Summary: Después del último y desafortunado encuentro con Tom Riddle, Amelia Adams decide no rendirse y no olvidar su venganza. Su decisión la lleva a actuar desde las sombras. Pero aquella situación no será permanente. El destino la llevará a encontrarse con Tom cara a cara, de nuevo, poniéndola a prueba. Sus convicciones son firmes y por ello, Amelia avanza en sus planes ignorando aquellos sentimientos dormidos que amenazan con arruinarlo todo.

Disclaimer: El Potterverso le pertenece a J.K. Rowling. OCs como Amelia Adams, Anna Blunt, Isobel McKay, Paul Wintergreen, Morgana y la vidente (entre otros), me pertenecen.

N/A: Después de mucho tiempo, os traigo la segunda parte de mi fic "Matar a la Serpiente". Espero que os guste y emocione tanto como la primera.


Matar a la Serpiente II

por Victoria Muinesva

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Prólogo

No tuvo reparo alguno en soltarla. Ni una pizca de remordimiento estremeció su oscuro corazón al verla caer hacia el agua, hundiéndose y desapareciendo de la superficie, como si nunca hubiese existido. Solo quedaba tras ella el eco de su grito desesperado, que se desvanecía lentamente y sin embargo aún retumbaba en los oídos de su verdugo, como si fuera el lamento de un espíritu que no descansaría jamás y que amenazaba con perseguirlo eternamente.

Con una mirada de indiferencia, Tom Riddle esperó hasta estar seguro que ella no volvería a aparecer. Sabía bien que los grindylows eran asombrosamente rápidos en cazar alguna presa y esta vez no sería la excepción.

Estaba seguro que en ese momento Amelia Adams ya estaba muerta.

No volvería a verla más. Había eliminado la amenaza y podía centrarse en sus planes sin preocuparse por ella.

Apartó la mirada de la oscura superficie de las aguas del lago y giró la cabeza hacia la derecha. Ahí, sobre la mullida hierba, reposaban los restos de la varita de Amelia junto a la suya propia, como únicos vestigios de la lucha encarnizada que se había desarrollado minutos atrás. Recogió su varita y con un rápido movimiento hizo desaparecer la de la joven.

Oteó el perímetro, en busca de un posible intruso. El lugar era apartado y estaba completamente seguro que nadie lo había visto, pero prefería asegurarse. Levantó la capucha de la túnica y se cubrió la cabeza con ella. Entonces emprendió el camino de vuelta al castillo, sin volver a mirar atrás, ignorando el incesante chapoteo del agua y los cada vez más lejanos chillidos de los grindylows. Evidentemente peleaban por el botín.

Sin embargo, si habría prestado más atención y hubiese regresado sobre sus pasos, habría sido testigo del resurgir del agua de la joven a quien creía muerta.