Juego de Niños - Jim Mizuhara

Capítulo 1

Personajes: Kai, Rei, Max.

Contenido: Yaoi, lemon, shota.

Disclaimer: Ya saben.

Observaciones Generales: Este fic contiene lemon explícito, por lo tanto, si no estás de acuerdo, es mejor cerrar la ventana... Seh! Otro shota más para la colección, y este está tan bueno como los anteriores. De todas formas, espero que les guste.


Ya solamente faltaban cinco minutos para tocar la última campana, y el maestro Kon tomó una hoja de papel de una carpeta. Notaba en el rostro de los chicos que todos estaban más que cansados y aburridos, más aún por el hecho de ser viernes por la tarde y las clases de Historia no eran de mucho agrado por parte de los alumnos. En función de esto, decidió hacer la llamada de los alumnos.

- Hayashi Yuki – nombró Rei.

- Presente – contestó una voz al fondo del salón.

- Hikaru Taro.

- Presente.

- Hiwatari Kai.

- .¡Hmpf!.

- No es "hmpf!", Hiwatari – amonestó Rei – es "presente".

- .¡Presente!.… si tanto lo desea…

- Kamimura Jun.

- Presente.

- Miyashiro Kim.

- Presente.

- Mizuhara Max.

Silencio.

- .¿Mizuhara Max?.

No hubo respuesta.

- Vaya, creí haberlo visto hoy – dijo Rei, encogiéndose de hombros y siguiendo con su lista.

No tardó mucho para que la tan esperada campanilla diera la señal para que los alumnos de la academia salieran corriendo por los portones de la institución, anhelantes del fin de semana. El maestro Kon guardó sus cosas en un portafolios de cuero, y se encaminó através de los penumbrosos corredores y desérticas escaleras, en dirección a la salida, cuando un bulto en un rincón le llamó la atención. Se acercó a curiosear pues vio que aquello se movió ligeramente, y percibió una cabeza de cabellos dorados oculto entre las piernas del chico que allí permanecía, con los brazos fuertemente cruzados. Rei inmediatamente identificó al chico como siendo Max, el alumno que faltaba en su salón; se acercó cautelosamente, temeroso de que algo le hubiera sucedido, y escuchó unos quedos gemidos de dolor. Más preocupado, se agachó y puso delicadamente su mano sobre la espalda del niño, quien se sobresaltó y levantó la cabeza, revelando sus profundos y centelleantes ojos azules inundados de lágrimas que rodaban por sus rojas mejillas. Sus sollozos contorcían todo su pequeño cuerpo, en accesos que le cortaban momentáneamente la respiración.

- .¿Max?. ¿Qué te ha sucedido?. – preguntó Rei, consternado.

- Maestro… yo… .¡me duele!. – balbuceó el chico.

- .¿Dónde duele?. – inquirió el chino, preocupado con el estado de Max.

- Aquí… y aquí… - señaló Max.

El oriental levantó con cuidado la camiseta del chico, revelando en su blanca piel dos verdugones morados en su tórax y torso.

- .¿Quién te ha hecho esto?. – exclamó Rei, enojado.

- Mi… amigo…

- .¿Quién es?. Debe dársele un castigo ejemplar por hacerte esto.

- Fue… Kai…

Y no pudo decir más nada el chico, debido a que nuevos accesos de sollozos le cortaron la voz. Rei no podía dar crédito que hubiera sido Kai el causador de aquello.

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Un año atrás, el portón de la Academia Hokari se abrió para recibir el nuevo maestro de Historia, Rei Kon, en una ceremonia muy de acuerdo a las tradiciones casi centenarias que dicha institución cargaba. Fue anunciado en el primer día de clases, al frente de muchas filas impecablemente alineadas de niños y niñas organizados por estatura y que lucían uniformes de color azul oscuro y blanco. El piso de piedras marrones reverberaba el calor que hacía por esas épocas, sin embargo ninguno de los presentes se movía ni manifestaba incomodidad por aquello. No acostumbrado con tales atenciones, el oriental apenas atinó a decir algunas frases al frente de aquel gran grupo, quienes también aplaudieron sus palabras sin contestarlas. La rigidez con que todo se manejaba allí extrañaba a Rei al principio, como si todos los alumnos no tuvieran voluntad propia, ni siquiera que pensaran independientemente.

Decidiendo disminuir un poco la actitud autómata que presentaban los chicos, Rei pensó que deberían realizar alguna actividad que les llamara la atención, pero que estuviera fuera del campo deportivo pues también en eso los alumnos manifestaban pronunciada tendencia a esforzarse desmesuradamente sin disfrutar de lo que hacían. Así como andaban las cosas, en las primeras clases que ministró pudo percibir que los alumnos eran unos expertos en disimular el tedio y el aburrimiento que las clases les provocaban, poniendo una expresión que no era precisamente el de un alumno atencioso pero tampoco fijaba la vista en ningún punto en particular.

Un día, se le ocurrió que deberían hacer un periódico de circulación interna, cuando bajó a los sótanos de la escuela y allí encontró varias impresoras viejas y grandes. Fue a informarse sobre el estado de los aparatos y se le dijo que estaba averiados hacía muchos años, además que no las necesitaban pues habían adquirido nuevas máquinas; solicitando el debido permiso, Rei fue a la Academia un final de semana con herramientas en la mano, y como tenía habilidad para ese tipo de trabajo, consiguió repararlas en una tarde, luego las probó y vio que funcionaban muy bien.

Al lunes siguiente, Rei informó a su salón su proyecto. Del primero al último, los chicos manifestaron una perplejidad ante tal idea, pero a los pocos minutos todos sin excepción querían tener participación en aquello, estaba muy interesados en hacer algo distinto en la escuela; el chino dijo que deberían esperar hasta la semana siguiente para concretizar el plan, pero que ya iba a recoger nombres de los que deseaban participar. Esos momentos se caracterizaron por el feliz bullício de un tropel de chicos ansiosos por tener su participación, cosa que fue escuchada por casi toda la escuela pero los demás aún no sabían del proyecto. Mientras tanto, Rei pensaba cómo haría para hacer ingresar a más chicos que lo necesario.

Sus clases comenzaron a ser todo atenciones a partir de aquel momento, y no fueron pocos los alumnos que comenzaron a mirarlo con admiración, pues había tomado una decisión bastante revolucionaria. Dedicaba los últimos cinco minutos de las clases para informarles de los progresos que se estaban haciendo al montar la oficina donde pondrían las impresoras; los chicos contaban por los dedos cuántos días faltaban.

Finalmente, la oficina quedó lista. Los alumnos quedaron fascinados por la sala de impresión, donde montaron las tres impresoras en un rincón, conectados a unos terminales de computadora y varias mesas de escritorio, sillones giratorios y un aparato de aire acondicionado. No fue necesario que Rei solicitara para que los chicos recorrieran las instalaciones de forma ordenada, pues fue eso lo que hicieron; entraron en silencio y murmuraban en voz baja, pasando las manos con cuidado sobre los aparatos, como si desde un principio ya les perteneciera. En una de las paredes colocó un cartel indicando los días de la semana y los alumnos asignados para trabajar en esos días, sistema que Rei concibió para dar cabida a más personas dentro de la oficina.

Sin embargo, aún no contaban con el que sería el representante del periódico. Mediante una votación, eligieron como el director de la oficina a Kai Hiwatari, mismo el chico manifestando su inconformidad; no lo habían escogido precisamente por haberse propuesto, pero sí porque era un chico muy callado que rehuía de cualquier actividad grupal. El trabajo que Kai desempeñaría era de coordenar todo el trabajo dentro de la oficina, presentando el resultado final a Rei para que diera su visto bueno y se imprimiera.

Desde los primeros días el chico bicolor demostró una pronunciada actitud superior, dando órdenes tajantes y manifestando su desagrado hacia los trabajos mal hechos sin rodeos, motivo por el cual en vez de hacer las veces de director apenas una vez por semana, se le asignó el puesto permanentemente. Se afanaba a tal punto en su trabajo que muy raramente Rei tenía que corregirle algo, la mayoría de las veces estaba todo correcto. Todos los días al término de las clases Kai se presentaba ante Rei para darle su aprobación de impresión para el día siguiente.

Con el correr de los meses, el bicolor aprendió a confiar en Rei, en parte debido a que la personalidad del chino tenía un efecto casi hipnótico en las personas, la convivencia diaria con el maestro fue haciéndole más comunicativo, al menos sólo entre ellos, y uno por uno fue contándole sus problemas, deseos y tristezas. El ojidorado le daba los mejores consejos para resolverlos, y él obedecía sin chistar.

El único tema que ambos no tocaban era que sentían una especie de atracción entre ellos. Para el bicolor no existía nada en el mundo comparable con las orbes doradas del maestro Kon, frente a ellos era incapaz de subir la mirada ni mucho menos sostenerlo; los pensamientos que lo atenazaban frecuentemente lo sorprendían justo cuando estaba frente al oriental, y por ese motivo a veces se ruborizaba y se olvidaba lo que debía decir.

Por su lado, a Rei le fascinaba el terso y delicado rostro de Kai, además de su bien delineado cuerpo que podía percibir através de su camiseta blanca con ribetes azules. Como él ya era mayor entonces podía dominar a voluntad sus pensamientos en presencia del bicolor, y no se exponía frente a Kai, aunque algunas veces no era muy resistente y acababa pensando cosas mientras Kai hablaba, y no le prestaba atención.

Un día, al término de las clases, el bicolor fue a la oficina particular de Rei a entregarle sus papeles, con un rostro muy serio y enfadado, pues habían cometido muchos errores ese día hasta sobrepasar su tolerancia. El maestro indicó a Kai que aguardara sentado en el sofá, mientras echaba una ojeada en los resultados; el bicolor accedió, y conforme pasaban los minutos la expresión de su rostro iba amenizándose, hasta que esbozó una sonrisa y entrecerró los ojos. Al abrir los ojos, Kai notó un prominente bulto entre sus piernas, se sonrojó bastante y se levantó de su lugar apresuradamente, dirigiéndose a la ventana y dándole la espalda a Rei.

El chino había percibido todo esto pues miraba disimuladamente al chico ruso mientras iba leyendo, y se levantó. Llegó al lado del bicolor, y le puso la mano sobre el hombro; Kai se estremeció al sentirlo.

- .¿Sucede algo?. – preguntó Rei.

- No… nada – contestó el chico, la tensión en sus músculos lo hacía estremecer.

- Debes tener algo… estás nervioso…

- Es que… si se lo dijera, no iba a entender…

- .¿Y por qué no?.

- Porque no va a entender…

- Kai, hablamos mucho ya durante todo este tiempo… sabes que puedes contarme cualquier cosa.

- Sí, lo sé…

- .¿Entonces?.

- Es que… me gustan…

- .¿Qué te gustan?. – indagó Rei en voz baja, agachándose hasta quedar a la altura de Kai.

- Me gustan… me gustan sus ojos, maestro… - murmuró Kai, temblando más aún y sin atreverse a girar la cabeza para mirar a Rei a su lado.

- .¿De veras?. – preguntó Rei, con un tono de voz interesado.

El chico nada más pudo asentir con la cabeza, un sudor frío escurría de sus sienes por su cuello y empapándole la camiseta, la rigidez de sus brazos y piernas no le permitían moverse de su lugar.

- No tienes por qué ponerte nervioso entonces, Kai – añadió Rei – no creas que voy a ofenderme.

- Bueno, es que… no era eso mismo lo que quería decir… gustar… sí me gustan, pero… es que yo siento que… es… una lástima que usted no…

- .¿Qué es lo que sientes entonces?. – dijo Rei.

- Yo… yo…

- .¿Me quieres, acaso?. – atinó Rei, como si fuera una lejana posibilidad.

- Es… eso – musitó el bicolor, mientras unas lágrimas escurrían por su rostro.

- Vamos, no llores – dijo Rei, secándole con cuidado el rostro con su pañuelo – ni tú ni yo moriremos por eso, .¿verdad?.… de todas formas… - agregó el ojidorado, abriendo los brazos – un abrazo tampoco mató a nadie hasta hoy…

El bicolor se volteó, esbozando una sonrisa en medio de sus lágrimas, y se arrojó encima de Rei, aferrándose ansiosamente por el cuello del oriental, mientras sentía los brazos del maestro rodeándole la espalda y la cintura. Sin embargo las lágrimas del ruso no cesaban del todo, a veces la felicidad de estar abrazándolo era superado por el hecho de que quizá sería la única vez que lo hiciera; a su vez el chino recorría las yemas de los dedos desde la nuca hasta la espalda del chico ruso, en suaves caricias que agradaban mucho al menor. Largos minutos permanecieron así, al parecer ninguno de los dos quería ser el primero en deshacer aquel abrazo, por lo cual Rei tomó la palabra.

- .¿Sabes de una cosa, Kai?. – murmuró al oído de Kai – has sido muy valiente al decir lo que sentías… y yo también tengo algo para decirte.

- .¿De qué se trata?. – murmuró también el ojirubí.

- Me gustan…

- .¿Qué?. ¿Mis ojos?. – trató de completar el ruso.

- No solo tus ojos… pero sí tú… .¡tú me gustas!. – expresó Rei, dando un beso en las mejillas de Kai.

El chico se sorprendió lo suficiente para apartarse del abrazo, ahora mirando fijamente el rostro de Rei, quien sonreía pícaramente. El pequeño se sonrojó y clavó la vista al suelo, mientras Rei se sentó en el sofá, observando las reacciones del chico; luego de algunos segundos Kai sonrió también, comprendiendo de esta vez la realidad de las cosas, y acercándose al maestro se acomodó a su lado. Levantó la cabeza hasta alcanzar las mejillas de Rei y en ellas depositó un tierno beso, con una sonrisa avergonzada, y Rei hizo ademán de tomarlo en brazos y sentarlo sobre sus piernas.

Ahora ambos se entretenían en mirarse sostenidamente a los ojos, y examinaban los labios uno del otro, como indecisos al próximo paso. Rei pasó sus dedos delicadamente sobre los párpados de Kai, obligándolos a cerrarse, y se dedicó a juguetear con uno de los labios de Kai, rozando por él sus labios y tocando sus narices; el chico ruso simplemente estaba encantado en sentir aquel húmedo y tibio contacto, y avanzó con ansiedad hacia la boca de Rei, sellándolo en un apasionado beso colmado de ternura, inocencia y deseo. Fue el primero para Kai, y el mejor que hubiera recibido en la vida de Rei.

Se apartaron al cabo de algunos minutos, el chino atrajo más hacia sí al chico. Ambos podían sentir que sus corazones iban por una marcha desenfrenada, su respiración tardaba en restablecerse; Rei sentó a Kai frente a él, con las piernas apartadas a ambos lados, el ojidorado pudo percibir una notable prominencia entre las piernas del pequeño.

- .¿Puedo…?. – preguntó con reticencia el maestro, a lo cual el chico accedió, no sin una grandiosa dosis de vergüenza.

Pasó a acariciar su órgano primeramente sobre la tela de sus pantalones, Kai sentía pequeños espasmos cuando las manos de Rei lo tocaban en esa parte, sin embargo el chino deslizó el cierre de los pantalones del bicolor dejando libre su miembro, a Rei le encantaba contemplar a Kai frunciendo las cejas de placer mientras sus dedos pasaban una y otra vez sobre su palpitante órgano… Kai también imitó a su maestro, y abrió la bragueta de Rei, encontrándose también con un órgano que se regocijaba al sentir las suaves manos del chico recorriéndolo. Ambos así iban tocando y acariciando el miembro del otro, proporcionándose un placer desmedido, humedeciendo sus dedos en los fluidos preseminales que ambos instilaban; Rei pensó que era el momento oportuno para que Kai aprendiera ciertas… cosas.

Pocos minutos después el chino estaba abrazado al cuello de Kai, jadeando entrecortadamente mientras el chico bicolor gemía quedamente al sentir el pulsante órgano del maestro en sus adentros, en embestidas que lo estremecían y transmitía esas sensaciones al mayor por estar repegado a la cálida y sudorosa piel de Rei, abrazándose lo más que podía a la espalda del mayor; cada nueva estocada era más intensa que la anterior, provocándole placenteros espasmos que iban a exteriorizarse en forma de pequeños gemidos que salían de su húmeda boca entreabierta, ofreciendo al ojidorado sus jadeos que iban a morir en el apasionado e insaciable beso con el cual lo subyugaba Rei.

Luego sintió algo profundo y cálido extendiéndosele en su interior, era Rei quien llegaba al final de tan sorprendente e inesperada actividad, en un torrente de fluido que estimuló al chico a dar algo de su propia contribución, salpicando el abdomen de Rei y escurriéndose por su órgano en gruesas gotas blanquecinas. Ninguno de los tenía fuerza suficiente para levantarse ni separarse en el sofá donde estaban recostados, por lo que permanecieron durante varios minutos recostados y abrazándose, Rei acariciando toda la anatomía del chico que tanto anheló y Kai mirando sostenidamente las orbes doradas de su querido maestro, pudiendo ahora tomar de las mejillas de Rei y hacerlo mirar a sus ojos, sin poder desviarlos y verse a sí mismo reflejado en ellos, como una confirmación de que todo lo que el maestro le había manifestado había sido sincero, y no un mero juego.

Después de recuperar las fuerzas Rei cuidó de limpiar a Kai, despidiéndolo de allí con un beso en las mejillas; el bicolor salió corriendo, luego paró un momento a voltearse a mirar hacia atrás, y luego siguió su camino. Desde ese día en adelante, al menos una vez por semana se encerraban en la oficina de Rei a pasar momentos de éxtasis, prodigándose ambos todos los sentimientos que abrigaban sin nunca hartarse de los labios adictos a unirse en tiernos y demorados besos que iban a terminar en cosas más serias; les era divertido esa situación, sin embargo nunca jugaron o engañaron los sentimientos uno del otro, motivo por el cual se entendían perfectamente. Mismo sin haber hecho un acuerdo, los dos actuaban como si se desconocieran en el restante de la semana y en horas de clase, Kai siempre reacio a contestar las preguntas de Rei y el chino regañando al bicolor frente a todos en la clase, gracias a ese arreglo nadie había sospechado de nada hasta ese entonces.

Sería equivocado pensar que al término del periodo escolar aquello había terminado; muy por el contrario, ahora el bicolor salía de su casa bajo cualquier pretexto para dirigirse a la residencia de Rei. Como siempre, el chino estaba esperándolo, y hacía del niño el objeto de todas sus atenciones, complaciéndolo en sus gustos, adorándolo casi, y el pequeño no quedaba atrás cuando se trataba de retribuir las atenciones de Rei. Los dulces quedaban en segundo lugar para Kai en favor de las manos del chino, que lo extasiaban y relajaban con sus masajes realizados en el mismo lecho de Rei, con los aceites aromáticos que Rei adquiría con el único propósito de friccionárselo por todo el sonrosado cutis del chico ruso, para verlo despojado de sus vestimentas y oír sus suspiros que lo llenaban de excitación.


Whoa! Hasta aquí el primer capítulo de esta casta historia... el segundo capi viene con más lemon (si pensaron que era sólo esto de lemon... están esféricamente equivocados! XD)... el segundo capi traerá nuevas, interesantes e impactantes novedades, incluso el papel que tocará a Max desempeñar... espero que les haya agradado este inicio, y espero vuestras opiniones. Hasta la próxima!