Disclaimer: Los personajes de la serie no me pertenecen. (AU)

Capítulo 1

No se puede huir del pasado

Llegó a casa pasadas las diez. Abrió la nevera y cogió un par de filetes de carne que ya estaban adobados. Sacó una sartén de tamaño medio, la colocó encima de la vitrocerámica y encendió el "fuego". Ya tenía aceite así que esperó a que calentase antes de añadir la carne. Le gustaba comprobar su temperatura con un pedazo de pan. Después le adicionaba un poco de azúcar. Un manjar prohibitivo, por eso ese día se conformaba con colocar la mano sobre la sartén. Estaba listo. El sonido del filete al freírse inundó la cocina. Mientras se hacía puso la mesa. Dos platos. Dos tenedores. Dos vasos. Le gustaba esa palabra. Dos.

—Mmm. ¡Qué bien huele!

La puerta se cerró con un ligero chirrido. El sonido de unas llaves dirigió su atención hacia la entrada. Apoyada sobre el marco una joven rubia le sonreía con dulzura.

—¿Te ha visto alguien?

—No, tranquila. Me he puesto mi capa de invisibilidad. La que me regalaste. ¿Te acuerdas?

—Sara. No tiene gracia. ¿Seguro que no te han visto? —cuestionó, ganándose que la mirara con esa cara de "te preocupas demasiado" que tantas veces había visto.

—Que sí, pesada. Y si me ven, habrán visto un fantasma.

—No tiene…

Dejó la protesta en el aire. Su tendencia a minimizar la gravedad de las cosas la sacaba de quicio. Sin embargo, intentar que se tomara en serio algo era igual de útil que llevar paraguas en medio de un vendaval.

—¿Por qué me has llamado? ¿Qué es tan urgente? A parte de dar la vuelta a esos filetes. Se te van a quemar.

—Saben que estás aquí —disparó sin pararse a pensar si era adecuado decirlo de forma tan directa. Le dio la vuelta a la carne mientras esperaba su reacción, reacción que no llegó. Se giró para saber por qué demonios estaba tan callada. Creyó leer culpabilidad en su mirada. Sabría mentir con maestría pero sus ojos no podían engañarla.

—No has ido a verla, ¿verdad?

Sirvió la comida en los platos esperando una respuesta.

—Claro que no —dijo tajantemente. Ojalá dijeran lo mismo sus ojos.

—No me mientas. A mí no —suplicó con la voz preparada para subir varios tonos.

—Kara… Yo…Tienes que entenderlo.

Se acercó a ella como si romper la distancia física contribuyese a cortar de raíz su incipiente enfado.

—No —gritó clavando su mirada en Sara—. Eres tú la que no lo entiendes.

—¿Qué tengo que entender?

—Se supone que has huido. Estás en busca y captura. No puedes pasearte por ahí como si nada.

—Para ti es muy fácil decir eso. Tú, la señorita perfecta, que no se deja guiar por sus emociones. Pero tú eres libre. Puedes ir a un bar, a una librería sin temor a que descubran quién eres. Puedes girar en cada calle sabiendo que nadie te persigue. Ere tú la que no lo entiende.

—Me ofrecí a ocupar tu lugar —le recordó con voz temblorosa—. No tienes nada que reprocharme.

Se miraron en silencio. Esa discusión la habían tenido demasiadas veces.

—No creí que sería tan duro —confesó—. Pensé que al cambiar de identidad las cosas mejorarían. Podría rehacer mi vida. Sin embargo, el pasado sigue empeñado en joderme el futuro.

—¿Por qué has vuelto? ¿Sólo para verla?

—He dejado el trabajo —admitió algo avergonzada—. Debo varios meses de alquiler y el casero ha terminado bastante cabreado conmigo.

—Así que es eso. Necesitas dinero.

—No. Sí. Pero…

Que alguien como Sara dudara era síntoma de que algo muy grave había sucedido.

—¿Por qué lo has dejado?

—El hijo del dueño no paraba de atosigarme. Quería cenar conmigo. Estaba cansada de su insistencia así que acepté. Fue agradable conmigo pero…

—¿Pero?

—Apareció su ex - novia.

—¿Os montó un espectáculo?

—No. Quedó en shock al verme igual que yo al conocerla.

—¿Quién era?

—Lena Luthor.

Lena Luthor, de los todopoderosos empresarios Luthor, la familia más poderosa de la ciudad. Los rivales de la de Kara. Sus rivales si a ella le interesara algo el negocio familiar. Aunque pareciese un cliché Lena y ella habían sido íntimas amigas años atrás. Uña y carne. El nexo que unía a dos familias gobernadas por la falsedad. Jermiah Danvers era un reconocido escritor, el cual gozaba de tanta imaginación que, al verlo, resultaba extraño que no estuviese flotando sobre el suelo. La ficción había terminado por distorsionar hasta tal punto su realidad que era incapaz de ver más allá de sus propios relatos. Kara no lo culpaba. El carácter huraño y pesimista de su madre obligaría al más alegre a cobijarse en un mundo de fantasía o a crearlo él mismo. Sin embargo, no era ella la que pasaba más tiempo moldeando la personalidad de seres inventados que la de su propia hija. De hecho, en algún momento de su infancia Kara llegó a creer que era uno más de sus personajes. Uno al que había dejado abandonado. Por eso, cuando tuvo oportunidad decidió escapar de su poder y escribir su propia historia.

—¿Te reconoció?

—No lo sé. Me asusté y salí corriendo.

—¿Saliste corriendo? ¿Tú?

De Winn Schott, uno de sus mejores amigos, se lo creería, pero Sara Lance no era de las que se asustaban con facilidad.

—Entré en pánico. Fue lo primero que se me ocurrió.

—Hay algo que no me estás contando. ¿Qué es?

—Lena iba acompañada. Por eso huí.

Su cara se contrajo en un gesto de puro horror como si tuviese a esa persona justo delante.

—No puede ser — dijo Kara al ver su expresión—. No puede ser.

—Era él, Kara. Lo vi con mis propios ojos.

—No puede ser —repitió incrédula. Comenzó a dar vueltas por la cocina dominada por los nervios.

—¿Por qué? ¿No me crees? Te estoy diciendo que lo vi. Era él. Alto, corpulento, de ojos castaños, sonrisa cínica. Era él.

La insistencia de Sara la abrumaba. Kara se detuvo a mirarla. Parecía decaída. No había reparado en las tenues ojeras que le daban un aspecto cansado. Había conseguido disimularlo con el brillo de sus pupilas y su brillante sonrisa. Se fijó en su vestimenta. Llevaba unos vaqueros raídos y una camiseta desgastada. Lucía un aspecto descuidado. Kara se reprendió mentalmente por su falta de tacto. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba en la ciudad, ni dónde se había quedado a dormir.

—¿Cuándo fue la cena?

—Hace dos semanas —respondió rápidamente, sin darse cuenta de que era una pregunta trampa. Al ver el gesto furioso de Kara sus labios se contrajeron en una mueca de reproche.

—Pensé que podría solucionarlo —añadió, aunque sabía que era una excusa muy pobre.

—Deberías haberme avisado esa misma noche. Sabes que tengo contactos.

—No quiero que uses tus recursos. Sé cómo funciona el cotarro. Nadie da favores a cambio de nada en las altas esferas.

—Aunque te cueste creerlo también hay buenas personas. Y lo sabes. Tú misma fuiste a visitar a una de ellas.

—Cat no es como el resto.

—Ya, pero sabe que líneas se deben cruzar.

—Me preguntó por ti.

—¿Y qué le dijiste?

—Que apenas habíamos hablado porque tu vida tranquila te absorbía por completo.

—Sabes que es lo mejor. Ya no podía controlarlo. Ya no soy inmortal, gracias a Lillian Luthor. No podía seguir jugando a los justicieros. No después de lo que pasó.

—Dime una cosa Kara, ¿eres feliz?

Su pregunta la descolocó. La respuesta debería ser sencilla. Sí o no. Código binario. Sin embargo, no consiguió que saliera una palabra de sus labios. ¿Era feliz? Nunca se lo había planteado. Trabajaba en lo que quería, no tenía un perro guardián que la vigilara ni nadie a quien rendir cuentas. ¿Eso la hacía feliz? No lo sabía. Vivía sola en una caja de zapatos. Apenas conocía a sus vecinos y mantenía muy poco contacto con las demás personas. ¿Eso la hacía feliz? No lo sabía.

—¿No echas de menos la adrenalina, la tensión, la cara de horror al verte de aquellos que se creían invencibles?

Las palabras de Sara desprendían nostalgia y pasión.

—Vivo tranquila, sin contratiempos. No aspiro a más —se animó a contestar. Era cierto. Se había acostumbrado a no correr riesgos, a mirar el suelo antes de dar un paso.

—¿Y te conformas con eso? ¿Quién eres tú y dónde está la Kara Danvers que yo conozco?

—Creí que estabas cansada de mirar a tus espaldas al caminar, que querías descansar, llevar una vida normal.

—Y lo estoy, pero…

—Cat te ha convencido de lo contrario —la interrumpió con una sonrisa resignada. Ella era capaz de convencerte hasta de que podías volar, lo cual en su caso era real. Era lo que tenía estar en lo alto de la cúspide en el sector de la comunicación. Cat Grant dirigía con tesón el medio CatCo. No había nadie como ella. Aún recordaba con claridad como se había definido a sí misma: "Soy una chica, tu jefa. Poderosa, rica, atractiva e inteligente"

—Tiene razón —reconoció Sara—. No puedo huir de mi pasado. Tengo que enfrentarme a él. Y más ahora que es probable que se hayan enterado de que nunca me fui, solo me convertí en otra persona.

—Ese era el motivo de mi mensaje. No puedo evitar usar mis habilidades de vez en cuando. Hablan de ti. Con tu vuelta esperan la mía y yo... Estoy preocupada.

- ¿La gran Supergirl preocupada? Ver para creer.

- Ya no soy Supergirl. Y sí, estoy preocupada. No podemos darles falsas esperanzas. Las cosas seguirán como están. No volveré a ponerme el traje. No lo haré. Ni siquiera si es verdad lo que me estás contando. National City está mejor sin mí.

—Si no me crees, ¿por qué no lo compruebas por ti misma? Morgan Edge es el flamante prometido de Lena Luthor, tú queridísima amiga —dejó caer con retintín.

—¿Cómo? Eso es imposible. Ella jamás se casaría con alguien como él.

—No eres la única que ha cambiado, Kara. Dime, ¿cuánto tiempo hace que no hablas con Lena?

—Desde lo de Al...mi hermana —su voz se quebró.

—Han pasado cinco años y todavía no puedes nombrarla. Tienes que cerrar esa etapa, Kara. Cat me ha abierto los ojos. No podemos huir de nuestros errores. ¿Qué clase de vida tenemos? Antes has tardado demasiado en contestar si eras feliz. Cuando te miro, sólo veo a alguien solitario con una vida gris.

—Mis prioridades son otras —replicó tratando de recuperar el tono de voz.

—¿Cuáles? ¿Condenarte a una visa anodina?

—No. Disfrutar sin complicaciones.

—Lo que yo digo, anodina.

—¿Y qué harías tú si fueras yo?

Tanta crítica a sus decisiones comenzaba a molestarla.

—Iría al trastero y desempolvaría el traje de Supergirl —soltó con rapidez a la par que desvió su mirada evitando encontrarse con la frialdad que desprendían los ojos de Kara.

—Supergirl murió el día en que ella lo hizo. Creí que eso había quedado claro.

—Y ella no va a volver, pero Morgan Edge sí. La ciudad sufrirá de nuevo y su muerte habrá sido en vano. ¿Es que no lo ves?

—¿Por eso has ido a ver a Cat, verdad? ¿Para entre las dos hacerme cambiar de parecer?

—Morgan ha vuelto. Eso debería ser suficiente.

—Tengo que verlo con mis propios ojos.

—Sabía que dirías eso. Nunca subestimes a una Lance.

Sonrió con satisfacción, mientras sacaba un papel del bolsillo del pantalón y se lo tendía.

—Es una invitación para la fiesta de compromiso de la señorita Lena Luthor —informó al observar su extrañeza—. Serás la acompañante del hijo de Cat.

—¡Pero es mañana por la noche!

—Lo sé. Tenemos tiempo de sobra. Ahora vamos a comer, estoy hambrienta.

Se sentó a la mesa con energía.

—Eso está helado, no…

Sara comenzó a engullir si mediar palabra. Kara hizo lo propio. El filete estaba frío, pero no le importó.

—Te quedas conmigo —dijo con firmeza—. Iré a la fiesta para comprobar con mis propios ojos su regreso, pero no prometo nada.

Al fin y al cabo, ella también había cambiado.

Continuará...