento a las carnes. Así que partió en su búsqueda. Sin embargo, de camino al centro de la ciudad, una mujer se le cruzó en el camino. Iba corriendo, y cuando pasó por su lado, hizo que Sanji se parara, ofreciéndole una pícara sonrisa. El cocinero sintió que sus músculos se tensaban y su corazón latía con fuerza. ¡Una bella mujer le estaba sonriendo!¡Que afortunado! Entonces ella se paró delante de su camino.
- ¡Hola! - le dijo sonriendo.
Sanji contempló a la muchacha. Tenía el pelo moreno, ondulado y bastante largo. Su piel morena y sus rasgos amables le daban un aspecto muy atractivo. Era bajita, y tenía la cadera ancha. Su cuerpo era mas bien curvilíneo. Llevaba una camisa amarilla y unos pantalones vaqueros con roturas, bastante ajustados. En su pelo, adornando su cabeza, unas gafas de sol. Sin embargo, lo más llamativo de aquella muchacha, eran sus ojos verdes como el zafiro. Tenían una intensidad y un brillo similar al de los diamantes, pudiendo llegar a cegar a un ser humano. Los latidos del corazón de Sanji eran tan constantes que sintió que le iba a dar un infarto. Tenía que constestar adecuadamente.
- ¡Buenas días, bella señorita! - dijo educadamente, aunque con un tono exaltado, debido a sus pulsaciones. -¿Qué se le presenta?
La muchacha no le dijo nada mas, se acercó a el, sin dejar de mirarle a los ojos. El contacto visual era constante, Sanji no podía quitarle los ojos de encima. Ella estaba a menos de 15 centímetros del joven y podían casi tocarse. En ese momento ella estiró la mano y la metió en el bolsillo derecho del cocinero. Sustrajó una enorme cantidad de berries y comenzó a correr. Sanji, aún estupefacto, no podía creerse lo que le acababa de pasar. La vio marcharse y, cuando pudo olvidar esos ojos verdes, lo cual le llevó un buen rato; comenzó a correr tras ella por las calles atestadas de gente. La joven giró a la derecha, y Sanji la siguió. Después a la izquierda y él la persiguió por ahí. Las calles cada vez tenían menos gente y eran mas estrechas. Sin embargo cada vez Sanji se acercaba más a ella. Finalmente, pudo alcanzarla y la cogió de la mano. La muchacha tiró de el, pero no pudo deshacerse de su mano. Aún así siguió corriendo. Entonces fue cuando Sanji se dio cuenta de que no iba a parar de correr. Tiró de la mano de la muchacha hacia atrás, y ésta cayó. Sin embargo el cocinero, rápido en sus movimientos, consiguió cogerla en sus brazos antes de que cayera al suelo.
La muchacha lo miró enfadada. Sanji, sin embargo le sonrió.
- Si lo que querías era dinero, podrías habérmelo pedido.
Veinte minutos después los dos estaban sentados en un bar, tomando un refresco. La muchacha morena pidió además un bol de tallarines. Sanji la invitó. No esperaba una explicación, tan solo quería hacer que ella se sintiera mejor. No sabía que situación estaría viviendo para tener que robar a hombres por la calle, pero seguro que no era muy buena.
- Me llamo Daiana - dijo ella al terminar de comer. - Gracias.
- Yo soy Sanji. No tienes que darlas.
- En realidad si. Cualquier persona en su sano juicio me hubiese llevado a la policía, no a tomar un refresco en el puerto.
- No estoy loco, si es eso lo que preguntas. Tan solo me preguntaba porqué una muchacha tan bella como tu tiene que robar para vivir.
- ¿Quieres que te lo cuente? Yo siempre he sido pobre. Nací siendo pobre, mis padres lo eran y yo lo soy. Nadie espera nada de mi, no tengo estudios, ni nadie que me quiera. Vivo sola y nadie me ofrece trabajo. Sin embargo tengo otras cualidades... - dijo mientras guiñaba un ojo al cocinero.
Sanji, intentando mantener la calma, pensó antes de responder.
- ¿Y crees que está bien usar tu cuerpo para... robar?
- Me da igual lo que esté bien. A mi nadie me ha tratado bien a lo largo de mi vida, ¿Porqué iba yo a tratar bien a los demás?
- Bueno... Yo te acabo de invitar a comer cuando acabas de intentar robarme, creo que me merezco la cualificación de buena persona, ¿No?
- En el fondo eres como los demás. Me has invitado a comer porque te gusto, lo he notado en cuanto te he visto mirarme a los ojos. Todos los hombres sois escoria, basura.
Sanji pensó que era un poco cínica. Sin embargo le gustaba que fuera tan decidida y que tuviera las cosas tan claras. Eso y sus ojos. Definitivamente sus ojos eran precioso y tan brillantes como las estrellas.
- Me duele que pienses que somos todos iguales. Yo no soy como los demás. Me importan las mujeres. De hecho soy un caballero.
Una sonora carcajada salió de la boca de Daiana. Sin embargo tras esto apareció una sonrisa. Quería creerle. Le gustaba pensar que era diferente, que podía respetarla y tratarla bien. Al menos hasta ese momento había demostrado ser todo un caballero. Así que decidió darle una oportunidad. Además así podría comer y cenar gratis.
- Está bien, Sanji. Te voy a dar una oportunidad. Te concedo una cita para conquistarme a tu manera, como un caballero.
Aquello pilló por sorpresa al joven rubio, que no se esperaba aquella salida de su acompañante. ¡Que mujer mas extraña y maravillosa! Se salía de todos sus esquemas. Desde luego no era una damisela en apuros, era una chica difícil, de armas tomar. Pero Sanji sabía que podía ganársela.
