Disclaimer: Shingeki no Kyojin y sus personajes pertenecen a Hajime Isayama.
En esta historia, Levi fue capitán de la Legión pero, tras vencer a los titanes, es congelado para el futuro (criogénesis). Levi no recuerda quién es, ya que pasó por varias técnicas de lavado de cerebro, siendo hoy una herramienta para matar y Eren un niño de cuatro años.
Advertencias: Lavado de cerebro. Violencia gráfica. Toques de ciencia-ficción. En este capítulo, muerte de personajes.
"Y las violetas son azules"
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Nada.
En su memoria, estaba la nada.
En alguna ocasión, Levi había tenido recuerdos. Capas verdes, caballos, seres gigantes y deformes. Risas al lado de un grupo que constaba de una pelirroja, una mala copia de sí mismo, otro con cabeza de cebolla y un rubio barbón… pero ya no quedaba nada. Ni las huellas de éstos en su memoria.
Levi había crecido en un laboratorio subterráneo, según sus "nuevos recuerdos", su hogar un lugar donde era torturado constantemente. Una gotera y los ruidos muy lejanos de la civilización habían sido sus padres, sus hermanos, su familia. Cuando despertó de la criogénesis, casi mil años después, armó una lucha para liberarse de sus captores, valiéndose de un bisturí que servía como herramienta quirúrgica en la charola de plata de los médicos que lo habían despertado. Preguntó por "su escuadrón", "el comandante", en algún lenguaje que ninguno comprendió. Cuatro doctores y varios guardias cayeron víctimas de este ataque, hasta que Levi fue amordazado y arrastrado a una silla eléctrica que empezó a desfigurar sus recuerdos, como un jarrón quebrado en múltiples ocasiones, hasta reducirse a añicos y perder la capacidad de regresar a su forma original. Ése fue el momento en el que dejó de ser el "capitán Levi" para volverse… aún no sabía exactamente. "La herramienta". "El soldado". No había nombre ni referente hacia él por fuera de esto. Ése había sido su bautizo, el único nombre que recordaba y el único nombre que tenía.
No había nada más.
—¿Estado?
—Signos normales. No se detecta ningún fallo en las lecturas.
—Hagan un nuevo escaneo. Retomen desde el paso ciento nueve. Cualquier error en las lecturas, lo quiero en puño y letra y corregido al instante.
—A la orden.
Los científicos obedecieron. Tras un año, habían logrado su objetivo: Crear a la herramienta perfecta. Un hombre sin escrúpulos, con rigurosa disciplina militar, capaz de acatar órdenes sangrientas sin rechistar.
—¿Qué tan seguro es que Jaeger le haya dado el suero a su hijo?
Era una junta reducida. Sólo había cuatro personas ahí, en un cuarto a prueba de sonido en todas direcciones.
—Es una fuente fidedigna. —Aportó el espía— Grisha ha usado a su hijo como un envase. La probabilidad es alta.
—Es posible reducir a una nación entera con las habilidades que tiene un titán —infirió uno de los asistentes—: Tras experimentar por años en animales, Grisha le ha dado el suero a su hijo: El niño tiene cuatro años, se presume que Grisha le ha creado un antídoto… y también, parece ser que ése no es el único suero que creó.
—¿Cómo llegan a esa conclusión?
—Hay algo sospechoso en la rutina de Grisha. —Habló el otro espía— Ha salido de viaje.
Los viajes familiares eran aburridos.
Había terminado ese juego por quinta vez. Se había quedado sin batería. Eren oía las noticias que tanto le interesaban a su padre y a su madre hablar de la celebración que harían por el día de gracias.
—¿Ya vamos a llegar con Armin? —preguntó, sacudiéndose, sus pies colgando del asiento a sus cuatro años.
—Falta poco.
Eso le habían dicho hacía dos horas.
—Eso dices todo el tiempo. Tengo hambre —pataleó.
—Cariño, basta, tienes tu juego. —Recordó su madre.
—¡Ya no sirve!
—Te compraremos otro si te estás quieto. Ya casi llegamos. —Mencionó ella, dulcemente, ignorando el berrinche de su pasajero más pequeño por el retrovisor.
Para Eren, lo que ocurrió después sería difícil de olvidar. De haberlo sabido, se habría deshecho del juego y habría abrazado a sus padres con todas sus fuerzas, diciéndoles cuánto los amaba.
Pero todo le fue arrebatado en apenas segundos.
Eren recordaba una luz que los había encandilado, la de un coche en dirección a ellos, justo al entrar a una curva empinada que daba a un lago. Oyó los frenos chillar cuando su padre intentó parar de súbito, pero el coche se sacudió como si las llantas se hubieran resbalado contra el asfalto y, más que pavimento, parecía que estaban en una superficie lisa, lavada por la lluvia reciente. Escuchó el vehículo estrellarse contra la barda de la carretera, muy cercana a quebrarse totalmente por el choque, pero había sostenido tres cuartos del coche y evitado que se hundiera en el lago.
Pero no terminó ahí.
Eren oyó un puñetazo que rompió la ventana del conductor. Grisha, quien se había impactado el cráneo contra el volante, estaba aún semiconsciente como para notar que habían abierto su puerta, tanteando la palanca que abría la cajuela y dando con ella en dos segundos. Eren no podía dejar de temblar, viendo a una sombra pasearse por detrás del coche, extrayendo algo de la cajuela con suma facilidad.
—Papá… pa-pá…
Carla estaba llorando, y comenzó a decirle a su esposo: —Que se lleven todo. Grisha, que se lleven todo… sólo que nos dejen irnos…
—Mamá, ¿qué está pasando?
—No mires, cariño. Todo estará bien.
Y Eren, depositando toda su fe en las palabras de su madre, obedeció. Su madre siempre tenía razón. Sus padres se harían cargo de todo. Estarían con Armin muy pronto, jugarían y todo eso sería un mal sueño.
Eren abrió los ojos en el peor momento.
Escuchó unos golpes espantosos de cuando la sombra estrelló repetidamente el cráneo de su padre contra el volante, dedos enguantados en cuero firmemente apretados en los enredados cabellos castaños, chocándolo hasta que se escuchó un "crack", como para exagerar el impacto contra el volante que determinara su muerte. Eren había permanecido mudo, como una especie de shock. En cambio, gritó con todas sus fuerzas cuando la sombra estranguló a su madre, su última imagen siendo la de sus ojos blancos cuando dejó de respirar.
—¡Déjala! ¡Mamá! ¡Mamá, yo te voy a ayudar!
Pero su juramento fue interrumpido por una mano con la fuerza de una garra que lo sacó del asiento trasero de un tirón agresivo, jalándolo por el espacio entre los dos asientos delanteros y aventando al niño de lleno contra el pavimento lavado, donde cayó sobre pleno rostro. Comenzó a chillar por el dolor en su rostro, pero pronto gorgoteó el exceso de saliva por el miedo, cuando observó a la sombra empujando el coche por la barda semiquebrada, dejando caer el vehículo al fondo del lago.
Sus padres…
—¡Mamá! —Gritó el niño al tope de sus cuerdas vocales, ignorando el dolor de su rostro para aferrarse contra la barda, gritándole al agua. Como respuesta, escuchó un sutil oleaje del lago negro, brillante con una luna menguante. Se asomó por la barda, dispuesto a aventarse por ella a buscar a su madre en el lago, quizás aún estaba viva.
Cuando sintió un tirón que lo arrancó del metal, la sombra echándoselo por un hombro que olía a muerte.
—¡¿Qué les hiciste a mis padres?! ¡Quiero volver con ellos! ¡Bájame! ¡Idiota! ¡Tonto! ¡Malo! ¡Que me bajes!
Pero sintió que le cubrían la nariz, obstaculizando la respiración y, por toda la adrenalina, el cansancio y el dolor, acabó inconsciente sobre un hombro que lo llevaba lejos.
Notas: Hola, perdón por los errores, me los pueden decir.
¡Muchas gracias a quien se quiso pasar por aquí!
