No era la primera vez que pasábamos tanto tiempo juntos. Pero sí la primera vez que lo hacíamos bajo las mismas sábanas. La noche anterior se quedó dormida en el sofá mientras veíamos un concurso en la tele-tienda. Al darme cuenta de esto, la desperté suavemente y la acompañé a su cuarto.
Al darle las buenas noches desde la puerta pude escuchar su voz susurrarme:
- No te vayas, quédate.
Al decirlo se apartó a un lado y giró su cabeza hacía el lado opuesto mientras con la mano me indicaba el hueco que me había reservado. Había deseado ese momento desde la primera vez que la vi. Quería verla dormir. Que su cabeza se apoyara sobre mi pecho y poder oler su perfume a la par que conciliaba el sueño.
No dejé lugar a la duda y fui junto a ella. Me tumbé en la cama y la miré un instante. Estaba radiante. Me acomodé la almohada y boca arriba pude soñar despierto.
A la mañana siguiente, debido a que yo entraba una hora antes en el trabajo, me fui para mi cuarto a vestirme. Tuve especial cuidado para que no se despertara. Y recuperando una de nuestras conversaciones nocturnas acerca de lo cursi y ñoño que quedaban ciertos actos de romanticismo, cogí un post-it y se lo pegué en la frente con mucho sigilo. En él escribí:
"Buenos días Princesa. Recuerda sonreír : )"
Era bastante empalagoso, pero tenía la certeza de que iba a reírse al verlo. Sabía que comprendería que aquel acto cursi era la mejor forma de sacar nuestra faceta romántica.
