Disclaimer: The Legend of Zelda es propiedad de Nintendo.

Comentarios iniciales:

Hola, estoy de regreso con esta historia, la cual he llevado por mucho tiempo preparando para publicarla, años de hecho, nisiquiera pensé que terminaría siendo un fic.

Y que mejor día para publicarlo que el mismisimo 21 de Febrero, hoy hace 31 años el primer zelda fué lanzado para la clásica NES, momento donde esta magica saga nació, a manos de los maestros: Shigeru Miyamoto y Takashi Tetsuka. En pocos días saldrá Zelda Breath of the Wild junto al Nintendo Switch y para Wii U, sin duda es buen momento para ser fan de esta saga.

Volviendo al fic, pues he decido hacer algo que pocos hacen creo, no he colocado un prólogo, puesto que quiero que descubran todo lo que pasó incluso antes de la historia solo leyendola.

El fic se ubica en la línea de Link niño, siguiendo los acontecimientos de Skyward Sword, Ocarina of Time, Twilight Princess, el fic Almas Unidas de Goddess Artemiss, Hyrule Warriors, el fic Génesis de la Extinción de Zeeklaeres, y Breath of the Wild.

Aclaro que las relaciones entre estos en cuanto a historia es minimo, por eso aunque el penúltimo ni se encuentra terminado(sino en hiatus v:) pueden seguir la historia sin problemas.

Agradezco a mi beta Egrett Williams, por ayudarme con la mayoría de palabras desde wue inicie en esta pagina XD espero también disfrutes de este fic.

Y bueno sin más wue decir, los dejo con la lectura…


The Legend of Zelda:

The Broken Hero

Por LinkAnd06

Capítulo I: La marca de los Tres Triángulos

El sol recién salía esa pacífica mañana, dando lugar a un hermoso alba, ocasión que muy pocos podrían contemplar desde el inicio, ya que a esas horas todos aún se encontraban dormidos, apenas amanecía.

Bajo ese amanecer, se encontraba un pequeño pueblo, rodeado de un espeso y frondoso bosque, la Aldea Oval; un lugar muy pacífico para sus habitantes, donde se encontraba un lugar especial para entrenar futuros soldados o aventureros.

Nadie estaba despierto en ese momento digno de admirar, la salida del astro rey.

Al menos para la mayoría de humanos en el pueblo, pues no solo los pájaros ya estaban despiertos, dos jóvenes, de aproximadamente diecisiete años cada uno, miraban la salida de la extrella matutina como primera obra productiva del día.

Se encontraban en el techo de una enorme casa, una academia.

-Cosas cómo estas son difíciles de ver, ¿no?- Preguntó uno de ellos, sentado en el suelo de la azotea. Un joven castaño con la cabellera en forma de varias puntas, cortas y asimétricas. Vestía una camisa azul con el símbolo de una libélula en su hombro, pantalones beige y calzaba unas botas marrones. Miraba al cielo con su anaranjada mirada, esperando la respuesta de su compañero.

-En realidad no, Migue…-Respondió su compañero, sentado justo al lado de el joven mencionado.- Es cuestión de dormir en el momento perfecto, la duración perfecta, en la posición mas adecuada- agregó orgulloso. Su cabello era algo mas largó, llegando hasta su nuca de una forma que apenas hacía visibles sus orejas. Sus ojos eran ambar, un color alegre como su personalidad bromista, expresada con su sonrisa. Vestía un conjunto parecido al del castaño, solo que la camisa era roja y la libélula era más grande, y estando en todo el pecho.

-Sí que sabes mucho Oswald, pero no deberíamos combinar la palabra madrugar con él -insinuó Migue, recostándose en el suelo de madera, colocando sus brazos tras su cabeza.

El pelinegro suspiró como respuesta, ya sabía con certeza a quién se refería- Yo la verdad prefiero dejarlo dormir lo que quiera, es un holgazan después de todo- aseguró, el haber vivido con él desde hace años le había asegurado esa conclusión.

-Sabes que siempre hace lo posible por ayudar, aunque salga mal, es bueno con lo basico al menos…

En eso tenía razón, pero aún así no era suficiente.

-No lo niego, pienso que sería mejor en algo si en serio se lo propusiera- miró las nubes inexpresivo, diciendolo enserio.- Le salga bien o no, termina diciendo que es un inútil.

Migue negó con la cabeza, sonriendo. Decidieron dejar allí el tema.

A pesar de lo problemático que era ese joven para ellos, lo querían como un verdadero amigo, lo conocian muy bien, ya que se habían acompañado desde sus años de infancia, bueno, desde los nueve en realidad.

El pasado de su amigo seguía siendo un misterio para ambos, ya que sufría amnesia, aunque a él no le molestaba, siempre decía que era feliz con su actual estilo de vida, sea cierto o no, no es como si siempre lo demostrara.

-¿Algún día recordará que sucedió antes de ese día?- Preguntó el castaño, interesado en el tema nuevamente. No había mucha posibilidad por más que lo deseara, era triste que su amigo no pueda ni recordar ni a sus padres.

Llevaban todo el tiempo que se conocían con esa pregunta, quizás el antiguo él era muy diferente, aunque fuese un niño en ese entonces, sigue siendo un hylian, una raza muy rara de ver en el reino.

-A diferencia de su nombre, no ha llegado a mostrar señales de que recuerde algo, inclusó olvido que hacía antes de despertar en medio del bosque Oval- dijo Oswald serio, recordando los días que pasó con él antes de que los tres ingresaran a la academia, lo cuál fue hace unos cinco años.

-Seguro se molestará si descubre que hablamos de él sin su presencía- dijo Migue riendo al imaginar su rostro.

El pelinegro sonrió, levantándose.- Entonces vamos por él, es nuestro día libre y debemos aprovecharlo…


...

Era una noche oscura, emanando un aura siniestra, ni las extrellas y la luna era visibles, las grises nubes cubrían el cielo, como sí de neblina se tratara.

El ambiente estaba tenso en el pequeño y antes pacífico pueblo, lo cuál se quedaba corto a lo que sucedía.

El poblado se encontraba en llamas, algunas casas ya estaban destruidas. Varios soldados atacaban sin piedad a cualquier residente que veían. Todos liderados por un encapuchado, un ser de más de dos metros de altura. Claramente un hechicero, acompañado por su ejército, pero este no atacaba, parecía solo centrarse en buscar algo o a alguien.

Uno de los residentes intentó atacar al malvado lider, con ropa pueblerina, pelinegro y usando una espada. Trató de atravesarle el pecho con el arma, sin embargo, el extraño lo detuvo con su mano derecha como si nada, para luego romper el filo apretando su mano.

El señor se sorprendió, pero no pudo volver a reaccionar, el enemigo le atacó en el estómago con un empujón, usando su mano izquierda, haciéndole gritar y mandarlo unos metros atrás.

Desde un callejón, mirando temeroso la escena, había un niño. Temblando de miedo y guardando silencio solo miraba, no podía hacer más que ver su hogar, familia y amigos sufrir.

-No…..-Murmuró de repente, retrocediendo y buscando una forma de escapar…

-¡Ahhh!-Una enorme esfera negra le pasó por un lado, chocando con una pared de al frente, sorprendiéndolo.

Detrás de él escuchó unos fuertes pasos, no volteó, solo se agachó y se cubrió los oídos, no queriendo saber nada de la cruel realidad.

-Te estaba buscando…

-¡NOOOO…AHHH!-Despertó un joven rubio de golpe, literalmente, se había sentado rápido por reflejo chocando su frente contra la cama de arriba, pues él dormía en una litera, sí, abajo.

Se sobó despacio la frente, aguantando el golpe, odiandose por ser tan descuidado, no era la prinera vez que se golpeaba.

-Ese sueño de nuevo…- Pensó seriamente, ya era la cuarta vez que lo tenía. Todas eran iguales, la aldea en llamas, muertes, soldados atacando inocentes y un encapuchado hechicero liderándolos... Este siempre le daba un mal presentimiento. Era una escena trágica, no sabía su conexión con ella, esperaba que solo fuese causalidad.

El rubio se miró al espejo que había frente a la litera, observando sus propios ojos azules, los cuales no mostraban el miedo que sentía en su interior. Siempre ocultaba sus dolores de los demás, hasta de sus dos únicos amigos, no quería preocuparlos mucho más de cómo ya lo estaban.

Desde que los tres entraron a la academia, sus vidas parecieron mejorar, pudo mostrar sus habilidades de combate y agilidad a grandes maestros. Sentía un enorme deseo de poder usarlas para bien, pero no sabía cómo.

-No creo que deba siquiera intentar, no después de aquella vez…

Se recordó a sí mismo peleando contra un bandido en un duelo de espadas, él era inexperto en ese entonces, pudo darle pelea, pero perdió y los bandidos escaparon. Se sintió como un inútil por no llegar a detener sus planes.

-Era inútil intentarlo, pero aun así lo hice…- antes de esa pelea había escuchado un grito que provenía de ella al verla a punto de ser atacada no contuvo sus deseos de protegerla.

-Seguro parecí un tonto…-Se recostó en la cama avergonzado, con su mano izquierda cubriéndole el rostro, sonrojado por recordarla.

-¿Qué es lo que siento?...- Imaginó su rostro,aunque no duró mucho…

-¡AH!- Un brillo de su mano dominante le quemó internamente. Jadeando, miró el dorso, donde tenía aquel símbolo extraño de tres triángulos, algo que sólo él y sus amigos sabían que poseía, los padres de Oswald le pidieron estrictamente que nunca dejara la marca a la vista, y menos le llegara a contar de eso a un extraño.

Aunque se le escapó con Migue, pero no le importó ya que él era su segundo amigo cercano, hasta Oswald y sus padres le tenían confianza.

Pero ese era otro tema…

Últimamente, con ciertos tipos de pensamientos, la marca reaccionaba de forma negativa a él, como dándole un castigo de daño al azar, desde pequeñas punzadas hasta fatales quemaduras, no era dolor físico, sino mental. Pero sabía que de allí provenía, siempre brillaba cuando pasaba, en especial el triángulo inferior derecho, el único que parecía representar que estaba roto.

-Si está roto no debería brillar, ¿entonces que representa?… ¿Qué demonios me pasa en esta mano?

Ni los padres de Oswald tenían una clara respuesta.

-Siempre que quiero pasar tiempo con ella, esto me lo impide, es como si me dijera que no…

Su marca titilaba de forma tenue, ante la mirada confundida de su portador.

-O quizás… Solo intenta evitar que pase lo obvio- suspiró resignado.- Nadie saldría con alguien como yo…

Por unos segundos su mente le reflejó una silueta, era imposible de saber quién era, la rapidez de la imagen fue instantánea, aunque sintió algo en su pecho al verla. Se abrazó las piernas y recostó su frente en sus rodillas, cada día era más confuso para el ojiazul desde que la conoció. Era tan absurdo que prefirió llevarse ese problema consigo a la tumba, nadie podía ayudarlo.

Minutos después sintió una mano posarse sobre su hombro, asustándolo al punto de caerse de la cama, gritando por reflejo.

-Vaya, Link, ¿estabas despierto? Te perdiste de un alba magnífico- Le dijo un joven castaño, Migue.

El rubio se levantó, a pesar de lo anterior, no pareció tomarle importancia.

-Lo siento- se rascó la nuca, algo que hacía cuando se sentía apenado- Es que estaba muy cansado…

-¿Pero cómo? Si dormimos a la misma hora tras hacer las mismas actividades.

-Cuando se trata de dormir nadie supera a nuestro enlacito- interrumpió un joven pelinegro, apoyando su espalda en la pared al lado de la puerta, sonriendo.

-¡Oswald!- Se sorprendió Link, su amigo normalmente a esas horas estaba muy ocupado.

-Siempre ha sido así desde que nos conocemos, mi madre siempre me pedía despertarte para que pudieras comer con nosotros, perezoso- se burló oswald.

-Sí,claro, es una excusa, te gustaba despertarme de las formas más rara posibles- Reclamó Link, cruzando los brazos por recordar esas extrañas mañanas- Un día con agua, otro con cloro, y en el siguiente agua con cloro. ¡Qué rayos pasa por tu mente!

-Cosas que solo yo entiendo- confesó orgulloso, tocando su frente con el dedo índice y sonriendo burlonamente.

Migue no paraba reír, era divertido escuchar a Oswald molestar a Link, desde niños entre ellos se trataban así, aunque el rubio nunca había llegado a hacer algo para molestar…

-Piensas en las frentes de las chicas, y aveces en pequeñas…

Más bien, casi nunca.

-¡QUÉ!- Gritó el pelinegro al ser descubierto, expresando sorpresa en su mirada.

-Es fácil de notar, sobretodo cuando dibujas, pues la mayoría de las obras que te quedas son niñas pequeñas con su frente al descubierto- admitió Link, no queriendo ser el único molestado en ese momento.

Migue no lo soportó, se tapó la boca al no querer reír bastante fuerte, todo eso era verdad.

-Piefilico…-dijo el pelinegro, resignado, no tenía nada más para molestarle.

-Yo no oculto eso, solo se lo digo al que se de cuenta.

El castaño se colocó entre los dos, parando de reír.

-Ya chicos, parecen una pareja hablando de sus gustos- dijo Migue con gracia.

-Bueno- dijeron al unísono para después sonreir.

-Link- este volteó a verle- Como hoy es nuestro día libre, el maestro Dante nos pidió un recado ayer, ¿recuerdas?

-¿Tirar un par de armas en el suelo?

-Comprar armas en el pueblo…- dijo sorprendido- ¿no?

-Sí, amigo, comprar armas en el pueblo- concluyó Oswald negando con la cabeza, sus amigos eran un poco olvidadizos, o tal vez Link se vengó por lo de "pareja de casados" prefería no preguntar.

El ojiazul asintió con la cabeza y se fue a poner su ropa de la Academia, como dormía con short, no tardó nada en cambiarse. Se puso una camisa parecida a la de sus amigos, pero esta era azul y con el logo en el centro del pecho, los pantalones beige y botas marrones.

Luego fue rápido al baño a cepillarse, no tardó mucho antes de salir.

-¿No te peinarás?- preguntó Oswald.

-No hace falta, siento que así como esta se ve bien- negó Link tocando su cabellera rubia, le llegaba hasta la nuca, pero las patillas las tenía más largas que Oswald, casi le tocaban los hombros. Ambos no pudieron evitar darle la razón, ese estilo alocado combinaba muy bien con él.

Estando ya listos, salieron de la habitación.

Después de un ligero desayuno, decidieron caminar.

Como aún era muy temprano, Link y sus amigos decidieron explorar un poco la Academia, la cual era la estructura más grande del poblado Oval.

La academia Libélula de caballeros y aventureros.

En un principio el nombre les parecía extraño, pues la libélula era un insecto escurridizo que vivía en cualquier lugar humedo, era raro de ver en otros tipos de ambientes. Todas sus dudas fueron aclaradas con unas simples palabras,- Sí, es un animal libre que siempre se va de aventura, y como es frágil se enfrenta a esos peligros con sus limitadas habilidades, incluso en una lengua antigua es conocida como dragón volador- Tenían razón, eso era un aventurero, algo que por años el trío soñaba con llegar a ser, así no se quedarían estancados en un solo lugar sin hacer nada.

-¿Este es nuestro último año, verdad?- Preguntó el castaño, colocando sus manos sobre su nuca, mirando los dibujos del techo, que relataban una historia antigua.

-Si, lo es- respondió Link, recordando lo que significaba.

-Ya pasaron cinco años desde que entramos, el tiempo sí que pasa muy rápido, ¿no creen?

Los tres estaban de acuerdo en eso.

-Link, ¿aún deseas ser un aventurero? -Preguntó un pequeño Oswald, con una sonrisa en su rostro, ya conocía la respuesta de su amigo.

A su lado estaba Migue, emocionado por la noticia, a él se lo dijeron antes.

-¡Por supuesto!-Aclaró el rubio, emocionado y con ambas manos en puño y moviéndoles frente a él.- Sabes que mis únicos recuerdos son mi nombre y el ser un aventurero, lo cual aún mantengo como objetivo en mi vida, quizás así descubra quién soy.

-Nosotros también lo esperamos, en ese caso enlacito, ¡acaban de abrir una academia para aventureros!- le reveló emocionado, el ojiazul tampoco aguantó la alegría.

-Si ese es el caso…-estiró su mano con la palma abajo.- Seamos los mejores aventureros del reino.

Oswald y Migue hicieron lo mismo, juntando cada uno sus manos.

-¡Por nuestros sueños!- dijeron los tres al unísono, estaban preparados para experimentar lo que sea en ese lugar.

Así de simple había sido la desicion de la acafemia, en la cual aprenderían distinto tipos de cosas relacionadas a los aventureros, incluso entrenarían para ser uno.

Y así fue por cinco años…

Link sonrió al recordar ese día, la promesa que se hicieron entre los tres fue cumplida, incluso lograron ser los mejores de la academia con el paso de los años.

-¿Qué habrá sido de Taku?- Se preguntó el castaño.

-¿El cocinero o el que molestaba a Link?- Bromeó Oswald, ya sabía que era el segundo, era imposible olvidar a ese tonto.

Migue lo miró confundido, no captó la broma.

El pelinegro suspiró- No lo sé, o siguió siendo el patán imbécil de siempre o habrá cambiado tras recibir aquella paliza que Link le dio- Rió al recordar ese momento, aunque al rubio le incomodó.

-Yo espero lo primero- Respondió este, Taku le traía malos recuerdos, en especial uno que tenía que ver con ella.

Sus compañeros le miraron sonriendo, él estaba ruborizado, obviamente sabían en quién pensaba.

-Y aún no te confesas…- le recordó Migue.

Aquello sorprendió a Link, sonrojándose y desviando la mirada.

-No creo que deba hacerlo…- y tampoco sabía mucho de eso.

-No seas cobarde, puedes terminar lamentándote si no lo haces, no sabemos si la volverás a ver.

Él no respondió, seguía con la mirada desviada, pensando en ella, la joven que solo hacía debatir a su corazón, entre si le gustaba o no.

-No creo que yo lo guste…

Ambos rieron, haciendo que el rubio los viera confundido.

-Eres lento, sabemos que ella te gusta por como la has tratado, y como ella te trata a ti, le gustas, está muy claro- explicó Migue, ante la duda de él, no era la primera vez.

-No creas que sólo porque ambos tengan orejas puntiagudas y sean los únicos así en Oval llegamos a esta conclusión- Terminó Oswald, quería dejar a Link sin excusas baratas.

El ojiazul de nuevo no dijo nada, sonrojado bajó la mirada, sin saber que pensar.

Ella era la única chica con la que pudo relacionar una amistad, las demás siempre se alejaban de él, por sus orejas, aunque no le molestaba, pero aquello evitó que tuviera amistades femeninas. Sólo ella le llegó a despertar ese tipo de interés, quizás por ser la primera, llegaba más allá de su gusto, el cual consideraba bizarro, ni siquiera se lo había dicho; siempre fue muy buena con él, ayudándole con problemas pequeños y cuidándole cuando enfermaba, ¿quién se resistiría a llegar amar a una joven así?

Él quisiera hacerlo, aún no le conocía mucho, sentía que ella dejaría de hablarle si lo hacía. Lo entendería, él mismo se consideraba un joven que no valía la pena.

La imaginó, esa joven que le llamó la atención, era un poco más baja que él, su cabellera era larga, hasta la cintura; sus orejas puntiagudas, como las de él, algo que nunca pudo volver a ver en nadie más; y por supuesto, su sonrisa, imaginarla no era lo mismo que verla expresarla, su corazón se aceleraba con recordarla, como cuando despertó sano en la enfermería, eso fue lo primero que ella le dió, o cuando…

-¡Ay…!- Una punzada en su mano izquierda detuvo sus pensamientos, de nuevo, evitando que pensara en ella de esa manera.

-¡Link!- ambos se sorprendieron ante su repentino grito, inclusó la mano izquierda del susodicho parecía haberse iluminado un momento.

Oswald le tomó por los hombros al verlo jadeando- ¿Qué pasa? ¿Estás enfermo?

-¿O algún extraño tipo de calambre no identificado?- continuó Migue, mirando el brazo de su amigo.

Él los miró por un momento, tenía mucho que quería decirles, cómo su teoría de por qué su marca le lastimaba, o los sueños que tenía de vez en cuando, se sentiría feliz de poder liberarse…

-Nada, solo un calambre común, ya saben… Ayer exageré usando mi mano en…-no terminó la frase, le avergonzaba decirlo.

Sus amigos comprendieron, diciendo "ohhh" al unísono, no era la primera vez que le pasaba, tal vez.

-Debes tener más cuidado, no importa que tan deliciosa sean las imágenes que veas, debes cuidar tu salud y mantener estable tus pensamientos concientes, pervertidos y piefilicos- explicó Oswald, inclusó colocó su mano derecha en su mentón para simular super inteligencia, pero tenía razón.

-Tú no pareces equilibrarla dibujando a tus niñas pequeñas- le recordó el castaño sin aguantar la risa.

Esto molestó al pelinegro, incluso le tomó los hombros esta vez, sacudiéndolo- ¡SOY MUY CONCIENTE DE LO QUE HAGO MALDITO! ¡¿Tú incluso llegaste a golpear con tu bota a un maestro y me dices loco a mí?!.

-¡P…ero… fue… acci…dent…al!- explicó el castaño, siendo sacudido fuertemente, Oswald era mas fuerte que él.

Link no pudo evitar reír a carcajadas ante esa mini discusión, le encantaba verlos pelear como si sus vidas dependieran de cosas menores.

Ellos incluso rieron, perdonándose mutuamente, aunque el castaño estaba mareado.

-Creo que las tiendas ya han abierto- Intuyó Link, mirando por la ventana, ya el cielo era más claro y en la aldea habían personas en su día a día, pocas, tal vez los vendedores en camino a sus trabajos.

-No se diga más- aplaudió Oswald, para luego tomar a sus compañeros por los hombros, estaba de buen humor.- ¡Compremos las mejores armas para nuestro maestro Dante!

-¡Sí!- dijeron los tres al unísono, corriendo hacía la salida de la academia, en una carrera por quién era más rápido.

Nada podía arruinar ese día…


Muy lejos de aquella aldea, se encontraba la ciudadela del reino, en la región de Lanayru. Apenas había amanecido y ya había mucha gente alrededor, en lo suyo, ¡todo estaba repleto!

Aprovechando esto, un joven peliblanco y de ojos rojos se adentró al pueblo, no queriendo llamar la atención, aunque era imposible debido a sus ropajes, orejas, y el tatuaje sobre su ojo izquierdo. Eran raros de ver para los humanos de ese lugar, por eso cubrió su cabeza con una capucha, mientras caminaba por las calles.

El peliblanco vestía una especie de traje de combate, con un pectoral que portaba un gran ojo azul como símbolo, un protector gris en su brazo izquierdo y uno azul en el derecho, además de unas vendas en el antebrazo del mismo; sobre su piel usaba un traje negro algo ajustado, del cuello hasta la cintura, ya de allí un pantalón sujetado por un cinturón le cubría hasta los tobillos, calzaba unas botas negras a juego.

Era un lugar fácil de perderse, pero no imposible de saber el camino si se usaba el castillo como referencia, más si este era el lugar al que iba, pero primero tenía que hacer un necesario desvío.

-Aún es temprano…- Murmuró el joven, sentando en una silla del primer cafetín que encontró, tenía un poco de hambre.

Le tomaron la orden sin problemas, mientras esperaba su pedido ideaba varias formas de completar su plan, no era sencillo, no de momento, debía conocer qué tipo de persona era al que buscaba.

-¡Abran paso, es el general de reino y sus soldados!

Hablando de casualidades…

Miró a la dirección que el aldeano señaló, era cierto, una enorme fila de soldados pasaba, sus armaduras eran negras, con ropas grises por debajo, llevaban distintos tipos de armas, nada fuera de lo común, más allá de su comportamiento tan similar al caminar, estaban bien sincronizados.

-Que manipuladores, se nota a leguas que están bajo un hechizo- le dió un sorbo a su vaso de agua- no parece molestarles, no le veo el problema.

Entre los soldados estaba el general, fácil de notar por ser el más alto de todos los que marchaban. Él no lo hacía, incluso portaba ropa algo distinta, una armadura mas compleja y una capucha cubriendo su cabeza, adémas de un antifaz que cubría parte de su rostro, solo eran visible sus ojos ambar intimidantes, bueno, solo para el joven que tenía una gran visión.

Le dió otro sorbo a su agua, sonriendo maliciosamente- No creo tener problemas contra él.

Unos segundos después, llegó la mesera con su orden, un pan con queso simple, era lo suficiente para el joven.

Ya más tarde continuaría a lo que vino, el general estaría un buen rato ocupado, era mejor hablarle después…

En medio de todo el ejército, aún se encontraba el general, pensativo, mientras guiaba a sus lacayos hasta el castillo, su expresión era indecifrable, pues estaba cubierto por el antifaz y la capucha. Por lo que nadie sabría si esta feliz o enojado, no por nada hasta sus propios hombres le temian.

Tras un largo camino llegaron a la entrada del castillo, los soldados entraron sin problemas al estar autorizados por el rey, incluso el general. Los guerreros que no pertenecían a su equipo le temían, por eso le dejaban pasar sin reclamar, ya sabían que se trataba de él.

Minutos después, el general se adentró al salón personal del rey, el cual estaba decorado con piezas de todo tipo, pinturas caras, escuturas costosas, en fin lo típico de la realeza.

El silencio permaneció en la sala por un rato, ambos conscientes de la presencía del otro, pensando como iniciar la importante conversación

-Hace rato que te esperaba…- Inició el rey, mirando por la ventana, con su mano derecha tocando esta.

-Lo sé, pude sentirlo- se acercó a la ventana de al lado, un poco alejada de donde estaba el monarca.

El rey usaba un traje formal de color vinotinto, con algunos rasgos rojo sobre este, usaba una capa de color negro que llegaba hasta el suelo, el símbolo del reino estaba en ella. Y sobre sus largos y algo extraños cabellos anaranjados, portaba una corona, de color oro con unas joyas como accesorio, representando cada región del reino, siete en total.

Tenía alrededor de cuarenta años, pero no se notaba muy viejo, solo unas leves arrugas en sus mejillas. Suspiró, luego miró con sus ojos verdes al general, que seguía en silencio, esperando órdenes.

-¿Algunas buenas noticias?- preguntó el monarca.

-Ya exploramos toda la región de Eldin, Necluda y Altun. Todas no mostraban signos de poseer lo que buscábamos, incluso unos nos llamaron locos por creer algo como eso. Majestad, no encontramos nada, ni alguna referencia.- Explicó con detalle el hechicero, enojado por no poder cumplir su objetivo y fallarle a su monarca.

-Entiendo…- Miró al cielo, habían muchos pajaros sobrevolando la ciudadela, simulando lel estado de paz en el qué se encontraba el pueblo.- solo queda buscar por el desierto gerudo, Oval y Hebra.

-Nos tomaría años, tardamos once buscando por toda Lanayru, Farone, y las que te he mencionado. ¿Tan difícil es encontrar a un maldito portador?- reclamó furioso, ansioso de ya tener en su poder a esos malditos.

-Paciencia, compañero, paciencia- le calmó el rey- El Reino de Zyrak es muy grande, tomando en cuenta todas las provincias y regiones de este…-Miró a su derecha, donde estaba el mapa del reino cubriendo la parte superior de la pared.

Ambos ya llevaban mucho tiempo en esa busqueda, era inútil rendirse después de haber llegado tan lejos. Estando solo dos pasos de cumplir la meta.

-¿Señor, cree que funcione sólo con dos?- preguntó el encapuchado, confundido ante tal idea- La leyenda dejaba en claro que tres son necesarias.

El Rey colocó su mano derecha en su mentón, pensativo, ese era un problema muy claro, pero no tenían otra opción, la leyenda era muy clara sobre ese punto, y no confirmaba sus suposiciones, nadie lo habría intentado entonces.

-Poder, Sabiduría, y Valor. Juntos forman un legendario poder que mantuvo tanto a salvo como en desgracía a ese antiguo reino.- calló por un momento, caminando hacia una repisa.- Tenemos el Poder con nosotros…- Retiró el mantel que cubría la vitrina, dentro se encontraba un triángulo dorado que emanaba su aura alrededor.

El general miró la reliquia, aquella que obtuvo de las profundidades del desierto, y la que comenzó todo, la busqueda del resto del triángulo, como una misión personal de él, pero no podía hacerlo solo, decidiendo unirse al rey y al ejército en esto. Tuvo una enorme decepción al saber sobre el resto de las piezas…

-Si somos realistas, la Sabiduría no debería existir en esta época… El Valor sería la única pieza que nos debería faltar, con dos Trifuerzas en nuestro poder, Zyrak será un reino poderoso- explicó mientras volvía a cubrir la vitrina.- Cuando tengamos ambas se las daremos a nuestros herederos, tu futuro hijo poseerá el valor, y mi hija tendrá el poder.

-Me parece un trato justo, majestad- asintió, el que solo faltara un triángulo haría más corta la búsqueda.

-¿Padre?

Una voz femenina llamó al rey desde la entrada a la sala, ambos miraron de donde provenía, sorprendidos.

Era una joven peliverde de ojos del mismo color, hermosa, con el cabello largo hasta la cintura, y un pequeño lunar entre su ojo izquierdo y oreja. Vestía un elegante vestido blanco que llegaba a los tobillos, con los brazos descubiertos y desenguantados; calzaba unas largas botas blancas, bajo estas usaba unas largas medias negras. Sobre su cabeza portaba una corona, el símbolo de su estatus, de color plateado, dos gemas blancas y una esmeralda entre estas. Era la Princesa de Zyrak, confundida tras escuchar voces proviniendo de esa sala.

-Padre, ¿qué le estás contando al general?- volvió a preguntar la joven peliverde, dudosa.

-Lamento si le molestamos, alteza- dijo el general dando una reverencia.- Su padre hablaba sobre aumentar mi sueldo, por todo mi trabajo duro en estos años.

El monarca abrió más sus ojos ante tales palabras.

-¿Es cierto eso?- le preguntó al dichoso.

-Sí, era sobre eso, querida Remilia- no tuvo más opción que ceder, de nuevo el general les salvó de que su hija descubriera el plan que han llevado en proceso por varios años.

La princesa les miró no muy convencida, pero prefirió no saber más del tema, no le interesaba.- Quería avisarte que el consejo lo nesesita en este momento, es importante.

-Ya estare allá, hija, descansa.

-Hmmp- expresó la regente antes de irse de la sala cerrando de nuevo la puerta, dirugiéndose a su habitación.

La sala quedó en silencio por unos momentos, ambos pensaban cómo seguir con él plan.

-Descansa unos días antes de partir, Oval es una región pequeña, será fácil si solo mandas a uno de los tuyos- aconsejó el rey antes de caminar a la salida, serio.

-Lo pensaré…- Respondió el hechicero, viendo a su lider saliendo por la única puerta de la sala.

Suspiró, la búsqueda de los triángulos era difícil, incluso para toda la cantidad de ventaja y poder de la monarquía del propio reino. Sin mencionar que la ausencia de un pedazo de la reliquia no solo le daba una ventaja, también podría dar resultados inútiles. Pero no era lo que más le molestaba.

-Lo tenía tan cerca, pero a la vez tan lejos…-Murmuró enojado, recordando cierta noche en la región de Farone…


Remilia caminó a paso apresurado por los pasillos, ignorando las reverencias que las sirvientas le hacían por cada una que pasaba, no se sentía de humor tras lo que había escuchado…

-"Si somos realistas, la Sabiduría no debería existir en esta época"-

¿A qué se refería su padre con eso?

Ella ya conocía la leyenda, desde niña, cuando leyó aquel libro de la sección prohibida, pero nunca se atrevió a contarle.

Al llegar al ultimo pasillo fue hasta el final de este, donde se encontraba la puerta más lujosa, su habitación; entrando en ella.

Era grande y muy ordenada, típica de una princesa, incluso poseìa un balcón.

La peliverde cerró la puerta con seguro, se quitó las botas y las dejó cerca de la puerta por si tendría que volver a salir, quedándose en medias y con el resto del vestido. Se acostó en la cama bocabajo, dando un largo suspiro.

Estaba agotada no solo por todas las obligaciones que debía hacer como la princesa de todo el reino, el cuál conocía bastante, pero no tuvo oportunidad alguna para ver más allá de las paredes del castillo.

Se encontraba enojada, aunque no por lo duro de su deber, ya a eso se había acostumbrado.

-Estúpido…-murmuró refiriéndose a su padre, por creer semejante insinuación.

En la leyenda un héroe poseía el valor, el villano el poder, y la Sabiduría terminaba siendo portada por la princesa del reino.

Por lo que si el héroe renació, ¿no sería lógico que ella fuera la encarnación de Hylia? Después de todo era la princesa de Zyrak.

Suspiró nuevamente, miraba desilucionada su dorso de la mano derecha, no había ninguna marca allí.

-Tengo que ser la portadora… soy la princesa…

-"Si tomamos en cuenta lo que dice esta leyenda, tu deberías poseer la Sabiduría"- Recordó esas palabras, se las había dicho su unico amigo... la última vez que se vieron.

Sonrió al recordar esas palabras, ese niño que había logrado hacerla feliz con cada una de sus visitas, y eso que él no era de la realeza. Eran logica sus palabras, obvio le creería...

Si solo no se hubiera ido...

Apretó sus puños y golpeó su cama descontrolada.

-¡TONTO, TONTO, TONTO! ¡Sí soy la princesa del destino!- Tomó su almohada y la golpeó imaginando el rostro de aquél niño que extrañaba ver.

Se detuvo a mirar la almohada, lágrimas empezaban a salir de sus ojos, unas que nadie más que él habían visto salir.

-Tonto… ¿por qué me abandonaste?

Abrazó su almohada, terminando de acostarse mirando a la pared, nececitaba desahogar ese dolor de nuevo, uno que había contenido por años, que no siempre dejaba salir…


En uno de los balcones del castillo, se encontraba el general del reino descansando, mirando al horizonte y pensando lo discutido con su superior. Quedaban regiones por revisar, en alguna de ellas debía encontrarae el portador del fragmento del valor, la última pieza que les quedaba por tener y completar el plan.

Apesar de ser temprano, las nubes cubrían el cielo, dando un ambiente grisáceo al lugar, pero él no salió para contemplar estupidas vistas...

-"Oval es una región muy pequeña, aconsejo que solo vaya uno de los tuyos"-

Recordó las palabras del monarca, sin duda tenía razón, Oval era pequeño, no solo comparado a Eldin o Hebra, sino a todas las demás, no valdría la pena llevar a todo un equipo allí y causar un escándalo de nuevo, no podía repetir lo que hizo en Farone.

-Pero, no tengo a nadie para que vaya, y no puedo dejar solo a mis lacayos, no piensan demasiado.

Era un plan difícil, estaba seguro que se le ocurriría algo, solo debía pensar bien sus posibilidades, si tan solo tuviera en su equipo alguien que fuera capaz de sobrevivir por si solo.

De repente, sintió que alguien apareció detrás de él, con un aura que tenía mucho tiempo sin detectar, que se contrastaba con la suya propia.

-Así qué, ¿eres el general?- Preguntó el peliblanco recién aparecido, con una sonrisa y los brazos cruzados. Esperó varios minutos a que el general saliera, era su oportunidad.

El hechicero se giró para encararle, no parecía sorprendido de que le esperaran.

-Sí, ese soy yo… Sheikah.

Él rió al ser descubierto, ya lo veía venir de un hechicero. Se quitó la capucha para revelar su cara, observando al general con su rojiza mirada.

-Quiero unirme a tu ejército- pidió mientras le daba una leve reverencia, sin dejar de sonreir con seguridad.

-¿Por qué motivo alguien como tú, sirviente de las diosas, quiere unirse a mi equipo?- le exigió dándole la espalda, mirando al horizonte, era rara esa contradictoria petición.

-Motivos personales, incluyendo, encontrar al héroe…

El general suspiró al escuchar aquello, él entonces ya sabía de la existencia del héroe, eso sería un problema menos; incluso él podría serle de más ultilidad que todos sus lacayos juntos.

-Investiga la región Oval, busca al portador del valor, ese será el héroe que buscas, no lo mates, traélo aquí.

El joven sheikah asintió, levantándose de nuevo, no esperaba esa condición personalmente, pero si era la única manera...

-Estaré allá en unas dos semanas como mucho, así que partiré de inmediato.

Y así como apareció, se fue, sin más.

El hechicero rió, el plan marchaba perfectamente, ahora con un sheikah de su lado, la búsqueda sería menos difícil.

El guerrero de las sombras se encontraba en el techo del castillo, mirando al sur, la dirección donde Oval se ubicaba, inexpresivo, emocionado por dentro, preparado para iniciar su largo viaje.

Sobretodo si era para acabar con él.

-Seas quién seas, acabaré contigo, estupido héroe, voy a superarte- Miró su artefacto que ponía un mapa en la pantalla.- Sheikah slate, llévame a Oval.

Y la dirección se marcó, como suponía era una larga distancia, decidiendo ya ponerse en marcha, le esperaría un largo camino.

Sin que él se diera cuenta, una fémina figura le miraba desde las sombras del castillo, con una ansiosa sonrisa.

-Querido Shade… veamos quién encuentra a mi amado héroe primero- propuso hablándose a sí misma, lamiendo sus labios, mirando al susodicho.

El guerrero sintió un escalofrío, por lo que miró a los lados, cómo no encontró nada, decidió seguir. Nada impediría su objetivo, ese por el que entrenó por tantos años.

La figura desapareció, esta vez una rojiza hada era la que seguía al joven desde cierta distancia, ocultando su escensia para no ser detectada por él.

Aprovechaba tanto sus ya antiguas, como nuevas habilidades...


Unas pocas horas pasaron desde que comenzaron a comprar las armas que su maestro les había pedido, una de cada tipo, hasta que agotaron la cantidad de rupias prestadas, cumplieron su objetivo, ahora descansaban orgullosamente.

-¡Esta ballesta parece un arco! Como me encataría tenerla para mí.- dijo Migue mirando esa arma, la que más atención le llamó. Lo decía literalmente, el arma era tan larga como un arco, con la posibilidad de adaptarse, para alargar o acortar la precisión.

-Puede que Dante te la regale si superas su entrenamiento.- le sugirió el pelinegro, chequeando un alabarda curioso. Larga, y con un filo pequeño en la parte superior, y abajo un gancho.

Ellos ya sabían manejar bien todo tipo de armas de combate, en la academia se requería aprender lo básico de cada estilo, para finalmente perfeccionar el que sea más comodo para el usuario. Migue prefirió el ataque a distancia, complementado por un cuchillo, Oswald decidió un arma cercana de no mucho filo, y quizás incluso él mismo podría mejorar, finalmente Link seleccionó una espada, muy básica pero un experto en usarla, tras todo el largo entrenamiento que tuvo.

-Quizás deba usar un arco también ¿no creen?- preguntó el rubio, dudoso de limitarse a combate a poca distancia, solo era por si acaso.

Ellos se encogieron de hombros.

-No estaría mal, pero asegurate de tener buena punteria primero, no como cuando rompiste los jarrones del vecino con aquel tirachinas.- le recordó Oswald, aún atento a su alabarda.

El ojiazul suspiró, si había mejorado por mucho su puntería desde entonces, pero quizás no era buen momento, debía centrarse en la espada.

-Exploraré un rato…- avisó Link mientras se levantaba, llevándose la espada con él. Necesitaba pensar. Sus amigos le miraron irse sin hacer nada.

-¿Deberíamos dejarlo solo?- preguntó el castaño, preocupado por él.

-Él puede cuidarse solo- aseguró Oswald sonriendo, guardando el alabarda y tomando la caja.- Volvamos a la academia.

Migue asintió sonriendo, presentía que algo le pasaba a su amigo, lo mejor era dejarlo sólo al aire libre el tiempo que necesitara.

Link caminaba por los alrededores del pueblo, la gente estaba muy animada ese día, se divertían con todas las cosas que hacían, expresandolo en sus rostros y acciones…

Menos él, se sentía fuera de lugar al ver que todos poseían orejas redondas, incluso algunos niños se burlaban por la forma de sus orejas, no podía hacer nada, solo dejarse ser burla, ¿qué podría hacer después de todo?

Bajó la mirada, suspirando, siguió su camino sin rumbo alguno, queriendo poder liberarse de sus pensamientos, los cuáles cada día eran más duros.

No recordaba nada de su vida antes de llegar a Oval, caminando por el bosque y encontrandose con Oswald, él unico que se atrevió hablarle en ese momento.

Años pasaron desde ese momento, aún así siente que nada a cambiado, pudo mejorar su fuerza y técnica, fortaleciendo su exterior, pero seguía siendo el mismo inútil de siempre por dentro...

¿No podría ser peor?

-¡Link!

Escuchó una dulce voz llamándole, se detuvo, sus latidos incluso incrementaban poco a poco, ya sabía de quién se trataba, no esperaba que estuviera allí. Miró ha ambos lados, buscandola.

-¡Estoy aquí!

Se giró a mirarla y ubicarla, abriendo más sus azulados ojos al ver los rojos de ella, sonreía, incluso sus tambien puntiagudas orejas le transmitían felicidad, una que la joven solo dirigía a él, como siempre hacía al mostrarla, la más hermosa que él había visto.

Los largos y oscuros cabellos de la joven se movían al compás del viento, usaba la misma ropa de la academia, de color negro, el mismo de su larga cabellera, la cuál se contrastada con la blanca piel de la pelinegra, como si de porcelana se tratara.

-Yui…- Sonrió al verla, queriendo iniciar una conversación, quería hablarle y pasar tiempo junto a ella...

Pero no pudo, una punzada en su mano izquierda le detuvo, silenciandolo, no solo sentía ese dolor, su visión también comenzaba ha engañarle, no solo veía a la misma joven de ojos rojos, por pocos segundos otra apareció en su mirada.

Rubia, orejas puntiagudas y con una hermosa sonrisa, dirigida a él, parecida, pero era claro que sevtratabavde otra persona.

Link retrocedió un paso, que alertó a la pelinegra, el joven no sabía que le pasaba, empezaba a dolerle el brazo, de igual forma que el pecho, eso lo había sorprendido e impactado demasiado.

-¡Link! ¿Qué pasa?

No respondió, siguió retrocediendo confundido y asustado, cansado al tener que vivir cada día con ese dolor misterioso, el cuál no podía explicar.

Hundiendolo en la soledad y destruyendo sus deseos...

Sin ni siquiera responder, se giró y huyó de ella, tan rápido como podía, ignorando los llamados de esta, sólo quería alejarse…

La joven le siguió hasta perderlo de vista, le dolió esa reacción, ¿cómo pudo pasar eso? Desde hace poco su mejor amigo ya no le hablaba, solo huía de ella, evitandola...

Una lágrima salió por su ojo, la cual limpió rápidamente, no era momento de darse por vencida, él le preocupaba y quería ayudarle, suspiró, sonriendo decidida a lograr que Link le volviera hablar como antes, ¡nada la detendría hasta conseguirlo!

Sí se trataba de su amigo, iba a esforzarse por su bien...

Continuará