Sopa de verduras al estragón
-Michiru… tengo hambre… -se queja la rubia asomándose al estudio en que la aguamarina está trabajando sobre un cuadro. Apenas desvía la mirada para responder.
-Pues ve a ver que hay en la cocina.
-Es que ya miré, y la verdad no quiero comer nada de eso. Quiero comer algo… algo preparado por ti –le mira con ojos de corderito suplicante.
Michiru suspira ante el requerimiento de Haruka. ¿Cómo negarle algo a esa mirada, a ese tono de voz? Deja sus pinceles de lado para dirigirse a la cocina, pero de pronto recapacita y decide que las cosas no pueden seguir así.
-Haruka, ¿y si un día no estoy? ¿Dejarás de comer? –le mira de frente.
-Si no estás, entonces dejaré de comer y me moriré –dice en tono teatral y con gestos exagerados.
-Tonta… Hay otra solución –camina hacia la cocina.
-¿Vivir eternamente y para siempre juntas?
-No. Que aprendas a cocinar –ante eso, Haruka se espanta.
-Debes estar bromeando, solo hago sándwiches, y eso. Ah, también preparo té en bolsita. Y le pongo café a la cafetera. Sabes que no se me dan bien esas cosas.
-No te preocupes, aprenderás.
EL tono de Michiru hace que Haruka recuerde instantáneamente a una inspectora del colegio donde estudió, que se parecía notablemente a Dolores Umbridge. Sacude la cabeza tratando de borrar esa asociación nada agradable.
-Pero Michi… -suplica.
-Pero nada. Quiero alguna vez probar algo que cocines tú –le mira a los ojos.
Iba a replicar, pero ese tono seductor le cortó cualquier posible respuesta. Además, eso lo ponía en otra perspectiva; una nueva manera de seducir a su mujer.
Ya en la cocina, Michiru se sienta en la barra y comienza a dar instrucciones, definitivamente tendría que aprender, por las buenas o por las malas.
-Vas a preparar sopa, no es complicado, solo tiene unos pocos ingredientes, no se te quemará tampoco –apoya la barbilla en la mano.
-Gracias, mi amor. No esperaba menos de ti.
-Es una posibilidad. Que yo sepa, nunca has cocinado nada, solo tratemos de evitar que ocurra, ¿de acuerdo? Vas a necesitar una olla, obviamente, un diente de ajo, un zucchini pequeño y una zanahoria pequeña también. Además de aceite de oliva, sal, pimienta, estragón y agua.
-No me digas… Sé que se le pone agua a la sopa, no soy tan ignorante.
-¿Recuerdas esa vez que a mi mamá se le olvidó ponerle arvejas al estofado de arvejas? Solo para dejar las cosas claras.
Haruka entre suspiros y quejas toma una olla del mueble en que sabe Michiru las guarda, saca los vegetales del refrigerador, la botella de aceite que está sobre la mesa…
-Michi, ¿y las otras cosas? La sal, la pimienta y el… ¿dragón?
-Estragón, una hierba.
-Pues se lo come todo, porque es-tragón.
Michiru levanta los ojos al cielo ante la mala broma, tan mala que le da risa.
-Todo eso está en el mueble, tras la puerta al lado de donde guardo las galletas –dice entre risas.
Haruka abre la puerta indicada y queda en estado de shock.
-¿Y todos estos frascos? ¿Qué tienen?
-Oh, son alrededor de 30, no los he contado. Son especias y hierbas, las especias a la derecha, las hierbas a la izquierda, las mezclas al centro. La pimienta está en ese que parece alfil de madera, la sal es ese frasco blanco grande, el estragón está arriba a la izquierda, en el extremo.
Nunca Haruka se imaginó que pudieran existir tantas, y cómo usarlas… las posibilidades de un desastre serían infinitas... Michiru continúa con sus instrucciones.
-Primero pon a hervir agua, ya sabes cómo –Haruka realiza la acción mecánicamente, ante las órdenes que recibe- lavas los vegetales, y sacas el rallador.
-¿Rallador?
-Ese elemento que pareciera que tiene hoyitos con puntitas alrededor, como una lija realmente gruesa -se le ocurre compararlo con algo que Haruka si entiende- Está donde guardo las ollas.
-Ahh, ese… -lo saca-
-Primero rallas el zucchini y la zanahoria… eso es, muy bien –al ver la facilidad con que Haruka lo hace -cuidado con los nudillos, duele rallarlos.
-No es tan difícil como creía –espero siga así, piensa- ¡Au! Sí, duele...
-Déjame ver -le revisa los nudillos- no te quedó marca, pero aprendiste -Haruka sigue rallando- Listo, ahora que las tienes listas, comienza lo entretenido. Tienes que picar el diente de ajo, trata de que sea pequeño, si no lo consigues a la primera, pues la próxima será mejor.
-¿Y si ocupo mi espada?
-Mejor ocupa esto –Le alarga un pequeño cuchillo.
Haruka se afana en picar el ajo, no le resulta tan fácil como lo anterior, pero tampoco es una tortura, tal vez eso de cocinar no es tan terrible como siempre pensó.
-Ya que tienes todo picado, pon un par de cucharadas de aceite en la olla y lo pones al fuego.
-¿Las tengo que medir?
-No es necesario, solo no pongas demasiado, que luego cae pesado –Haruka deja caer las verdes gotas de aceite en la olla tratando de que no se le vaya de golpe, esfuerzo que hace que contenga la respiración- Es suficiente –endereza la botella y vuelve a respirar.
-Eso no fue fácil, te veo hacerlo siempre y pareciera que no tuvieras ni que pensar.
-Solo es la costumbre, una vez que lo hagas varias veces te saldrá solo. Ahora agrega el ajo picado, y cuando esté… del color de tu cabello agregas las verduras –Haruka levanta una ceja ante la comparación- revuelve un poco para que se doren de forma pareja –le alarga una cuchara de madera- y ahora las verduras, la sal y la pimienta, solo una pizca de pimienta, gira una vez la base del molinillo y eso es todo, sino picará mucho.
-Siempre quise hacer esto –gira el molinillo- sale en las películas.
Haruka de a poco comienza a vencer su miedo ante la alquimia de la cocina, además el olor que emite a olla no es nada desagradable.
-Debes saltear las verduras, sino la zanahoria quedará con un sabor no muy agradable, y no te la querrás comer –ese olor indica que ya está listo, y agregas el agua que ya está hervida y caliente y un poco de estragón, esas hojitas pequeñas secas. Media cucharilla de café, de esa pequeña.
Una Haruka totalmente entusiasmada agrega el estragón y tapa la olla.
-Listo, pensé que nunca terminaría…
-No has terminado, hay que lavar las cosas que usaste –le indica.
-Eso ya lo sé, lo he hecho otras veces, te toca poner la mesa –lava rápidamente los utensilios y los pone a escurrir mientras Michiru saca los platos y las cucharas, que acomoda sobre unos tapetitos individuales en la barra.
-Ya está lista esa sopa, no necesita más que un par de minutos. Ahora que la retires del fuego, la sirves, el cucharón está en el cajón de arriba.
Haruka sirve la sopa, acerca los platos y se sienta frente a Michiru
–Servida, madame. Bon appetit…
Michiru prueba la sopa, dudando en su interior si resultó buena idea enseñarle a cocinar… Pero las dudas se desvanecen instantáneamente al sentir en su lengua ese cálido líquido con las verduras, de sabor delicado y aromático.
-Haruka –se seca los labios con la servilleta- hiciste un gran trabajo. Te quedó deliciosa.
-¿En verdad? ¿Lo dices en serio?
-Muy en serio, de hecho, creo que esta clase debe repetirse, tienes un talento escondido –le guiña un ojo.
-Es que… ¿y si hago algo mal? –confiesa su miedo con la mirada baja.
-Haruka… -se levanta y rodea la barra para ubicarse a su lado- está bien equivocarse en esto, no siempre salen bien las cosas, además en esto… pues se lo damos al perro. Bach y Black, mis perros, se llevaron a la tumba los desastres que hice en la cocina.
-Entonces… ¿no me regañarás cada vez que haga algo mal?
-No, no sé de donde sacas que te regañaré. Además, estaré contigo, y si sale algo mal –se encoge de hombros- ya sabes. Este es solo el primer capítulo de una nueva historia de nuestras vidas.
Esta es la receta que mencioné en Somebody's Watching, y planeo seguir publicando otras, así como las que probablemente mencione en mis otros fics. Espero las disfruten, y si les gusta, pues ya saben hagan click en follow y dejen un review.
