Aclaraciones: Historia publicada previamente en la página NEJI Y HINATA, no obstante por impases personales de quienes administran la página, y con la aprobación de una de hermosísima escritora NejiHina, publico de nuevo la historia aquí (no tengo idea si eso vaya en contra de las políticas de fanfiction; pero si algun lector sabe; agradezco me avise). La idea es no dejar la historia a medias.
***La cuarta guerra no pasó, por lo tanto nuestro adorado Neji NO MURIO. Las edades son: 17 para Neji y 16 para Hinata. Se intentará llevar la historia y personalidades originales del manga, sin embargo, en pro de la historia, habrá alguna que otra cosilla que tal vez no cuadre.
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Capítulo 1: dia del padre.
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La pequeña Hinata – que ya es muy grande para que le llamen pequeña, pero que sigue siendo llamada así por la fuerza de la costumbre y por la adorable fragilidad que aparenta – se para paciente frente a la puerta de una sala y espera.
Pasan horas, y aunque muchos de sus parientes – en su mayoría lejanos- le miran con extrañeza, ella sigue inamovible, pegada a esa puerta. Lo que ninguno nota, es el paquete que trae Hinata entre sus manos, y que ha sabido envolver con tan delicado detalle que más que un regalo, parece un don enviado por algún habitante del olimpo.
Un detalle que debió haber llegado desde hace al menos 10 años y seguir llegando consecutivamente el mismo día cada año, pero que gracias a lo estoico de su progenitor, se ha ido quedando archivado a lo largo de todo ese tiempo. No obstante, pese a lo malo del panorama que siempre pintaba de negro cualquier atisbo de acercamiento entre ellos dos; Hinata secretamente siempre añadía ese día especial, una página más al regalo que desde los 6 años venía preparando año tras año para su padre.
Un día tan especial que solamente le concernía a tres personas en el mundo –hablando de su familia, por supuesto-. Un día que hasta ahora, solo Hanabi ha tenido el honor de compartir junto a su padre. Porque la pequeña siempre fue más grande a los ojos de su padre. Porque la pequeña siempre tuvo el regalo perfecto, el gesto perfecto, el reconocimiento perfecto… porque la pequeña siempre se pareció más a él; y Hinata tardó diez años en reunir el coraje para enfrentar muy a su manera a su padre y mostrarle también su valía.
Y a pesar de que ya él no la mira con desprecio, las manos le tiemblan mientras espera que su padre asome y tome aquel presente entre sus manos.
―Hinata-Sama, ¿usted aún aquí? ― Con el mayor de los respetos un miembro de la rama secundaria se acerca luego de que tras un par de horas, la hija mayor de Hiashi Hyuga continuara de pie, junto a la puerta de la sala del concejo.
— Eto… yo… ― la pobre Hinata para ese entonces se pregunta qué tanto hace su padre que no termina la dichosa reunión del concejo. Aprieta con algo de fuerza el paquete entre sus manos y nota que el papel se va arrugando en una esquina. Suspira y piensa que si hubiera madrugado más, habría encontrado a su padre en la habitación o tomando el desayuno antes de que él dejara el comedor… ¿Por qué le había tocado viajar justo ese día?
—¿Hinata-sama? — El miembro de la familia rama aún le mira, ahora algo preocupado.
— Estoy esperando por mi padre.
—¿Hiashi-sama? — Los ojos del hombre muestran su asombro— Siento decirlo princesa, pero él hoy no ha venido a esta sala.
Los ojos de Hinata decaen en una mueca de preocupación y tristeza. Nunca pasó por su mente que los murmullos que escuchaba del otro lado eran solo personas aseando el lugar y que su padre nunca estuvo allí adentro.
Con una leve inclinación de cabeza, agradece al hombre y sale a su alcoba, decidida a guardar por otro año el pequeño cuadernillo bordado.
— Espere princesa. Si de algo le sirve, vi a su padre hablando con Neji, en el patio trasero, el que está pasando las casas de la familia rama.
Hinata medio le mira y corre hacia el sitio, esperanzada en poder ver a su padre antes de que se fuera. Su esperanza, sin embargo, desaparece luego de que sus pies la lleven hacia un patio vacío. Mira el desolado lugar y un escalofrío le recorre la espalda. De no ser por los símbolos del clan que yacen descoloridos en las paredes, no hubiera reconocido este lugar de su hacienda; en contraste al buen gusto del resto de la casa, este pedacito de tierra es lúgubre, abandonado y mortalmente frío. Hace una nota mental de arreglar este sitio tan pronto vuelva del encuentro con su padre.
— Hinata-sama?
Una voz amable y grave le toma por sorpresa. Ella respinga en el acto y se avergüenza de que toda una Jounin sea sorprendida con tan poco. Gira y sonríe a quien le habla, porque aún sin verle, sabe quién está a sus espaldas: solo su Nii-san se acerca tanto a ella dentro de esos muros que llaman "su casa", y solo él escapa a su genial habilidad de rastreo. Porque aunque odia vanagloriarse, sabe que se ha vuelto más que excelente detectando al enemigo, y tan buena que predice sus pasos antes incluso que ellos lo sepan –eso le dicen su maestra y compañeros de equipo-. Y es por eso que Neji es tan indetectable para ella: porque él jamás volverá a ser su enemigo. Porque el aire a su alrededor suele llenarla de paz y sosiego, porque su presencia no le altera los sentidos; al contrario, la simple respiración que comparten, es para ella un bálsamo que le cura desde un tobillo torcido hasta un corazón destrozado. Así es él…
— ¿Has visto a mi padre? — Lo mira y sonríe por primera vez en el día, ni siquiera le molesta verlo tan cerca y ni siquiera repara en que él se ha inclinado de manera que sus rostros están a la misma altura.
Él la mira dos segundos mientras piensa que sus mejillas sonrosadas y sus ojos ilusionados merecen estar lejos de una familia tan falta de sentimientos. Su vista la abarca toda, desde las sandalias viejas que ella no cambia porque son testigos mudos de sus exitosas misiones, hasta el flequillo despeinado que lleva por andar corriendo en los pasillos de la casa. No necesita mucho para saber a qué se debe el regalo que trae entre las manos y antes de seguir perdiendo tiempo, se separa de ella y le tiende una mano.
— Hiashi-sama ha salido de la casa desde hace veinte minutos, y si queremos entregar ese presente antes del ocaso, debemos irnos dando prisa.
Ella lo mira y no le concede su mano porque no entiende a que se refiere. Veinte minutos tratándose de Hiashi-no-pierdo-el-tiempo-Hyuga cabalgando junto al torbellino Hanabi, significan una mortal distancia que ella no cree poder recorrer. Se muerde el labio y niega. Le informa a su primo que el próximo año tal vez con suerte, ella hará las cosas mejor.
Neji se enfada con su tío por un instante y odia ver que aún hay un ser en el mundo que le quita toda la seguridad y autoestima que ella ha ganado con tanto esfuerzo. Odia también saber que no es él la persona indicada para llenarla de ese positivismo endiablado que ahora mismo a ella le falta. ¡Oh si, detesta eso! Pero si de algo está seguro Neji Hyuga es que ese día su apreciada Hinata-sama no se quedará reprimiendo más las ganas de abrazar a su padre en el día especial en el que todos los hijos abrazan a sus padres y les demuestran cuanto les quieren.
En un arrebatado movimiento que ni siquiera él mismo se espera, la toma entre sus brazos; un brazo bajo las rodillas, el otro tras la espalda; y la lleva igual que un novio carga a su novia en una noche de bodas. Pero este no es el caso, y ninguno halla la similitud de todos modos. La carga y mientras salta a los tejados para perseguir a Hiashi, ve con el rabillo del ojo la cara roja de su prima que no sabe dónde esconderse, porque en su vida nunca estuvo tan pegada a un hombre y porque aún está indecisa sobre qué hacer con sus manos que ahora aprietan más de la cuenta el papel de envoltorio arrugado sobre su generoso pecho.
— Por favor disculpe Hinata-sama, pero le prometí a mi tío que en su ausencia le ayudaría en todo cuanto fuera necesario, de la manera que fuera, y yo estoy dispuesto a cumplir mi promesa. — Le habla con su seriedad habitual, sus cejas ligeramente arrugadas, y aunque no despegó nunca la mirada del camino, ella sabe que él está pendiente de cuanto gesto hace. — Creo que esto aplica. — Y entonces una de sus muy raras sonrisas aparece lentamente en su cara. Sigue sin mirarla, pero ella sabe que le sonríe solo a ella… su sonrisa es contagiosa, porque ella ahora también sonríe. Ahora se siente feliz y segura y entrelaza sus brazos al cuello de su primo para hacerle mas fácil la tarea de llevarla. Cierra los ojos para no marearse debido a la velocidad que su guardaespaldas lleva, y entonces desaparece el afán por ver a su padre, y la angustia de saber si el regalo llegará a gustarle, y solo siente el viento jugueteando con sus cabellos y las fuertes manos que la sostienen, y las fosas nasales se inundan del olor de su primo, que por mas cerca que lo tuviera, nunca había llegado a percibir.
Un olor a selva, gotas de rocío y musgo fresco. Salvaje y controlado… Así es él… Un aroma tan delicioso y casi adictivo, que Hinata no teme ahora girar un poco mas su cara y aspirar fuerte para guardar en un lugar especial de su memoria el olor que le gusta sentir en un hombre. Aún está sonriendo cuando su primo se detiene sobre un árbol y le avisa que han llegado. La baja con cuidado, a una distancia prudente para que el cortejo del líder del clan y su hija no los vea, pero suficientemente cerca para que Hinata les salga al paso en un santiamén.
Ella asiente y rápidamente salta al camino, se para frente a su padre y con un sencillo "feliz día otto-san" extiende sus manos y de paso el preciado regalo. Su padre la mira, fracasando en el intento de no lucir sorprendido y curioso. Toma el paquete, sonríe y le revuelve el cabello. Y aunque su gesto es cariñoso al guardar el paquete, no lo abre y se disculpa con su hija, pues ya se han retrasado bastante y la noche caerá antes de encontrar un lugar seguro para el descanso.
Hinata se desanima y lo ve alejarse. Resignada mira a su primo y encoje los hombros como restándole importancia al asunto, pero eso no evita que él le tome la mano y la lleve de nuevo sobre los árboles, a pocos metros de donde su padre se ha separado del resto, deteniéndose por un momento. Está viendo el álbum de fotografías y retratos que Hinata ha estado juntando por diez años, imágenes que plasman los momentos en los que ella ha sacado en alto el apellido Hyuga; como por ejemplo cuando gracias a ella se completó la misión de encontrar un insecto que podría dar con el paradero de Sasuke al poco tiempo de haber abandonado la aldea (sí, esa que hubiera sido exitosa de no haber interferido el problema intestinal de Naruto) , o cuando la llamaron para sellar a isobu, y su resultó que su control de chacra era superior al de las mismísimas alumnas de la Hokage, o cuando se enfrentó a pain y le dio a Naruto el tiempo y la resolución necesarios para recuperarse y continuar con la pelea. Su padre conocía algunos detalles e ignoraba otros; como el hecho de que su hija, estando lesionada y sin saber mayor cosa sobre técnicas de medicina ninja, había recorrido la aldea entera, ayudando a los heridos que no habían podido llegar al hospital durante la invasión de Orochimaru. Cuando ella aún era defectuosa… Y es ahí, justo cuando Hiashi cree que nadie está pendiente de sus gestos, que lleva el cuadernillo sobre su pecho, a la altura de su corazón, lo besa y de nuevo lo abraza. Sonríe todo el tiempo, y pasa un dedo que limpia una minúscula gota de su ojo derecho. Y entonces Hinata se da cuenta de que su esfuerzo no fue en vano.
Mira a su derecha y entiende que si no fuera por él, no hubiera podido disfrutar de esta alegría que ahora siente. Coloca un mechón de cabello tras su oreja y acercándose sigilosamente, le planta un casto beso en la mejilla para agradecerle lo que ha hecho por ella ese día. Él se sorprende y se lleva la mano a la mejilla, preguntándose por qué el pecho de todo un ninja anbu entrenado brinca con tan poco. No debe detenerse a pensar en ello
Le propone un pequeño desafío de velocidad, y tras un rato corriendo, llegan juntos de nuevo a la mansión, sonriendo con complicidad entre ellos y haciendo que todo el mundo al verlos se pregunte qué puede pasar dentro de los territorios Hyuga que sea tan divertido. Neji la reverencia y se despide. Se dirige hacia su lugar dentro de esa casa y entonces ella mientras lo ve alejarse siente que algo le va faltando.
Mira el cielo y decide que no es muy tarde para dedicarse a la tarea de arreglar el patio trasero de la familia rama. Hinata no se explica cómo es posible que ese lugar esté tan maltrecho sin que nadie siquiera se digne a recoger las hojas secas que cubren el suelo del patio. Toma diligente una escoba y empieza a apilar hojas en un rincón hasta que casi todo el patio está presentable, descubriendo un bonito piso empedrado. Solo le queda por barrer una esquina apartada, y lo que parecen ser varias piedras apiladas cubiertas de maleza. ¿Por qué estaría allí algo como eso? Se acerca curiosa y al revisar de cerca descubre que las piedras en realidad son una lápida con el nombre Hyuga Hizashi; la caligrafía indiscutible y pulcra pertenece a su primo.
En un gesto de casi horror, deja caer de sus manos la escoba y los ojos se le cristalizan mientras se da cuenta de que ella estuvo todo el día preocupada por no compartir ese día especial con su padre, mientras otros no tenían ni siquiera esperanza de compartir un día de su vida con ese ser especial que los engendró. ¡y el pobre de Neji se había preocupado por ella, dejando de lado su deber para con su propio padre! … A veces piensa que no merece tanta consideración por parte del castaño. Toma sus propias manos como herramientas y comienza a limpiar hábilmente la lápida, hasta que no hubo rastro alguno de maleza. Busca también un cepillo y quita todo rastro de polvo y tierra; retiñe las letras del nombre y se dice que va a crear una cerca de flores. Será su regalo para su tío en el día del padre… Anhela que Neji también lo agradezca.
No ha terminado de barrer la maleza, cuando una mano la hala fuerte y casi casi con un atisbo de ira.
—¡¿ Hinata-sama que ha hecho?! —La ofrenda de incienso y agua el hombre llevaba, fue a dar al piso.
Ella se aturde un poco, porque no entiende que es lo que tato le molesta a su Nii-san
—Yo solo limpiaba la maleza— lo mira a los pies pasmada y por primera vez en años; sus ojos temen mirarlo a la cara, porque conoce ese tono amenazador que nunca ha vuelto a usar para ella.
—¿Maleza? — Ella sigue mirando sus pies, por lo que no logra ver la mirada de desconcierto que tiene ahora
—S-si. Es decir plantas silvestres que dañan…
—Sé lo que es la maleza. Me refiero a que no era maleza.
—Pero Niisan, estaba dañando el lecho de tu padre. Lo hacía ver muy mal… —y ahí tiene la necesidad de mirarlo, porque quiere que él note en sus ojos que lo que le dice es cierto y que siempre, solamente tuvo la mejor de las intenciones
—Yo la puse ahí. Se supone que era un tipo de enredadera o algo así…—Y él no es capaz de sostenerle la mirada. Desvía ligeramente su rostro y evita que sus ojos hagan contacto. Sigue con el ceño fruncido pero solo ella es capaz de detectar el ligero tinte de incomodidad en su rostro: se encuentra avergonzado.
Ella no dice nada pero lo mira expectante. Sabe lo mucho que Neji quería a su padre y no entiende por qué motivos el dañaría de algún modo su memoria. Sabe también que no tiene que preguntarle, porque él entiende que es el modo en que ella, cortésmente, le pide una explicación. Y ella agradece no tener que necesitar palabras todo el tiempo para tener que comunicarse; porque no siempre se le da el don de la oratoria.
Finalmente – y como siempre – él consiente en lo que ella le pide.
—Otto-san amaba este tipo de plantas. Decía que crecen en cualquier lugar, de abajo hacia arriba y sobrepasando cualquier obstáculo; que se hacen y se cuidan solas, frente a cualquier adversidad, y en cualquier terreno. Decía que esas plantas eran como yo. Y cuando Hiashi-sama me permitió hacerle este pequeño homenaje, yo pensé adornarlo así… pensé que era una manera de tener una parte de mí, cerca de él todo el tiempo.
Solo en este puede voltear a mirarla y los ojos cristalizados lo llenan de culpa.
—Yo pensé…— carraspea un poco y prosigue— creí que se veía bien…— sus cejas se inclinan hacia abajo, en señal de disculpa y sonríe medio apenado. Es el ligerísimo tono rosáceo de sus mejillas lo que hace que Hinata también sonría, aún con los ojos empañados.
—Nii-san. ¡Plantaste un cardo! — Y entonces llega una risa a su boca. Lo ha perdonado.
—¡Y como se supone que yo sepa eso! —Él también medio ríe. Y ambos saben que todo sigue estando bien entre ellos. Así, casi sin necesidad de palabras, así tan fácil se entienden entre ellos…
—Puedo arreglarlo. Hay más tipos de enredaderas ¿sabes? Las hay con flores o con agradable aroma…
El posa una mano en su hombro y niega. —Creo que así se ve mejor. — Desvía una mirada a la tumba vacía y añade —Déjelo así.
—Déjame enmendarlo. — Y esa mirada le dice que no se irá hasta tener una respuesta satisfactoria para ella
—Podría enmendarlo acompañándome lo que queda del día. Mejor dicho, de la tarde. Salgo a misión en tres horas.
Solo entonces ella repara que su primo no lleva su típica vestimenta gis y blanca. Que está de pié frente a ella, vestido completamente de negro, su camisilla perfectamente ajustada a su muy esculpido torso excepto sus brazos, que se exhibían libres a cada lado de su cuerpo, un distintivo tatuaje resaltando en uno de ellos; vendas negras cubriendo ambos antebrazos, desde las muñecas hasta los codos, el cabello suelto y su banda en la frente. Vestido de anbu, se ve aún mas imponente.
La joven infla su pecho de orgullo que salió en forma de suspiro.
Acepta la mano que él le tiende sonriente, y ambos caminan los pocos pasos hacia la tumba de Hyuga Hizashi, postrándose reverentemente para ofrecer una oración, en el que también, aún era su día.
A los pocos minutos, Hinata posa una mano en el muslo masculino, llamando así su atención. Le indica que irá por incienso y agua y que no se demora. Él asiente y la ve levantarse rápidamente y con gracia. Él sonríe… así es ella…
—La primera chica que viene ¿eh padre? —Encorva una ceja altiva hacia la piedra en frente y luego habla en tono medio confidente — ¿A poco no es linda? — Y un leve sonido de sincera risa divertida que jamás han sido escuchados por nadie, se desprende de los labios del joven Hyuga — ¿también crees que soy un idiota? —Mas risas — es cierto. mas de diez años y yo aún sigo creyendo que es la mas bella de toda Konoha … ─se escuchó una pausa y un lento exhalo —descuida… supongo que paulatinamente la iré olvidando…
Y luego, tras un ínfimo sonido de pies arrastrados, sintió un extraño escalofrío recorriendo su espalda y un vacío llenando su estómago. Solo fue una milésima de segundo e hizo menos ruido que un decibel; pero él lo sabe: ella está ahí y lo ha escuchado. ¿Cómo hizo ella para ir y volver tan rápido? No lo sabe y no piensa averiguarlo. Se pone su máscara antes de que ella descubra que no es la única de la familia con la capacidad para pintar de rojo su cara, y por la fuerza que el respeto hacia ella impone, se gira y se inclina antes de desaparecer entre los tejados de la casa.
Ella se queda perpleja. Tiembla tanto que por poco vuelve y deja caer el agua y el incienso que llevaba Neji en un inicio y que habían quedado en el suelo a escasos cinco pasos de distancia.
Todo. Ha escuchado todo, y al principio no le toma importancia porque piensa que solo se trata de un chiste –porque créalo la gente o no, entre ellos a veces existen pequeños momentos en los que se permiten las bromas – Pero él cambia su tono de voz y ella sabe que habla en serio. Y las palabras se graban a fuego en su mente: más de diez años y yo aún sigo creyendo que es la más bella de toda Konoha… quiere llorar, quiere reír, quiere gritar… quiere abrazarlo, quiere mirarlo a los ojos, quiere que la abrace antes de irse; como siempre lo ha hecho... pero es muy tarde porque cuando reacciona, él ya se ha ido. Se ha ido inclusive sin despedirse, y él…él no es así…
