Hola a todos! :D Hace rato que no escribo nada relacionado con Resident Evil, pero la salida del trailer de RE6 me iluminó y se me ocurrió algo para escribir :)
Espero que lo disfruten, y tengan paciencia que ya dejaré en claro los detalles de las vidas de los personajes en los próximos capítulos :D
Gracias! n.n
01.
El banco municipal era un gigantesco edificio con cerámica negra reluciente en el suelo y columnas de mármol a los costados. Al ser una mañana temprana de lunes, estaba bastante concurrido, con clientes impacientes para que les satisfagan sus deseos, empleados corriendo de acá para allá lo más despiertos que les era posible, y guardias apostados en las entradas, intentando mostrar frialdad y tomarse su trabajo en serio.
Pero éstos eran sólo detalles para Connor, a quien su padre había enviado a hacer un recado. Esperando aburrido en la larga fila para ser atendido por uno de los empleados detrás del vidrio blindado, jugaba con sus pies y hacía muecas con la boca para pasar el rato.
-Vamos, vamos… - Susurró, dando un rápido vistazo al comienzo de la fila con sus ojos claros.
Connor suspiró tirando la cabeza hacia atrás y fijando su vista en el cielo raso del edificio. Tenía planes con sus amigos en un par de horas, y temía que su viaje al banco interfiriera con ellos. Pensamientos de lo que le diría a su padre se agolparon en su mente, pero los espantó con una sacudida; sabía que el trabajo de su padre le quitaba mucho tiempo libre, y que además era muy dedicado a él.
El muchacho se pasó la mano por el corto cabello castaño, a la vez que observaba detalles en la gente sentada no muy alejada de él, cuando notó algo extraño. Un hombre de no más de 30 años acababa de entrar en el banco, pero su manera de caminar era lenta y torcida; mantenía la cabeza gacha y por alguna razón, arrastraba un poco la pierna izquierda.
Dos guardias intercambiaron una pequeña conversación y uno de ellos se acercó al hombre. Comenzó a hablarle, pero el aludido no respondía. Connor sintió un pequeño escalofrío recorriendo su espina dorsal, y por un momento olvidó la larga fila de personas para centrar su atención en el hecho que estaba sucediendo. A veces, su curiosidad le ganaba y no podía hacer nada contra ella; su madre solía reprenderlo de pequeño, pero ahora tenía veinte años, y su madre no estaba cerca.
Varias personas comenzaron a notar al extraño hombre de cabeza gacha y piel verdosa, mientras que ya tres guardias intentaban hablar con él. Connor se fijó en su ropa: una simple camiseta a cuadros roja y blanca, vaqueros azules y zapatos marrones… que parecían estar manchados. El muchacho comenzó a sentir su corazón latir más y más rápido, mientras deseaba que el hombre sólo se sintiera mal y no fuera nada de lo que se imaginaba.
Pero cuando un guardia apoyó su mano en el hombro del extraño, éste levantó violentamente la cabeza, abriendo la boca y dejando al descubierto unos dientes amarillentos y el rostro deformado por la putrefacción. Todo sucedió en un instante: el hombre se abalanzó sobre el cuello del guardia, ahogando sus gritos y salpicándolo todo con sangre. Algunas personas en el edificio comenzaron a gritar y correr, mientras otros se sentían invadidos de curiosidad. Dos guardias apuntaban con sus armas, pero no se animaban a apretar el gatillo.
Connor volvió en sí, y dio un rápido vistazo a su alrededor con la boca aún abierta del espanto; ya no había fila de la que estar pendiente, y cuando recobró el control de su cuerpo, y sus piernas ya no le pesaban diez toneladas, corrió unos pasos hacia el lugar del hecho.
-¡Corran! – Gritó con todas sus fuerzas, haciendo que un par de personas, incluidos los guardias, se voltearan. - ¡Aléjense de él!
Uno de los uniformados lo miró extrañado y frunciendo el entrecejo, pero sus ojos se abrieron de par en par cuando su compañero lo mordió en el cuello, matándolo también.
Ahora sí que esto era un desastre. La gente corría desesperada, gritando e intentando salir del edificio lo más rápido posible; lo que causó un agolpamiento en la entrada de la que pocos podían deshacerse.
Connor intentó pensar claramente, por más que le costara. Si estaba en lo cierto, conocía qué era el hombre que había entrado, y en qué se estaban convirtiendo los afectados cubiertos en sangre que yacían en el suelo. Su piel verdosa, putrefacta, ojos salidos de sus órbitas, paso lento y desgarbado… ansia de carne humana. Zombies.
En vez de dirigirse hacia la entrada, donde la gente se amontonaba, Connor corrió hacia los mostradores y golpeó el vidrio. Una asustada banquera lo miró desde el otro lado.
-Disculpe, ¿tiene un teléfono que pueda usar? – Preguntó el muchacho, intentando actuar rápido pero con cautela.
-¿U-un tel-éfono? – Contestó la empleada, casi temblando. – La policía está en—en camino-
-No es a la policía que-
Pero sus palabras se ahogaron cuando escuchó varios gritos más. Connor se volteó, y divisó que el virus se estaba expandiendo rápidamente; había comenzado con sólo un infectado, pero ese número ya había aumentado a cinco o seis.
-Por favor, sólo quiero… - Exclamó, volviéndose otra vez hacia la empleada. Pero ésta parecía en estado de shock.
En los cuarteles locales de la BSAA, Chris Redfield y el resto de sus compañeros se encontraban agolpados en la sala de la televisión mirando las noticias. El hecho de que algo extraño sucedía en el banco municipal de esa misma ciudad era la noticia más impactante y tenebrosa de la mañana, especialmente porque no estaban seguros de qué era el culpable.
Las imágenes mostraban cómo la policía llegaba al lugar, pero luego de revisar rápidamente el banco, lo clausaraban, impidiendo que más gente entre o salga del edificio. Esto llamó la atención de los agentes, que comenzaron a cotillear entre sí. Chris se mantenía en silencio, mirando atentamente la televisión.
-Señora, señora- - Una reportera llamó a una mujer que había salido del banco. - ¿Qué sucedió allí adentro?
-N-no estoy segura… yo… - La mujer comenzó a lloriquear, mirando rápidamente a las puertas que había abandonado, y volviendo a fijar la vista en la reportera. – Es una masacre. Sangre y- y…
La mujer no pudo seguir hablando, y rápidamente cambiaron las imágenes por unas tomadas desde el aire, con la voz de un reportero aclamando que no sabían de cuántos terroristas se trataban, pero que el edificio se había cerrado y comenzarían a analizar la escena.
-¡No! Mi niña, mi hija… ¡ella aún está adentro! – Gritaba una mujer, mientras dos policías la sostenían.
-Crees que… - Comentó uno de los agentes a su compañera sentada en el sillón.
-No lo sé, Andy. Todo esto es muy sospechoso… - Respondió ella. - ¿Hemos recibido algún aviso o llamada?
Chris se encontraba callado, observando detenidamente las imágenes de la televisión. Intentaba permanecer tranquilo, pero la situación le recordaba mucho a su pasado, y temía que su preocupación fuera fundada.
-Redfield. – El jefe entró en la estancia, y el aludido se puso de pie. – Necesito que tú y tu equipo…
-Estamos en ello. – Contestó Chris, sin dejarlo terminar la frase. Se puso en marcha, con algunos de los agentes siguiéndole los pasos.
En el banco, la policía había clausurado las puertas para impedir que nadie entrara o saliera de él. Quienes habían logrado salir, declaraban que cada vez más personas atacaban a los demás, mordiéndolos y desgarrándoles la piel hasta que estuvieran muertos. El problema era que no se quedaban en el suelo.
Quienes quedaron dentro del edificio, se mantenían con vida encerrados en la parte de oficinas del banco, siendo ésta una de las zonas más alejadas a la entrada. En total eran unos siete sobrevivientes, incluidos empleados del banco.
-Debemos salir de aquí, no quedarnos quietos. – Un hombre de traje exclamó, sentado sobre un escritorio.
-Nada de eso. Esperaremos a los rescatistas sin movernos de aquí. – Connor explicó, apoyado contra la puerta y observando por la ventanilla. Una cantidad impresionante de zombies se agolpaba contra la barricada que habían hecho más adelante.
-¿Por qué hemos de seguirte? Sólo eres un niño. – El hombre dijo, enfadado y frustrado.
-¿Acaso quieres terminar como uno de ellos? – Exclamó Connor, acercándose a él. – Eres bienvenido de irte cuando quieras.
El hombre gruñó, pero permaneció sentado. El muchacho retrocedió hasta su posición y continuó observando la situación, callado. La oficina en la que se encontraban era lo suficientemente grande como para que todos entraran sin amontonarse. Aún así, escuchaba el cuchicheo de las mujeres asustadas en un rincón, mezclado con los sonidos que hacían los zombies del otro lado de la puerta.
Connor suspiró y cerró los ojos un momento. No había sido una buena decisión dejar su móvil en casa cargándose; moría por hacer una llamada y tranquilizarse de una buena vez. Haciendo caso omiso a las quejas del hombre de traje, divisó lo que parecía un teléfono en una oficina al otro lado del piso. La situación aún le parecía irreal; creía que todo eso de los zombies había acabado hacía años, era difícil de creer que estuviera atrapado en una situación como ésta.
Intentó hacer un análisis rápido del ambiente, y maquinar un plan que lo lograría alcanzar ese teléfono. La barricada que habían hecho en el pasillo anterior a esa ala de oficinas parecía aguantar por el momento, pero debería cruzarla para llegar a las otras oficinas. Miró a su alrededor, y vio un bastón de madera en una esquina del cuarto.
-Volveré enseguida. – Dijo, tomando el bastón y dirigiéndose a la puerta.
-¿Cómo? – Exclamó el hombre de traje. - ¡Acabas de decir que nos quedáramos! No saldrás tú solo…
-Tiene razón. – Dijo calmadamente un muchacho rubio que había permanecido callado hasta entonces. – Iré contigo.
-¡¿QUÉ? – El hombre de traje comenzó a perder la cordura. – Si alguien se irá de aquí, ese soy yo.
Todos en la oficina comenzaron a hablar entre sí, a expresar sus opiniones o planes para salir ilesos del banco. Cuando el murmullo comenzó a elevarse y a hacerse realmente ruidoso, Connor notó que los zombies más cercanos a la barricada se acercaban e intentaban pasar.
-¡Silencio! – Exclamó el muchacho. – Pueden oírnos. – Señaló afuera, y automáticamente todos se callaron.
-No irás a ninguna parte. – El hombre del traje dijo, furioso. – Yo saldré y avisaré a la policía de que estamos aquí.
-No durarás ni un segundo allí fuera. – Connor lo contradijo. – Yo iré a hacer una llamada, y volveré.
Los sobrevivientes se miraron incrédulos.
-¿Una llamada? – Connor no contestó y se preparó para salir. - ¿A quién llamarás?
-Nadie sale. ¿Entendido? – El muchacho hizo énfasis en la primera frase.
Algunos asintieron. Connor tomó aire, intentando así juntar valor. Empuñó el bastón con ambas manos, decidido a usarlo como arma de ser necesario; cerró los ojos un momento y cuando volvió a abrirlos, se preparó a salir de la zona segura de la oficina.
-Aquí voy.
