Capitanas de la Horda
Goddess of Eternia
Shadow Weaver
Despertó con dificultad, como si aún quisiera seguir durmiendo.
Miró a su alrededor, estaba en alguna clase de mazmorra. Cuando trató de levantarse, los gruesos grilletes, emanando energía dorada, lo retuvieron. Gruñó con furia mientras trataba de liberarse, pero el poder de los grilletes era muy fuerte. Adora tenía razón, estaban hechos especialmente para resistir su poder. Recordar a su hermana lo entristeció: ella estaba tan engañada por Horda. Sólo esperaba que estuviera bien
—Guarda tu fuerza, He-Man —dijo una voz oscura. Miró con algo de dificultad, y pudo ver a la hechicera oscura que siempre acompañaba a Hordak.
—¿Quién eres? —preguntó serio.
—Me llamo Shadow Weaver —la bruja avanzó hacia él hasta quedar en su costado.
—¿Qué quieres? —preguntó mirándola desafiante.
—Eres un Rebelde que me intriga mucho —dijo sacando sus verdosas manos de sus mangas—. Sé que eres de otro mundo.
De otro planeta separado de Etheria quien sabe por cuantas galaxias. He-Man se preguntó si la bruja o tal vez Hordak desearían invadir Eternia.
—No te diré nada de mi mundo —respondió sin temor.
—En realidad, quería preguntarte otras cosas —dijo mirándolo con sus ojos oscuros—. Dime, ¿En tu mundo eres un Rey, alguna clase de señor?
Era un Príncipe, el Príncipe Adam de Eternia, pero ella no tenía por qué saberlo.
—Yo soy un campeón de la lucha por el Bien —respondió a su pregunta.
—¿Y tienes pareja?
Siempre había amado a Teela, pero ella siempre am Adam lo veía como a un hermano menor. A veces miraba a Sorceress con otros ojos, pero la sabia hechicera estaba definitivamente fuera de su alcance.
—No —dijo con sinceridad. Le pareció que la bruja sonreía aunque no podía ver su rostro tras la capucha. Quizás era tan horrible como sus manos.
—Si te unes a mí —dijo extendiendo sus manos—. Tendrás riquezas incalculables.
—Jamás me uniré a la Horda.
—Me tendrías a mí —dijo echando para atrás su capucha.
He-Man nunca creyó que un rostro tan hermoso podía ocultarse tras una apariencia tan tétrica. Las facciones de su cara eran perfectas, su largo cabello rojo y ondulado caía sobre sus hombros. Entonces se fijó en los perfectos senos y la escultural figura que la túnica enmarcaba como un guante. Se sonrojó, y aquello no pasó desapercibido para la bruja, quien sonrió.
—Sé que me deseas —dijo acariciando su musculoso abdomen.
Sintió placer, a pesar de sus manos deformes, su rostro era hermoso. Pero no iba a ceder.
—No traicionaré a la Gran Rebelión —dijo con seriedad.
—No seas necio, He-Man —dijo ella mirándolo, y le robó un beso.
Fue glorioso, sus labios eran perfectos. Pero no correspondió, y ella lo notó. Su rostro se llenó de furia y volvió a cubrirlo.
—No cederé —dijo serio.
—Eres un tonto —dijo ella—. Hordak acabará contigo. Yo quise evitar eso.
He-Man no respondió. Vio a Shadow Weaver alejarse, la bruja movió sus caderas antes de irse. Era hermosa, sí. Pero él no cedería.
