Capítulo 1: Ataque a Osgiliath

9 de marzo, 7 p.m.

Las tinieblas envolvían el lugar, hacia un frio helado en Osgiliath; ni siquiera se podía ver la luna.

Los soldados afilaban sus espadas y cocinaban; hablaban en susurros y balbuceos, el puesto de Osgiliath había sido atacado constantemente todos los días y cada vez más orcos se reunían bajo el estandarte de Sauron

Madril: Ha estado todo muy tranquilo desde el otro lado del rio. Los orcos no están solos, hombres del sur y del este los acompañan, pero tomamos las precauciones necesarias – susurro

Faramir:…..

Madril: Envíe mensajeros a Cair Andros, si los orcos vienen del norte, nos avisaran – afirmo, intentando parecer más seguro

Mientras tanto, centenas de miles de botes negros se acercaban a Osgiliath occidental; los orcos remaban muy cautelosamente; como mínimo había más de 300 mil de esas criaturas. Gothmog los supervisaba de cerca.

Por un momento, los orcos se pusieron ansiosos, a medida que llegaban, y comenzaron a remar un poco más rápido. Llevaban antorchas para ver en la oscuridad.

Gothmog: Tranquilos –Dijo, tratando de que los gondorianos no los descubran

Mientras remaban, un centinela los vio, sorprendido

Gothmog: Mátenlo – Exigió alarmado

Un orco le lanzo una flecha en el pecho, el centinela sin tiempo para reaccionar cayó al suelo. Los soldados miraban el cadáver asombrados y horrorizados

Faramir: No vienen del norte – Susurro. Salió corriendo a uno de los pilares y saco su espada

Los hombres apagaron las fogatas y agarraron sus armas rápidamente (gracias a un hombre que las repartía). Se ocultaron en los pilares, esperando una señal de su capitán

Gothmog: Más rápido – Ordeno impaciente. Los botes se acercaban a la orilla

Gothmog: Saquen sus espadas – Los orcos cumplieron la orden, remando más rápido y sedientos de sangre humana

Los botes desembarcaron en la orilla. Los orcos empezaron a correr sin parar, más botes comenzaron a desembarcar. Faramir se iba enojando, no abandonaría Osgiliath sin pelear. En un impulso de valentía salió del pilar y mato a un orco. Sus hombres también salieron y atacaron. Decenas de miles de orcos junto a hombres del sur se abalanzaron en contra de los gondorianos. Madril, al mando de los arqueros, ordeno emboscarlos en diferentes puntos de la ciudad. Rápidamente los orcos sufren severas bajas, lluvias de flechas arreciaban contra los orcos. Pero sus enemigos seguían entrando como una marea oscura, arrasando todo a su paso con antorchas y armaduras negras de acero. Faramir organizo a la infantería, atacándolos de frente. Pronto la ciudad se llenó de cadáveres. Faramir luchaba de un modo extraordinario, asesinando orcos sin cesar. Los soldados se esforzaban como nunca en su vida, intentando contenerlos.

Torres de asedio llegaron a las arruinadas murallas de Osgiliath y asaltaron la posición de los montaraces; por cientos de escalas trepaban los orcos hacia las murallas. La ciudad era un caos: sangre, muerte, destrucción, matanza, bombas, bombas, bombas…

Faramir: ¡Deténganlos, no retrocedan! – Grito desesperado