Y no es lo mismo. Es
decir, es lo mismo pero es distinto porque de repente ya no son dos
sino tres. Y son las mismas manos y las mismas pecas y el mismo pelo
pelirrojo y los mismos ojos azules. Pero no son exactamente los
mismos y no son exactamente iguales. Son de la familia pero no son
gemelos. Y entonces todo es distinto y todo cambia. Y George no está
muy seguro de que le guste.
Antes eran dos, y era incorrecto pero
a la vez estaba bien, eran Fred y George, George y Fred, se
confundían uno con el otro en la oscuridad y no se sabía muy bien
donde empezaban los gemidos de uno y empezaban los del otro, pero
tampoco era nada nuevo, estaban acostumbrado a acabarse las frases
uno al otro, complementar jadeos no era algo tan nuevo e inesperado
como debería haber sido.
Sólo era lo que tenía que ser.
Pero
entonces un día aparece algo nuevo en la ecuación y de repente deja
de tener sentido y no puede resolverla.
Y resulta que la cosa
nueva que aparece en la ecuación es Ginny.
***
Una noche
abre la puerta de la habitación sin llamar y los encuentra follando
contra la pared, Fred y George se giran hacia ella cuando lo oyen,
ojos vidriosos y cuerpos chocando, Ginny abre un poco la boca y luego
se sonroja, musita un oh
que se pierde contra un jadeo de George (o de Fred, no es que esté
muy segura).
Acaba diciendo perdón
mientras cierra la puerta rápidamente y nota su propia respiración
agitada y la sangre bombear con más fluidez. Se apoya en la puerta y
la palabra incesto se le aparece de
repente.
Incestoincestoincestoincesto.
Se
repite en su mente una y otra vez, cada vez más alta y más rápido,
mezclada con imágenes de lo que acaba de ver y de lo que podría
ser.
Corre hacia su habitación.
Al día siguiente no puede
ni oír sus nombres sin que una sucesión de fotogramas se aparezca
en su mente seguida por un sonrojo inminente.
Al otro tampoco.
Ni
al otro.
Le da la sensación de que nunca va a poder mirarlos a la
cara.
-Vamos hermanita, tampoco es para tanto.
La acorralan
en el pasillo que lleva a su habitación, George vigila que no suba
nadie y Fred le susurra al oído.
-Piensa que es como masturbarte
contra el espejo.
-Sólo que el espejo tiene manos. – apunta
George desde las escaleras.
-Unas manos muy hábiles, por cierto.
– añade Fred con una sonrisa socarrona.
-Gracias,
hermano.
-Hablaba de mí, no de ti.
Y a Ginny no deja de
sorprenderle la forma en que las frases saltan de uno a otro, como si
supieran de antemano qué van a decir.
Quizás
lo saben.
-No
pienso decir nada, tranquilos.
Ginny alza la cabeza desafiante y
les mira a la cara por primera vez en días.
-Lo sabemos.- dice
Fred de forma socarrona.
-Si hubieras querido decir algo ya lo
hubieras hecho.
No ha sido consciente de que George se haya
movido, pero de repente lo tiene casi encima y se siente acorralada y
algo expuesta y no recuerda haberse sentido así nunca.
-¿Entonces
qué queréis?
La voz le tiembla ligeramente sin que pueda hacer
nada por evitarlo y Fred pasa los dedos entre los rizos del pelo
pelirrojo. Ginny no puede evitar estremecerse con el
contacto.
-Pronto lo sabrás.
Cuando se alejan, las carcajadas
resuenan en el pasillo.
Ginny frunce el ceño y entra en su
habitación mirando por la rendija de la puerta al cerrar.
Al
día siguiente, baja las escaleras que llevan a la cocina con ojeras,
pelo despeinado y pinta de no haber dormido en toda la noche.
Fred
sonríe con malicia y le dice algo a George al oído. Dos pares de
ojos le recorren el cuerpo con atención. Ginny se sonroja. Fred y
George se miran. Se ríen a carcajadas. Ginny se sonroja
más.
-¿Tienes hambre?- pregunta Molly.
Se ríen más
fuerte.
Está en los jardines jugando con una quaffle cuando
les oye llegar.
-¿Quieres jugar un rato, Gin?
Hay algo en el
tono que no habla de quidditch. Aun así, Ginny le tira la pelota con
más fuerza de la necesaria y niega con la cabeza.
-Voy a hacer
algo de deberes.
Mientras camina hacia la casa, les oye reír
tirándose la quaffle uno al otro y no puede evitar sonreír un
poco.
-¡Pero tírala más fuerte, no seas marica!
-¿A quién
llamas marica? ¡No decías eso ayer, Freddie!
Se carcajean
mientras siguen las puyas y ella lucha por evitar que la sonrisa se
ensanche.
Es
una batalla perdida.
Una
hora después, Ginny está en su habitación intentando hacer el
ensayo de pociones que lleva diciendo que hará y no haciendo
finalmente cinco días, cuando alguien le habla al oído.
-¿Necesitas
ayuda, Ginny?
Lo dice medio ronroneando y oye a George tratando de
contener la risa un poco más atrás.
-No, gracias, ya puedo yo
sola.
-Algunas cosas es mejor hacerlas en compañía.
Y George
es incapaz de aguantar la carcajada.
Fred le coloca bien el pelo a
Ginny tras el hombro, rozándole la mejilla al hacerlo, le lanza una
última mirada y se gira.
-¿Segura? George y yo podemos enseñarte
muchas cosas, si quieres.
Lo dice con una sonrisa ladeada y un
tono seguro que hace que a Ginny le den un poco de ganas de cerrar
los ojos y respirar hondo.
-Seguro.
Fred y George salen de la
habitación entre susurros y Ginny sigue mirando la puerta por la que
han salido cinco minutos después de que se hayan ido.
Se
pasan días haciendo esa clase de cosas. Ginny es consciente. Es
consciente de que hay una especie de patrón en todo eso. Una
constante. Un objetivo.
Pero si no es perturbarla y hacer que se
sonroje y se sienta más incómoda de lo que se ha sentido en la vida
no sabe qué es lo que quieren.
Pero
no le gusta.
¿Quieres
jugar, Gin?
No
dejan de resonarle esa clase de frases en la cabeza.
Hay
cosas que es mejor hacerlas en compañía
Las
oye como una letanía constante, cuando menos se lo esperan le parece
escuchar una voz que le susurra esa clase de cosas.
¿Tienes
hambre?
La
mayoría de veces ni siquiera distingue de cuál de los gemelos
es.
Pronto
lo sabrás
No
puede evitar estremecerse de anticipación.
Necesita saberlo.
Ya.
Les
oye una noche mientras lo hacen. Oye los jadeos y los nombres que se
dicen a gemidos y tiene la sensación de ser la única que lo oye.
Pero la verdad es que tampoco sería tan raro.
De repente nota la
boca seca y siente la necesidad de ir a por agua. Recorre el pasillo
descalza, notando el frío contra la planta del pie e intentando no
hacer ruido, aunque con el escándalo que están montando los gemelos
no cree que nadie la oyera.
-Joder, Fred, no pares.
La voz de
George suena apremiante y la puerta está entreabierta, no puede
evitar mirar. Otra
vez.
Lo
que ve es a George jadear con los ojos cerrados y a Fred sobre él,
embistiendo con velocidad y mordiéndole la nuca.
Siente un tirón
en el estómago y baja las escaleras de dos en dos porque la
necesidad de beber es mucho más acuciante de repente.
Se bebe el
vaso de un sorbo con la imagen de sus hermanos aún en la memoria.
Y
de repente la imagen ya no es tan desagradable como solía ser y se
mezcla con la voz de Fred susurrándole George
y yo podemos enseñarte muchas cosas, si quieres.
Se imagina qué clase de cosas pueden enseñarle.
No
le disgusta tanto como debiera.
Cuando
llega a su habitación, Fred y George la están esperando. Desnudos.
En
su cama.
-¿Qué
estáis haciendo?
-Esperarte.
-Ya estoy aquí. Fuera. Id a
seguir con lo que estabais haciendo.
-¿Qué estábamos haciendo,
Gin?- pregunta George con retintín.
Ginny se sonroja pero no
cede.
-Ya sabes qué estabais haciendo.
-¿Y tú quieres
saberlo también?
Fred está más cerca de lo que recordaba, no
puede evitar bajar la mirada y cuando dice No
la voz sale débil y resulta poco convincente.
Fred la besa.
(Y
ella responde sin poder evitarlo)
***
Desde
ese día todo pasa de la misma forma. Los gemelos van a su
habitación. O ella va a la de los gemelos. O se encuentran en la
cocina y suben arriba. O a veces, si no hay nadie, no se molestan en
subir.
El caso es que siempre es Fred el que besa a Ginny. La besa
cogiéndola de la barbilla y acercando mucho el cuerpo, invadiendo su
espacio personal y apartándole el pelo del cuello para que George
pueda besarla ahí. Ginny suspira y echa la cabeza hacia atrás y dos
lenguas le recorren el cuello y el escote.
La desnudan cuatro
manos y la rozan dos lenguas, de vez en cuando sólo hay manos y les
oye jadear el uno contra el otro cuando se besan. Cuando follan (y
Ginny siempre se sonroja cuando piensa en ello) los gemelos también
parecen acabar las frases del otro. Es Fred quien empieza a tocarla
mientras George se ocupa de él, pero es George la que la hace gritar
su nombre mientras Fred embiste contra él. George es el primero en
entrar en ella y jadear Ginny contra su cuello, pero es Fred el que
acaba haciendo que se contraiga contra él y le arañe la espalda.
A
veces, Ginny sólo mira y se toca mientras ellos hacen. Entonces son
bastante más rudos y menos considerados de lo que suelen ser con
ella. Se muerden y es todo más agresivo y más violento, parece una
competición por ver quién domina a quién.
El que gana suele ser
Fred, que acaba embistiendo contra George como si no hubiera un
mañana y llama a Ginny para que se una a ellos. De vez en cuando
gana George, y entonces es Fred el que suda contra el colchón y se
sacude al ritmo que George impone. Esas veces Ginny acaba aruqeándose
bajo Fred.
Lo cierto es que al final siempre es lo mismo, los tres
sudando, jadeando y gimiendo. Pero siempre es distinto, nunca son los
mismos jadeos ni los mismos gemidos, la sucesión de actos es siempre
distinta y Ginny nunca sabe cuál de los dos es el que la hará gemir
esa noche.
Sin embargo, a veces, a George le gustaría que
volviera a ser como antes. Sólo ellos dos. Fred y George, George y
Fred. Gemelos compratiendo un secretos. Exactamente iguales.
Supone
que tendrá que conformarse con ser parecidos.
