Los personajes son de Stephenie Meyer. La historia pertenece a Maya Blair.
Yo solo tomo prestados para mis ideas.
¡Disfruten!
Prólogo.
Bella POV
Correr, correr, correr. Ese era el único pensamiento en mi mente en ese instante. Eso y soportar el doloroso e implacable martilleo de los latidos de un corazón que parecía que me iba a reventar en el pecho de un momento a otro.
Me sequé el sudor que me caía por la frente al tiempo que intentaba no perder el ritmo de la respiración. Si lo hacía mal, si comenzaba a respirar a destiempo, entonces me agotaría antes y estaría perdida. El aire entraba por mi garganta en grandes bocanadas y me la secaba de tal modo que cada vez que tragaba saliva la sentía como si estuviera hecha de papel de lija y no de tiernos tejidos. Cada zancada me recordaba el cansancio que comenzaba a acusar en los músculos. Parecía que las piernas me ardieran por el sobreesfuerzo que estaba realizando, pero aun así no podía parar. Tenía que continuar corriendo.
Deseé no haber sido tan perezosa como para haber suspendido durante tantos meses mis sesiones de jogging vespertinas, pero era tontería gastar el tiempo con lamentos cuando lo que tenía que hacer era focalizar toda mi energía en seguir atravesando la densidad del bosque sin flaquear.
Me centré en la respiración e intenté obviar el dolor de mi cuerpo y el terror que me atenazaba la boca del estómago. Dios, daría lo que fuera por poder parar un instante, apoyarme en uno de los cientos de árboles que cubrían el lugar y vomitar. Expulsarlo todo hasta quedarme vacía. Pero no podía. Corría tan deprisa que pensé que podría volar. Y mientras lo hacía, era consciente del olor húmedo de la naturaleza que me rodeaba, del propio aroma de mi miedo mezclado con el sudor que se deslizaba por todo mi cuerpo, de la capucha roja que volaba detrás de mí y azotaba el hueco entre mis omoplatos... Pero sobre todo, de la presencia de mi perseguidor. Del sonido de su ardiente respiración, de su olor salvaje, del sonido de sus fuertes pisadas.
Mantuve la mirada fija en el frente, incapaz de echar un vistazo por encima de mi hombro por temor a tropezar y caer. Pero no era necesario verlo para saber que él estaba cerca. Demasiado cerca. Tanto que podía sentir su hambrienta mirada, de un sobrenatural y brillante color amarillo, fija en mí.
Si al menos pudiera trepar un maldito árbol, pensé, pero era demasiado lenta y él me atraparía en un abrir y cerrar de ojos.
Un súbito dolor en el costado derecho me hizo emitir un gemido medio ahogado por la sofocada respiración. Dios, se sentía como si me hubieran atravesado con una aguja por el hueco entre las costillas. Intentando mantener la mente fría, apreté la palma contra el indeseado foco de malestar y seguí mi carrera a la vez que sorteaba todos los obstáculos que se interponían entre ella y mi hipotética salvación.
Porque si de algo estaba segura era de que no sabía a ciencia cierta hacia donde iba. Hacía tiempo que había perdido de vista la parte del bosque que conocía y desconocía si aquel camino iba a conducirme o no hacia la linde, justo donde comenzaba la carretera. Más bien temía que él me estuviera empujando hacia lo más profundo, allí donde no tendría escapatoria, Donde nadie podría escuchar sus gritos de ayuda.
¡Maldito fuera! Me estaba acorralando. El muy cabrón me empujaba a continuar mi huída en línea recta, sin permitirme desviarme del camino. Siempre hacia delante.
De repente algo crujió bajo mis pies, tropecé sin poder evitarlo y mi tobillo izquierdo cedió hasta hacerme caer de bruces. Por un instante pensé que me lo había torcido, pero no había dolor. Al menos no todavía. Intenté levantarme al tiempo que apartaba de un manotazo la capucha roja de la sudadera, pero resultó ser demasiado tarde. Él me había dado alcance y se cernía amenazante sobre mi cuerpo. Sentía el aliento de aquella bestia contra mi ahora desnuda nuca, erizándome el vello.
Podría jurar por un segundo que me pareció escuchar Mía, seguido de un gruñido bajo. Viendo claramente su sombra animal gigante por encima de mí. Tragué saliva, sintiéndome impotente. ¡Que Dios se apiadara de mí!
El lobo me había atrapado.
Espero y hayan disfrutado de la lectura.
Saludos!
16.10.17
