Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto.

Bestia.

¿Bestia? ¿Cómo podía alguien como él ser una bestía?, al observarlo dormido, recostado, con esa dulzura peculiar en él, dudó muchas veces lo que acababa de escuchar de los labios de su padre. Recorrió con la yema de sus dedos las rojizas hebras del pequeño, lo hizo con suavidad, disfrutando del cosquilleo que le producían los cabellos bajo sus palmas.

Observó su rostro y cayó en la única conclusión que la asechaba, aquella que la había hecho contradecir los dichos del patriarca: él era perfecto, no tenía un sólo rasguño en su delicado rostro de porcelana, ni una sola mancha de algún material en su suave piel, por ello se negaba a creer que él pudiera hacer daño a alguien, ¿cómo podía lastimar a alguna persona?

"Él es una bestia, no es digno de que lo reconozcan como mi hijo", fue la oración que el hombre al mando de la aldea de la arena, pronunció accidentalmente frente a su hija mayor, la niña de no más de 7 años lograba comprender que su pequeño hermano no era ninguna bestia y jamás le haría daño a alguien, sin importarle que toda su aldea estuviese en su contra, ella sabía que Gaara no merecía ser tratado de dicha manera, era una vil injusticia discriminarlo. Por eso ella lo acompañaría en todo momento, y sin importar cuan peligroso pudieran pensar que era, su hermano, para ella, era una persona especial y no cambiaría por ningún motivo.

Se sentó a su lado y arrojó un último vistazo a su rostro, ése al cual todos le temía y ocultaban dicho miedo con críticas hacia el pequeño, ella desentendía el por qué de dichas habladurías. Y si nadie quería a Gaara, ¿qué?, ella sí y eso es lo que importa.