HIKARI, MI ESPOSA

DIGIMON © TOEI ANIMATION

Sinopsis: ¿Qué debes hacer cuando tu hermano, al cual le dijiste que estabas casado, consulta por tu flamante esposa? Sencillamente, arrastrar a tu mejor amiga a un presunto matrimonio no concebido aún.

Nota de la autora: Bienvenidos a mi primer long-fic Takari. Esta vez, no será un one-shot como vengo haciendo, pero tampoco será muy extenso. Solo tendrá unos doce capítulos y espero que les agrade.

Dicho esto, vamos con el prólogo.


Prólogo

Recordar cosas claves o esenciales no era una especialidad que tuviera Takeru Takaishi. Y no es que fuera un desalmado, es que todo lo que estuviera fuera de su mundo de la escritura, sencillamente, no era una prioridad.

Y eso era algo que Yamato Ishida, su hermano mayor, lo sabía.

Sin embargo, él con toda la esperanza del mundo de que su hermano se haya acordado la única cosa que le había pedido que memorizara y que jamás olvidará, decidió visitarlo en su trabajo dentro de una importante imprenta.

Ahora se encontraba frente a la puerta de la imprenta cuyo nombre adornado en letras rojas relucía que Takeru había conseguido su mayor anhelo: una imprenta llamada El ángel de la Esperanza.

Cuando lo había visto hacía unos cinco años atrás, su hermano menor estaba empezando a cursar la Licenciatura en Letras en la universidad de Tokio. Confiando en él y en su capacidad por lo literario, regresó a su hogar en Alemania donde estaba dedicándose a dar clases de música luego de que su vida de astronauta se viera frustrada por una fractura de su rodilla.

Él se había casado con Mimi y con la cual concibió dos hijos, Matt y Gina. El mayor tenía diez años actualmente y la menor apenas había cumplido seis. Su contacto con Japón desde su traslado hacia Alemania se redujo considerablemente, sin embargo, estaba al tanto de que sus padres mantenían una buena relación y que su hermano estaba floreciendo como escritor tal y como siempre ambiciono en la juventud.

Eso le hizo plantear el retornar a su país natal.

Si bien en Alemania tenía todas las comodidades, había un ligero vacío donde solo Odaiba podía encajar. Su inquietud fue charlada en la familia y todos dieron el visto bueno a la mudanza, no obstante, antes de conjeturar todo su plan, Yamato había ido por su hermano para platicar y darle las buenas noticias. Además de que tenía que ver si cumplió su palabra.

Ingreso al sitio que estaba repleto de muchedumbre y consultó por la oficina de Takaishi donde, al parecer, estaba conversando con dos personas sobre una nueva obra. Desde el silencio que tomó para mirar a su hermano desenvolverse en su oficina, distinguió que eran dos viejos amigos los que estaban allí.

—¡Es una buena idea, Daisuke! —exclamó contento y sonriendo socarronamente como solían hacer los hombres Ishida-Takaishi—. Creo que en poco tiempo podrás publicar tu libro para que todos puedan vislumbrar tu historia. Todo amerita a que saldrá bien.

—Gracias, TK. En verdad gracias por animarme—agradece Daisuke con sinceridad. Su oficio no era escribir y mucho menos narrar hechos, pero tuvo la necesidad de plasmar su ascenso en el mundo de los restaurantes para inspirar a quienes tenían miedo de emprender cadenas de comidas—. ¿Cómo puede ser que todavía no conseguiste una bella mujer? Te veo tan solo —indaga entre intrigado y ligeramente preocupado. Conocía a T.K desde los once años y siempre fue su potencial competencia en cuanto a conquistas de chicas se tratase, no obstante, ahora estaba muy solitario.

Takeru, algo nervioso y exponiendo un notable semblante rojo de vergüenza, contesto.

—En realidad hay alguien…

—¡Oh, enhorabuena Takeru! —festejó Iori. Conocía a Takeru desde que había abierto la imprenta y perpetuamente esperaba que tan buena persona consiguiera una bella muchacha—. ¿Y quién es la afortunada?

—Sí, es algo que yo también quisiera saber —habló una voz desde el marco de la puerta de la oficina. Cuando alzo su vista, sus ojos se alumbraron de sorpresa al ver a su hermano—. Hola, T.K.

—¡Hermano, pudiste venir! —Takeru abrazó a Yamato en ese mismo instante muy emocionado. Tenía muchas ganas de verlo—. Me alegra que estés aquí —dijo separándose—. ¿Cómo fue el viaje desde Alemania?

—¡Agotador como siempre! Pero ahora lo que me interesa… —y Yamato se colocó a la par de Daisuke y Iori—. Es que me respondas quién es la afortunada.

Takeru ante la petición de su hermano, embuchó saliva y sintió que todo su cuerpo sudaba de frío.

¿Cómo saldría de esa situación?

—¡Anda, Takeru! Solo dinos su nombre —insistió Daisuke.

—No creo que sea difícil, solo dilo —apoyo Iori.

—Hermanito, esperamos tu respuesta —la mirada de Yamato estaba esperanzada e impregnada de orgullo. Takeru había cumplido lo que tanto le había solicitado—. No nos hagas esperar.

El recordatorio de una muchacha en su vida le había caído como balde de agua fría y ahora hasta le insistían hasta sus amigos, anhelando la respuesta de que el muchacho que los ayudaba con sus obras tan amablemente tuviera pareja. Y su hermano había viajado desde Alemania para apreciar si había cumplido con lo que tanto le había dicho que hiciera: una esposa ideal.

No es que Yamato tuviera intenciones de casarlo de manera forzada. Al contrario, todo era porque su hermano quería verlo en matrimonio antes de confiarle parte de la herencia que su padre les había divido a ambos y que Yamato había tomado control hasta que T.K fuera mayor.

Yamato quería apreciarlo como cabecilla de una familia y no como un solitario por temor a que, si tuviera alguna novia casual, esta tuviera intenciones de robarle todo su patrimonio.

Con todo eso acribillando su mente y por temor a decepcionar a aquellos que esperaban tanto de él, Takeru lanzó de su boca lo primero que pensó y que cambiaría su vida desde ese instante.

—Mi novia es Hikari, Hikari Yagami—y con decir solo el nombre, provocó que Daisuke e Iori chillaran de alegría. Ishida solo observaba—. No hace mucho nos comprometimos y estábamos ahorrando para la boda, Yamato.

—Puedes pedirme dinero y yo te lo regalaré. Es tu boda y tú eres mi querido hermanito—le contestó con seriedad Yamato, no obstante, lo abrazó—. ¿Quién lo diría? Te casaras con la misma chica con la que corrías por el patio trasero. ¿No es estupendo?

—Opino lo mismo, hermano—expresó correspondiente, pero ocultando su rostro afligido.

¿Qué había hecho?