Disclaimer: La historia es mía, los personajes pues no.
.
.
.
Tenía cuatro años cuando fue entregada a la Habitación Roja, el primer hombre de su vida, su padre, Drakeov Romanoff, fue quien se la entregó a Ivan Petrovich antes de morir en la Batalla de Stalingrado, sus padres amaban el país en el que nacieron y querían que su hija hiciera lo mismo.
Así que, según Ivan, lo mejor era entregar a la pequeña Natalia al programa Viuda Negra.
Dormir esposada, sesiones de ballet sanguinarias, artes marciales de todos los tipos, sesiones de disparo con cualquier arma, educación dura basada en psicología, idiomas y especialidad en hackeo y espionaje a la antigua. A los quince años, Natalia podía derribar a un hombre tres veces su peso y estatura, hablaba más de cinco idiomas con fluidez, era capaz de bailar todas las piezas que sus maestros le tocaran, podía hackear cualquier computadora y enviar señales con una radio vieja y un cable pelado y engañaba con la misma facilidad con la que comía.
Pero seguía siendo débil.
Los blancos de entrenamiento fueron remplazados por blancos reales, vivos, fueron remplazados por aquellos individuos (hombre o mujeres, daba igual) que hacían enojar a sus superiores o que se iban de lengua.
Cuatro de los cinco hombres yacían en el frío suelo, pero ella se dio cuenta de la mirada de la otra mujer en la habitación, así que al final dejó que el último hombre que estaba de pie la rodeara con los brazos, haciendo una llave, fingió que perdería y le hizo una seña, golpeando el antebrazo del hombre un par de veces, dando a entender que se estaba rindiendo. La mujer cerró los ojos fuertemente, buscando paciencia.
─ Torpe.
La mujer delgada la miraba con desaprobación, estaba parada en una esquina del amplio salón donde Natalia estaba teniendo una sesión privada.
─ Finges que fracasas.
─ No puedo hacerlo.
─ Si puedes, eres diferente a todas. Única─ Natalia se irguió─, se por qué lo haces, pero eh de decirte que es necesario.
Natalia se tensó, pero su cara no cambió de expresión.
─ Celebraremos después de la ceremonia de graduación, es necesaria para que tomes tu lugar en el mundo─ ella sabía a qué se refería.
─ No tengo cabida en el mundo ─ su voz parecía de hierro.
La mujer asintió.
─ Exacto─ le dirigió una mirada dura─ , ahora, desde arriba.
Minutos después, el mismo hombre que la había tenido encerrada en la jaula que supuso sus brazos, se encontraba tirado en el suelo, inconsciente.
La camilla estaba fría, su ropa de entrenamiento había sido remplazada por una bata esterilizada de un blanco enfermizo, los doctores entraron a la habitación, sin mirarla siquiera, un enfermero le inyectó la morfina, Natalia se dio cuenta que tenía que ser una cantidad grande como para poder tumbarla.
Antes de que la inconsciencia se la llevara, alcanzó a escuchar como el doctor les decía a los enfermeros.
─ Esto, señores, es lo mejor que la ciencia pudo inventar. Un estorbo menos del que preocuparse.
Algo en Natalia le dijo que eso, un bebé, no era precisamente un estorbo.
Pero en la Habitación Roja le habían inculcado que sí, que todo aquello que te impidiera cumplir con su deber era eso, un estorbo.
Lo primero que vio al despertar fue el techo blanco de la habitación y Natalia se sintió vacía, trató de incorporarse y un pinchazo en el vientre bajo le hizo apretar los dientes.
Estaba hecho.
─ Despertaste ─declaró el enfermero.
─ Mi estado─ demandó saber.
─ La operación fue un éxito─ aseguró.
Ella solo asintió.
─ Estarás como nueva en unos días, oficialmente eres una Viuda Negra, la más joven de todas las que han pasado por aquí.
Natalia fingió que no lo escuchó.
Tecleó la información necesaria y la envió, otra misión realizada con éxito, tenía seis meses como Viuda Negra oficial y ya había batido los récords de las demás Viudas de mayor edad. Todo un orgullo, según decían los altos mandos.
─ Natalia─ Ivan entró a la habitación y Romanova apagó la maquina tan pronto lo escuchó─, tengo buenas noticias para ti.
─ ¿A sí? ─su rostro era una máscara sin expresión.
─ Si, ya lo eh hablado con la gente adecuada y todos están de acuerdo conmigo─ Ivan hablaba como si hubiera descubierto como eliminar a todos y cada uno de los enemigos de la KGB. Déjame ser el primero en felicitarte, vas a convertirte en la señora de Alexei Shostakov.
─ ¿De que estás hablando? ─Natalia se permitió arquear una ceja.
Ivan resopló con exasperación, como si estuviera lidiando con una idiota.
─ Vas a casarte con Alexei Shostakov, Natalia─ Ivan hizo un gesto con la mano, como si quisiera iluminarla─, vas a ser la esposa del piloto de pruebas y agente más joven y mejor posicionado de la URSS.
Natalia pensó que, después de tanto tiempo y de tantas golpizas, Ivan por fin parecía sufrir las secuelas.
El vestido era de un blanco impoluto.
La parte alta del vestido se ajustaba a su figura esbelta y bien tonificada, la falda era esponjada y les llegaba a los tobillos, las zapatillas transparentes la levantaban del suelo para darle una apariencia más alta, más regia. El cabello pelirrojo y ligeramente rizado estaba atado en un moño inclinado en el lado izquierdo de la cabeza, adornado con perlas y cuentas brillantes.
Preciosa.
─ Sonríe un poco querida─ Ivan trató de formar una sonrisa en la boca de la chica, estirando los dedos entre las comisuras de sus labios pintados de color carmesí─. Parece que, en lugar de casarte, vas a un funeral.
─ ¿Sabe él en que se está metiendo?
─ ¿Quién? ¿Shostakov? ─Petrovich se fingió distraído─. Él sabe muy bien lo que eres.
Lo que eres.
─ Y no le importa─ sentenció.
─ En absoluto─ aseguró el hombre, después la miró de pies a cabeza─. Santo Dios, Shostakov si que se sacó la lotería contigo, mira que casarse con la mejor bailarina de ballet de Rusia…
─ Es una unión que nos beneficia a todos.
Las enormes puertas de roble de la iglesia se abrieron y Natasha entró con paso seguro, caminó en dirección hacia su futuro esposo, ni siquiera notó lo guapo que era, con el cabello pelirrojo bien peinado, vestido con un traje elegante y la solemnidad plasmada en sus ojos azules.
El cura que los casó debía de trabajar para la KGB, la voz no le temblaba al momento de recitar los votos y no se doblegaba ante las frías miradas de los pocos presentes.
Un par de horas después, Natalia volvió a salir por la misma puerta, pero esta vez del brazo de su esposo y con el apellido Shostakova a un lado de su nombre.
La casa de su esposo, su casa, era grande, una digna mansión rusa, perfectamente adornada y cómoda, para sorpresa de la chica, porque eso era, una chica, casi una niña, que apenas había cumplido los dieciséis un par de meses antes de su boda mientras que su esposo, al igual que ella, apenas había cumplido los veintitrés un par de meses antes.
Al llegar a la habitación, la que seria su habitación, de ambos, Natalia supo que era lo que sucedería.
A diferencia de lo que muchos pensaran, las Viudas Negras del programa no eran violadas, jamás se permitía ese tipo de comportamiento entre los varones que ejercían como instructores, jamás se permitía ese tipo de comportamiento entre los varones que estaban cerca de las niñas, ¿por qué?, por la simple razón de que todas y cada uno de ellas eran una pieza clave al unirlas con personajes bien posicionados, como Natalia con su piloto.
─ Haz lo que mejor sabes─ la mujer fingió que le acariciaba los cabellos, se perfecta. Complace a tu marido, porque si no…
Dejó la amenaza al aire. Natalia sabía bien que significaba ese si no.
Natalia se alejó de su esposo, y se dirigió al baño, por lo que sabía, todas sus pertenencias ya estaban en su nueva casa, se deshizo del vestido y se desató el peinado, su cabello rojo cayó en rizos por su espalda, se miró en el espejo de cuerpo completo y pensó que así debería bastarle a su esposo. Para tener dieciséis años, tenía un cuerpo perfectamente desarrollado, sin pensarlo, volvió a la habitación. Mentiría si no dijera que sí, estaba nerviosa, le habían enseñado como complacer a un hombre, solo que nunca habían dejado que uno la tocara más allá de entrenamientos.
Alexei la esperaba parado delante de la gran ventana, cuando la escuchó volver se giró, Natalia aceptó que le complació ver como su marido la recorría con la mirada.
Se acercó a ella y la tomó por la cintura con tanta delicadeza que Natalia se sorprendió, más sin embargo no dejó ver ningún indicio de ello, la besó con ternura, una ternura que ella jamás, en sus dieciséis años de vida había sentido, rodeó su cuello y el ruso le desató el sostén de encaje en color negro, Natalia, lejos de sentirse incomoda, se dejó hacer, ella no quiso quedarse atrás y le desabotonó la camisa con manos expertas.
La ropa quedó en el olvido y Alexei Shostakov se llevó la última pieza de pureza que quedaba en el cuerpo de Natalia.
Y a Natalia, ciertamente, no le importó.
─ Lo que necesite tratar con mi esposo, puede hacerlo conmigo.
─ Perdóneme mi señora, pero es asunto del gobierno y, con todo el respeto que se merece, no creo que una bailarina de ballet sepa de esto─ el hombre sentado frente a ella parecía impacientarse, pero no era tan estúpido como para ser insolente con la mujer del agente Shostakov.
─ Mi señora tiene razón, Pietro, puedes hablar con ella de lo que sea, es de mi entera confianza─ Alexei se sentó en la silla que presidia la mesa del despacho y Natalia se posicionó detrás de él, su corazón, ese que creyó duro como el granito, latió inesperadamente al escuchar a su marido.
─ Como desees.
Natalia levantó la barbilla, triunfante.
La cama de la habitación estaba llena de bolsas de regalo, regalos para ella, claro estaba, y sabía de quien eran. Tenía que aceptar que su esposo estaba ganándosela.
─ ¿Te gusta? ─Natalia volvió al escuchar su voz a su espalda.
─ La verdad es que no eh abierto nada─ volvió su vista a las bolsas─. ¿son para mí? ¿todas estas?
─ Todas, cariño─ Natalia se había acostumbrado a las palabras afectuosas que recibía de parte de Alexei, era sorprendente como fuera de la casa era el hombre modelo, regio y frio, pero dentro de esas paredes y alejado de los ojos de otros, era el esposo más consentidor del mundo─. Mi mujer se merece el mundo entero─ la tomó de la cara y la besó repetidamente en la mejilla─, y yo me voy a encargar de que lo tenga.
Natalia sonrió.
Si le preguntaran si era feliz, la rusa diría que sí, estaba en su mejor etapa, su marido era su mejor amigo, el amor de su vida y el mejor compañero para las misiones, servían al país que amaban, juntos, todo parecía ir viento en popa, pero Natalia sabía bien que eso no podía durar.
─ No puedo tener hijos─ declaró, Alexei, sentado en la esquina de la cama la miró sin expresión─. No me digas que no te lo dijeron antes de casarnos.
─ Me lo dijeron, sabía perfectamente quien eras antes de pisar ese altar, sabía perfectamente quien eras cuando te elegí como esposa.
Quien eras, no que eras.
Esas palabras resonaban en su cabeza.
─ No podremos tener hijos jamás.
─ No si no quieres─ Alexei le hizo una seña para que se acercara, ella lo hizo con reticencia y su esposo la sentó en sus piernas─. Siempre podemos adoptar.
─ No quiero adoptar. Vivimos para nuestra nación.
Alexei asintió y Natalia creyó ver cierto alivio en sus facciones.
Él no quería hijos.
─ Ya dije que no.
Ivan lo miró con cierta sorpresa que comenzaba a convertirse en enojo. Ese hombre se estaba volviendo loco.
─ No veo por qué no, es muy sencillo.
─ No sin Natalia.
─ Mira Alexei, ya te lo dije, no la necesitamos esta vez se acarició la barbilla y una idea se le vino a la mente─. Me sorprende que te estés negando a dejarla atrás, nunca la llevas cuando tienes que pilotear, siempre quieres que vaya por tierra, así que no veo por qué estás tan reticente.
─ Estoy reticente porque necesitamos a Nat, ella puede desarmarlos mientras yo vuelo las pistas…
─ ¡Para eso es que están tus compañeros!
Alexei se quedó en silencio e Ivan se aventuró a decir algo que, o bien lo pondría en ventaja, o bien lo llevaría a la ruina.
─ Te casaste con ella para sellar las alianzas, el del cuerpo aéreo con el de espionaje. Nunca se te dijo que tendrías que quererla.
─ Nunca dije que la quisiera.
La cara de Alexei era una máscara fría, sin rastro de emociones, pero Ivan no era tonto y no pudo evitar soltar una carcajada.
─ No, no la quieres, estas enamorado de ella─ Alexei no se inmutó─. Válgame el cielo, a ellos les va a encantar.
─ No sabes el gran disgusto que estamos pasando─ el hombre habló con voz de trueno.
─ Me disculpo mi señor─ el tono de Alexei no era muy educado, era frío, pero sin rosar la insolencia.
─ Tus disculpas no nos sirven, mira, sabes como está la cosa, y necesitamos a nuestras Viudas Negras─ Las manos de Alexei, ocultas tras su espalda, se cerraron en puños─. A todas ellas.
─ Me disculpo nuevamente mi señor, soy piloto no Viuda Negra…
─ ¡Insolente! ─ chilló una mujer robusta con rostro de piedra y el primero en hablar la hizo callar con un gento de la mano.
─ El asunto aquí, es que Natalia Shostakova, tu esposa, es la mejor en cuanto a este oficio se refiere, y sus habilidades nos hacen falta─ hizo una pausa, pero Shostakov no dijo nada─, pero ella se niega a dar un paso sin ti y, para ser francos, no eres más que un estorbo para estas misiones.
─ ¿Está diciéndome que ya no soy indispensable para cuidar de mi nación?
─ Si no fueras quién eres Shostakov, estarías tres metros bajo la nieve y no aquí parado, pero hoy me siento benevolente, así que voy a dejarte elegir─ Alexei supo que no le iba a gustar nada lo que iba a escuchar─. Conozco tus capacidades y las de tu esposa, de los mejores que la KGB pudo tener, pero en esta vida no se tiene todo lo que queremos.
─ Dile de una vez─ se metió otro hombre, con aire aburrido.
─ Muy bien, o bien le hacemos creer a tu esposa que estás muerto y ella cumple con sus obligaciones para con su país, o tu puedes seguir siendo el respetado piloto que eres pero que inesperadamente quedó viudo.
Alexei levantó la barbilla, no había tenido que pensar su respuesta.
─ Aparentemente derribaron mi nave mientras estaba en combate.
Los demás presentes asintieron, conformes.
─ Les dije que no me equivocaba con él─ Nikita Jruschov se pronunció ante todos.
─ Me gustaría saber de qué habla.
─ Permíteme felicitarte Alexei Shostakov, has sido elegido sobre Yuri Gagarin para el nuevo programa que estamos desarrollando. Has sido elegido para representar la contraparte soviética del Capitán América, solo que menos ridículo.
─ Antes de que diga algo más, yo jamás dije que ni tenía condiciones.
Al final de la reunión, Alexei había hecho el trato que definiría su vida y la de su esposa, fingirían que había muerto en una misión, pero Natalia se quedaría con todo, absolutamente todo, lo que fuese de ellos y sería intocable para la KGB.
─Dime que te pasa─ se acostó de lado, dejando expuesto su pecho desnudo─, no me gusta verte así.
─ Estaba pensando en la misión de mañana, jamás me habían dado una como esta─ estiró la mano y acarició el pezón de Natalia, este reaccionó al instante.
─ Tampoco es una que no puedas hacer─ ella le acarició la cara─. Eres Alexei Shostakov, el mejor piloto de pruebas de la Unión Soviética, mi esposo.
Alexei retiró la mano de su esposa de su cara con delicadeza y apartó la propia del pecho, y sentó, con las mantas de seda cubriendo su desnudez, Natalia se sentó detrás de él, rodeándolo con los brazos y comenzó a besarlo en el cuello.
─ Sabes que te amo, más que a nada─ Alexei interrumpió su cometido, sosteniéndole la mirada.
─ ¿Más que a Rusia? ─Natalia creyó que había ido demasiado lejos con esa pregunta, pero la respuesta de su marido la sorprendió en demasía.
─ Más que a Rusia.
─ Yo te amo también─ atrapó su boca en un beso apasionado─. Más que a Rusia, más que nada.
Tan pronto acabó de hablar, Alexei la devolvió a la cama de un ligero empujón y se subió arriba de ella.
Si mañana iba a morirse, al menos disfrutaría al máximo de los últimos momentos que tendría con su esposa.
El vestido negro le llegaba a la altura las rodillas, la tela era demasiado cara, pero poco le importó que el whisky se derramara en él, el abrigo de piel estaba tirado a mitad de la enorme sala de estar, ¿sus zapatillas?, ya no recordaba donde habían quedado, agradecía infinitamente su duro entrenamiento para ocultar sus emociones al momento en que recibió la noticia.
─ Sentimos mucho informarte que Alexei Shostakov perdió la vida en la operación la voz del hombre sugería que no lo sentía en absoluto y la única reacción visible del cuerpo de la joven viuda fue que se puso rígida. Podrás recoger el cuerpo de tu esposo en la morgue, aunque dudo que lo reconozcas siquiera.
Estrelló el vaso contra la pared para beber directamente de la botella, no había querido verlo, no había querido, pero no pudo evitarlo, el cuerpo estaba muy quemado, así que ordenó que fuese incinerado, la pequeña caja de roble estaba sobre la tapa del piano.
Su esposo, el único hombre que había amado, ya no estaba. Los seis años de matrimonio que vivieron eran meros recuerdos, tan lejanos, aunque solo hubiesen pasado un par de días.
Y todo era culpa de esos malditos alemanes.
─ El entrenamiento comenzará dentro de nada─ la misma mujer de siempre la recibía, con su frialdad característica─. Que estés aquí es lo mejor. Eres la candidata número uno para probar una variante del suero del super soldado.
Natalia asintió.
Haría lo que fuese necesario, pero se vengaría, de todos y cada uno de los involucrados en la muerte de la persona que más quería.
Estaba ordenando los documentos importantes, jamás se marchaba de un lugar sin ellos, ella nunca sabía cuanta diferencia hacían.
Cuanto valían.
Los metió entre los bordes descosidos de la pequeña bolsa de viaje, pero un folder de color crema se le cayó, regando los papeles por el suelo, una cosa estaba clara, no quería, no quería verlos porque sabía de que hablaban.
Pero necesitaba recordar que, en ese momento y en el pasado, siempre tenía algo por lo que luchar.
Alexei Alanovich Shostakov
Lugar y fecha de nacimiento: 19 de Marzo de 1927, Moscú, Rusia.
Conyugue: Natalia Alianova Romanova,
Alexei Shostakov fue uno de los pilotos más reconocidos de la Unión Soviética. Durante la Segunda Guerra Mundial en el Frente Oriental, derribó un gran número de aviones de combate Luftwaffe en batallas aéreas y fue acreditada por ayudar a la Fuerza Aérea Soviética a ganar la supremacía aérea sobre los cielos de Stalingrado y Kursk. Debido a su extraordinaria habilidad, Shostakov fue elegido para las pruebas más secretas y peligrosas y aeronaves nuevas para la Unión Soviética. Esto incluyó ser el primer piloto en probar volar el Mig 15. Los medios de noticias controladas estatales soviéticas publicaron mucho esto y algunas otras misiones suyas tales como sus batallas aéreas contra la USAF sobre MiG Alley durante la Guerra de Corea. Como resultado, Shostakov fue condecorado como un héroe de la Unión Soviética...
Guardó las páginas con brusquedad en la maleta, no necesitaba hacerse más daño.
Hola, la verdad no sé de donde saqué la idea, pero bueno, aquí está el primer capítulo, espero que lo disfruten.
Ligeras aclaraciones, la letra en cursiva quiere decir conversaciones en ruso, pues porque, lógicamente, la historia se desarrolla en la fría Rusia.
Espero leerlos pronto.
Entonces... ¿Review? ¿No? Ok.
Con Cariño.
Harry.
