Disclaimer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad de la CW y los creadores de la serie. Este fic es una traducción del original de deansgirl369 así que tampoco me pertenece.

Aviso: en este fic se desarrolla una relación entre dos hombres y habrá sexo explícito. Si eres sensible a alguno de estos temas, no leas, y abstente de hacer comentarios hirientes o irrespetuosos. Sinceramente, me resbalarán.

Actualizaciones: los miércoles.

N/T: Vuelvo una vez más con un Wincest. Este es totalmente distinto a Polaris y aquellos que lo hayáis leído os daréis cuenta rápido. Son nueve capítulos bastante cortos —el más largo tiene cinco páginas de word, lo que se traduce en unas dos mil quinientas palabras— y el tema es bastante… ¿cómo decirlo? ¿Cliché? ¿Clásico? Bueno, como queráis llamarlo.

Debo confesar una cosa: no tengo el permiso para publicar esto. Envié el PM correspondiente y no he recibido respuesta después de meses —lo envié en Abril—, así que busqué respuestas en el perfil de la autora. No consta ninguna actividad desde el 2010 así que me tomé la libertad de subirlo porque no creo que me responda nunca. Me siento mal haciendo esto, la verdad, e incluso algo culpable, y debo avisaros de que si en algún momento la autora reaparece y me dice que borre el fic, lo haré, porque no me pertenece como para negarme. Si consideráis que no es justo leer el fic por esto, lo entenderé, pero no lo eliminaré a no ser que sea deseo expreso de la autora.

Dicho esto, espero que disfrutéis con este primer capítulo.


Capítulo Uno

—¿Quieres una cerveza? —le preguntó Sam mientras se giraba para dirigirse a la barra. Sus palabras habían salido casi en tono afirmativo, no como una pregunta, porque por supuesto que Dean quería una cerveza.

—No —dijo Dean, y casi él mismo pareció sorprendido.

—¿Un whisky? —inquirió Sam. Dean por lo general sólo bebía whisky cuando estaba dolido o algo depresivo. Sam le observó más de cerca, pensando que podría haberse perdido algo y empezando a preocuparse.

Dean sacudió la cabeza, con el ceño fruncido.

—No, no quiero beber nada. Agua, quizás.

Sam se sintió todavía más confuso, pero se dirigió hacia la barra mientras Dean se sentaba en una mesa en la parte trasera del pequeño bar. Dean se sentía extraño. Algo se removía en su interior y lo llevaba sintiendo desde que habían dejado la cabaña de la bruja que habían estado cazando. Odio a las jodidas brujas.

De regreso de la barra con una cerveza y un vaso de agua, Sam se sentó en el lado opuesto de la mesa, mirando a Dean con curiosidad y las palabras "¿Qué coño, Dean?" pintadas en el rostro.

—Colega, ¿agua?

—Sí —Dean se volvió para mirar alrededor, evitando los ojos de Sam y sin siquiera estar seguro de por qué.

Una rubia de tetas grandes y cintura pequeña, pantalones cortos y botas de cowboy le lanzó una sonrisa socarrona y un guiño travieso para llamar su atención desde el otro lado de la habitación. Sam resopló, eso ha sido rápido. Pero Dean no le devolvió la sonrisa, no parecía haberse dado cuenta de su interés, y Sam supo en ese momento que algo malo ocurría. No es que se quejase de que Dean no coqueteara con la primera chica que pareciera interesada, pero sin duda ese no era el clásico Dean. La chica era precisamente su tipo: de aspecto barato, guapa y fácil.

—¿Qué le pasa a la chica? —preguntó Sam, mirando a Dean atentamente.

—No tiene nada de malo —respondió Dean con rapidez, pero sin volverse para mirarle.

—Entonces, ¿por qué no estás ya con ella?

Dean parecía estar apretando los dientes, pero la respuesta fue clara.

—No quiero estar con ella.

—¿En serio? ¿Te sientes mal o algo, Dean?

Sam no apartó los ojos de él, sabía que pasaba algo malo.

—Sí. No. Sólo cállate, joder, Sam. Hablas demasiado.

Sam no hizo caso ni de la orden ni del insulto.

—Entonces, si no quieres estar con ella… y no hay nada aquí que te pueda interesar y tampoco estás bebiendo… ¿Quieres irte? Quiero decir, ¿quieres volver a la habitación?

Dean suspiró, pareciendo adolorido.

—No. No quiero volver a la habitación —Dean miró la mesa, intentando concentrarse en algo, como si intentara descubrir algo con ganas—. ¿Podemos simplemente no hablar, Sam? Dame cinco minutos de paz.

Pero Sam no estaba dispuesto a callarse, demasiado intrigado como para no seguir preguntando. Todo podría ser explicado, resuelto, descubierto… Mierda.

—Dean, ¿cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien?

Dean vaciló, dando la impresión de estar pensando mucho, como si buscase la respuesta correcta.

—Siete meses y tres días.

—¿Cuándo fue la última vez que te hiciste una paja?

Dean disparó a Sam dagas con la mirada, pero una vez más la respuesta fue inmediata.

—Esta mañana. Cierra la boca, Sam. Cállate, ¿me oyes? Cállate. No quiero seguir con esta jodida conversación.

Entonces, ¿por qué seguía hablando? Sam nunca había conseguido tantas respuestas a sus preguntas por parte de Dean y desde luego no tan fácilmente, no podía simplemente dejar de preguntar. Era incluso doloroso callarse. Sam estaba empezando a entender lo que pasaba y a estar aterrorizado por lo que venía. Mierda, mierda, mierda.

Sam pensó cuáles eran las mejores preguntas que podía hacerle. Porque Dean estaba respondiendo y por nada del mundo iba a dejar pasar esa oportunidad.

—¿Qué es lo más pervertido que has hecho?

—Dejar que una chica me atara y me azotara.

Sam se resistió a sonreír, aunque no estaba seguro de que realmente quisiera hacerlo. Por alguna razón, la respuesta hizo que su polla se contrajera dentro de sus pantalones.

—¿Te gustó?

—Me gustaba estar atado, pero no los azotes —Dean se negó a encontrarse con los ojos de Sam.

—Hug. Cuéntamelo.

Dean le miró, pero no dijo nada.

—Mmm —Al parecer, sólo funcionaban las preguntas directas—. ¿Por qué te gustó estar atado?

—Me gustó que la otra persona tuviera el control —Dean quería gritar. Sentía como si su piel estuviera demasiado apretada alrededor de su cuerpo, como estuviera perdiendo. Sam sabía que estaba llevando a Dean al límite, pero era irresistible. Lo pagaría más tarde, lo sabía—. Deja de hacerme preguntas, Sam. ¿Por favor?

Casi funcionó. Sam se encogió por dentro. Pero demasiados años de convivir con un Dean lleno de secretos le hizo continuar. Había demasiadas cosas que quería, que necesitaba, saber.

—¿Alguna vez has estado enamorado? —Sam contuvo el aliento, deseando retirar la pregunta, sin saber si estaba listo para escuchar la respuesta.

—Sí.

Dean dejó caer la cabeza entre las manos. Sam estaba torturándole. La situación sólo iba empeorando. Arruinaría su vida. Si Sam llegaba a saber las cosas más horribles, esas sobre las que ahora no podía mentir, significaría perderle, esta vez para siempre.

—¿La chica lo sabía? —Oyó que Sam preguntaba, y maldita sea, quería detenerse.

—No —Dean sintió un hormigueo de alivio recorriéndole el cuerpo. Había evitado la crisis temporalmente. Gracias a Dios.

Sam entrecerró los ojos. No más preguntas sobre ese tema. No necesitaba hacer daño a los dos con más mierda. Todavía tenía más preguntas interesantes y no tan desgarradoras.

—¿Quieres a tu coche más que a mí, Dean? —Sam sonrió, intentando burlarse de él.

—No —La voz de Dean sonó amortiguada ya que no había levantado la cabeza de las manos, donde la mantenía apoyada.

—Mmm… ¿piensas siempre en la misma persona cuando te masturbas?

Sam pensó en sus propias fantasías, todas relacionadas siempre con Dean. Una mierda, pero al menos el hechizo no había sido puesto sobre él. No era como si Dean no hubiera notado algo, pero eso sería ir demasiado lejos.

—Sí —Dean levantó la cabeza, pero miró hacia la pared—. Vale, Sam. Haré lo que tú quieras, pero deja de hacerme preguntas. Por favor, colega. Esto es como una jodida tortura. Te vas a arrepentir.

Sam lo pensó por un segundo. Sintió la tentación de pedir algo, algo que realmente quería, pero no quería forzar a Dean a hacer eso, no podía. Además, no funcionaría de esa forma, aunque era tentador… pero esa era la oportunidad de su vida, y estaba bastante seguro de que conseguiría arrancarle un beso a Dean. Quizás nada más, pero en serio, ¿un beso? Dean nunca le había negado nada que realmente quisiera. Sam se mordió la lengua y contuvo la respiración, pero siguió adelante.

—¿Alguna vez has tenido relaciones sexuales con otro hombre?

—¡No! —Dean miró a Sam momentáneamente, con la esperanza de que eso le hiciera salir del tema que más temía.

—¿Has hecho algo sexual con un tío?

—No. No soy gay, Sam —Eso salió fácilmente, no era una mentira, y Dean se sintió mejor. No era gay.

—Vas a darme de palos cuando esto desaparezca, lo sé. Pero tú harías lo mismo. Lo sabes. Puede que no lo admitas, pero… Espera. Harías lo mismo, ¿verdad?

—Sí —Maldita sea, por supuesto que lo haría.

Dean pensó en golpear a Sam en la cara. Eso podría callarle. Aunque también podría hacer que les encarcelaran. También pensó en levantarse e irse, pero sin estar en público, seguramente toda la situación sería más aterradora y estaría más fuera de control. No había nada que hacer excepto dejar que Sam le preguntara hasta la muerte, hasta que hiciera una pregunta que le hiciera huir. Llegaría, de hecho, estaba sorprendido de que no la hubiera hecho ya, exponiendo toda la mierda que tenía dentro.

—¿Por qué no quieres salir del bar, Dean?

—Porque aquí hay gente y no quiero estar a solas contigo mientras no pueda mentir —Dean pareció sorprendido ante su propia respuesta, pero probablemente porque no quería decirlo, no porque no lo supiera.

Sam se quedó pensativo durante un segundo y luego se dio cuenta de lo que quería saber. Tal vez, lo que necesitaba saber.

—¿Quién?

A Dean se le cortó la respiración. Al parecer, la pregunta no era lo suficientemente específica, porque no sintió la necesidad de responder, pero sabía que lo sería en un segundo. Salió corriendo por la puerta. Estaba al lado del coche y casi había abierto la puerta, cuando Sam le alcanzó, envolviendo su cuerpo con los brazos desde detrás.


Muchas gracias por leer, nos vemos el próximo miércoles.